Páginas

3. RITO ROMANO DE EXORCISMOS Y OTRAS SÚPLICAS 1998 - De Exorcismis et supplicationibus quibusdam

Ritual Romano de Exorcismos y otras Súplicas
De Exorcismis et supplicationibus quibusdam (1998 / 2004)

*** Este Ritual de Exorcismos de 1998 (reformado el 2004) sólo puede usarlo un obispo o sacerdote católico con licencia episcopal.

*** Si siente molestias o perturbaciones, deje de leerlo.

*** Traducción y transcripción privada y de otros sitios, puede contener errores y omisiones. NO es una versión oficial. En latín:

http://ldysinger.stjohnsem.edu/@magist/1978_SCDW-Rom_Rit/Exorc/De_Exorcismis-searchable.pdf

*** Colección del P. Fortea sobre demonología: goo.gl/uwStt9


....................


ÍNDICE de esta página

I. Notificación: El Ritual Romano de Exorcismos y otras Súplicas (De Exorcismis et supplicationibus quibusdam) de 1998

II. Decreto

III. Presentación del Rito de Exorcismos por la Conferencia Episcopal Italiana (17 puntos)

IV. Instrucción sobre las oraciones para obtener de Dios la curación (Congregación para la Doctrina de la Fe)

     Introducción
     I. Aspectos doctrinales
     II. Aspectos disciplinares



Ritual Romano de Exorcismos y otras Súplicas
De Exorcismis et supplicationibus quibusdam 
(1998/2004)
    
     1. Introducción

     - Prenotando I: La victoria de Cristo y la potestad de la Iglesia sobre los demonios
     - Prenotando II: Los exorcismos en el ministerio santificador de la Iglesia
     - Prenotando III: El ministro y las condiciones para ejercer el exorcismo mayor
     - Prenotando IV: El rito de debe emplearse
     - Prenotando V: Observaciones y adaptaciones


     2. Capítulo I: Rito del Exorcismo Mayor  
                           Exorcismo sobre posesión personal 
                         (denominación personal)
    
     3. Capítulo II: Diversos textos facultativos para añadir en el Rito

     4. Apéndices:

          I. Súplicas y exorcismos que pueden agregarse en peculiares circunstancias.
             Exorcismo magno eclesial por causa de oposición y persecución a la      
             Iglesia   
             (denominación personal)
             Versión adaptada del Exorcismo de León XIII de 1890

          II. Súplicas que pueden ser empleadas privadamente por los fieles en la lucha
              contra las potestades de las tinieblas. 
              Oraciones de liberación privada, personal o grupal, sólo sobre sí mismo
              (denominación personal)

.....................

Según el P. Amorth, faltan en el Ritual del 2008:

1. Exorcismos:

a) exorcismo magno social: exorcismo ritual sobre toda la sociedad o parte de ella, sus instituciones y asociaciones

b) exorcismo ambiental sobre cosas, lugares y animales.

2. Oraciones de liberación demoníaca:

a) sobre otros ajenos a sí mismo o terceras personas, presentes o ausentes.

Deben de estar afectadas por toda acción extraordinaria demoníaca excepto la posesión: perturbaciones, infestaciones, vejaciones, obsesiones y cualquier tipo de influencia o importunación diabólicas

b) sobre cosas, lugares y animales, presentes o ausentes.


**************************************************************************


Ritual Romano
Renovado según el decreto del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II
Promulgado por la autoridad de S.S. Juan Pablo II

RITUAL DE LOS EXORCISMOS

Congregación para el Culto Divino
y la disciplina de los Sacramentos

Prot. 1280/98/L

Notificación

El Rito de Exorcismos

La edición latina del renovado rito de Exorcismos aprobada el 1° de Octubre de 1998
por el Sumo Pontífice Juan Pablo II, fue dada a conocer en el día de ayer y, conforme al decreto de este Dicasterio, puede ser utilizada por aquellos a quienes compete por
Derecho desde este mismo momento.

La Congregación del Culto Divino y de la Disciplina de los Sacramentos, por la peculiar
facultad otorgada a la misma por el Sumo Pontífice (cfr. Decretos de la Secretaría de
Estado n. 434.563 del día de 2 de Octubre de 1998), establece y declara lo que sigue.

Dado que compete al Obispo diocesano, en la diócesis a él confiada, la moderación de
la Sagrada Liturgia y el ejercicio de la tarea pastoral es por ello que, para aliviar
misericordiosamente a los fieles en la lucha contra el poder del diablo, examinada con
diligencia cada situación, podrá pedir a la Santa Sede que un sacerdote, a quien el cargo
de exorcista fuere confiado, pueda también emplear el rito hasta ahora usado según el título XII de la edición de 1952 del Ritual Romano.

La Congregación del Culto Divino y de la Disciplina de los Sacramentos, atendiendo a
las peticiones de los Ordinarios, que conocen enteramente la realidad pastoral de su
jurisdicción, concede gustosamente la facultad pedida.

Dadas en la Sede de la Congregación, a los veintisiete días del mes de enero de mil
novecientos noventa y nueve.

Jorge A. Card. Medina E.
Prefecto

Mario Marini
Subsecretario
Congregación para el Culto Divino
y la disciplina de los Sacramentos

Prot. 1280/98/L

Decreto

La Iglesia, obediente a la oración dominical, cuidó misericordiosamente, desde los tiempos antiguos a través de sacramentales, que con súplicas piadosas a Dios se procurase que los fieles cristianos fueran librados de todos los peligros y, especialmente, de las insidias del diablo.

Así, de una manera peculiar, fueron instituidos en la Iglesia los exorcismos, para que a través de ellos, imitando la caridad de Cristo, fueran curados los poseídos por el Maligno, y expulsados los demonios en nombre de Dios, de modo de evitar a las criaturas humanas todo perjuicio.

Ahora bien, actualmente parece oportuno rever las normas transmitidas y las oraciones suplicantes, como también las fórmulas empleadas por el título XII del Ritual Romano, para que el rito de exorcismos responda a lo decretado por la Constitución “Sacrosanctum Concilium” del Concilio Vaticano II, especialmente en su artículo 79.

Por lo tanto, esta Congregación promulga el Rito de los Exorcismos, aprobado por el Sumo Pontífice Juan Pablo II el día 1° de Octubre de 1998, para que se aplique en lugar de las normas y fórmulas que, bajo el título XX del Ritual Romano, hasta ahora se empleaban.

La edición latina, tan pronto como sea editada, puede ser utilizada por aquellos a quienes compete según Derecho.

No obstante, las Conferencias Episcopales vigilen que las ediciones en lengua vernácula, cuidadosamente preparadas y adaptadas de acuerdo a las normas del Derecho, sean sometidas a la confirmación de la Sede Apostólica.

Sin que obste nada en contrario, se emite este Decreto, en la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en el día doce de Noviembre de mil novecientos noventa y ocho, en la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

Jorge Card. Medina Estévez

Prefecto

Gerardo M. Agnelo

Arzobispo Secretario

**************************************************************************


CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA
RITO DEL EXORCISMO
 (Traducción personal)

PRESENTACIÓN

1. La Conferencia Episcopal italiana, publicando el "rito de exorcismo, traducción integral del De exorcismis et quibusdam del supplicationibus, aprobado por decreto de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos en 22 de noviembre de 1998, conscientes de ofrecer a los pastores de almas y, en particular, a los exorcistas un libro litúrgico que en la situación actual de nuestro país responde a una sentida necesidad.


EL CONTEXTO CULTURAL Y RELIGIOSO ITALIANO

2. El nuevo "rito de exorcismo» ve la luz en una situación cultural marcada por una amplia difusión de las prácticas culturales abiertamente supersticiosas o desviadas.

La carencia en muchas personas de una incisiva experiencia de fe y de sólidas convicciones religiosas, la pérdida de algunos importantes valores cristianos y el oscurecimiento del sentido profundo de la vida se combinan para crear un ambiente de incertidumbre e inseguridad, que a su vez promueve el uso de las formas de adivinación, a prácticas religiosas impregnadas de superstición, las expresiones rituales de magia y a veces incluso ritos muy aberrantes, tales como la adoración a Satanás.


3. De la experiencia pastoral resulta que, en algunos círculos, la superstición y la magia coexisten con el progreso científico y tecnológico;

Apenas sorprende tanto si tenemos en cuenta que la ciencia y la tecnología no son capaces de dar respuestas a la últimos problemas de la existencia, no siendo competente en los fines, sólo en los medios.

De hecho es posible que en algunos casos, la eficacia científica y técnica, estimulando el deseo de éxito, puede predisponer al alma a la búsqueda de la eficacia mágica, confiriendo a las prácticas supersticiosas una pátina de respetabilidad y de cientificidad, sugiriendo conexiones con la medicina, la psicología, la psiquiatría, la informática, ofreciendo la ayuda mágica para el desarrollo empresarial de gran tamaño, con un considerable movimiento de capitales.


4. en el contexto cultural actual, hay un interés generalizado y malsano por la cuestión demoníaca, a la cual los medios sociales han ayudado a dar resonancia y apoyo.

Por otro lado, en amplios sectores de la cultura contemporánea es a menudo subestimada o negada la presencia y acción de Satanás en la historia y en la vida personal.

