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VIII.- Demonios - Apocalipsis

APOCALIPSIS


 
I. Carta a la Iglesia de Éfeso

Capítulo 2

1 Escribe al Ángel de la Iglesia de Éfeso:

«El que tiene en su mano derecha las siete estrellas y camina en medio de los siete candelabros de oro, afirma:

2 “Conozco tus obras, tus trabajos y tu constancia.

Sé que no puedes tolerar a los perversos: has puesto a prueba a quienes usurpan el título de apóstoles, y comprobaste que son mentirosos.

3 Sé que tienes constancia y que has sufrido mucho por mi Nombre sin desfallecer.

4 Pero debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo.

5 Fíjate bien desde dónde has caído, conviértete y observa tu conducta anterior.

Si no te arrepientes, vendré hacia ti y sacaré tu candelabro de su lugar preeminente.

6 Sin embargo, tienes esto a tu favor: que detestas la conducta de los nicolaítas, lo mismo que yo”.

7 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias: al vencedor, le daré de comer del árbol de la vida, que se encuentra en el Paraíso de Dios».


II. Carta a la Iglesia de Esmirna

8 Escribe al Ángel de la Iglesia de Esmirna:

«El Primero y el Último, el que estuvo muerto y ha revivido, afirma:

9 “Conozco tu tribulación y tu pobreza, aunque eres rica, así como también la maledicencia de los que se llaman judíos, y no son más que una sinagoga de Satanás.

10 No temas por lo que tendrás que padecer:

mira que el demonio va a arrojar en la cárcel a algunos de ustedes para que sean puestos a prueba, y tendrán que sufrir durante diez días.

Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida”.

11 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias: la segunda muerte no dañará al vencedor».


III. Carta a la Iglesia de Pérgamo

12 Escribe al Ángel de la Iglesia de Pérgamo:

«El que tiene la espada de doble filo afirma:

13 “Sé que tú habitas donde está el trono de Satanás.

A pesar de todo, permaneces fiel a mi Nombre y no has renegado de tu fe en mí, ni siquiera en la época de Antipas, mi testigo fiel, al que mataron en el lugar donde habita Satanás.

14 Sin embargo, debo reprocharte algo, y es que tienes adictos a la doctrina de Balaam, el que enseñó a Balac cómo debía seducir a los israelitas para que se prostituyeran, comiendo los alimentos sacrificados a los ídolos.

15 Tienes además partidarios de la doctrina de los nicolaítas.

16 Arrepiéntete, o iré en seguida para combatirlos con la espada de mi boca”.

17 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias:

al vencedor, le daré de comer el maná escondido, y también le daré una piedra blanca, en la que está escrito un nombre nuevo que nadie conoce fuera de aquel que lo recibe».

IV. Carta a la Iglesia de Tiatira

18 Escribe al Ángel de la Iglesia de Tiatira:

«El Hijo de Dios, el que tiene los ojos como llamas de fuego y los pies semejantes al bronce fundido, afirma:

19 “Conozco tus obras, tu amor, tu fe, tu servicio y tu constancia.

Sé también que tus últimas obras son más abundantes que las primeras.

20 Pero, debo reprocharte que toleras a Jezabel, esa mujer que pretende ser profetisa, la que engaña a todos mis servidores, y les enseña a prostituirse comiendo los alimentos sacrificados a los ídolos.

21 Yo le he dado tiempo suficiente para arrepentirse, pero ella no quiere dejar de fornicar.

22 Por eso, la arrojaré en un lecho de dolor, y someteré a sus compañeros de adulterio a una prueba terrible, si no se arrepienten de sus obras, 23 y haré morir a sus hijos.

Así sabrán todas las Iglesias que yo conozco íntimamente los sentimientos y las intenciones.

Y retribuiré a cada uno según sus obras.

24 En cuanto a ustedes, los demás de Tiatira, los que no comparten esta doctrina ni conocen ‘los secretos de Satanás’ –como dicen ellos– no les impondré nada nuevo,

25 excepto que conserven firmemente lo que ya poseen, hasta que yo vuelva.

26 Al vencedor, al que permanezca fiel hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones.

27 Él las regirá con un cetro de hierro y las destrozará como a un vaso de arcilla, 28 con el mismo poder que yo recibí del Padre; y también le daré la Estrella de la mañana”.

29 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias».


V. Carta a la Iglesia de Sardes

Capítulo 3

1 Escribe al Ángel de la Iglesia de Sardes:

«El que posee los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas, afirma:

Conozco tus obras: aparentemente vives, pero en realidad estás muerto.

2 Permanece alerta y reanima lo que todavía puedes rescatar de la muerte, porque veo que tu conducta no es perfecta delante de mi Dios.

3 Recuerda cómo has recibido y escuchado la Palabra:

consérvala fielmente y arrepiéntete.

Porque si no vigilas, llegaré como un ladrón, y no sabrás a qué hora te sorprenderé.

4 Sin embargo, tienes todavía en Sardes algunas personas que no han manchado su ropa: ellas me acompañarán vestidas de blanco, porque lo han merecido.

5 El vencedor recibirá una vestidura blanca, nunca borraré su nombre del Libro de la Vida y confesaré su nombre delante de mi Padre y de sus Ángeles”.

6 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias».


VI. Carta a la Iglesia de Filadelfia

7 Escribe al Ángel de la Iglesia de Filadelfia:

«El Santo, el que dice la Verdad, el que posee la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, el que cierra y nadie puede abrir, afirma:

8 “Yo conozco tus obras; he abierto delante de ti una puerta que nadie puede cerrar, porque a pesar de tu debilidad, has cumplido mi Palabra sin renegar de mi Nombre.

9 Obligaré a los de la sinagoga de Satanás –que mienten, porque se llaman judíos y no lo son– a que se postren delante de ti y reconozcan que yo te he amado.

10 Ya que has cumplido mi consigna de ser constante, yo también te preservaré en la hora de la tribulación, que ha de venir sobre el mundo entero para poner a prueba a todos los habitantes de la tierra.

11 Yo volveré pronto: conserva firmemente lo que ya posees, para que nadie pueda arrebatarte la corona.

12 Haré que el vencedor sea una columna en el Templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí.

Y sobre él escribiré el nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios –la nueva Jerusalén que desciende del cielo y viene de Dios– y también mi nombre nuevo”.

