APOCALIPSIS
I.
Carta a la Iglesia de Éfeso
Capítulo
2
1
Escribe al Ángel de la Iglesia de Éfeso:
«El
que tiene en su mano derecha las siete estrellas y camina en medio de
los siete candelabros de oro, afirma:
2
“Conozco tus obras, tus trabajos y tu constancia.
Sé
que no puedes tolerar a los perversos: has puesto a prueba a quienes
usurpan el título de apóstoles, y comprobaste que son mentirosos.
3
Sé que tienes constancia y que has sufrido mucho por mi Nombre
sin desfallecer.
4
Pero debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que tenías al
comienzo.
5
Fíjate bien desde dónde has caído, conviértete y observa tu
conducta anterior.
Si
no te arrepientes, vendré hacia ti y sacaré tu candelabro de su
lugar preeminente.
6
Sin embargo, tienes esto a tu favor: que detestas la conducta de los
nicolaítas, lo mismo que yo”.
7
El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a
las Iglesias: al vencedor, le daré de comer del árbol de la
vida, que se encuentra en el Paraíso de Dios».
II.
Carta a la Iglesia de Esmirna
8
Escribe al Ángel de la Iglesia de Esmirna:
«El
Primero y el Último, el que estuvo muerto y ha revivido, afirma:
9
“Conozco tu tribulación y tu pobreza, aunque eres rica, así
como también la maledicencia de los que se llaman judíos, y no son
más que una sinagoga de Satanás.
10
No temas por lo que tendrás que padecer:
mira
que el demonio va a arrojar en la cárcel a algunos de ustedes
para que sean puestos a prueba, y tendrán que sufrir durante diez
días.
Sé
fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida”.
11
El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las
Iglesias: la segunda muerte no dañará al vencedor».
III.
Carta a la Iglesia de Pérgamo
12
Escribe al Ángel de la Iglesia de Pérgamo:
«El
que tiene la espada de doble filo afirma:
13
“Sé que tú habitas donde está el trono de Satanás.
A
pesar de todo, permaneces fiel a mi Nombre y no has renegado de tu fe
en mí, ni siquiera en la época de Antipas, mi testigo fiel, al que
mataron en el lugar donde habita Satanás.
14
Sin embargo, debo reprocharte algo, y es que tienes adictos a
la doctrina de Balaam, el que enseñó a Balac cómo
debía seducir a los israelitas para que se prostituyeran, comiendo
los alimentos sacrificados a los ídolos.
15
Tienes además partidarios de la doctrina de los nicolaítas.
16
Arrepiéntete, o iré en seguida para combatirlos con la espada
de mi boca”.
17
El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a
las Iglesias:
al
vencedor, le daré de comer el maná escondido, y también le
daré una piedra blanca, en la que está escrito un nombre nuevo que
nadie conoce fuera de aquel que lo recibe».
IV.
Carta a la Iglesia de Tiatira
18
Escribe al Ángel de la Iglesia de Tiatira:
«El
Hijo de Dios, el que tiene los ojos como llamas de fuego y los pies
semejantes al bronce fundido, afirma:
19
“Conozco tus obras, tu amor, tu fe, tu servicio y tu
constancia.
Sé
también que tus últimas obras son más abundantes que las primeras.
20
Pero, debo reprocharte que toleras a Jezabel, esa mujer
que pretende ser profetisa, la que engaña a todos mis
servidores, y les enseña a prostituirse comiendo los
alimentos sacrificados a los ídolos.
21
Yo le he dado tiempo suficiente para arrepentirse, pero ella no
quiere dejar de fornicar.
22
Por eso, la arrojaré en un lecho de dolor, y someteré
a sus compañeros de adulterio a una prueba terrible, si no se
arrepienten de sus obras, 23 y haré morir a sus hijos.
Así
sabrán todas las Iglesias que yo conozco íntimamente los
sentimientos y las intenciones.
Y
retribuiré a cada uno según sus obras.
24
En cuanto a ustedes, los demás de Tiatira, los que no
comparten esta doctrina ni conocen ‘los secretos de Satanás’
–como dicen ellos– no les impondré nada nuevo,
25
excepto que conserven firmemente lo que ya poseen, hasta que yo
vuelva.
26
Al vencedor, al que permanezca fiel hasta el fin, le daré
autoridad sobre las naciones.
27
Él las regirá con un cetro de hierro y las destrozará como a
un vaso de arcilla, 28 con el mismo poder que yo recibí
del Padre; y también le daré la Estrella de la mañana”.
29
El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a
las Iglesias».
V.
Carta a la Iglesia de Sardes
Capítulo
3
1
Escribe al Ángel de la Iglesia de Sardes:
«El
que posee los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas, afirma:
“Conozco
tus obras: aparentemente vives, pero en realidad estás muerto.
2
Permanece alerta y reanima lo que todavía puedes rescatar de la
muerte, porque veo que tu conducta no es perfecta delante de mi
Dios.
3
Recuerda cómo has recibido y escuchado la Palabra:
consérvala
fielmente y arrepiéntete.
Porque
si no vigilas, llegaré como un ladrón, y no sabrás a qué hora te
sorprenderé.
4
Sin embargo, tienes todavía en Sardes algunas personas que no han
manchado su ropa: ellas me acompañarán vestidas de blanco,
porque lo han merecido.
5
El vencedor recibirá una vestidura blanca, nunca borraré su
nombre del Libro de la Vida y confesaré su nombre delante de
mi Padre y de sus Ángeles”.
6
El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las
Iglesias».
VI.
Carta a la Iglesia de Filadelfia
7
Escribe al Ángel de la Iglesia de Filadelfia:
«El
Santo, el que dice la Verdad, el que posee la llave de David, el que
abre y nadie puede cerrar, el que cierra y nadie puede abrir, afirma:
8
“Yo conozco tus obras; he abierto delante de ti una puerta que
nadie puede cerrar, porque a pesar de tu debilidad, has cumplido mi
Palabra sin renegar de mi Nombre.
9
Obligaré a los de la sinagoga de Satanás –que
mienten, porque se llaman judíos y no lo son– a que se postren
delante de ti y reconozcan que yo te he amado.
10
Ya que has cumplido mi consigna de ser constante, yo también
te preservaré en la hora de la tribulación, que ha de venir sobre
el mundo entero para poner a prueba a todos los habitantes de la
tierra.
11
Yo volveré pronto: conserva firmemente lo que ya posees, para
que nadie pueda arrebatarte la corona.
12
Haré que el vencedor sea una columna en el Templo de mi
Dios, y nunca más saldrá de allí.
Y
sobre él escribiré el nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad
de mi Dios –la nueva
Jerusalén que
desciende del cielo y viene de Dios– y también mi nombre nuevo”.