A menudo se toma el pretexto del lenguage, imaginario y mítico, del cual a veces se sirve la Escritura, la Tradición y la predicación popular, para rechazar, sin el necesario discernimiento, junto a la forma verbal también el real contenido de la Revelación y la doctrina de la Iglesia.

5. El discípulo de Cristo, a la luz del Evangelio y de la enseñanza de la Iglesia, cree que el diablo y los demonios existen y actúan en la historia personal y comunitaria de los hombres.

El Evangelio, en efecto, describe la obra de Jesús como una lucha contra Satanás (cf. Mc l, 23-28. 32-34,39; 3, 22-30 y passim).

También la vida de sus discípulos implica una batalla, no contra criaturas de sangre y carne, sino contra los principados y potestades, contra los gobernantes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal» (Ef 6, 12).

 6. Jesucristo ganó a Satanás y definitivamente ha destruido el dominio del espíritu malo (cf. Col 2, 15; Ef 1, 21; Ap 12, 7-12), él es "el más fuerte» que ganó a "el fuerte"(cf. Lc 11, 22).

Con el poder del espíritu, Santo y santificador, continúa incesantemente este trabajo victorioso. En su victoria tambien nosotros hemos vencido.

Para aquellos que están arraigados en Cristo el miedo al diablo, entendido [el miedo] como el estado de ánimo que paraliza la vida y lo hace sombrío, no tiene ninguna razón de ser.

La lucha contra el mal compromete incesantemente al creyente, pero ahora ya no puede ser causa de desesperación, en cuanto [el católico] tiene la certeza de que el mal ya fue derrotado y su poder es limitado.

Es necesaria una actitud de vigilancia permanente, según la advertencia del apóstol Pedro:

“Sé paciente, vigila. Tu enemigo, el diablo, anda alrededor como león rugiente buscando a quien devorar. Resistidle firmes en la fe "(1 Pt 5, 8-9).


 7. La vigilancia debe ejercerse sobre todo contra la acción ordinaria de Satanás, quien continúa tentando a los hombres hacia el mal.


La tentación es el peligro más grave y perjudicial, en la medida en que se opone al diseño salvador de Dios y a la construcción del Reino.


Satanás es capaz de aprovecharse del hombre realmente en aquello que tiene más íntimo y valioso cuando, con un acto libre y personal, se apodera de él por medio del pecado.


Por este motivo el creyente vigila para no ser engañado y ruega cada día con la palabra de Jesús: "Padre, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal" (Mt 6, 13).

Por el contrario el fenómeno diabólico extraordinario de posesión, de la obsesión, de la vejación y de la infestación son posibles, pero de hecho, en opinión de los expertos, son raros.

[Comentario: este párrafo fue escrito el 2001, en el inicio del repunte del fenómeno de la posesiones y con la tradición del desinterés episcopal en relación con los exorcismos; actualmente no son raros sino más frecuentes, como lo demuestra el nombramiento de 8 exorcistas en la archidiócesis de Madrid el 2013].


Provocan un gran sufrimiento, pero por sí mismos no alejan de Dios y no tienen la gravedad del pecado.


Por lo tanto sería absurdo prestar mucha atención a la posible presencia del mal en algunos fenómenos inusuales y despreocuparse acerca de la realidad cotidiana de la tentación y el pecado, en que Satanás, “asesino desde el principio” y “padre de la mentira” (Jn 8, 44), está sin duda en dicha obra.


 8. la propagación actual de las manifestaciones supersticiosas, de la magia y el satanismo requiere de la solicitud pastoral, para mantener viva que puede ayudar a su publicación y el uso adecuado del Rito mismo. En este sentido es necesario por parte de los pastores de almas:


- reclamar, con sabiduría y prudencia, al fiel a no a tratar de buscar lo sensacional y evitar la credulidad estúpida que ve la intervención diabólica en cada anomalía y dificultad, así como la preconcepción del racionalismo que excluye a priori cualquier forma de intervención del Maligno en la intervención del mundo;


- advertir a los fieles contra los libros, programas de televisión, información de medios de comunicación que con fines de lucro explotan el interés generalizado en fenómenos inusuales o malsanos;

- exhortar a los fieles no a recurrir a la práctica de la magia o si profesan los detentadores de los poderes ocultos o mediador o presuntamente haber recibido poderes especiales. Si tiene alguna duda sobre la presencia de una influencia diabólica debe girar primeramente al discernimiento de los sacerdote exorcista y al sostenimiento de la gracia ofrecida por la Iglesia, especialmente en los sacramentos;

- presentar el sentido auténtico de la lengua utilizada por la Sagrada Escritura y la Tradición y dejar madurar en los cristianos una actitud correcta con respecto a la presencia y acción de Satanás en el mundo.


- recordar en la catequesis y en la predicación que la superstición, la magia y, con mayor razón, el satanismo, van contra la dignidad y la racionalidad humana y a la fe en Dios Padre Todopoderoso y en Jesucristo nuestro Salvador.


 9. La verdadera vida cristiana se confía en el abandono al providente amor paternal de Dios (cf. LC 12, 22-31), obediencia a su voluntad (cf. MT 6, 10).


Se funda en el bautismo, se alimenta con la lectura asidua de la palabra de Dios y con la frecuente participación en la Eucaristía; se restaura con el Sacramento de la reconciliación;


recibe un posterior apoyo y especificación con los otros sacramentos y sin olvidar finalmente los sacramentales, los ritos de bendición instituidos por la iglesia para alabar a Dios e invocar su protección en las diversas situaciones de la vida.


El discípulo de Cristo, para superar dificultades y cumplir los deseos y proyectos justos, se une a la confianza en Dios con un compromiso providente y responsable, utilizando adecuadamente los medios puestos a disposición por el progreso científico y tecnológico.


Él sabe que la fe cristiana es incompatible con la superstición, brujería y satanismo, y que es el mejor aliado del empeño responsable del hombre.



EL RITO DE EXORCISMO


10. En la lucha contra Satanás, la Iglesia acompaña al fiel con la oración y la invocación de la presencia efectiva de Cristo.

Ésta es de hecho la tradición pastoral ordinaria de la iglesia, que prevé los ritos del exorcismo en la celebración del bautismo.

En los casos previstos, lo hace específicamente con el sacramental de exorcismo, que pide al Señor la victoria sobre Satanás.


 11. El Ministro del rito de exorcismo es estrictamente un sacerdote que por su piedad, conocimiento, prudencia e integridad de la vida es considerado por el Ordinario como idóneo para tal ministerio y por él expresamente autorizado para ejercerla.


 12. El sacerdote exorcista procederá a la celebración del exorcismo en la forma imperativa sólo después de llegar a la certeza moral sobre la realidad de la posesión diabólica del sujeto.


En el discernimiento se servirá primer uso de criterios de discernimiento tradicionalmente utilizados para identificar los casos de posesión demoníaca (cf. Premisas generales, nº 16) y puede valerse de la confrontación con los exorcistas sacerdotes de consolidada experiencia y, en algunos casos, el asesoramiento de expertos en medicina y psiquiatría.


Frente a los trastornos psíquicos o físicos de difícil interpretación, el sacerdote no procederá al rito de exorcismo mayor, pero también ayudará a la gente que sufre con la caridad, lo encomendará al Señor y le invitará a utilizar las oraciones del «Rito de exorcismo» para uso privado (cf. Apéndice II, oraciones privadas de los fieles).

13. El exorcismo debe desenvolverse en un ambiente de fe y oración humilde y confiada, con el fin de evitar cualquier impresión de eficacia automática: la liberación de la influencia del mal ocurre si Dios quiere.


Si como se indica en el párrafo 35 de la Introducción, si también hay presentes algunos fieles estos son exhortados a orar intensamente según el Ritual.


Muy apropiadamente, en una visión de fe, el "rito de exorcismo» tiene la fórmula deprecativa o cualquiera demanda (nº 61, 81 y 83) se considera una prioridad sobre la fórmula imperativa (nº 62, 82, 84).


Prescribe: "el exorcista, dice la fórmula invocativa de exorcismo mayor.


Si lo considera apropiado, añadir la fórmula obligatoria "(nº 60).


14. Es conveniente que los exorcistas de la misma diócesis se encuentren en algún momento entre ellos y con el obispo, para compartir sus experiencias y reflexionar juntos.


Parece oportuno que otros encuentros similares se celebren periódicamente a nivel interdiocesano y nacional.


15. El "rito de exorcismo"ofrece en el Apéndice I (núms. 1-12) una serie de celebraciones y oraciones, diferentes de las del exorcismo verdadero y propio, que puede utilizarse por los fieles, sea personal o sea comunitariamente bajo la dirección de un sacerdote.

Es justo que los hermanos sufrientes sean acompañados por la ayuda orante de la comunidad cristiana, pero en tales encuentros de oración debe ser cuidadosamente evitado todo abuso y ambigüedad.


Por esta razón es importante hacer referencia a las directrices de la Congregación para la Doctrina de la Fe en la Instrucción sobre las oraciones para obtener la curación de Dios.

16. Sin perjuicio de la confidencialidad con que normalmente se celebra, el rito de exorcismo no es privado, sino un evento que afecta a toda la comunidad.


El exorcista es un miembro de la comunidad, actua en nombre de Cristo y que, en nombre de la Iglesia, ejercita un Ministerio específico.