13 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias».


VII. Carta a la Iglesia de Laodicea

14 Escribe al Ángel de la Iglesia de Laodicea:

«El que es el Amén, el Testigo fiel y verídico, el Principio de las obras de Dios, afirma:

15 “Conozco tus obras: no eres frío ni caliente.

¡Ojalá fueras frío o caliente!

16 Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca.

17 Tú andas diciendo:

Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada”.

Y no sabes que eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo.

18 Por eso, te aconsejo:

cómprame oro purificado en el fuego para enriquecerte, vestidos blancos para revestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y un colirio para ungir tus ojos y recobrar la vista.

19 Yo corrijo y reprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete!

20 Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos.

21 Al vencedor lo haré sentar conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono”.

22 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias».


Capítulo 5

1 Después vi en la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono, un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos.

2 Y vi a un Ángel poderoso que proclamaba en alta voz:

«¿Quién es digno de abrir el libro y de romper sus sellos?».

3 Pero nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de ella, era capaz de abrir el libro ni de leerlo.

4 Y yo me puse a llorar porque nadie era digno de abrir el libro ni de leerlo.

5 Pero uno de los Ancianos me dijo:

«No llores: ha triunfado el León de la tribu de Judá, el Retoño de David, y él abrirá el libro y sus siete sellos».

6 Entonces vi un Cordero que parecía haber sido inmolado: estaba de pie entre el trono y los cuatro Seres Vivientes, en medio de los veinticuatro Ancianos.

Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados a toda la tierra.

7 El Cordero vino y tomó el libro de la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono.

8 Cuando tomó el libro, los cuatro Seres Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron ante el Cordero.

Cada uno tenía un arpa, y copas de oro llenas de perfume, que son las oraciones de los Santos, 9 y cantaban un canto nuevo, diciendo:

«Tú eres digno de tomar el libro
y de romper los sellos,
porque has sido inmolado,
y por medio de tu Sangre,
has rescatado para Dios
a hombres de todas las familias,
lenguas, pueblos y naciones.

10 Tú has hecho de ellos un Reino sacerdotal
para nuestro Dios,
y ellos reinarán sobre la tierra».

11 Y después oí la voz de una multitud de Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos.

Su número se contaba por miles y millones, 12 y exclamaban con voz potente:

«El Cordero que ha sido inmolado
es digno de recibir el poder y la riqueza,
la sabiduría, la fuerza y el honor,
la gloria y la alabanza».

13 También oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra, debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían:

«Al que está sentado sobre el trono y al Cordero,
alabanza, honor, gloria y poder,
por los siglos de los siglos».

14 Los cuatro Seres Vivientes decían:

«¡Amén!»,

y los Ancianos se postraron en actitud de adoración.


Capítulo 6

1 Después vi que el Cordero abría el primero de los siete sellos, y oí al primero de los cuatro Seres Vivientes que decía con voz de trueno:

«Ven».

2 Y vi aparecer un caballo blanco.

Su jinete tenía un arco, recibió una corona y salió triunfante, para seguir venciendo.

3 Cuando el Cordero abrió el segundo sello, oí al segundo de los Seres Vivientes que decía:

«Ven».

4 Y vi aparecer otro caballo, rojo como el fuego.

Su jinete recibió el poder de desterrar la paz de la tierra, para que los hombres se mataran entre sí; y se le dio una gran espada.

5 Cuando el Cordero abrió el tercer sello, oí al tercero de los Seres Vivientes que decía:

«Ven».

Y vi aparecer un caballo negro.

Su jinete tenía una balanza en la mano; 6 y oí una voz en medio de los cuatro Seres Vivientes, que decía:

«Se vende una ración de trigo por un denario y tres raciones de cebada por un denario.

Y no eches a perder el aceite y el vino».

7 Cuando el Cordero abrió el cuarto sello, oí al cuarto de los Seres Vivientes que decía:

«Ven».

8 Y vi aparecer un caballo amarillo.

Su jinete se llamaba «Muerte», y el Abismo de la muerte lo seguía.

Y recibió poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar por medio de la espada, del hambre, de la peste y de las fieras salvajes.

9 Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido inmolados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que habían dado.

10 Ellas clamaban a voz en cuello:

«¿Hasta cuándo, Señor santo y verdadero, tardarás en hacer justicia y en vengar nuestra sangre sobre los habitantes de la tierra?».

11 Entonces se le dio a cada uno una vestidura blanca y se les dijo que esperaran todavía un poco, hasta que se completara el número de sus compañeros de servicio y de sus hermanos, que iban a sufrir la misma muerte.

12 Y cuando el Cordero abrió el sexto sello, vi que se produjo un violento terremoto.

El sol se puso negro como ropa de luto y la luna quedó como ensangrentada;

13 los astros del cielo cayeron sobre la tierra, como caen los higos verdes cuando la higuera es sacudida por un fuerte viento.

14 El cielo se replegó como un pergamino que se enrolla, y todas las montañas y las islas fueron arrancadas de sus sitios.

15 Los reyes y los grandes de la tierra, los jefes militares, los ricos y los poderosos, los esclavos y los hombres libres, todos se escondieron en las cavernas y entre las rocas de las montañas,

16 y decían a las montañas y a las rocas:

«Caigan sobre nosotros, y ocúltennos de la mirada de aquel que está sentado en el trono y de la ira del Cordero».

17 Porque ha llegado el gran Día de su ira, y ¿quién podrá resistir?


Capítulo 9

1 Cuando el quinto Ángel tocó la trompeta, vi una estrella que había caído del cielo a la tierra.

La estrella recibió la llave del pozo del Abismo, 2 y cuando abrió el pozo, comenzó a subir un humo, como el de un gran horno, que oscureció el sol y el aire.

3 Del humo salieron langostas que se expandieron por toda la tierra, y estas recibieron un poder como el que tienen los escorpiones de la tierra.

4 Se les ordenó que no dañaran las praderas ni las plantas ni los árboles, sino solamente a los hombres que no llevaran la marca de Dios sobre la frente.

5 Se les permitió, no que los mataran, sino que los atormentaran durante cinco meses, con un dolor parecido al que produce la picadura del escorpión.