13
El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a
las Iglesias».
VII.
Carta a la Iglesia de Laodicea
14
Escribe al Ángel de la Iglesia de Laodicea:
«El
que es el Amén, el Testigo fiel y verídico, el Principio de las
obras de Dios, afirma:
15
“Conozco tus obras: no eres frío ni caliente.
¡Ojalá
fueras frío o caliente!
16
Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca.
17
Tú andas diciendo:
“Soy
rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada”.
Y
no sabes que eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y
desnudo.
18
Por eso, te aconsejo:
cómprame
oro purificado en el fuego para enriquecerte, vestidos blancos para
revestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y un colirio para ungir
tus ojos y recobrar la vista.
19
Yo corrijo y reprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor
y arrepiéntete!
20
Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me
abre, entraré en su casa y cenaremos juntos.
21
Al vencedor lo haré sentar conmigo en mi trono, así
como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono”.
22
El que pueda entender, que
entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias».
Capítulo
5
1
Después vi en la mano derecha de aquel que estaba sentado en
el trono, un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con
siete sellos.
2
Y vi a un Ángel poderoso que proclamaba en alta voz:
«¿Quién
es digno de abrir el libro y de romper sus sellos?».
3
Pero nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de ella,
era capaz de abrir el libro ni de leerlo.
4
Y yo me puse a llorar porque nadie era digno de abrir el libro ni de
leerlo.
5
Pero uno de los Ancianos me dijo:
«No
llores: ha triunfado el León de la tribu de Judá, el Retoño de
David, y él abrirá el libro y sus siete sellos».
6
Entonces vi un Cordero que parecía haber sido inmolado:
estaba de pie entre el trono y los cuatro Seres Vivientes, en
medio de los veinticuatro Ancianos.
Tenía
siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de
Dios enviados a toda la tierra.
7
El Cordero vino y tomó el libro de la mano derecha de aquel
que estaba sentado en el trono.
8
Cuando tomó el libro, los cuatro Seres Vivientes y los veinticuatro
Ancianos se postraron ante el Cordero.
Cada uno
tenía un arpa, y copas de oro llenas de perfume, que son las
oraciones de los Santos, 9 y cantaban un canto nuevo,
diciendo:
«Tú
eres digno de tomar el libro
y
de romper los sellos,
porque
has sido inmolado,
y
por medio de tu Sangre,
has
rescatado para Dios
a
hombres de todas las familias,
lenguas,
pueblos y naciones.
10
Tú has hecho de ellos un Reino sacerdotal
para
nuestro Dios,
y
ellos reinarán sobre la tierra».
11
Y después oí la voz de una multitud de Ángeles que estaban
alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos.
Su
número se contaba por miles y millones, 12 y exclamaban
con voz potente:
«El
Cordero que ha sido inmolado
es
digno de recibir el poder y la riqueza,
la
sabiduría, la fuerza y el honor,
la
gloria y la alabanza».
13
También oí que todas las criaturas que están en el cielo,
sobre la tierra, debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en
ellos, decían:
«Al
que está sentado sobre el trono y al Cordero,
alabanza,
honor, gloria y poder,
por
los siglos de los siglos».
14
Los cuatro Seres Vivientes decían:
«¡Amén!»,
y los
Ancianos se postraron en actitud de adoración.
Capítulo
6
1
Después vi que el Cordero abría el primero de los siete sellos, y
oí al primero de los cuatro Seres Vivientes que decía con voz de
trueno:
«Ven».
2 Y
vi aparecer un caballo blanco.
Su
jinete tenía un arco, recibió una corona y salió triunfante, para
seguir venciendo.
3
Cuando el Cordero abrió el segundo sello, oí al segundo de
los Seres Vivientes que decía:
«Ven».
4
Y vi aparecer otro caballo, rojo como el fuego.
Su
jinete recibió el poder de desterrar la paz de la tierra, para que
los hombres se mataran entre sí; y se le dio una gran espada.
5
Cuando el Cordero abrió el tercer sello, oí al tercero de los
Seres Vivientes que decía:
«Ven».
Y vi
aparecer un caballo negro.
Su
jinete tenía una balanza en la mano; 6 y oí una
voz en medio de los cuatro Seres Vivientes, que decía:
«Se
vende una ración de trigo por un denario y tres raciones de cebada
por un denario.
Y no
eches a perder el aceite y el vino».
7
Cuando el Cordero abrió el cuarto sello, oí al cuarto de los
Seres Vivientes que decía:
«Ven».
8
Y vi aparecer un caballo amarillo.
Su
jinete se llamaba «Muerte», y el Abismo de la
muerte lo seguía.
Y
recibió poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar por
medio de la espada, del hambre, de la peste y de las fieras salvajes.
9
Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vi debajo del altar
las almas de los que habían sido inmolados a causa de la Palabra de
Dios y del testimonio que habían dado.
10
Ellas clamaban a voz en cuello:
«¿Hasta
cuándo, Señor santo y verdadero, tardarás en hacer justicia y en
vengar nuestra sangre sobre los habitantes de la tierra?».
11
Entonces se le dio a cada uno una vestidura blanca y se les
dijo que esperaran todavía un poco, hasta que se completara el
número de sus compañeros de servicio y de sus hermanos, que iban a
sufrir la misma muerte.
12
Y cuando el Cordero abrió el sexto sello, vi que se produjo un
violento terremoto.
El sol
se puso negro como ropa de luto y la luna quedó como ensangrentada;
13
los astros del cielo cayeron sobre la tierra, como caen los
higos verdes cuando la higuera es sacudida por un fuerte viento.
14
El cielo se replegó como un pergamino que se enrolla, y todas
las montañas y las islas fueron arrancadas de sus sitios.
15
Los reyes y los grandes de la tierra, los jefes militares, los
ricos y los poderosos, los esclavos y los hombres libres, todos se
escondieron en las cavernas y entre las rocas de las montañas,
16
y decían a las montañas y a las rocas:
«Caigan
sobre nosotros, y ocúltennos de la mirada de aquel que está sentado
en el trono y de la ira del Cordero».
17
Porque ha llegado el gran Día de su ira, y ¿quién
podrá resistir?
Capítulo
9
1
Cuando el quinto Ángel tocó la trompeta, vi una estrella que
había caído del cielo a la tierra.
La
estrella recibió la llave del pozo del Abismo, 2 y
cuando abrió el pozo, comenzó a subir un humo, como el de un
gran horno, que oscureció el sol y el aire.
3
Del humo salieron langostas que se expandieron por toda
la tierra, y estas recibieron un poder como el que tienen los
escorpiones de la tierra.