Incluso el fiel que pide el exorcismo es un miembro de la comunidad, uno de los miembros de la comunidad que debe amar con un amor preferencial: cuando está en el poder del maligno, de hecho, él es de los más pobres entre los pobres, que necesitan ayuda, comprensión y consuelo.


Por lo tanto, el ministerio de exorcista, además de liberación, también es un ministerio de consolación.


17. Esperamos que este nuevo libro litúrgico, valiosa herramienta para la oración y el estímulo para una acción pastoral iluminada, podrían impulsar un barrio lleno de caridad junto a mucha gente oprimida por el sufrimiento, por lo que un testigo de la presencia de Cristo Salvador que ganó todos los enemigos de la energía de la vida.

Roma, 17 de mayo, 2010

**************************************************************************

CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE

INSTRUCCIÓN
SOBRE LAS ORACIONES PARA OBTENER DE DIOS LA CURACIÓN

INTRODUCCIÓN

El anhelo de felicidad, profundamente radicado en el corazón humano, ha sido acompañado desde siempre por el deseo de obtener la liberación de la enfermedad y de entender su sentido cuando se experimenta. Se trata de un fenómeno humano que, interesando de una manera u otra a toda persona, encuentra en la Iglesia una resonancia particular.

En efecto, la enfermedad se entiende como medio de unión con Cristo y de purificación espiritual y, por parte de aquellos que se encuentran ante la persona enferma, como una ocasión para el ejercicio de la caridad

Pero no sólo eso, puesto que la enfermedad, como los demás sufrimientos humanos, constituye un momento privilegiado para la oración: sea para pedir la gracia de acoger la enfermedad con fe y aceptación de la voluntad divina, sea para suplicar la curación.

[En relación con la enfermedad y su sentido espiritual, ver la Carta Apostólica Salvificis doloris de Juan Pablo II].

La oración que implora la recuperación de la salud es, por lo tanto, una experiencia presente en toda época de la Iglesia, y naturalmente lo es en el momento actual. Lo que constituye un fenómeno en cierto modo nuevo es la multiplicación de encuentros de oración, unidos a veces a celebraciones litúrgicas, cuya finalidad es obtener de Dios la curación, o mejor, las curaciones. En algunos casos, no del todo esporádicos, se proclaman curaciones realizadas, suscitándose así esperanzas de que el mismo fenómeno se repetirá en otros encuentros semejantes. En este contexto a veces se apela a un pretendido carisma de curación.

Semejantes encuentros de oración para obtener curaciones plantean además la cuestión de su justo discernimiento desde el punto de vista litúrgico, con particular atención a la autoridad eclesiástica, a la cual compete vigilar y dar normas oportunas para el recto desarrollo de las celebraciones litúrgicas.

Ha parecido, por tanto, oportuno publicar una Instrucción que, a norma del can. 34 del Código de Derecho Canónico, sirva sobre todo para ayudar a los Ordinarios del lugar, de manera que puedan guiar mejor a los fieles en esta materia, favoreciendo cuanto hay de bueno y corrigiendo lo que se debe evitar. Era preciso, sin embargo, que las disposiciones disciplinares tuvieran con punto de referencia un marco doctrinal bien fundado, que garantizara su justa orientación y aclarara su razón normativa. Con este fin, la Congregación par la Doctrina de la Fe, simultáneamente a la susodicha Instrucción, publica una Nota doctrinal sobre la gracia de la curación y las oraciones para obtenerla.

I. ASPECTOS DOCTRINALES

1. Enfermedad y curación: su sentido y valor en la economía de la salvación

"El hombre está llamado a la alegría, pero experimenta diariamente tantísimas formas de sufrimiento y de dolor".(1) Por eso el Señor, al prometer la redención, anuncia el gozo del corazón unido a la liberación del sufrimiento (cf. Is 30,29; 35,10; Ba 4,29). En efecto, Él es "aquel que libra de todo mal" (Sab 16, 8).

Entre los sufrimientos, aquellos que acompañan la enfermedad son una realidad continuamente presente en la historia humana, y son también parte del profundo deseo del hombre de ser liberado de todo mal. Pero la enfermedad se manifiesta con un carácter ambivalente, ya que por una parte se presenta como un mal cuya aparición en la historia está vinculada al pecado y del cual se anhela la salvación, y por otra parte puede llegar a ser medio de victoria contra el pecado.

En el Antiguo Testamento, "Israel experimenta que la enfermedad, de una manera misteriosa, se vincula al pecado y al mal". (2)

Entre los castigos con los cuales Dios amenazaba al pueblo por su infidelidad, encuentran un amplio espacio las enfermedades (cf. Dt 28, 21-22.27-29.35). El enfermo que implora de Dios la curación confiesa que ha sido justamente castigado por sus pecados (cf. Sal 37[38]; 40[41]; 106[107], 17-21).

Pero la enfermedad hiere también a los justos, y el hombre se pregunta el porqué. En el libro de Job este interrogante atraviesa muchas de sus páginas.

"Si es verdad que el sufrimiento tiene un sentido como castigo cuando está unido a la culpa, no es verdad, por el contrario, que todo sufrimiento sea consecuencia de la culpa y tenga carácter de castigo. La figura del justo Job es una prueba elocuente en el Antiguo Testamento… Si el Señor consiente en probar a Job con el sufrimiento, lo hace para demostrar su justicia. El sufrimiento tiene carácter de prueba".(3)

La enfermedad, aún teniendo aspectos positivos en cuanto demostración de la fidelidad del justo y medio para compensar la justicia violada por el pecado, y también como ocasión para que el pecador se arrepienta y recorra el camino de la conversión, sigue siendo un mal. Por eso el profeta anuncia un tiempo futuro en el cual no habrá desgracias ni invalidez, ni el curso de la vida será jamás truncado por la enfermedad mortal (cf. Is 35, 5-6; 65, 19-20).

Sin embargo, es en el Nuevo Testamento donde encontramos una respuesta plena a la pregunta de por qué la enfermedad hiere también al justo. En su actividad pública, la relación de Jesús con los enfermos no es esporádica, sino constante. Él cura a muchos de manera admirable, hasta el punto de que las curaciones milagrosas caracterizan su actividad: "Jesús recorría todas las ciudades y aldeas; enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanado toda enfermedad y toda dolencia" (Mt 9, 35; cf. 4, 23).

Las curaciones son signo de su misión mesiánica (cf. Lc 7, 20-23). Ellas manifiestan la victoria del Reino de Dios sobre todo tipo de mal y se convierten en símbolo de la curación del hombre entero, cuerpo y alma. En efecto, sirven para demostrar que Jesús tiene el poder de perdonar los pecados (cf. Mc 2, 1-12), y son signo de los bienes salvíficos, como la curación del paralítico de Bethesda (cf. Jn 5, 2-9.19.21) y del ciego de nacimiento (cf. Jn 9).

También la primera evangelización, según las indicaciones del Nuevo testamento, fue acompañada de numerosas curaciones prodigiosas que corroboraban la potencia del anuncio evangélico. Ésta había sido la promesa hecha por Jesús resucitado, y las primeras comunidades cristianas veían su cumplimiento en medio de ellas:

"Estas son las señales que acompañarán a los que crean: (…) impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Mc 16, 17-18).

La predicación de Felipe en Samaría fue acompañada por curaciones milagrosas:

"Felipe bajó a una ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. La gente escuchaba con atención y con un mismo espíritu lo que decía Felipe, porque le oían y veían las señales que realizaba; pues de muchos posesos salían los espíritus inmundos dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos quedaron curados" (Hch 8, 5-7).

San Pablo presenta su anuncio del Evangelio como caracterizado por signos y prodigios realizados con la potencia del Espíritu:

"Pues no me atreveré a hablar de cosa alguna que Cristo no haya realizado por medio de mí para conseguir la obediencia de los gentiles, de palabra y de obra, en virtud de señales y prodigios, en virtud del Espíritu de Dios" (Rm 15, 18-19; cf. 1 Ts 1, 5; 1 Co 2, 4-5).

No es en absoluto arbitrario suponer que tales signos y prodigios, manifestaciones de la potencia divina que asistía la predicación, estaban constituidos en gran parte por curaciones portentosas. Eran prodigios que no estaban ligados exclusivamente a la persona del Apóstol, sino que se manifestaban también por medio de los fieles:

"El que os otorga, pues, el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace porque observáis la ley o porque tenéis fe en la predicación" (Ga 3, 5).

La victoria mesiánica sobre la enfermedad, así como sobre otros sufrimientos humanos, no se da solamente a través de su eliminación por medio de curaciones portentosas, sino también por medio del sufrimiento voluntario e inocente de Cristo en su pasión y dando a cada hombre la posibilidad de asociarse a ella. En efecto,

"el mismo Cristo, que no cometió ningún pecado, sufrió en su pasión penas y tormentos de todo tipo, e hizo suyos los dolores de todos los hombres: cumpliendo así lo que de Él había escrito el profeta Isaías (cf. Is 53, 4-5)".(4)

Pero hay más:

"En la cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. (…) Llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo". (5)

La Iglesia acoge a los enfermos no solamente como objeto de su cuidado amoroso, sino también porque reconoce en ellos la llamada "a vivir su vocación humana y cristiana y a participar en el crecimiento del Reino de Dios con nuevas modalidades, incluso más valiosas.