6 En aquellos días los hombres buscarán la muerte, y no la encontrarán; querrán morir, pero la muerte huirá de ellos.

7 Las langostas parecían caballos equipados para la guerra: tenían en su cabeza algo parecido a coronas doradas y su rostro era semejante al rostro humano.

8 Su cabello era como el de las mujeres y sus dientes como dientes de leones.

9 Su tórax parecía una coraza de hierro; y el zumbido de sus alas era como el ruido de carros de muchos caballos corriendo al combate.

10 Tenían colas con un aguijón como los escorpiones, y en ellas residía el poder para dañar a los hombres durante cinco meses.

11 Su rey era el Ángel del Abismo, cuyo nombre es «Destructor»: «Abadón», en hebreo, y «Apolión», en griego.

12 La primera calamidad ha pasado, pero sepan que todavía faltan dos más.

La sexta trompeta

13 Cuando el sexto Ángel tocó la trompeta, escuché una voz que provenía de los cuatro ángulos del altar de oro que está delante de Dios.

14 Y esa voz dijo al sexto Ángel, al que tenía la trompeta:

«Suelta a los cuatro Ángeles que están encadenados junto al gran río Éufrates».

15 Y fueron soltados los cuatro Ángeles que estaban preparados para la hora, el día, el mes y el año en que debían exterminar a una tercera parte de los hombres.

16 Su ejército constaba de doscientos millones de jinetes: yo pude oír este número.

17 En la visión vi así a los caballos y a los jinetes: los jinetes llevaban corazas de fuego, de jacinto y de azufre;

la cabeza de los caballos se parecía a la de los leones, y su boca vomitaba fuego, humo y azufre.

18 Una tercera parte de los hombres fue exterminada por estas tres plagas: el fuego, el humo y el azufre que salía de la boca de los caballos.

19 Porque el poder de esos caballos reside en su boca y en sus colas: sus colas son como serpientes, que tienen cabezas con las cuales hacen daño.

20 Y el resto de los hombres que no habían sido dañados por las plagas, no se arrepintieron de sus obras ni dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que son incapaces de ver, de oír y de caminar.

21 No, ellos no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus maleficios, ni de sus fornicaciones, ni de sus robos.


Capítulo 11

1 Después recibí una vara para medir, semejante a un bastón, mientras me decían:

«Levántate y mide el Templo de Dios, el altar y a los adoradores que encuentres allí.

2 No tengas en cuenta el atrio exterior del Templo ni lo midas, porque ha sido entregado a los paganos, y ellos pisotearán la Ciudad santa durante cuarenta y dos meses.

3 Pero yo encargaré a mis dos testigos que profeticen durante mil doscientos sesenta días, vestidos con hábitos de penitencia.

4 Estos dos testigos son los dos olivos y los dos candelabros que están delante del Señor de la tierra.

5 Si alguien quiere hacerles daño, saldrá un fuego de su boca que consumirá a sus enemigos: así perecerá el que se atreva a dañarlos.

6 Ellos tienen el poder de cerrar el cielo para impedir que llueva durante los días de su misión profética;

y también, tienen poder para cambiar las aguas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas, todas las veces que quieran.

7 Y cuando hayan acabado de dar testimonio, la Bestia que surge del Abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará.

8 Sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran Ciudad –llamada simbólicamente Sodoma y también Egipto– allí mismo donde el Señor fue crucificado.

9 Estarán expuestos durante tres días y medio, a la vista de gente de todos los pueblos, familias, lenguas y naciones, y no se permitirá enterrarlos.

10 Los habitantes de la tierra se alegrarán y harán fiesta, y se intercambiarán regalos, porque estos dos profetas los habían atormentado».

11 Pero después de estos tres días y medio, un soplo de vida de Dios entró en ellos y los hizo poner de pie, y un gran temor se apoderó de los espectadores.

12 Entonces escucharon una voz potente que les decía desde el cielo:

«Suban aquí».

Y ellos subieron al cielo en la nube, a la vista de sus enemigos.

13 En ese momento se produjo un violento temblor de tierra que derrumbó la décima parte de la Ciudad, y el terremoto ocasionó la muerte de siete mil personas:

los sobrevivientes quedaron atemorizados y alabaron al Dios del cielo.

14 La segunda calamidad ha pasado, pero sepan que la tercera está por llegar.

La séptima trompeta

15 Cuando el séptimo Ángel tocó la trompeta, resonaron en el cielo unas voces potentes que decían:

«El dominio del mundo ha pasado a manos de nuestro Señor y de su Mesías, y él reinará por los siglos de los siglos».

16 Y los veinticuatro Ancianos que estaban sentados en sus tronos, delante de Dios, se postraron para adorarlo, diciendo:

17 «Te damos gracias, Señor, Dios todopoderoso
-el que es y el que era-
porque has ejercido tu inmenso poder
y has establecido tu Reino.

18 Los paganos se habían enfurecido,
pero llegó el tiempo de tu ira,
 
así como también el momento de juzgar a los muertos
y de recompensar a tus servidores, los profetas,
 
y a los santos y a todos aquellos que temen tu Nombre
-pequeños y grandes-
 
y el momento de exterminar
a los que corrompían la tierra».


El Arca de la Alianza

19 En ese momento se abrió el Templo de Dios que está en el cielo y quedó a la vista el Arca de su Alianza, y hubo rayos, voces, truenos y un temblor de tierra, y cayó una fuerte granizada.


La visión de la Mujer y el Dragón

Capítulo 12

1 Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.

2 Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz.

3 Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema.

4 Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra.

El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera.

5 La Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro.

Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, 6 y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio para que allí fuera alimentada durante mil doscientos sesenta días.

7 Entonces se libró una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron contra el Dragón, y este contraatacó con sus ángeles, 8 pero fueron vencidos y expulsados del cielo.

9 Y así fue precipitado el enorme Dragón, la antigua Serpiente, llamada Diablo o Satanás, y el seductor del mundo entero fue arrojado sobre la tierra con todos sus ángeles.

10 Y escuché una voz potente que resonó en el cielo:

«Ya llegó la salvación,
el poder y el Reino de nuestro Dios
y la soberanía de su Mesías,
 
porque ha sido precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios.