4
Se les ordenó que no dañaran las praderas ni las plantas ni los
árboles, sino solamente a los hombres que no llevaran la marca de
Dios sobre la frente.
5
Se les permitió, no que los mataran, sino que los atormentaran
durante cinco meses, con un dolor parecido al que produce la picadura
del escorpión.
6
En aquellos días los hombres buscarán la muerte, y no la
encontrarán; querrán morir, pero la muerte huirá de ellos.
7
Las langostas parecían caballos equipados para la guerra:
tenían en su cabeza algo parecido a coronas doradas y su rostro era
semejante al rostro humano.
8
Su cabello era como el de las mujeres y sus dientes como
dientes de leones.
9
Su tórax parecía una coraza de hierro; y el zumbido de sus alas era
como el ruido de carros de muchos caballos corriendo al combate.
10
Tenían colas con un aguijón como los escorpiones, y en ellas
residía el poder para dañar a los hombres durante cinco meses.
11
Su rey era el Ángel del Abismo, cuyo nombre es «Destructor»:
«Abadón», en hebreo, y «Apolión», en griego.
12
La primera calamidad ha pasado, pero sepan que todavía faltan
dos más.
La
sexta trompeta
13
Cuando el sexto Ángel tocó la trompeta, escuché una voz que
provenía de los cuatro ángulos del altar de oro que está delante
de Dios.
14
Y esa voz dijo al sexto Ángel, al que tenía la trompeta:
«Suelta
a los cuatro Ángeles que están encadenados junto al gran río
Éufrates».
15
Y fueron soltados los cuatro Ángeles que estaban preparados
para la hora, el día, el mes y el año en que debían exterminar a
una tercera parte de los hombres.
16
Su ejército constaba de doscientos millones de jinetes:
yo pude oír este número.
17
En la visión vi así a los caballos y a los jinetes: los
jinetes llevaban corazas de fuego, de jacinto y de azufre;
la
cabeza de los caballos se parecía a la de los leones, y su boca
vomitaba fuego, humo y azufre.
18
Una tercera parte de los hombres fue exterminada por estas tres
plagas: el fuego, el humo y el azufre que salía de la boca de los
caballos.
19
Porque el poder de esos caballos reside en su boca y en sus colas:
sus colas son como serpientes, que tienen cabezas con las
cuales hacen daño.
20
Y el resto de los hombres que no habían sido dañados por las
plagas, no se arrepintieron de sus obras ni dejaron de adorar a
los demonios y a los ídolos
de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que son incapaces
de ver, de oír y de caminar.
21
No, ellos no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus
maleficios, ni de sus fornicaciones, ni de sus robos.
Capítulo
11
1
Después recibí una vara para medir, semejante a un bastón,
mientras me decían:
«Levántate
y mide el Templo de Dios, el altar y a los adoradores que encuentres
allí.
2
No tengas en cuenta el atrio exterior del Templo ni lo midas, porque
ha sido entregado a los paganos, y ellos pisotearán la Ciudad santa
durante cuarenta y dos meses.
3
Pero yo encargaré a mis dos testigos que profeticen durante
mil doscientos sesenta días, vestidos con hábitos de penitencia.
4
Estos dos testigos son los dos olivos y los dos candelabros que están
delante del Señor de la tierra.
5
Si alguien quiere hacerles daño, saldrá un fuego de su boca
que consumirá a sus enemigos: así perecerá el que se atreva a
dañarlos.
6
Ellos tienen el poder de cerrar el cielo para impedir que llueva
durante los días de su misión profética;
y
también, tienen poder para cambiar las aguas en sangre y para herir
la tierra con toda clase de plagas, todas las veces que quieran.
7
Y cuando hayan acabado de dar testimonio, la Bestia que
surge del Abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará.
8
Sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran Ciudad –llamada
simbólicamente Sodoma y también Egipto– allí mismo
donde el Señor fue crucificado.
9
Estarán expuestos durante tres días y medio, a la vista de
gente de todos los pueblos, familias, lenguas y naciones, y no se
permitirá enterrarlos.
10
Los habitantes de la tierra se alegrarán y harán fiesta, y se
intercambiarán regalos, porque estos dos profetas los habían
atormentado».
11
Pero después de estos tres días y medio, un soplo de vida de
Dios entró en ellos y los hizo poner de pie, y un gran temor
se apoderó de los espectadores.
12
Entonces escucharon una voz potente que les decía desde el
cielo:
«Suban
aquí».
Y ellos
subieron al cielo en la nube, a la vista de sus enemigos.
13
En ese momento se produjo un violento temblor de tierra que derrumbó
la décima parte de la Ciudad, y el terremoto ocasionó la muerte de
siete mil personas:
los
sobrevivientes quedaron atemorizados y alabaron al Dios del cielo.
14
La segunda calamidad ha pasado, pero sepan que la tercera está
por llegar.
La
séptima trompeta
15
Cuando el séptimo Ángel tocó la trompeta, resonaron en el
cielo unas voces potentes que decían:
«El
dominio del mundo ha pasado a manos de nuestro Señor y de su Mesías,
y él reinará por los siglos de los siglos».
16
Y los veinticuatro Ancianos que estaban sentados en sus tronos,
delante de Dios, se postraron para adorarlo, diciendo:
17
«Te damos gracias, Señor, Dios todopoderoso
-el
que es y el que era-
porque
has ejercido tu inmenso poder
y
has establecido tu Reino.
18
Los paganos se habían enfurecido,
pero
llegó el tiempo de tu ira,
así
como también el momento de juzgar a los muertos
y
de recompensar a tus servidores, los profetas,
y
a los santos y a todos aquellos que temen tu Nombre
-pequeños
y grandes-
y
el momento de exterminar
a
los que corrompían la tierra».
El
Arca de la Alianza
19
En ese momento se abrió el Templo de Dios que está en el
cielo y quedó a la vista el Arca de su Alianza, y hubo rayos, voces,
truenos y un temblor de tierra, y cayó una fuerte granizada.
La
visión de la Mujer y el Dragón
Capítulo
12
1 Y
apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del
sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su
cabeza.
2
Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz.
3
Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como
el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada
cabeza tenía una diadema.
4
Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas del
cielo, y las precipitó sobre la tierra.
El
Dragón se puso delante de la Mujer que iba a
dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera.
5
La Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones
con un cetro de hierro.
Pero el
hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, 6 y la Mujer
huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio para que
allí fuera alimentada durante mil doscientos sesenta días.
7
Entonces se libró una batalla en el cielo: Miguel y sus
Ángeles combatieron contra el Dragón, y este contraatacó
con sus ángeles, 8 pero fueron vencidos y
expulsados del cielo.
9
Y así fue precipitado el enorme Dragón, la antigua Serpiente,
llamada Diablo o Satanás, y el seductor del mundo entero fue
arrojado sobre la tierra con todos sus ángeles.