Las palabras del apóstol Pablo han de convertirse en su programa de vida y, antes todavía, son luz que hace resplandecer a sus ojos el significado de gracia de su misma situación:

"Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24). (6)

Precisamente haciendo este descubrimiento, el apóstol alcanzó la alegría:

"Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros" (Col 1, 24)".

Se trata del gozo pascual, fruto del Espíritu Santo. Y, como San Pablo, también

"muchos enfermos pueden convertirse en portadores del "gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones" (1 Ts 1, 6) y ser testigos de la Resurrección de Jesús".(7)

2. El deseo de curación y la oración para obtenerla.

Supuesta la aceptación de la voluntad de Dios, el deseo del enfermo de obtener la curación es bueno y profundamente humano, especialmente cuando se traduce en la oración llena de confianza dirigida a Dios.

A ésta exhorta el Sirácida:

"Hijo, en tu enfermedad no te deprimas, sino ruega al Señor, que él te curará" (Si 38, 9). Varios salmos constituyen una súplica por la curación (cf. Sal 6, 37[38]; 40[41]; 87[88]).

Durante la actividad pública de Jesús, muchos enfermos se dirigen a Él, ya sea directamente o por medio de sus amigos o parientes, implorando la restitución de la salud. El Señor acoge estas súplicas y los Evangelios no contienen la mínima crítica a tales peticiones. El único lamento del Señor tiene qué ver con la eventual falta de fe:

"¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!" (Mc 9, 23; cf. Mc 6, 5-6; Jn 4, 48).

No solamente es loable la oración de los fieles individuales que piden la propia curación o la de otro, sino que la Iglesia en la liturgia pide al Señor la curación de los enfermos.

Ante todo, dispone de un sacramento "especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad: la Unción de los enfermos".(8)

"En él, por medio de la unción, acompañada por la oración de los sacerdotes, la Iglesia encomienda los enfermos al Señor sufriente y glorificado, para que les dé el alivio y la salvación". (9)

Inmediatamente antes, en la Bendición del óleo, la Iglesia pide:

"infunde tu santa bendición, para que cuantos reciban la unción con este óleo sean confortados en el cuerpo, en el alma y en el espíritu, y sean liberados de todo dolor, de toda debilidad y de toda dolencia"; (10)

y más tarde, en los dos primeros formularios de oración después de la unción, se pide la curación del enfermo.(11)

Ésta, puesto que el sacramento es prenda y promesa del reino futuro, es también anuncio de la resurrección, cuando

"no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado" (Ap 21, 4).

Además, el Missale Romanum contiene una Misa pro infirmis y en ella, junto a las gracias espirituales, se pide la salud de los enfermos.(12)

En el De benedictionibus del Rituale Romanum, existe un Ordo benedictionis infirmorum, en el cual hay varios textos eucológicos que imploran la curación: en el segundo formulario de las Preces (13), en las cuatro Orationes benedictionis pro adultis, (14) en las dos Orationes benedictionis pro pueris, (15) en la oración del Ritus brevior (16).

Obviamente, el recurso a la oración no excluye, sino que al contrario anima a usar los medios naturales para conservar y recuperar la salud, así como también incita a los hijos de la Iglesia a cuidar a los enfermos y a llevarles alivio en el cuerpo y en el espíritu, tratando de vencer la enfermedad.

En efecto,

"es parte del plan de Dios y de su providencia que el hombre luche con todas sus fuerzas contra la enfermedad en todas sus manifestaciones, y que se emplee, por todos los medios a su alcance, para conservarse sano". (17)

3. El carisma de la curación en el Nuevo Testamento.

No solamente las curaciones prodigiosas confirmaban la potencia del anuncio evangélico en los tiempos apostólicos, sino que el mismo Nuevo Testamento hace referencia a una verdadera y propia concesión hecha por Jesús a los Apóstoles y a otros primeros evangelizadores de un poder para curar las enfermedades.

Así, en el envío de los Doce a su primera misión, según las narraciones de Mateo y Lucas, el Señor les concede "poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia" (Mt 10, 1; cf. Lc 9, 1), y les da la orden:

"curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios" (Mt 10, 8).

También en la misión de los Setenta y dos discípulos, la orden del Señor es:

"curad a los enfermos que encontréis" (Lc 10, 9).

El poder, por lo tanto, viene conferido dentro de un contexto misionero, no para exaltar sus personas, sino para confirmar la misión.

Los Hechos de los Apóstoles hacen referencia en general a prodigios realizados por ellos:

"los Apóstoles realizaban muchos prodigios y señales" (Hch 2, 43; cf. 5, 12).

Eran prodigios y señales, o sea, obras portentosas que manifestaban la verdad y la fuerza de su misión.

Pero, aparte de estas breves indicaciones genéricas, los Hechos hacen referencia sobre todo a curaciones milagrosas realizadas por obra de evangelizadores individuales:

Esteban (cf. Hch 6, 8), Felipe (cf. Hch 8, 6-7), y sobre todo Pedro (cf. Hch 3, 1-10; 5, 15; 9, 33-34.40-41) y Pablo (cf. Hch 14, 3.8-10; 15, 12; 19, 11-12; 20, 9-10; 28, 8-9).

Tanto el final del Evangelio de Marcos como la carta a los Gálatas, como se ha visto más arriba, amplían la perspectiva y no limitan las curaciones milagrosas a la actividad de los Apóstoles o de a algunos evangelizadores con un papel de relieve en la primera misión. Bajo este aspecto, adquieren especial importancia las referencias a los "carismas de curación" (cf. 1 Co 12, 9.28.30).

El significado de carisma es, en sí mismo, muy amplio: significa "don generoso"; y en este caso se trata de "dones de curación ya obtenidos".

Estas gracias, en plural, son atribuidas a un individuo (cf. Co 12,9); por lo tanto, no se pueden entender en sentido distributivo, como si fueran curaciones que cada uno de los beneficiados obtiene para sí mismo, sino como un don concedido a una persona para que obtenga las gracias de curación en favor de los demás.

Ese don se concede in uno Spiritu, pero no se especifica cómo aquella persona obtiene las curaciones. No es arbitrario sobreentender que lo hace por medio de la oración, tal vez acompañada de algún gesto simbólico.

 En la Carta de Santiago se hace referencia a una intervención de la Iglesia, por medio de los presbíteros, en favor de la salvación de los enfermos, entendida también en sentido físico. Sin embargo, no se da a entender que se trate de curaciones prodigiosas; nos encontramos en un ámbito diferente al de los "carismas de curación" de 1 Co 12, 9.

"¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor lo levantará, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados" (St 5, 14-15).

Se trata de una acción sacramental: unción del enfermo con aceite y oración sobre él, no simplemente "por él", como si no fuera más que una oración de intercesión o de petición; se trata más bien de una acción eficaz sobre el enfermo. (18) Los verbos "salvará" y "levantará" no sugieren una acción dirigida exclusivamente, o sobre todo, a la curación física, pero en un cierto modo la incluyen.

El primero verbo ["salvará"], aunque en las otras ocasiones en aparece en la Carta se refiere a la salvación espiritual (cf. 1, 21; 2, 14; 4, 12; 5, 20), en el Nuevo Testamento se usa también en el sentido de curar (cf. Mt 9, 21; Mc 5, 28.34; 6, 56; 10, 52; Lc 8, 48);

el segundo verbo ["levantará"] , aunque asume a veces el sentido de "resucitar" (cf. Mt 10, 8; 11, 5; 14, 2), también se usa para indicar el gesto de "levantar" a la persona postrada a causa de una enfermedad, curándola milagrosamente (cf. Mt 9, 5; Mc 1, 31; 9, 27; Hch 3, 7).

4. Las oraciones litúrgicas para obtener de Dios la curación en la Tradición.

Los Padres de la Iglesia consideraban algo normal que los creyentes pidieran a Dios no solamente la salud del alma, sino también la del cuerpo. A propósito de los bienes de la vida, de la salud y de la integridad física, San Agustín escribía:

"Es necesario rezar para que nos sean conservados, cuando se tienen, y que nos sean concedidos, cuando no se tienen". (19)

El mismo Padre de la Iglesia nos ha dejado un testimonio acerca de la curación de un amigo, obtenida en su casa por medio de las oraciones de un Obispo, de un sacerdote y de algunos diáconos. (20)

La misma orientación se observa en los ritos litúrgicos tanto occidentales como orientales. En una oración después de la comunión se pide que

"el poder de este sacramento… nos colme en el cuerpo y en el alma" (21).

En la solemne acción litúrgica del Viernes Santo se invita a orar a Dios Padre omnipotente para que

"aleje las enfermedades… conceda la salud a los enfermos" (22).

Entre los textos más significativos se señala el de la bendición del óleo para los enfermos. Aquí se pide a Dios que infunda su santa bendición

"para que cuantos reciban la unción con este óleo obtengan la salud del cuerpo, del alma y del espíritu, y sean liberados de toda dolencia, debilidad y sufrimiento"(23).

No son diferentes las expresiones que se leen en los ritos orientales de la unción de los enfermos. Recordamos solamente algunas entre las más significativas.
En el rito bizantino, durante la unción del enfermo, se dice:

"Padre Santo, médico de las almas y de los cuerpos, que has mandado a tu Unigénito Hijo Jesucristo a curar toda enfermedad y a librarnos de la muerte, cura también a este siervo tuyo de la enfermedad de cuerpo y del espíritu que ahora lo aflige, por la gracia de tu Cristo"(24).