11 Ellos mismos lo han vencido,
gracias a la sangre del Cordero
y al testimonio que dieron de él,
porque despreciaron su vida hasta la muerte.

12 ¡Que se alegren entonces el cielo y sus habitantes,
pero ay de ustedes, tierra y mar,
 
porque el Diablo ha descendido hasta ustedes
con todo su furor,
sabiendo que le queda poco tiempo!».

 
13 El Dragón, al verse precipitado sobre la tierra, se lanzó en persecución de la Mujer que había dado a luz al hijo varón.

14 Pero la Mujer recibió las dos alas de la gran águila para volar hasta su refugio en el desierto, donde debía ser alimentada durante tres años y medio, lejos de la Serpiente.

15 La Serpiente vomitó detrás de la Mujer como un río de agua, para que la arrastrara.

16 Pero la tierra vino en ayuda de la Mujer: abrió su boca y se tragó el río que el Dragón había vomitado.

17 El Dragón, enfurecido contra la Mujer, se fue a luchar contra el resto de su descendencia, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y poseen el testimonio de Jesús.

18 Y yo me quedé de pie sobre la playa.


La Bestia del Mar con 7 cabezas y 10 cuernos

Capítulo 13

1 Entonces vi que emergía del mar una Bestia con siete cabezas y diez cuernos.

En cada cuerno tenía una diadema, y sobre sus cabezas había leyendas con nombres blasfemos.

2 Parecía una pantera, pero tenía las patas como las de un oso y la boca como la de un león.

El Dragón le cedió su poder y su trono con un inmenso imperio.

3 Una de sus cabezas parecía herida de muerte, pero su llaga mortal ya estaba cicatrizada.

Toda la tierra, maravillada, siguió a la Bestia, 4 y todos adoraron al Dragón porque él le había cedido el poder, y también adoraron a la Bestia, diciendo:

«¿Quién se le puede igualar y quién puede luchar contra ella?».

5 Y se permitió a la Bestia proferir palabras altaneras y blasfemias; y se le dio poder para actuar durante cuarenta y dos meses.

6 Ella abrió la boca para maldecir a Dios y blasfemar contra su Nombre y su Santuario, y contra los habitantes del cielo.

7 También le fue permitido combatir contra los santos hasta vencerlos, y se le dio poder sobre toda familia, pueblo, lengua y nación.

8 Y la adoraron todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no figuran, desde la creación del mundo, en el Libro de la Vida del Cordero que ha sido inmolado.

9 ¡El que pueda entender, que entienda!

10 El que tenga que ir a la cárcel, irá a la cárcel; y el que tenga que morir por la espada, morirá por la espada.

En esto se pondrá a prueba la perseverancia y la fe de los santos.

La Bestia de la tierra

11 En seguida vi surgir de la tierra otra Bestia que tenía dos cuernos como los de un cordero, pero hablaba como un dragón.

12 Esta Bestia ejercía todo el poder de la primera y estaba a su servicio;

y logró que la tierra y sus habitantes adoraran a la primera Bestia, a aquella cuya llaga mortal se había cicatrizado.

13 También realizaba grandes prodigios, llegando a hacer descender fuego del cielo sobre la tierra a la vista de todos.

14 Y por los prodigios que realizaba al servicio de la primera Bestia, sedujo a los habitantes de la tierra para que fabricaran una imagen en honor de aquella que fue herida por la espada y sobrevivió.

15 También se le permitió dar vida a la imagen de la Bestia, para hacerla hablar y dar muerte a todos aquellos que no adoran su imagen.

16 Así consiguió que todos –pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos– se dejaran poner una marca en su mano derecha o sobre su frente, 17 de manera que nadie podía comprar o vender, si no llevaba marcado el nombre de la Bestia o la cifra que corresponde a su nombre.

18 Para esto se precisa sutileza. El que tenga inteligencia calcule la cifra de la Bestia, porque es una cifra humana: 666.


El Cordero y su cortejo

Capítulo 14

1 Después vi al Cordero que estaba de pie sobre el monte Sión, acompañado de ciento cuarenta y cuatro mil elegidos, que tenían escrito en la frente el nombre del Cordero y de su Padre.

2 Oí entonces una voz que venía del cielo, semejante al estrépito de un torrente y al ruido de un fuerte trueno, y esa voz era como un concierto de arpas:

3 los elegidos cantaban un canto nuevo delante del trono de Dios, y delante de los cuatro Seres Vivientes y de los Ancianos.

Y nadie podía aprender este himno, sino los ciento cuarenta y cuatro mil que habían sido rescatados de la tierra.

4 Estos son los que no se han contaminado con mujeres y son vírgenes.

Ellos siguen al Cordero donde quiera que vaya. Han sido los primeros hombres rescatados para Dios y para el Cordero.

5 En su boca nunca hubo mentira y son inmaculados.


Los tres Ángeles

6 Luego vi a otro Ángel que volaba en lo más alto del cielo, llevando una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo.

7 El proclamaba con voz potente:

«Teman a Dios y glorifíquenlo,
porque ha llegado la hora de su Juicio:
adoren a aquel que hizo el cielo,
la tierra, el mar y los manantiales».

8 Un segundo Ángel lo siguió, anunciando:

«Ha caído, ha caído la gran Babilonia, la que ha dado de beber a todas las naciones el vino embriagante de su prostitución».

9 Un tercer Ángel lo siguió, diciendo con voz potente:

«El que adore a la Bestia o a su imagen y reciba su marca sobre la frente o en la mano, 10 tendrá que beber el vino de la indignación de Dios, que se ha derramado puro en la copa de su ira;

y será atormentado con fuego y azufre, delante de los santos Ángeles y delante del Cordero.

11 El humo de su tormento se eleva por los siglos de los siglos, y aquellos que adoran a la Bestia y a su imagen, y reciben la marca de su nombre, no tendrán reposo ni de día ni de noche».

12 En esto se pondrá a prueba la perseverancia de los santos, de aquellos que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.

13 Luego escuché una voz que me ordenaba desde el cielo:

«Escribe:

¡Felices los que mueren en el Señor!

Sí –dice el Espíritu– de ahora en adelante, ellos pueden descansar de sus fatigas, porque sus obras los acompañan».