10
Y escuché una voz potente que resonó en el cielo:
«Ya
llegó la salvación,
el
poder y el Reino de nuestro Dios
y
la soberanía de su Mesías,
porque
ha sido precipitado
el
acusador de nuestros hermanos,
el
que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios.
11
Ellos mismos lo han vencido,
gracias
a la sangre del Cordero
y
al testimonio que dieron de él,
porque
despreciaron su vida hasta la muerte.
12
¡Que se alegren entonces el cielo y sus habitantes,
pero
ay de ustedes, tierra y mar,
porque
el Diablo ha descendido hasta ustedes
con
todo su furor,
sabiendo
que le queda poco tiempo!».
13
El Dragón, al verse precipitado sobre la
tierra, se lanzó en persecución de la Mujer que había
dado a luz al hijo varón.
14
Pero la Mujer recibió las dos alas de la gran águila para
volar hasta su refugio en el desierto, donde debía ser alimentada
durante tres años y medio, lejos de la Serpiente.
15
La Serpiente vomitó detrás de la Mujer como
un río de agua, para que la arrastrara.
16
Pero la tierra vino en ayuda de la Mujer: abrió su boca y se
tragó el río que el Dragón había vomitado.
17
El Dragón, enfurecido contra la Mujer, se fue a
luchar contra el resto de su descendencia, contra los que obedecen
los mandamientos de Dios y poseen el testimonio de Jesús.
18
Y yo me quedé de pie sobre la playa.
La
Bestia del Mar con 7 cabezas y 10 cuernos
Capítulo
13
1
Entonces vi que emergía del mar una Bestia con siete
cabezas y diez cuernos.
En cada
cuerno tenía una diadema, y sobre sus cabezas
había leyendas con nombres blasfemos.
2
Parecía una pantera, pero tenía las patas como
las de un oso y la boca como la de un león.
El
Dragón le cedió su poder y su trono con un
inmenso imperio.
3
Una de sus cabezas parecía herida de muerte, pero su llaga mortal ya
estaba cicatrizada.
Toda la
tierra, maravillada, siguió a la Bestia, 4
y todos adoraron al Dragón porque él le había cedido
el poder, y también adoraron a la Bestia, diciendo:
«¿Quién
se le puede igualar y quién puede luchar contra ella?».
5 Y
se permitió a la Bestia proferir palabras altaneras y
blasfemias; y se le dio poder para actuar durante cuarenta y dos
meses.
6
Ella abrió la boca para maldecir a Dios y blasfemar
contra su Nombre y su Santuario, y contra los habitantes del
cielo.
7
También le fue permitido combatir contra los santos hasta vencerlos,
y se le dio poder sobre toda familia, pueblo, lengua y nación.
8 Y
la adoraron todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no
figuran, desde la creación del mundo, en el Libro de la Vida
del Cordero que ha sido inmolado.
9
¡El que pueda entender, que entienda!
10
El que tenga que ir a la cárcel, irá a la cárcel; y el que
tenga que morir por la espada, morirá por la espada.
En esto
se pondrá a prueba la perseverancia y la fe de los santos.
La
Bestia de la tierra
11
En seguida vi surgir de la tierra otra Bestia que tenía dos
cuernos como los de un cordero, pero hablaba como un dragón.
12
Esta Bestia ejercía todo el poder de la primera y estaba a
su servicio;
y logró
que la tierra y sus habitantes adoraran a la primera Bestia,
a aquella cuya llaga mortal se había cicatrizado.
13
También realizaba grandes prodigios, llegando a
hacer descender fuego del cielo sobre la tierra a la vista de todos.
14
Y por los prodigios que realizaba al servicio de la primera
Bestia, sedujo a los habitantes de la tierra para que
fabricaran una imagen en honor de aquella que fue
herida por la espada y sobrevivió.
15
También se le permitió dar vida a la imagen de la
Bestia, para hacerla hablar y dar muerte a todos aquellos que
no adoran su imagen.
16
Así consiguió que todos –pequeños y grandes, ricos y
pobres, libres y esclavos– se dejaran poner una marca en su mano
derecha o sobre su frente, 17 de manera que nadie podía
comprar o vender, si no llevaba marcado el nombre de la Bestia
o la cifra que corresponde a su nombre.
18
Para esto se precisa sutileza. El que tenga inteligencia calcule la
cifra de la Bestia, porque es una cifra humana: 666.
El
Cordero y su cortejo
Capítulo
14
1
Después vi al Cordero que estaba de pie sobre el monte
Sión, acompañado de ciento cuarenta y cuatro mil elegidos, que
tenían escrito en la frente el nombre del Cordero y de su Padre.
2
Oí entonces una voz que venía del cielo, semejante al
estrépito de un torrente y al ruido de un fuerte trueno, y esa voz
era como un concierto de arpas:
3
los elegidos cantaban un canto nuevo delante del trono de Dios,
y delante de los cuatro Seres Vivientes y de los Ancianos.
Y nadie
podía aprender este himno, sino los ciento cuarenta y cuatro mil que
habían sido rescatados de la tierra.
4
Estos son los que no se han contaminado con mujeres y son
vírgenes.
Ellos
siguen al Cordero donde quiera que vaya. Han sido los primeros
hombres rescatados para Dios y para el Cordero.
5
En su boca nunca hubo mentira y son inmaculados.
Los
tres Ángeles
6
Luego vi a otro Ángel que volaba en lo más alto del cielo,
llevando una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a
los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y
pueblo.
7
El proclamaba con voz potente:
«Teman
a Dios y glorifíquenlo,
porque
ha llegado la hora de su Juicio:
adoren
a aquel que hizo el cielo,
la
tierra, el mar y los manantiales».
8
Un segundo Ángel lo siguió, anunciando:
«Ha
caído, ha caído la gran Babilonia, la que ha dado de beber a
todas las naciones el vino embriagante de su prostitución».
9
Un tercer Ángel lo siguió, diciendo con voz potente:
«El
que adore a la Bestia o a su imagen y reciba su marca sobre la
frente o en la mano, 10 tendrá que beber el vino de la
indignación de Dios, que se ha derramado puro en la copa
de su ira;
y
será atormentado con fuego y azufre, delante de los santos
Ángeles y delante del Cordero.
11
El humo de su tormento se eleva por los siglos de los siglos,
y aquellos que adoran a la Bestia y a su imagen, y reciben la marca
de su nombre, no tendrán reposo ni de día ni de noche».
12
En esto se pondrá a prueba la perseverancia de los santos, de
aquellos que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
13
Luego escuché una voz que me ordenaba desde el cielo:
«Escribe:
¡Felices
los que mueren en el Señor!