En el rito copto se invoca al Señor para que bendiga el óleo a fin de que todos aquellos que reciban la unción puedan obtener la salud del espíritu y del cuerpo. Más adelante, durante la unción del enfermo, los sacerdotes, después de haber hecho mención a Jesucristo, que fue enviado al mundo

"para curar todas las enfermedades a librar de la muerte", piden a Dios que "cure al enfermo de la dolencia del cuerpo y que le conceda caminar por la vía de la rectitud" (25).

5. Implicaciones doctrinales del "carisma de curación" en el contexto actual

Durante los siglos de la historia de la Iglesia no han faltado santos taumaturgos que han operado curaciones milagrosas. El fenómeno, por lo tanto, no se limita a los tiempos apostólicos; sin embargo, el llamado "carisma de curación" acerca del cual es oportuno ofrecer ahora algunas aclaraciones doctrinales, no se cuenta entre esos fenómenos taumatúrgicos.

La cuestión se refiere más bien a los encuentros de oración organizados expresamente para obtener curaciones prodigiosas entre los enfermos participantes, o también a las oraciones de curación que se tienen al final de la comunión eucarística con el mismo propósito.

Las curaciones ligadas a lugares de oración (santuarios, recintos donde se custodian reliquias de mártires o de otros santos, etc.) han sido testimoniadas abundantemente a través de la historia de la Iglesia. Ellas contribuyeron a popularizar, en la antigüedad y en el medioevo, las peregrinaciones a algunos santuarios que, también por esta razón, se hicieron famosos, como el de San Martín de Tours o la catedral de Santiago de Compostela, y tantos otros.

También actualmente sucede lo mismo, como por ejemplo en Lourdes, desde hace más de un siglo. Tales curaciones no implican un "carisma de curación", ya que no pueden atribuirse a un eventual sujeto de tal carisma, sin embargo, es necesario tener cuenta de las mismas cuando se trate de evaluar doctrinalmente los ya mencionados encuentros de oración.

Por lo que se refiere a los encuentros de oración con el objetivo preciso de obtener curaciones —objetivo que, aunque no sea prevalente, al menos ciertamente influye en la programación de los encuentros—, es oportuno distinguir entre aquellos que pueden hacer pensar en un "carisma de curación", sea verdadero o aparente, o los otros que no tienen ninguna conexión con tal carisma.

Para que puedan considerarse referidos a un eventual carisma, es necesario que aparezca determinante para la eficacia de la oración la intervención de una o más personas individuales o pertenecientes a una categoría cualificada, como, por ejemplo, los dirigentes del grupo que promueve el encuentro.

Si no hay conexión con el "carisma de curación", obviamente, las celebraciones previstas en los libros litúrgicos, realizadas en el respeto de las normas litúrgicas, son lícitas, y con frecuencia oportunas, como en el caso de la Misa pro infirmis. Si no respetan las normas litúrgicas, carecen de legitimidad.

En los santuarios también son frecuentes otras celebraciones que por sí mismas no están orientadas específicamente a pedirle a Dios gracias de curaciones, y sin embargo, en la intención de los organizadores y de los participantes, tienen como parte importante de su finalidad la obtención de la curación; se realizan por esta razón celebraciones litúrgicas, como por ejemplo, la exposición del Santísimo Sacramento con la bendición, o no litúrgicas, sino de piedad popular, animada por la Iglesia, como la recitación solemne del Rosario. También estas celebraciones son legítimas, siempre que no se altere su auténtico sentido.

Por ejemplo, no se puede poner en primer plano el deseo de obtener la curación de los enfermos, haciendo perder a la exposición de la Santísima Eucaristía su propia finalidad; ésta, en efecto,

"lleva a los fieles a reconocer en ella la presencia admirable de Cristo y los invita a la unión de espíritu con Él, unión que encuentra su culmen en la Comunión sacramental".(26)

El "carisma de curación" no puede ser atribuido a una determinada clase de fieles. En efecto, queda bien claro que San Pablo, cuando se refiere a los diferentes carismas en 1 Corintios 12, no atribuye el don de los "carismas de curación" a un grupo particular, ya sea el de los apóstoles, el de los profetas, el de los maestros, el de los que gobiernan o el de algún otro; es otra, al contrario, la lógica la que guía su distribución:

"Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad" (1 Co 12, 11).

En consecuencia, en los encuentros de oración organizados para pedir curaciones, sería arbitrario atribuir un "carisma de curación" a una cierta categoría de participantes, por ejemplo, los dirigentes del grupo; no queda otra opción que la de confiar en la libérrima voluntad del Espíritu Santo, el cual dona a algunos un carisma especial de curación para manifestar la fuerza de la gracia del Resucitado.

Sin embargo, ni siquiera las oraciones más intensas obtiene la curación de todas las enfermedades.

Así, el Señor dice a San Pablo:

"Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza" (2 Co 12, 9);

y San Pablo mismo, refiriéndose al sentido de los sufrimientos que hay que soportar, dirá

"completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24).

II. ASPECTOS DISCIPLINARES
Art. 1.

Los fieles son libres de elevar oraciones a Dios para obtener la curación. Cuando éstas se realizan en la Iglesia o en otro lugar sagrado, es conveniente que sean guiadas por un sacerdote o un diácono.

Art. 2.

Las oraciones de curación son litúrgicas si aparecen en los libros litúrgicos aprobados por la autoridad competente de la Iglesia; de lo contrario no son litúrgicas.

 Art. 3.

§ 1. Las oraciones litúrgicas de curación deben ser celebradas de acuerdo con el rito prescrito y con las vestiduras sagradas indicadas en el Ordo benedictionis infirmorum del Rituale Romanum. (27)

§ 2. Las Conferencias Episcopales, conforme con lo establecido en los Prenotanda, V, De aptationibus quae Conferentiae Episcoporum competunt, (28) del mismo Rituale Romanum, pueden introducir adaptaciones al rito de las bendiciones de los enfermos, que se retengan pastoralmente oportunas o eventualmente necesarias, previa revisión de la Sede Apostólica.

Art. 4.

§ 1. El Obispo diocesano (29) tiene derecho a emanar normas para su Iglesia particular sobre las celebraciones litúrgicas de curación, de acuerdo con el can. 838 § 4.

§ 2. Quienes preparan los mencionados encuentros litúrgicos, antes de proceder a su realización, deben atenerse a tales normas.

§ 3. El permiso debe ser explícito, incluso cuando las celebraciones son organizadas o cuentan con la participación de Obispos o Cardenales de la Santa Iglesia Romana. El Obispo diocesano tiene derecho a prohibir tales acciones a otro Obispo, siempre que subsista una causa justa y proporcionada.

Art. 5.


§ 1. Las oraciones de curación no litúrgicas se realizan con modalidades distintas de las celebraciones litúrgicas, como encuentros de oración o lectura de la Palabra de Dios, sin menoscabo de la vigilancia del Ordinario del lugar, a tenor del can. 839 § 2.

§ 2. Evítese cuidadosamente cualquier tipo de confusión entre estas oraciones libres no litúrgicas y las celebraciones litúrgicas propiamente dichas.

§ 3. Es necesario, además, que durante su desarrollo no se llegue, sobre todo por parte de quienes los guían, a formas semejantes al histerismo, a la artificiosidad, a la teatralidad o al sensacionalismo.

Art. 6.

El uso de los instrumentos de comunicación social, en particular la televisión, mientras se desarrollan las oraciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas, queda sometido a la vigilancia del Obispo diocesano, de acuerdo con el can. 823, y a las normas establecidas por la Congregación para la Doctrina de la Fe en la Instrucción del 30 de marzo de 1992.(30)

Art. 7.

§ 1. Manteniéndose lo dispuesto más arriba en el art. 3, y salvas las funciones para los enfermos previstas en los libros litúrgicos, en la celebración de la Santísima Eucaristía, de los Sacramentos y de la Liturgia de las Horas no se deben introducir oraciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas.

§ 2. Durante las celebraciones, a las que hace referencia el § 1, se da la posibilidad de introducir intenciones especiales de oración por la curación de los enfermos en la oración común o "de los fieles", cuando ésta sea prevista.

Art. 8. - Exorcismo

§ 1. El ministerio del exorcistado debe ser ejercitado en estrecha dependencia del Obispo diocesano, y de acuerdo con el can. 1172, la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe del 29 de septiembre de 1985 (31) y el Rituale Romanum. (32)

..........

(31) Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 29 de septiembre del 1985:

"Desde hace algunos años, ciertos grupos eclesiales multiplican reuniones para orar con la intención de obtener la liberación del influjo de los demonios, aun cuando no se trate de exorcismos propiamente dichos.

Tales reuniones son efectuadas bajo la dirección de laicos, incluso cuando está presente un sacerdote.

Dado que se ha preguntado a la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre tales hechos, este Dicasterio juzga necesario comunicar a todos los Ordinarios la siguiente respuesta:

1. El canon 1172 del Código de Derecho Canónico declara que a nadie es lícito realizar exorcismos sobre personas posesas, a no ser que el Ordinario del lugar haya concedido licencia peculiar y expresa para ello (§ 1), y determina también que esta licencia sólo puede ser concedida por el Ordinario del lugar a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida (§ 2). Por consiguiente se invita a los Obispos a urgir el cumplimiento de estos preceptos.