El Hijo del hombre

14 Y vi una nube blanca, sobre la cual estaba sentado alguien que parecía Hijo de hombre, con una corona de oro en la cabeza y una hoz afilada en la mano.

15 En seguida salió del Templo otro Ángel y gritó con voz potente al que estaba sentado sobre la nube:

«Empuña tu hoz y siega, porque ha llegado el tiempo de la cosecha y los sembrados de la tierra están maduros».

16 Y el que estaba sentado sobre la nube pasó su hoz sobre la tierra, y esta quedó segada.

17 Entonces otro Ángel salió del Templo que está en el cielo, llevando también una hoz afilada.

18 Y salió del altar otro Ángel –el que tiene poder sobre el fuego– y gritó con voz potente al que tenía la hoz afilada:

«Empuña tu hoz y cosecha los racimos de la viña de la tierra, porque han llegado a su madurez».

19 El Ángel pasó la hoz afilada sobre la tierra, cosechó la viña y arrojó los racimos en la inmensa cuba de la ira de Dios.

20 La cuba fue pisoteada en las afueras de la ciudad, y de la cuba salió tanta sangre, que llegó a la altura de los frenos de los caballos en una extensión de unos trescientos kilómetros.


Los siete Ángeles de las siete plagas

Capítulo 15

1 Después vi en el cielo otro signo grande y admirable: siete Ángeles que llevaban las siete últimas plagas, con las cuales debía consumarse la ira de Dios.

2 También vi como un mar de cristal, mezclado de fuego.

Los que habían vencido a la Bestia, a su imagen y la cifra de su nombre, estaban de pie sobre el mar, teniendo en sus manos grandes arpas, 3 y cantaban el canto de Moisés, el servidor de Dios, y el canto del Cordero, diciendo:

«¡Grandes y admirables son tus obras,
Señor, Dios todopoderoso;
 
justos y verdaderos son tus caminos,
Rey de los pueblos!
¿Quién dejará de temerte, Señor,
quién no alabará tu Nombre?

4 Sólo tú eres santo,
y todas las naciones vendrán a adorarte,
porque se ha manifestado la justicia de tus actos».

5 Después de esto, vi abrirse en el cielo el Templo, el tabernáculo del Testimonio.

6 De él salieron los siete Ángeles que tenían las siete plagas, y estaban vestidos de lino puro y resplandeciente, y ceñidos con cinturones de oro.

7 Entonces, uno de los cuatro Seres Vivientes entregó a los siete Ángeles siete copas colmadas de la ira del Dios que vive por los siglos de los siglos.

8 Y el Templo se llenó del humo que procede de la gloria de Dios y de su poder, de manera que nadie pudo entrar al Templo hasta que cesaron las siete plagas de los siete Ángeles.


Las seis primeras copas

Capítulo 16

1 Y oí una voz potente que provenía del Templo y ordenaba a los siete Ángeles:

«Vayan y derramen sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios».

2 El primer Ángel fue y derramó su copa sobre la tierra, provocando una llaga maligna y dolorosa en todos los hombres que llevaban la marca de la Bestia y adoraban su imagen.

3 El segundo derramó su copa sobre el mar:

este se convirtió en sangre, como si se hubiera cometido un crimen, y perecieron todos los seres vivientes que había en el mar.

4 El tercero derramó su copa sobre los ríos y sobre los manantiales, y estos se convirtieron en sangre.

5 Y oí al Ángel de las aguas que decía:

«Tú, el que es y el que era, el Santo, obras con justicia al castigarlos así:

6 se merecían que les dieras de beber la misma sangre de los santos y de los profetas que ellos han derramado».

7 Y escuché al altar, que decía:

«Sí, Señor, Dios todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos».

8 El cuarto Ángel derramó su copa sobre el sol, y se le permitió quemar a los hombres con fuego:

9 los hombres fueron abrasados por un calor ardiente, pero en lugar de arrepentirse y dar gloria a Dios, blasfemaron contra su Nombre, que tiene poder sobre estas plagas.

10 El quinto derramó su copa sobre el trono de la Bestia, y su reino quedó sumergido en tinieblas.

Los hombres se mordían la lengua de dolor, 11 pero en lugar de arrepentirse de sus obras, blasfemaron contra el Dios del cielo, a causa de sus dolores y de sus llagas.

12 El sexto derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y sus aguas se secaron, dejando paso libre a los reyes de Oriente.


Los espíritus impuros

13 Después vi que salían de la boca del Dragón, de la Bestia y del falso profeta tres espíritus impuros, semejantes a ranas.

14 Son los espíritus demoníacos que realizan prodigios y van a buscar a los reyes del mundo entero, con el fin de convocarlos para el combate del gran Día de Dios, el Todopoderoso.

15 ¡Cuidado! ¡Vengo como un ladrón! Feliz el que vigila y conserva su ropa para no tener que andar desnudo, mostrando su vergüenza.

16 Y esos espíritus reunirán a los reyes en un lugar, que en hebreo se llama Armagedón.


La séptima copa

17 El séptimo Ángel derramó su copa en el aire, y desde el Templo resonó una voz potente que venía del trono y decía:

«Ya está».

18 Y hubo relámpagos, voces, truenos y un violento terremoto como nunca había sucedido desde que los hombres viven sobre la tierra.

19 La gran Ciudad se partió en tres y las ciudades paganas se derrumbaron.

Dios se acordó de la gran Babilonia y le dio de beber la copa donde fermenta el vino de su ira.

20 Todas las islas desaparecieron y no se vieron más las montañas.

21 Cayeron del cielo sobre los hombres piedras de granizo que pesaban unos cuarenta kilos, y ellos blasfemaron contra Dios por esa terrible plaga.


EL CASTIGO DE BABILONIA

La gran Babilonia

Capítulo 17

1 Después vino uno de los siete Ángeles que tenían las siete copas y me dijo:

«Acompáñame, y te mostraré cómo va a ser castigada la famosa Prostituta que está sentada a la orilla de los grandes ríos.

2 Los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los habitantes del mundo se han embriagado con el vino de su prostitución».

3 Entonces me llevó en espíritu al desierto, y allí vi a una mujer sentada sobre una Bestia escarlata.

La Bestia estaba cubierta de leyendas blasfemas y tenía siete cabezas y diez cuernos.