Sí
–dice el Espíritu– de ahora en adelante, ellos pueden descansar
de sus fatigas, porque sus obras los acompañan».
El
Hijo del hombre
14
Y vi una nube blanca, sobre la cual estaba sentado alguien que
parecía Hijo de hombre, con una corona de oro en la cabeza y una hoz
afilada en la mano.
15
En seguida salió del Templo otro Ángel y gritó con voz potente al
que estaba sentado sobre la nube:
«Empuña
tu hoz y siega,
porque ha llegado el tiempo de la cosecha
y los sembrados
de la tierra están maduros».
16
Y el que estaba sentado sobre la nube pasó su hoz sobre la
tierra, y esta quedó segada.
17
Entonces otro Ángel salió del Templo que está en el cielo,
llevando también una hoz afilada.
18
Y salió del altar otro Ángel –el que tiene poder sobre el fuego–
y gritó con voz potente al que tenía la hoz afilada:
«Empuña
tu hoz y cosecha
los racimos de la viña de la
tierra, porque han llegado a
su madurez».
19
El Ángel pasó la hoz afilada sobre la tierra, cosechó la
viña y arrojó los racimos en la inmensa cuba de la ira de
Dios.
20
La cuba fue pisoteada en las afueras de la ciudad, y de la cuba salió
tanta sangre, que llegó a la altura de los frenos de
los caballos en una extensión de unos trescientos kilómetros.
Los
siete Ángeles de las siete plagas
Capítulo
15
1
Después vi en el cielo otro signo grande y admirable: siete
Ángeles que llevaban las siete últimas plagas, con las cuales debía
consumarse la ira de Dios.
2
También vi como un mar de cristal, mezclado de fuego.
Los que
habían vencido a la Bestia, a su imagen y la cifra de
su nombre, estaban de pie sobre el mar, teniendo en sus manos grandes
arpas, 3 y cantaban el canto de Moisés, el servidor de
Dios, y el canto del Cordero, diciendo:
«¡Grandes
y admirables son tus obras,
Señor,
Dios todopoderoso;
justos
y verdaderos son tus caminos,
Rey
de los pueblos!
¿Quién
dejará de temerte, Señor,
quién
no alabará tu Nombre?
4
Sólo tú eres santo,
y
todas las naciones vendrán a adorarte,
porque
se ha manifestado la justicia de tus actos».
5
Después de esto, vi abrirse en el cielo el Templo, el
tabernáculo del Testimonio.
6
De él salieron los siete Ángeles que tenían las siete
plagas, y estaban vestidos de lino puro y resplandeciente,
y ceñidos con cinturones de oro.
7
Entonces, uno de los cuatro Seres Vivientes entregó a los
siete Ángeles siete copas colmadas de la ira del Dios que vive por
los siglos de los siglos.
8
Y el Templo se llenó del humo que procede de la gloria de Dios y de
su poder, de manera que nadie pudo entrar al Templo hasta que cesaron
las siete plagas de los siete Ángeles.
Las
seis primeras copas
Capítulo
16
1 Y
oí una voz potente que provenía del Templo y ordenaba a los siete
Ángeles:
«Vayan
y derramen sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios».
2
El primer Ángel fue y derramó su copa sobre la tierra, provocando
una llaga maligna y dolorosa en todos los hombres que llevaban la
marca de la Bestia y adoraban su imagen.
3
El segundo derramó su copa sobre el mar:
este se
convirtió en sangre, como si se hubiera cometido un crimen, y
perecieron todos los seres vivientes que había en el mar.
4
El tercero derramó su copa sobre los ríos y sobre los manantiales,
y estos se convirtieron en sangre.
5 Y
oí al Ángel de las aguas que decía:
«Tú,
el que es y el que era, el Santo, obras con justicia al castigarlos
así:
6 se merecían que les dieras de beber la misma sangre de los santos y de los profetas que ellos han derramado».
6 se merecían que les dieras de beber la misma sangre de los santos y de los profetas que ellos han derramado».
7
Y escuché al altar, que decía:
«Sí,
Señor, Dios todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos».
8
El cuarto Ángel derramó su copa sobre el sol, y se le
permitió quemar a los hombres con fuego:
9
los hombres fueron abrasados por un calor ardiente, pero en
lugar de arrepentirse y dar gloria a Dios, blasfemaron
contra su Nombre, que tiene poder sobre estas plagas.
10
El quinto derramó su copa sobre el trono de la Bestia,
y su reino quedó sumergido en tinieblas.
Los
hombres se mordían la lengua de dolor, 11 pero en lugar
de arrepentirse de sus obras, blasfemaron contra el Dios del cielo, a
causa de sus dolores y de sus llagas.
12
El sexto derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y sus
aguas se secaron, dejando paso libre a los reyes de Oriente.
Los
espíritus impuros
13
Después vi que salían de la boca del Dragón,
de la Bestia y del falso profeta tres
espíritus impuros, semejantes a ranas.
14
Son los espíritus demoníacos que realizan
prodigios y van a buscar a los reyes del mundo
entero, con el fin de convocarlos para el combate del gran Día de
Dios, el Todopoderoso.
15
¡Cuidado! ¡Vengo como un ladrón! Feliz el que vigila y
conserva su ropa para no tener que andar desnudo, mostrando su
vergüenza.
16
Y esos espíritus reunirán a los reyes en un
lugar, que en hebreo se llama Armagedón.
La
séptima copa
17
El séptimo Ángel derramó su copa en el aire, y desde el Templo
resonó una voz potente que venía del trono y decía:
«Ya
está».
18
Y hubo relámpagos, voces, truenos y un violento terremoto como
nunca había sucedido desde que los hombres viven sobre la tierra.
19
La gran Ciudad se partió en tres y las ciudades
paganas se derrumbaron.
Dios se
acordó de la gran Babilonia y le dio de beber la
copa donde fermenta el vino de su ira.
20
Todas las islas desaparecieron y no se vieron más las
montañas.
21
Cayeron del cielo sobre los hombres piedras de granizo que
pesaban unos cuarenta kilos, y ellos blasfemaron contra Dios por esa
terrible plaga.
EL
CASTIGO DE BABILONIA
La
gran Babilonia
Capítulo
17
1
Después vino uno de los siete Ángeles que tenían las siete
copas y me dijo:
«Acompáñame,
y te mostraré cómo va a ser castigada la famosa Prostituta
que está sentada a la orilla de los grandes ríos.
2
Los reyes de la tierra han
fornicado con ella, y los habitantes del mundo se han embriagado con
el vino de su prostitución».
3
Entonces me llevó en espíritu al desierto, y allí vi a una
mujer sentada sobre una Bestia escarlata.