2. De estas prescripciones se sigue que no es lícito a los fíeles cristianos utilizar la fórmula de exorcismo contra Satanás y los ángeles apóstatas, contenida en el Ritual que fue publicado por orden del sumo pontífice León XIII; mucho menos les es lícito emplear el texto entero de este exorcismo. Los Obispos procuren amonestar a los fieles sobre este asunto cuando sea necesario.

3. Finalmente, por las mismas razones, se ruega a los Obispos que velen para que –aun en los casos que, excluida la auténtica posesión diabólica, parezcan revelar algún influjo del diablo– personas sin la debida autorización dirijan reuniones en las cuales se hagan oraciones para obtener la expulsión del demonio, oraciones que directamente interpelen a los demonios o traten de conocer la identidad de los mismos.

La formulación de estas normas de ningún modo debe disuadir a los fieles de rezar para que, como Jesús nos enseñó, sean libres del maligno (cr. Mt 6,13).

Además de eso, los Pastores podrán valerse de esta oportunidad para recordar lo que la Tradición de la Iglesia enseña respecto a la función propia de los Sacramentos y a propósito de la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, de los Ángeles y de los Santos en la lucha espiritual de los cristianos contra los espíritus malignos.


............


§ 2. Las oraciones de exorcismo, contenidas en el Rituale Romanum, debe permanecer distintas de las oraciones usadas en las celebraciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas.

§ 3. Queda absolutamente prohibido introducir tales oraciones en la celebración de la Santa Misa, de los Sacramentos o de la Liturgia de las Horas.
 

Art. 9.

Quienes guían las celebraciones, litúrgicas o no, se deben esforzar por mantener un clima de serena devoción en la asamblea y usar la prudencia necesaria si se produce alguna curación entre los presentes; concluida la celebración, podrán recoger con simplicidad y precisión los eventuales testimonios y someter el hecho a la autoridad eclesiástica competente.

Art. 10.

La intervención del Obispo diocesano es necesaria cuando se verifiquen abusos en las celebraciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas, en caso de evidente escándalo para comunidad de fieles y cuando se produzcan graves desobediencias a las normas litúrgicas e disciplinares.

El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en el curso de la audiencia concedida al Prefecto, ha aprobado la presente Instrucción, decidida en la reunión ordinaria de esta Congregación, y ha ordenado su publicación.

Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 14 de semptiembre de 2000, Fiesta de la Exaltacion de la Cruz.

+ Ioseph Card. RATZINGER
Prefecto

+ Tarcisio BERTONE, S.D.B.
Arzobispo emérito de Vercelli
Secretario

NOTAS:

(1) JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Christifideles laici, n. 53, AAS 81(1989), p. 498.

(2) Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1502.

(3) JUAN PABLO II, Carta Apostólica Salvificis doloris, n. 11, AAS 76(1984), p. 212.

(4) Rituale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, Auctoritate Pauli PP. VI promulgatum, Ordo Unctionis Infirmorum eorunque Pastoralis Curae, Edtio tyipica, Typis Polyglottis Vaticanis, MCMLXXII, n. 2.

(5) JUAN PABLO II, Carta Apostólica Salvificis doloris, n. 19, AAS 76(1984), p. 225.

(6) JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Christifideles laici, n. 53, AAS 81(1989), p. 499.

(7) Ibid., n. 53.

(8) Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1511.

(9) Cf. Rituale Romanum, Ordo Unctionis Infirmorum eorunque Pastoralis Curae, n. 5.

(10) Ibid., n. 75.

(11) Ibid., n. 77.

(12) Missale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, Auctoritate Pauli PP. VI promulgatum, Edtio typica altera, Typis Polyglottis Vaticanis, MCMLXXV, pp. 838-839.

(13) Cf. Rituale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, Auctoritate Ioannis Pauli PP. II promulgatum, De Benedictionibus, Edtio tyipica, Typis Polyglottis Vaticanis, MCMLXXXIV, n. 305.

(14) Cf. Ibid., nn. 306-309.

(15) Cf. Ibid., nn. 315-316.

(16) Cf. Ibid., n. 319.

(17) Rituale Romanum, Ordo Unctionis Infirmorum eorunque Pastoralis Curae, n. 3.

(18) Cf. CONCILIO DE TRENTO, secc. XIV, Doctrina de sacramento estremae unctionis, cap. 2: DS, 1696.

(19) AUGUSTINUS IPPONIENSIS, Espistulae 130, VI,13 (PL 33,499).

(20) Cf. AUGUSTINUS IPPONIENSIS, De Civitate Dei, 22, 8,3 (= PL 41,762-763).

(21) Cf. Missale Romanum, p. 563.

(22) Ibid., Oratio universalis, n. X (Pro tribulatis, p. 256).

(23) Rituale Romanum, Ordo Unctionis Infirmorum eorunque Pastoralis Curae, n. 75.

(24) GOAR J., Euchologion sive Rituale Grecorum, Venetiis 1730, (Graz 1960), n. 338.

(25) DENZINGER H., Ritus Orientalium in administrandis Sacramentis, vv. I-II, Würzburg 1863 (Graz 1961), v. II, pp. 497-498.

(26) Rituale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, Auctoritate Pauli PP. VI promulgatum, De Sacra Communione et de Cultu Mysterii Eucharistici Extra Missam, Edtio tyipica, Typis Polyglottis Vaticanis, MCMLXXIII, n. 82.

(27) Cf. Rituale Romanum, De Benedictionibus, nn. 290-320.

(28) Ibid., n. 39.

(29) Y los que a él se equiparan, de acuerdo con el can. 381, § 2.

(30) Congregación Para La Doctrina De La Fe, Instrucción El Concilio Vaticano II, acerca de algunos aspectos del uso de los instrumentos de comunicación social en la promoción de la doctrina de la fe, 30 de marzo de 1992, Ciudad del Vaticano [1992].

(31) Congregatio Pro Doctrina Fidei, Epistula Inde ab aliquot annis, Ordinariis locorum missa: in mentem normae vigentes de exorcismis revocatur, 29 septembris 1985, in AAS 77(1985), pp. 1169-1170.

(32) Cf. Rituale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, Auctoritate Ioannis Pauli PP. VI promulgatum, De exorcismis et supplicationibus quibusdam, Edtio tyipica, Typis Polyglottis Vaticanis, MIM, Praenotanda, nn. 13-19.

****************************************************************************


RITUAL DE LOS EXORCISMOS
de 1998
(reformado el 2004)

INTRODUCCIÓN

A lo largo de la historia de la salvación, se hacen presentes las criaturas angélicas, ya sea prestando un servicio como mensajeros divinos, ya ayudando de manera misteriosa en la Iglesia; también aparecen criaturas espirituales caídas [= ángeles apostáticos], llamadas diabólicas, que, opuestas a Dios y a su voluntad salvífica consumada en Jesucristo, se esfuerzan por asociar al hombre en su propia rebelión contra Dios.1

En las Sagradas Escrituras, el Diablo y los demonios son llamados con varias apelaciones, entre las cuales, algunas muestran del algún modo, su naturaleza y origen.2

El Diablo, llamado Satanás, “serpiente antigua” y “dragón”, seduce él mismo a todo el orbe y lucha contra quienes guardan los mandatos de Dios y también contra quienes dan testimonio de Jesús (cf. Apoc. 12, 9.17)

Se lo designa “adversario de los hombres” (cf. 1 Ped. 5, 8) y “homicida desde el comienzo” (cf. Jn. 8, 44), cuando por el pecado hace al hombre sujeto a la muerte.

Dado que, por sus insidias provoca al hombre para la desobediencia a Dios, a este malvado se lo llama también “tentador” (cf. Mt. 4, 3 y 26, 36-44), “mentiroso” y “padre de la mentira” (cf . Jn. 8, 44): él obra con astucia y falsedad, como lo atestiguan el relato de la seducción de los primeros padres (cf. Gen. 3, 4.13), el intento de desviar a Jesús de la misión aceptada del Padre (cf. Mt. 4, 1-11; Mc. 1, 13; Lc. 4, 1-13) y su transfiguración en ángel de luz (cf. 2 Cor. 11, 14).

Se lo llama, también, “príncipe de este mundo” (cf. Jn. 12, 31 y 14, 30) en referencia a aquel ámbito que en su totalidad fue puesto en el Maligno (cf. 1 Jn. 5, 19) y no conoció la verdadera luz (cf. Jn. 1, 9-10), como también a aquellos que odian la Luz, que es Cristo, y arrastran a los hombres a las tinieblas.

Puede considerarse que a los demonios que, con el diablo, no acataron el principado de Dios (cf. Jud. 6), se hicieron réprobos (cf. 2 Ped. 2, 4), constituyen los espíritus del mal (cf. Ef. 6, 12) y se los llama “ángeles de Satanás” (Cf. Mt. 25, 41; 2 Cor. 12, 7; Apoc. 12, 7.9), les fue confiada cierta misión por su príncipe mayor. 3

Las obras de todos los espíritus inmundos, seductores (cf. Mt. 10, 1; Mc. 5, 8; Lc. 6, 18; 11, 26; Hech. 8, 7; 1 Tim 4, 1; Apoc. 18, 2) fue disuelta por la obra de Cristo (cf. 1 Jn. 3, 8).