4 La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, resplandeciente de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en su mano una copa de oro colmada de la abominable impureza de su fornicación.

5 Sobre su frente tenía escrito este nombre misterioso:

«Babilonia la grande, la madre de las abominables prostitutas de la tierra».

6 Y vi que la mujer se emborrachaba con la sangre de los santos y de los testigos de Jesús, y al verla, quedé profundamente asombrado.

7 Pero el Ángel me preguntó:

«¿Por qué te extrañas?

Yo te explicaré el misterio de la mujer, y de la Bestia que la lleva, la que tiene siete cabezas y diez cuernos.


El simbolismo de la Bestia y de la Prostituta

8 La Bestia que has visto, existía y ya no existe, pero volverá a subir desde el Abismo para ir a su perdición.

Y los habitantes de la tierra cuyos nombres no figuran en el Libro de la Vida desde la creación del mundo, quedarán maravillados cuando vean reaparecer a la Bestia, la que existía y ya no existe.

9 Para comprender esto, es necesario tener inteligencia y sutileza.

Las siete cabezas son las siete colinas, sobre las cuales está sentada la mujer.

10 También simbolizan a siete reyes:

cinco de ellos han caído, uno vive y el otro todavía no ha llegado, pero cuando llegue, durará poco tiempo.

11 En cuanto a la Bestia que existía y ya no existe, es un octavo rey, que a su vez, pertenece al grupo de los siete y también va a su perdición.

12 Los diez cuernos que has visto son diez reyes que todavía no han recibido su reino, pero que recibirán el poder real, juntamente con la Bestia, sólo por una hora.

13 Todos están de acuerdo en poner a disposición de la Bestia su autoridad y su poder.

14 Ellos lucharán contra el Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque es Señor de los señores y Rey de los reyes.

Con él triunfarán también los suyos, los que han sido llamados, los elegidos, los fieles.

15 Los ríos –continuó diciéndome el Ángel– a cuya orilla está sentada la Prostituta, son los pueblos, las multitudes, las naciones y las diversas lenguas.

16 Los diez cuernos que viste, así como también la Bestia, acabarán por odiar a la Prostituta, le quitarán sus vestidos hasta dejarla desnuda, comerán su carne y la consumirán por medio del fuego.

17 Porque Dios les ha inspirado que ejecuten lo que él ha decidido, poniéndose de acuerdo para entregar su poder real a la Bestia hasta que se cumplan las palabras de Dios.

18 Y la mujer que has visto es la gran Ciudad, la que reina sobre los reyes de la tierra».


La caída de Babilonia

Capítulo 18

1 Después vi que otro Ángel descendía del cielo con gran poder, mientras la tierra se iluminaba con su resplandor.

2 Y gritó con voz potente:

«¡Ha caído, ha caído Babilonia, la grande!

Se ha convertido en refugio de demonios, en guarida de toda clase de espíritus impuros y en nido de aves impuras y repugnantes.

3 Porque todos los pueblos han bebido el vino embriagante de su prostitución, los reyes de la tierra han fornicado con ella y los comerciantes del mundo se han enriquecido con su lujo desenfrenado».

4 En seguida oí otra voz que venía del cielo y decía:

«Ustedes, que son mi pueblo, huyan de esa ciudad, para no hacerse cómplices de sus pecados ni ser castigados con sus plagas.

5 Porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus iniquidades.

6 Páguenle con su propia moneda, retribúyanle el doble de lo que ha hecho, sírvanle una porción doble en la copa de sus brebajes.

7 Provóquenle tormentos y dolor en la medida de su fastuosidad y de su lujo.

Porque ella se jacta, diciendo:

Estoy sentada como una reina, no soy viuda y jamás conoceré el duelo.”

8 Por eso, en un solo día, caerán sobre ella las plagas que merece: peste, llanto y hambre.

Y será consumida por el fuego, porque el Señor Dios que la ha condenado es poderoso».

Lamentaciones de los amigos de Babilonia

9 Los reyes de la tierra, que fornicaron con ella y compartieron su vida lujosa, al ver la humareda del incendio, llorarán y se lamentarán por ella, 10 manteniéndose a distancia ante el horror de sus tormentos:

«¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad,
Babilonia, la ciudad poderosa!
Bastó una hora para que recibieras tu castigo».

11 También los comerciantes de la tierra lloran y están de duelo por ella, porque ya nadie les compra sus mercancías:

12 objetos de oro y de plata; piedras preciosas, perlas, telas de lino y de púrpura, de seda y de escarlata; maderas aromáticas; objetos de marfil, de maderas finas, de bronce, de hierro y de mármol;

13 canela, ungüento perfumado, perfumes, mirra e incienso; vino, aceite, harina y trigo; animales de carga, ovejas, caballos y carros; esclavos y seres humanos...

14 «Ya no verás más los frutos que tanto deseabas: has perdido esos productos delicados y espléndidos, y nunca más se los encontrará».

15 Los que traficaban con esos productos y se habían enriquecido a costa de ella, se mantendrán a distancia ante el horror de sus tormentos, llorando y lamentándose:

16 «¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad!
Estaba vestida de lino fino, de púrpura y de escarlata,
resplandeciente de oro, de piedras preciosas y de perlas.
17 ¡Y en una hora fue arrasada tanta riqueza!».

Los capitanes, los que navegan por las costas, los marinos y todos los que viven del mar, se mantuvieron a distancia, 18 y contemplando la humareda del incendio, exclamaban:

«¡Ninguna ciudad se podía comparar a la gran Ciudad!».

19 Y echándose tierra sobre su cabeza, llorando y lamentándose, decían:

«¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad!
Con su opulencia se enriquecieron
todos los que poseían barcos en el mar.
¡Y en una hora ha sido arrasada!».


La alegría de los santos

20 «Que se alegre el cielo a causa de su ruina, y alégrense ustedes, los santos, los apóstoles y los profetas, porque al condenarla, Dios les ha hecho justicia».

21 Y un Ángel poderoso tomó una piedra del tamaño de una rueda de molino y la arrojó al mar, diciendo:

«Así, de golpe, será arrojada Babilonia, la gran Ciudad, y nunca más se la verá».