La
Bestia estaba cubierta de leyendas blasfemas y tenía
siete cabezas y diez cuernos.
4
La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata,
resplandeciente de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en
su mano una copa de oro colmada de la abominable impureza de su
fornicación.
5
Sobre su frente tenía escrito este nombre misterioso:
«Babilonia
la grande, la madre de las abominables prostitutas de la tierra».
6
Y vi que la mujer se emborrachaba con la sangre de los
santos y de los testigos de Jesús, y al verla, quedé profundamente
asombrado.
7
Pero el Ángel me preguntó:
«¿Por
qué te extrañas?
Yo
te explicaré el misterio de la mujer, y de la Bestia
que la lleva, la que tiene siete cabezas y diez cuernos.
El
simbolismo de la Bestia y de la Prostituta
8
La Bestia que has visto, existía y ya no existe, pero volverá
a subir desde el Abismo para ir a su perdición.
Y
los habitantes de la tierra cuyos nombres no figuran en el Libro
de la Vida desde la creación del mundo, quedarán maravillados
cuando vean reaparecer a la Bestia, la que existía y ya no
existe.
9
Para comprender esto, es necesario tener inteligencia y
sutileza.
Las
siete cabezas son las siete colinas, sobre las cuales está sentada
la mujer.
10
También simbolizan a siete reyes:
cinco
de ellos han caído, uno vive y el otro todavía no ha llegado, pero
cuando llegue, durará poco tiempo.
11
En cuanto a la Bestia que existía y ya no existe, es un
octavo rey, que a su vez, pertenece al grupo de los siete y también
va a su perdición.
12
Los diez cuernos que has visto son diez reyes que todavía no
han recibido su reino, pero que recibirán el poder real, juntamente
con la Bestia, sólo por una hora.
13
Todos están de acuerdo en poner a disposición de la Bestia
su autoridad y su poder.
14
Ellos lucharán contra el Cordero, pero el Cordero los vencerá,
porque es Señor de los señores y Rey de los reyes.
Con
él triunfarán también los suyos, los que han sido llamados, los
elegidos, los fieles.
15
Los ríos –continuó diciéndome el Ángel– a cuya orilla
está sentada la Prostituta, son los pueblos, las multitudes, las
naciones y las diversas lenguas.
16
Los diez cuernos que viste, así como también la
Bestia, acabarán por odiar a la Prostituta, le
quitarán sus vestidos hasta dejarla desnuda, comerán su carne y la
consumirán por medio del fuego.
17
Porque Dios les ha inspirado que ejecuten lo que él ha
decidido, poniéndose de acuerdo para entregar su poder real a la
Bestia hasta que se cumplan las palabras de Dios.
18
Y la mujer
que has visto es la gran
Ciudad, la que reina sobre
los reyes de la tierra».
La
caída de Babilonia
Capítulo
18
1
Después vi que otro Ángel descendía del cielo con gran
poder, mientras la tierra se iluminaba con su resplandor.
2 Y
gritó con voz potente:
«¡Ha
caído, ha caído Babilonia,
la grande!
Se
ha convertido en refugio de demonios, en guarida de toda clase
de espíritus impuros y en nido de aves impuras y
repugnantes.
3
Porque todos los pueblos han bebido el vino embriagante de su
prostitución, los reyes de la tierra han fornicado con ella y los
comerciantes del mundo se han enriquecido con su lujo desenfrenado».
4
En seguida oí otra voz que venía del cielo y decía:
«Ustedes,
que son mi pueblo, huyan de esa ciudad, para no hacerse cómplices de
sus pecados ni ser castigados con sus plagas.
5
Porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo y Dios se
ha acordado de sus iniquidades.
6
Páguenle con su propia moneda, retribúyanle el doble de lo
que ha hecho, sírvanle una porción doble en la copa de sus
brebajes.
7
Provóquenle tormentos y dolor en la medida de su fastuosidad y de su
lujo.
Porque
ella se jacta, diciendo:
“Estoy
sentada como una reina, no soy viuda y jamás conoceré el duelo.”
8
Por eso, en un solo día, caerán sobre ella las plagas que
merece: peste, llanto y hambre.
Y
será consumida por el fuego, porque el Señor Dios que la ha
condenado es poderoso».
Lamentaciones
de los amigos de Babilonia
9
Los reyes de la tierra, que fornicaron con ella y compartieron
su vida lujosa, al ver la humareda del incendio, llorarán y se
lamentarán por ella, 10 manteniéndose a distancia ante
el horror de sus tormentos:
«¡Ay,
ay! ¡La gran Ciudad,
Babilonia,
la ciudad poderosa!
Bastó
una hora para que recibieras tu castigo».
11
También los comerciantes de la tierra lloran y están de duelo
por ella, porque ya nadie les compra sus mercancías:
12
objetos de oro y de plata; piedras preciosas, perlas, telas de
lino y de púrpura, de seda y de escarlata; maderas aromáticas;
objetos de marfil, de maderas finas, de bronce, de hierro y de
mármol;
13
canela, ungüento perfumado, perfumes, mirra e incienso; vino,
aceite, harina y trigo; animales de carga, ovejas, caballos y carros;
esclavos y seres humanos...
14
«Ya no verás más los frutos que tanto deseabas: has perdido esos
productos delicados y espléndidos, y nunca más se los encontrará».
15
Los que traficaban con esos productos y se habían enriquecido
a costa de ella, se mantendrán a distancia ante el horror de sus
tormentos, llorando y lamentándose:
16
«¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad!
Estaba
vestida de lino fino, de púrpura y de escarlata,
resplandeciente
de oro, de piedras preciosas y de perlas.
17
¡Y en una hora fue arrasada tanta riqueza!».
Los
capitanes, los que navegan por las costas, los marinos y todos los
que viven del mar, se mantuvieron a distancia, 18 y
contemplando la humareda del incendio, exclamaban:
«¡Ninguna
ciudad se podía comparar a la gran Ciudad!».
19
Y echándose tierra sobre su cabeza, llorando y lamentándose,
decían:
«¡Ay,
ay! ¡La gran Ciudad!
Con
su opulencia se enriquecieron
todos
los que poseían barcos en el mar.
¡Y
en una hora ha sido arrasada!».
La
alegría de los santos
20
«Que se alegre el cielo a causa de su ruina, y alégrense
ustedes, los santos, los apóstoles y los profetas, porque al
condenarla, Dios les ha hecho justicia».
21
Y un Ángel poderoso tomó una piedra del tamaño de una rueda
de molino y la arrojó al mar, diciendo:
«Así,
de golpe, será arrojada Babilonia, la gran Ciudad, y
nunca más se la verá».