Aunque “a la historia universal le invade la ardua lucha contra los poderes de las tinieblas” y “hasta el último día… persistirá”,4 Cristo, por su misterio pascual de muerte y resurrección, nos “libró de la esclavitud del diablo y del pecado5 derribando su poder y librando todas las cosas de su influencia maligna.

Con todo, dado que la dañosa y contraria acción del Diablo y de los demonios afecta a las personas, cosas y lugares y aparece de diversas maneras, la Iglesia, conocedora de que “estos tiempos son malos” (Ef. 5, 16), oró y ora para que los hombres sean librados de las insidias diabólicas.

1 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 332, 391, 414, 2851.

2 Cf. Ibidem, nn. 391-395, 397.

3 Cf. Ibidem, n. 394

4 Cf. Conc. Vat. II, Const. Past. “Gaudium et spes”, n. 37.

5 Cf. Ibidem, n. 22.

PRENOTANDO I

LA VICTORIA DE CRISTO
Y LA POTESTAD DE LA IGLESIA
CONTRA LOS DEMONIOS

1. La Iglesia cree firmemente que uno solo es el verdadero Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, único principio de todos los seres: creador de todo lo visible e invisible.6

Más aún, todas las cosas que Dios creó (cf. Col. 1, 16), las conserva y gobierna con su Providencia7 y nada hizo que no fuera bueno8; también “el diablo (…) y los otros demonios fueron creados por Dios ciertamente buenos por naturaleza, pero ellos se hicieron malos por sí mismos9 de donde puede pensarse que también ellos serían buenos si, de acuerdo a cómo habían sido creados, así hubiesen permanecido.

Debido al mal uso que hicieron de su natural excelencia y por no permanecer en la verdad (cf. Jn. 8, 44), sin transformarse en sustancialmente distintos, fueron separados del sumo Bien, a quien debieron adherirse.10

2. En realidad, el hombre ha sido creado a imagen de Dios “en la justicia y en la verdadera santidad” (Ef. 4, 24) y su dignidad requiere que obre según su conciencia y elección.11
Ahora bien, persuadido por el Maligno, el hombre abusó del don de su libertad y por esa desobediencia fue puesto bajo la potestad del diablo y de la muerte, convertido en siervo del pecado (cf. Gen. 3; Rom. 5, 12).12

Por esa razón, “en la universal historia de los hombres persiste la ardua lucha contra el poder de las tinieblas que, comenzado en el origen del mundo, persistirá hasta el último día, según lo dicho por el Señor (cf. Mt. 24, 13; 13, 24-30.36-43)”.13

3. El Padre omnipotente y misericordioso envió al Hijo de su amor al mundo para que librase a los hombres de la potestad de las tinieblas y lo trasladase a su reino (cf. Gal. 4, 5; Col. 1, 13).

Por lo tanto, Jesucristo, “primogénito de toda la creación” (Col. 1, 15), a fin de renovar al hombre viejo, vistió la carne del pecado, “para reducir a la impotencia, mediante su muerte, a aquel que tenía el dominio de la muerte, es decir, al demonio” (Heb. 2, 14) y, por el don del Espíritu Santo, transformase la naturaleza humana herida en una nueva criatura por medio de su Pasión, Muerte y Resurrección.14

4. En los días de su vida terrena, el Señor Jesús, vencedor de la tentación en el desierto (cf. Mt. 4, 1-11; Mc. 1, 13; Lc. 4, 1-13), expulsó por propia autoridad a Satanás y a otros demonios, imponiéndoles su divina voluntad (cf. Mt. 12, 27-29; Lc. 11, 19-20).

Haciendo el bien y sanando a todo los oprimidos por el diablo (cf. Hech. 10. 38), manifestó la obra de su salvación, para librar a los hombres del pecado así como del primer autor del pecado, Satanás, que es homicida desde el comienzo y el padre de la mentira (cf. Jn. 8, 44).15

5. Al llegar la hora de las tinieblas, el Señor “obediente hasta la muerte” (Filip. 2, 8), repelió el último ataque de Satanás (cf. Lc. 4, 13; 22, 53) por el poder de la Cruz16 y triunfó así sobre la soberbia del antiguo enemigo.

Esta victoria de Cristo fue manifestada en su gloriosa resurrección, cuando Dios lo levantó de entre los muertos y lo colocó a su derecha en los cielos sometiendo todas las cosas bajo sus pies (cf. Ef. 1, 21-22).

6. En el ejercicio de su ministerio, Cristo entregó a sus Apóstoles y a otros discípulos el poder para expulsar los espíritus inmundos (cf. Mt. 10, 1.8; Mc. 3, 14-15; 6, 7.13; Lc. 9, 1; 10, 17.18-20).

A ellos mismos, el Señor prometió el Espíritu Santo Paráclito, procedente del Padre por el Hijo, el cual argüiría al mundo acerca del juicio, porque el príncipe de este mundo ya fue juzgado (cf. Jn. 16, 7-11).

El Evangelio atestigua que entre los signos que caracterizarían a los creyentes, se encuentra la expulsión de los demonios (cf. Mc. 16, 17).

7. Por tanto, la Iglesia ejerció la potestad, recibida de Cristo, de expulsar a los demonios y repeler su influjo ya desde la época apostólica (cf. Hech. 5, 16; 8, 7; 16, 18; 19, 12) por lo cual, en el nombre de Jesús, ora continua y confiadamente, para ser ella misma librada del Maligno (cf. Mt. 6, 13).17

También en el mismo nombre, por virtud del Espíritu Santo, manda de diversos modos a los demonios que no impidan la tarea de la evangelización (cf. 1 Tes. 2, 18), y que restituya “al más fuerte” (cf. Lc. 11, 21-22) el dominio tanto del universo entero como de cada hombre.

Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraída de su dominio, se habla de exorcismo”.18

6 Cf. Conc. Lateran. IV, Cap. I “De fide catholica”, DS 800; Cf. Pablo VI, “Profesión de fe”, AAS 60 (1968) 436.

7 Cf. Conc. Vat. I, Const. Dogm. “Dei Filius de fide catholica”, cap. I. “De rerum omnium creatore”, DS 3003.

8 Cf. S. León Magno, Epístola “Quam laudabiliter ad Turribium”, c. 6, “De natura diaboli”, DS 286.

9 Conc. Lateran. IV, Cap. I “De FIDE católica”, DS 800.

10 Cf. S. León Magno, Epístola “Quam laudabiliter ad Turribium”, c. 6, “De natura diaboli”, DS 286.

11 Cf. Conc. Vat. II, Const. “Gaudium et Spes”, n. 17.

12 Cf. Conc. Trid., sesión V, Decretum de peccato originali, nn. 1-2, DS 1511-1512.

13 Conc. Vat. II, Const. “Gaudium et Spes”, n. 37 ; cf. ibidem, n. 13 ; 1 Jn 5, 19 ; Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 401, 407, 409, 1717.

14 Cf. 2 Cor 5, 17.

15 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 517, 549-550.

16 Cf. Misal Romano, Prefacio I de Pasión.

17 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2850-2854.

18 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1673

PRENOTANDO II
LOS EXORCISMOS EN EL MINISTERIO SANTIFICADOR DE LA IGLESIA

8. La antigua tradición de la Iglesia, guardada sin interrupción, atestigua que en el camino de la iniciación cristiana se anuncia con claridad y, de hecho comienza, la lucha espiritual contra la potestad del diablo (cf. Ef. 6, 12).

Los exorcismos que han de ser hechos de forma simple en el tiempo del catecumenado sobre los elegidos, se llaman exorcismos menores19; son las preces de la Iglesia para que aquellos elegidos, instruidos con el misterio liberador de Cristo, se libren de las secuelas del pecado y de la influencia del diablo, se fortalezcan en su camino espiritual y abran los corazones a los dones que el Salvador les ofrece.20

Finalmente, en la celebración del bautismo, los elegidos renuncian a Satanás y a sus fuerzas y poderes, y le oponen su propia fe en Dios uno y trino.

También en el bautismo de niños, se eleva la plegaria del exorcismo sobre los párvulos, “que habrán de experimentar las seducciones de este mundo y lucharán contra las insidias del demonio” para ser fortalecidos por la presencia de Cristo “en el camino de la vida”.21

Por el lavado de la regeneración bautismal, el hombre participa sobre la victoria de Cristo sobre el diablo y el pecado, cuando pasa “del estado de hijo del primer Adán al estado de gracia y “de adopción de los hijos” de Dios por obra del segundo Adán, Jesucristo,”22 y es liberado de la esclavitud del pecado, con la libertad con la que Cristo nos liberó (cf. Gal. 5, 1).

9. Los fieles, si bien han renacido en Cristo, experimentan sin embargo las tentaciones que hay en el mundo y, por lo tanto, deben vigilar en oración y sobriedad de vida, porque su enemigo “el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar” (1 Ped. 5, 8).

A él le deben resistir firmes en la fe “fortalecidos en el Señor con la fuerza de su poder” (Ef. 6, 10) y, sostenidos por la Iglesia que ruega para que sus hijos estén protegidos de toda perturbación,23 tomar fuerzas por la gracia de los sacramentos, en especial, mediante la asidua celebración de la penitencia, para llegar así a la plena libertad de los hijos de Dios (Cf. Rom. 8, 21)24.

10. Con todo, el misterio de la divina piedad resulta para nosotros bastante difícil de comprender25 cuando, permitiéndolo Dios, algunas veces ocurren casos de peculiares asechanzas o posesiones de parte del demonio sobre algún miembro del pueblo de Dios, iluminado por Cristo y llamado a caminar como hijo de la luz hacia la vida eterna.