22 Ya no se escuchará dentro de ti
el canto de los que tocan el arpa y de los músicos,
de los flautistas y de los trompetistas;

ya no se encontrarán artesanos de los diversos oficios,
ni se escuchará el sonido de la rueda del molino.

23 No volverá a brillar la luz de la lámpara,
ni tampoco se escuchará la voz de los recién casados.

Porque tus comerciantes eran los grandes de la tierra,
y con tus encantos sedujiste a todos los pueblos.

24 En ella fue derramada la sangre de los profetas y de los santos, y de todos aquellos que han sido inmolados en la tierra.


Las bodas del Cordero

Capítulo 19

1 Después oí algo parecido al clamor de una enorme multitud que estaba en el cielo, y exclamaba:

«¡Aleluya!
La salvación, la gloria y el poder
pertenecen a nuestro Dios,
2 porque sus juicios son verdaderos y justos.
 
Él ha condenado a la famosa Prostituta
que corrompía la tierra con su lujuria,
y ha vengado en ella la sangre de sus servidores».

3 Y volvieron a decir:

«¡Aleluya! La humareda de la Ciudad se eleva por los siglos de los siglos».

4 Entonces los veinticuatro Ancianos y los cuatro Seres Vivientes se postraron para adorar a Dios, que está sentado en el trono, y exclamaban:

«¡Amén, aleluya!».

5 Luego salió del trono una voz que decía:

«Alaben a nuestro Dios, ustedes, sus servidores, los que lo temen, pequeños y grandes».

6 Y oí algo parecido al clamor de una enorme multitud, al estruendo de una catarata y al estallido de violentos truenos.

Y decían:

«¡Aleluya!
Porque el Señor, nuestro Dios,
el Todopoderoso, ha establecido su Reino.

7 Alegrémonos,
regocijémonos y demos gloria a Dios,
porque han llegado las bodas del Cordero:

su esposa ya se ha preparado,
8 y la han vestido con lino fino
de blancura resplandeciente».

El lino simboliza las buenas acciones de los santos.

9 Después el Ángel me dijo:

«Escribe esto: Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero».

Y agregó:

«Estas son verdaderas palabras de Dios».

10 Entonces yo caí a sus pies para adorarlo, pero él me advirtió:

«¡Cuidado! No lo hagas, porque yo soy tu compañero de servicio y el de tus hermanos que poseen el testimonio de Jesús.

El testimonio de Jesús es el espíritu profético.

¡Es a Dios a quien debes adorar!».

 
EL TRIUNFO DEFINITIVO DE CRISTO

El primer combate

11 Luego vi el cielo abierto y apareció un caballo blanco.

Su Jinete se llama «Fiel» y «Veraz»; él juzga y combate con justicia.

12 Sus ojos son como una llama ardiente y su cabeza está cubierta de numerosas diademas.

Lleva escrito un nombre que solamente él conoce 13 y está vestido con un manto teñido de sangre.

Su nombre es:

«La Palabra de Dios».

14 Lo siguen los ejércitos celestiales, vestidos con lino fino de blancura inmaculada y montados en caballos blancos.

15 De su boca sale una espada afilada, para herir a los pueblos paganos.

Él los regirá con un cetro de hierro y pisará los racimos en la cuba de la ardiente ira del Dios todopoderoso.

16 En su manto y en su muslo lleva escrito este nombre: Rey de los reyes y Señor de los señores.

17 Después vi a un Ángel que estaba de pie sobre el sol y gritaba con gran fuerza a todas las aves que volaban en el cielo:

«Vengan a reunirse para el gran festín de Dios, 18 para devorar la carne de los reyes, de los grandes capitanes, de los poderosos, de los caballos y de sus jinetes; la carne de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes».

19 En seguida vi a la Bestia y a los reyes de la tierra, con sus ejércitos preparados para combatir contra el Jinete y su ejército.

20 Pero la Bestia fue capturada, junto con el falso profeta –aquel que realizaba prodigios delante de la otra Bestia, y así logró seducir a los que llevaban la marca de la Bestia y adoraban su imagen– y ambos fueron arrojados vivos al estanque de azufre ardiente.

21 Todos los demás fueron exterminados por la espada que salía de la boca del Jinete, y las aves se saciaron con sus despojos.


El reino de mil años

Capítulo 20

1 Luego vi que un Ángel descendía del cielo, llevando en su mano la llave del Abismo y una enorme cadena.

2 Él capturó al Dragón, la antigua Serpiente –que es el Diablo o Satanás– y lo encadenó por mil años.

3 Después lo arrojó al Abismo, lo cerró con llave y lo selló, para que el Dragón no pudiera seducir a los pueblos paganos hasta que se cumplieran los mil años.

Transcurridos esos mil años, será soltado por un breve tiempo.

4 Entonces vi unos tronos, y los que se sentaron en ellos recibieron autoridad para juzgar.

También vi las almas de los que habían sido decapitados a causa del testimonio de Jesús y de la Palabra de Dios, y a todos los que no habían adorado a la Bestia ni a su imagen, ni habían recibido su marca en la frente o en la mano.

Ellos revivieron y reinaron con Cristo durante mil años.

5 Esta es la primera resurrección.

Y los demás muertos no pudieron revivir hasta el cumplimiento de esos mil años.

6 ¡Felices y santos, los que participan de la primera resurrección!

La segunda muerte no tiene poder sobre ellos: serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él durante mil años.


El segundo combate

7 Y cuando se cumplan esos mil años, Satanás será liberado de su prisión.

8 Saldrá para seducir a los pueblos que están en los cuatro extremos de la tierra, a Gog y Magog, a fin de reunirlos para la batalla.

Su número será tan grande como las arenas del mar, 9 y marcharán sobre toda la extensión de la tierra, para rodear el campamento de los santos, la Ciudad muy amada.

Pero caerá fuego del cielo y los consumirá.

10 El Diablo, que los había seducido, será arrojado al estanque de azufre ardiente donde están también la Bestia y el falso profeta.

Allí serán torturados día y noche por los siglos de los siglos.


El Juicio de las naciones

11 Después vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él. Ante su presencia, el cielo y la tierra desaparecieron sin dejar rastros.