22
Ya no se escuchará dentro de ti
el canto
de los que tocan el arpa y de los músicos,
de los
flautistas y de los trompetistas;
ya no se
encontrarán artesanos de los diversos oficios,
ni se
escuchará el sonido de la rueda del molino.
23
No volverá a brillar la luz de la lámpara,
ni
tampoco se escuchará la voz de los recién casados.
Porque
tus comerciantes eran los grandes de la tierra,
y con
tus encantos sedujiste a todos los pueblos.
24
En ella fue derramada la sangre de los profetas y de los
santos, y de todos aquellos que han sido inmolados en la tierra.
Las
bodas del Cordero
Capítulo
19
1
Después oí algo parecido al clamor de una enorme multitud que
estaba en el cielo, y exclamaba:
«¡Aleluya!
La
salvación, la gloria y el poder
pertenecen
a nuestro Dios,
2
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Él
ha condenado a la famosa Prostituta
que
corrompía la tierra con su lujuria,
y
ha vengado en ella la sangre de sus servidores».
3
Y volvieron a decir:
«¡Aleluya!
La humareda de la Ciudad se eleva por los siglos de los
siglos».
4
Entonces los veinticuatro Ancianos y los cuatro Seres Vivientes
se postraron para adorar a Dios, que está sentado en el trono, y
exclamaban:
«¡Amén,
aleluya!».
5
Luego salió del trono una voz que decía:
«Alaben
a nuestro Dios, ustedes, sus servidores, los que lo temen, pequeños
y grandes».
6 Y
oí algo parecido al clamor de una enorme multitud, al estruendo de
una catarata y al estallido de violentos truenos.
Y
decían:
«¡Aleluya!
Porque
el Señor, nuestro Dios,
el
Todopoderoso, ha establecido su Reino.
7
Alegrémonos,
regocijémonos
y demos gloria a Dios,
porque
han llegado las bodas del Cordero:
su
esposa ya se ha preparado,
8
y la han vestido con lino fino
de
blancura resplandeciente».
El lino
simboliza las buenas acciones de los santos.
9
Después el Ángel me dijo:
«Escribe
esto: Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del
Cordero».
Y
agregó:
«Estas
son verdaderas palabras de Dios».
10
Entonces yo caí a sus pies para adorarlo, pero él me
advirtió:
«¡Cuidado!
No lo hagas, porque yo soy tu compañero de servicio y el de tus
hermanos que poseen el testimonio de Jesús.
El
testimonio de Jesús es el espíritu profético.
¡Es
a Dios a quien debes adorar!».
EL
TRIUNFO DEFINITIVO DE CRISTO
El
primer combate
11
Luego vi el cielo abierto y apareció un caballo blanco.
Su
Jinete se llama «Fiel» y «Veraz»; él juzga y combate con
justicia.
12
Sus ojos son como una llama ardiente y su cabeza está cubierta
de numerosas diademas.
Lleva
escrito un nombre que solamente él conoce 13 y está vestido con un
manto teñido de sangre.
Su
nombre es:
«La
Palabra de Dios».
14
Lo siguen los ejércitos celestiales, vestidos con lino fino de
blancura inmaculada y montados en caballos blancos.
15
De su boca sale una espada afilada, para herir a los pueblos
paganos.
Él los
regirá con un cetro de hierro y pisará los racimos en la cuba de
la ardiente ira del Dios todopoderoso.
16
En su manto y en su muslo lleva escrito este nombre: Rey de los
reyes y Señor de los señores.
17
Después vi a un Ángel que estaba de pie sobre el sol y
gritaba con gran fuerza a todas las aves que volaban en el cielo:
«Vengan
a reunirse para el gran festín de Dios, 18 para devorar
la carne de los reyes, de los grandes capitanes, de los poderosos, de
los caballos y de sus jinetes; la carne de todos, libres y esclavos,
pequeños y grandes».
19
En seguida vi a la Bestia y a los reyes de
la tierra, con sus ejércitos preparados para combatir contra
el Jinete y su ejército.
20
Pero la Bestia fue capturada, junto con el falso
profeta –aquel que realizaba prodigios delante de la
otra Bestia, y así logró seducir a los que llevaban la
marca de la Bestia y adoraban su imagen– y ambos
fueron arrojados vivos al estanque de azufre ardiente.
21
Todos los demás fueron exterminados por la espada
que salía de la boca del Jinete, y las aves se saciaron con sus
despojos.
El
reino de mil años
Capítulo
20
1
Luego vi que un Ángel descendía del cielo, llevando en su
mano la llave del Abismo y una enorme cadena.
2
Él capturó al Dragón, la antigua Serpiente –que es
el Diablo o Satanás– y lo encadenó por mil años.
3
Después lo arrojó al Abismo, lo cerró con llave y lo
selló, para que el Dragón no pudiera seducir a los
pueblos paganos hasta que se cumplieran los mil años.
Transcurridos
esos mil años, será soltado por un breve tiempo.
4
Entonces vi unos tronos, y los que se sentaron en ellos
recibieron autoridad para juzgar.
También
vi las almas de los que habían sido decapitados a causa del
testimonio de Jesús y de la Palabra de Dios, y a todos los que no
habían adorado a la Bestia ni a su imagen, ni
habían recibido su marca en la frente o en la mano.
Ellos
revivieron y reinaron con Cristo durante mil años.
5
Esta es la primera resurrección.
Y los
demás muertos no pudieron revivir hasta el cumplimiento de esos mil
años.
6
¡Felices y santos, los que participan de la primera
resurrección!
La
segunda muerte no tiene poder sobre ellos: serán
sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él durante mil años.
El
segundo combate
7
Y cuando se cumplan esos mil años, Satanás será
liberado de su prisión.
8
Saldrá para seducir a los pueblos que están en
los cuatro extremos de la tierra, a Gog y Magog,
a fin de reunirlos para la batalla.
Su
número será tan grande como las arenas del mar, 9
y marcharán sobre toda la extensión de la tierra, para rodear
el campamento de los santos, la Ciudad muy amada.
Pero
caerá fuego del cielo y los consumirá.
10
El Diablo, que los había seducido, será
arrojado al estanque de azufre ardiente donde están
también la Bestia y el falso profeta.
Allí
serán torturados día y noche por los siglos de los siglos.
El
Juicio de las naciones
11
Después vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él.
Ante su presencia, el cielo y la tierra desaparecieron sin dejar
rastros.
12
Y vi a los que habían muerto, grandes y pequeños, de pie
delante del trono.
Fueron
abiertos los libros, y también fue abierto el Libro de la Vida; y
los que habían muerto fueron juzgados de acuerdo con el contenido de
los libros; cada uno según sus obras.
13
El mar devolvió a los muertos que guardaba: la Muerte y
el Abismo hicieron
lo mismo, y cada uno fue juzgado según sus obras.