12 Y vi a los que habían muerto, grandes y pequeños, de pie delante del trono.

Fueron abiertos los libros, y también fue abierto el Libro de la Vida; y los que habían muerto fueron juzgados de acuerdo con el contenido de los libros; cada uno según sus obras.

13 El mar devolvió a los muertos que guardaba: la Muerte y el Abismo hicieron lo mismo, y cada uno fue juzgado según sus obras.

14 Entonces la Muerte y el Abismo fueron arrojados al estanque de fuego, que es la segunda muerte.

15 Y los que no estaban inscritos en el Libro de la Vida fueron arrojados al estanque de fuego.


LA NUEVA JERUSALÉN

El cielo nuevo y la tierra nueva: la Ciudad celestial

Capítulo 21

1 Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más.

2 Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo.

3 Y oí una voz potente que decía desde el trono:

«Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. 4

 Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó».

5 Y el que estaba sentado en el trono dijo:

«Yo hago nuevas todas las cosas».

Y agregó:

«Escribe que estas palabras son verdaderas y dignas de crédito.

6 ¡Ya está! Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin.

Al que tiene sed, yo le daré de beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida.

7 El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo.

8 Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los asesinos, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los falsos, tendrán su herencia en el estanque de azufre ardiente, que es la segunda muerte».


Descripción de la nueva Jerusalén

9 Luego se acercó uno de los siete Ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete últimas plagas, y me dijo:

«Ven que te mostraré a la novia, a la esposa del Cordero».

10 Me llevó en espíritu a una montaña de enorme altura, y me mostró la Ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios.

11 La gloria de Dios estaba en ella y resplandecía como la más preciosa de las perlas, como una piedra de jaspe cristalino.

12 Estaba rodeada por una muralla de gran altura que tenía doce puertas: sobre ellas había doce ángeles y estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel.

13 Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres al sur, y tres al oeste.

14 La muralla de la Ciudad se asentaba sobre doce cimientos, y cada uno de ellos tenía el nombre de uno de los doce Apóstoles del Cordero.

15 El que me estaba hablando tenía una vara de oro para medir la Ciudad, sus puertas y su muralla.

16 La Ciudad era cuadrangular: tenía la misma medida de largo que de ancho. Con la vara midió la Ciudad:

tenía 2.200 kilómetros de largo, de ancho y de alto

[Distancia entre Roma y Jerusalén: 2.307 km.]

17 Luego midió la muralla:

tenía 72 metros, según la medida humana que utilizaba el Ángel.

18 La muralla había sido construida con jaspe, y la Ciudad con oro puro, semejante al cristal purificado.

19 Los cimientos de la muralla estaban adornados con toda clase de piedras preciosas:

el primer cimiento era de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de ágata, el cuarto de esmeralda, 20 el quinto de ónix, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisoprasa, el undécimo de jacinto y el duodécimo de amatista.

21 Las doce puertas eran doce perlas y cada puerta estaba hecha con una perla enteriza.

La plaza de la Ciudad era de oro puro, transparente como el cristal.

22 No vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero.

23 Y la Ciudad no necesita la luz del sol ni de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero.

24 Las naciones caminarán a su luz y los reyes de la tierra le ofrecerán sus tesoros.

25 Sus puertas no se cerrarán durante el día y no existirá la noche en ella.

26 Se le entregará la riqueza y el esplendor de las naciones.

27 Nada impuro podrá entrar en ella, ni tampoco entrarán los que hayan practicado la abominación y el engaño.

Únicamente podrán entrar los que estén inscritos en el Libro de la Vida del Cordero.


La felicidad de los elegidos

Capítulo 22

1 Después el Ángel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero, 2 en medio de la plaza de la Ciudad.

A ambos lados del río, había árboles de vida que fructificaban doce veces al año, una vez por mes, y sus hojas servían para curar a los pueblos.

3 Ya no habrá allí ninguna maldición.

El trono de Dios y del Cordero estará en la Ciudad, y sus servidores lo adorarán.

4 Ellos contemplarán su rostro y llevarán su Nombre en la frente.

5 Tampoco existirá la noche, ni les hará falta la luz de las lámparas ni la luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y ellos reinarán por los siglos de los siglos.

6 Después me dijo:

«Estas palabras son verdaderas y dignas de crédito.

El Señor Dios que inspira a los profetas envió a su mensajero para mostrar a sus servidores lo que tiene que suceder pronto.

7 ¡Volveré pronto! Feliz el que cumple las palabras proféticas de este Libro».

8 Soy yo, Juan, el que ha visto y escuchado todo esto. Y cuando terminé de oír y de ver, me postré a los pies del Ángel que me había mostrado todo eso, para adorarlo.

9 Pero él me dijo:

«¡Cuidado! No lo hagas, porque yo soy tu compañero de servicio, el de tus hermanos los profetas, y el de todos aquellos que conservan fielmente las palabras de este Libro.

¡Es a Dios a quien debes adorar!».

10 Y agregó:

«No mantengas ocultas las palabras proféticas de este Libro porque falta poco tiempo.

11 Que el pecador siga pecando, y el que está manchado se manche más aún; que el hombre justo siga practicando la justicia, y el santo siga santificándose.

12 Pronto regresaré trayendo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras.

13 Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin.

14 ¡Felices los que lavan sus vestiduras para tener derecho a participar del árbol de la vida y a entrar por las puertas de la Ciudad!

15 Afuera quedarán los perros y los hechiceros, los lujuriosos, los asesinos, los idólatras y todos aquellos que aman y pactican la falsedad».


Epílogo

16 Yo, Jesús, he enviado a mi mensajero para dar testimonio de estas cosas a las Iglesias.

Yo soy el Retoño de David y su descendencia, la Estrella radiante de la mañana.

17 El Espíritu y la Esposa dicen:

«¡Ven!»,

y el que escucha debe decir:

«¡Ven!».

Que venga el que tiene sed, y el que quiera, que beba gratuitamente del agua de la vida.

18 Yo advierto a todos los que escuchan las palabras proféticas de este Libro:

«Si alguien pretende agregarles algo, Dios descargará sobre él las plagas descritas en este Libro.

19 Y al que se atreva a quitar alguna palabra de este Libro profético, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la Ciudad santa, que se describen en este Libro».

20 El que garantiza estas cosas afirma:

«¡Sí, volveré pronto!».

¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!

21 Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos.

Amén

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