14
Entonces la Muerte y el Abismo fueron arrojados
al estanque de fuego, que es la segunda muerte.
15
Y los que no estaban inscritos en el Libro de la Vida
fueron arrojados al estanque de fuego.
LA
NUEVA JERUSALÉN
El
cielo nuevo y la tierra nueva: la Ciudad celestial
Capítulo
21
1
Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer
cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más.
2
Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del
cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para
recibir a su esposo.
3
Y oí una voz potente que decía desde el trono:
«Esta
es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, y
ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios.
4
Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó».
Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó».
5 Y
el que estaba sentado en el trono dijo:
«Yo
hago nuevas todas las cosas».
Y
agregó:
«Escribe
que estas palabras son verdaderas y dignas de crédito.
6
¡Ya está! Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin.
Al
que tiene sed, yo le daré de beber gratuitamente de la fuente del
agua de la vida.
7
El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi
hijo.
8
Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los
asesinos, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los
falsos, tendrán su herencia en el estanque de azufre ardiente,
que es la segunda muerte».
Descripción
de la nueva Jerusalén
9
Luego se acercó uno de los siete Ángeles que tenían las siete
copas llenas de las siete últimas plagas, y me dijo:
«Ven
que te mostraré a la novia, a la esposa del Cordero».
10
Me llevó en espíritu a una montaña de enorme altura, y me
mostró la Ciudad santa, Jerusalén, que descendía del
cielo y venía de Dios.
11
La gloria de Dios estaba en ella y resplandecía como la más
preciosa de las perlas, como una piedra de jaspe cristalino.
12
Estaba rodeada por una muralla de gran altura que tenía
doce puertas: sobre ellas había doce ángeles y
estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel.
13
Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres al sur,
y tres al oeste.
14
La muralla de la Ciudad se asentaba sobre doce
cimientos, y cada uno de ellos tenía el nombre de uno de los doce
Apóstoles del Cordero.
15
El que me estaba hablando tenía una vara de oro para medir la
Ciudad, sus puertas y su muralla.
16
La Ciudad era cuadrangular: tenía la misma medida de largo que
de ancho. Con la vara midió la Ciudad:
tenía
2.200 kilómetros de largo, de ancho y de alto
[Distancia
entre Roma y Jerusalén: 2.307 km.]
17
Luego midió la muralla:
tenía
72 metros, según la medida humana que utilizaba el Ángel.
18
La muralla había sido construida con jaspe, y la Ciudad
con oro puro, semejante al cristal purificado.
19
Los cimientos de la muralla estaban adornados con toda
clase de piedras preciosas:
el
primer cimiento era de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de
ágata, el cuarto de esmeralda, 20 el quinto de ónix, el
sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo,
el noveno de topacio, el décimo de crisoprasa, el undécimo de
jacinto y el duodécimo de amatista.
21
Las doce puertas eran doce perlas y cada puerta estaba
hecha con una perla enteriza.
La plaza
de la Ciudad era de oro puro, transparente como el cristal.
22
No vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es
el Señor Dios todopoderoso y el Cordero.
23
Y la Ciudad no necesita la luz del sol ni de la luna, ya que
la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero.
24
Las naciones caminarán a su luz y los reyes de la tierra le
ofrecerán sus tesoros.
25
Sus puertas no se cerrarán durante el día y no existirá la
noche en ella.
26
Se le entregará la riqueza y el esplendor de las naciones.
27
Nada impuro podrá entrar en ella, ni tampoco
entrarán los que hayan practicado la abominación y el
engaño.
Únicamente
podrán entrar los que estén inscritos en el Libro de la Vida
del Cordero.
La
felicidad de los elegidos
Capítulo
22
1
Después el Ángel me mostró un río de agua de vida, claro
como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero, 2
en medio de la plaza de la Ciudad.
A ambos
lados del río, había árboles de vida que
fructificaban doce veces al año, una vez por mes, y sus hojas
servían para curar a los pueblos.
3
Ya no habrá allí ninguna maldición.
El trono
de Dios y del Cordero estará en la Ciudad, y sus servidores
lo adorarán.
4
Ellos contemplarán su rostro y llevarán su Nombre en
la frente.
5
Tampoco existirá la noche, ni les hará falta la luz de las
lámparas ni la luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y
ellos reinarán por los siglos de los siglos.
6
Después me dijo:
«Estas
palabras son verdaderas y dignas de crédito.
El
Señor Dios que inspira a los profetas envió a su mensajero para
mostrar a sus servidores lo que tiene que suceder pronto.
7
¡Volveré pronto! Feliz el que cumple las palabras proféticas
de este Libro».
8
Soy yo, Juan, el que ha visto y escuchado todo esto. Y cuando
terminé de oír y de ver, me postré a los pies del Ángel que me
había mostrado todo eso, para adorarlo.
9
Pero él me dijo:
«¡Cuidado!
No lo hagas, porque yo soy tu compañero de servicio, el de tus
hermanos los profetas, y el de todos aquellos que conservan fielmente
las palabras de este Libro.
¡Es
a Dios a quien debes adorar!».
10
Y agregó:
«No
mantengas ocultas las palabras proféticas de este Libro porque falta
poco tiempo.
11
Que el pecador siga pecando, y el que está manchado se manche
más aún; que el hombre justo siga practicando la justicia, y el
santo siga santificándose.
12
Pronto regresaré trayendo mi recompensa, para dar a cada uno
según sus obras.
13
Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el
Fin.
14
¡Felices los que lavan sus vestiduras para tener derecho a
participar del árbol de la vida y a entrar por las puertas de la
Ciudad!
15
Afuera quedarán los perros
y los hechiceros,
los lujuriosos,
los asesinos,
los idólatras
y todos aquellos que aman y pactican la falsedad».
Epílogo
16
Yo, Jesús, he enviado a mi mensajero para dar testimonio de estas
cosas a las Iglesias.
Yo soy
el Retoño de David y su descendencia, la Estrella
radiante de la mañana.
17
El Espíritu y la Esposa dicen:
«¡Ven!»,
y el que
escucha debe decir:
«¡Ven!».
Que
venga el que tiene sed, y el que quiera, que beba gratuitamente
del agua de la vida.
18
Yo advierto a todos los que escuchan las palabras proféticas
de este Libro:
«Si
alguien pretende agregarles algo, Dios descargará sobre él las
plagas descritas en este Libro.
19
Y al que se atreva a quitar alguna palabra de este Libro
profético, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y
de la Ciudad santa, que se describen en este Libro».
20
El que garantiza estas cosas afirma:
«¡Sí,
volveré pronto!».
¡Amén!
¡Ven, Señor Jesús!
21
Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos.
Amén
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