Aun cuando el diablo no pueda traspasar los límites puestos por Dios, es entonces que se manifiesta claramente el misterio de la iniquidad que obra en el mundo (Cf. 2 Tes. 2, 7; Ef. 6, 12).

Esta forma de potestad del diablo sobre el hombre difiere de aquella otra que llamamos pecado y que deriva del pecado original.26

Sucediendo estas cosas, la Iglesia implora a Cristo, Señor y Salvador, y confiando en su virtud, otorga muchas ayudas al fiel atormentado o poseído para que sea liberado de estos males.

11. Entre estas ayudas, hay una de carácter más solemne, el exorcismo mayor,27 que es una celebración litúrgica.

El exorcismo, que “procura expulsar los demonios o librar del influjo demoníaco y constante con la autoridad espiritual que Cristo confió a su Iglesia”28 es una petición del género de los sacramentales, por lo tanto, es un signo sagrado con el cual “los efectos, especialmente espirituales, se significan y se obtienen por la impetración de la Iglesia”.29

12. En los exorcismos mayores, la Iglesia unida al Espíritu Santo, suplica para que Él mismo ayude nuestra debilidad (Cf. Rom. 8, 26) a fin de rechazar a los demonios para que no dañen a los fieles.

Confiada en aquél soplo divino con el cual el Hijo de Dios donó el Espíritu Santo después de su resurrección, la Iglesia obra en los exorcismos no en nombre propio sino únicamente en el nombre de Dios o de Cristo el Señor a quien deben obedecer todas las cosas, incluidos el diablo y los demonios.

19 Cf. Ritual Romano, Iniciación cristiana de adultos, n. 101; Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1673.

20 Cf. Ibidem n. 156.

21 Cf. Ritual Romano, Bautismo de niños, nn. 49, 86, 115, 221.

22 Conc. Trid., sesión VI, Decretum de iustificatione, Cap. IV, DS 1524.

23 Cf. Misal Romano, Embolismo que prolonga la Oración del Señor.

24 Cf. Gal. 5, 1; Ritual Romano de la Reconciliación, n.7.

25 Cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica “Reconciliatio et paenitentiae”, nn. 14-22; AAS 77 (1985). 206-207; y carta encíclica “Dominum et vivificantem”, n. 18; AAS 78 (1986) 826.

26 Cf. Conc. Trid. Sesión V, Decretum de peccato originali, cann. 4 y 5; DS 1514-1515.

27 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1673.

28 Cf. Ibidem.

29 Conc. Vat. II, Const. “Sacrosanctum Concilium”, n. 60.

PRENOTANDO III

EL MINISTRO
Y LAS CONDICIONES PARA EFECTUAR
EL EXORCISMO MAYOR

13. El ministerio de exorcizar a los poseídos se concede por especial y expresa licencia del Ordinario, que regularmente será el mismo obispo diocesano.30
Dicha licencia debe concederse únicamente a un sacerdote dotado de piedad, ciencia, prudencia e integridad de vida.31

Además debe estar preparado específicamente para este oficio.

Se exhorta al sacerdote, a quien se le encomiende el oficio de exorcista de manera estable o por un caso aislado, ejercitar esta delicada y caritativa tarea con humildad y confianza, bajo la dirección del obispo diocesano.

En este Ritual cuando se indica “exorcista”, siempre debe entenderse como el “sacerdote exorcista” que aquí se ha mencionado.

14. El exorcista, en caso de alguna, así llamada, intervención diabólica, debe observar la máxima circunspección y prudencia, imprescindible en estos casos.

En primer lugar no debe creer fácilmente que alguien que padece alguna enfermedad, especialmente psicológica, esté poseído por el demonio.32

Del mismo modo, no debe creer que hay posesión por la sola afirmación de alguien que expresa estar especialmente tentado, desolado o atormentado por el diablo, pues la persona podría estar engañada por la propia imaginación.

Por el contrario, es necesario advertir también, para no equivocarse, que el diablo usa artes y fraudes para engañar al hombre, para persuadir al endemoniado que no es necesario someterse a exorcismo alguno, que su padecimiento es natural y debe someterse simplemente a la ciencia médica.

Por lo tanto, siempre debe indagarse y quien es tenido como endemoniado debe ser especialmente tenido en cuenta para verificar si está realmente atormentado por el diablo.

15. También deben distinguirse los ataques diabólicos de los casos de credulidad mediante la cual algunos fieles juzgan que son objeto de maleficios, de mala suerte o maldiciones, ya sea ocasionados por otras personas contra ellos mismos o bien allegados contra sus bienes.

En estos casos, no debe acudirse de modo alguno al exorcismo, si bien no debe negarse la ayuda espiritual necesaria, sobre todo con oraciones aptas, de tal manera que encuentren la paz de Dios.

Tampoco ha de rehusarse la ayuda espiritual a los creyentes que quieren guardar fidelidad al Señor Jesús y al Evangelio y en quienes el Maligno sin entrar (cf. 1 Jn. 5, 18) tienta fuertemente.

En estos casos, pueden ser empleadas las preces y las súplicas adecuadas por un presbítero que no es exorcista e incluso por un diácono.

16. El exorcista, por lo tanto, debe proceder a celebrar el exorcismo sólo cuando tenga seguridad de la verdadera posesión demoníaca33 y, si fuera posible, con el consentimiento del mismo sujeto.

Según una probada praxis se juzgan como signos de la posesión demoníaca hablar con muchas palabras en una lengua desconocida o entender al que la habla, movilizar cosas distantes u ocultas, manifestar fuerzas por encima de la naturaleza de la edad o condición del sujeto poseso.

Estos signos pueden ser un indicio pero podrían no ser atribuidos necesariamente a la posesión diabólica en cuyo caso debe prestarse atención a otros posibles signos de índole espiritual o moral que pudieren manifestar, de algún modo, la intervención diabólica, como por ejemplo la aversión vehemente a Dios, al Santísimo Nombre de Jesús, a la Bienaventurada Virgen María y a los santos, a la Iglesia, a la Palabra de Dios, a los objetos sagrados, a los ritos, especialmente sacramentales y a las imágenes sagradas.

Conviene, finalmente, examinar la relación que existe de todos los signos indicados con la fe y la vida espiritual teniendo en cuenta que el Maligno es enemigo de Dios y de todo aquello que los fieles tienen para experimentar la acción salvífica de Dios en ellos.

17. Corresponde al exorcista juzgar con respecto a la necesidad de apelar al rito del exorcismo, después de realizar una diligente investigación, guardando siempre el secreto de confesión, y consultados, en cuanto sea posible, los expertos de vida espiritual; también, si fuere necesario podrá consultar a expertos en la ciencia médica y psiquiátrica que tengan sentido de las cosas espirituales.

18. En los casos que afecten a personas no católicas y en todo lo que parezca más difícil de discernir, llévese el asunto al obispo diocesano, quien por razones prudenciales podrá reclamar el parecer de algunos expertos antes de tomar la decisión acerca del exorcismo.

19. El exorcismo se realiza de tal manera que manifieste la fe de la Iglesia y que por nadie pueda ser considerado como una acción mágica o supersticiosa.

Debe cuidarse que el rito no se convierta en un espectáculo para los presentes.

De ningún modo se dé espacio a los medios de comunicación social mientras se realiza el exorcismo; tampoco corresponde divulgar la noticia del exorcismo antes o después de realizado, pues debe guardarse la debida discreción.

30 Cf. C.I.C., can. 1172 § 1.

31 Cf. Ibidem § 2.

32 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1673.

33 Cf. Benedicto XIV, Ep. “Sollicitudini”, 1 oct. 1745, n. 43; cf. C.I.C. 1917, can. 1152 §2.

PRENOTANDO IV

EL RITO QUE DEBE EMPLEARSE

20. En el rito que se propone, fuera de las fórmulas mismas del exorcismo, préstese una atención especial a aquellos gestos y aspectos rituales que tienen el primer lugar y sentido, por ejemplo aquellos que forman parte de la purificación en el camino catecumenal (el signo de la cruz, la imposición de las manos, el soplo, la aspersión con el agua bendita, etc.).

21. El rito comienza con la aspersión del agua bendita, con la cual se recuerda la purificación bautismal y el atormentado se defiende de las insidias del enemigo.

El agua puede bendecirse fuera del rito o dentro del rito antes de la aspersión y, si es oportuno, junto con una mezcla de sal.

22. Sigue la oración letánica con la cual se implora la intercesión de todos los santos sobre el atormentado.

23. Después de las preces letánicas el exorcista puede recitar uno o varios salmos que imploran la protección del Altísimo y proclaman la victoria de Cristo sobre el Maligno.

Los salmos pueden decirse de modo corrido o responsorial.

Terminado cada salmo, el exorcista puede añadir una oración sálmica.

24. Luego se proclama el Evangelio, como signo de la presencia de Cristo quien, por su propia Palabra en la proclamación de la Iglesia cura las enfermedades de los hombres.

25. A continuación el exorcista impone las manos sobre el atormentado, con lo cual se invoca el poder del Espíritu Santo, para que el diablo salga de aquel que por el bautismo fue hecho templo de Dios.

Al mismo tiempo puede soplar sobre el rostro del atormentado.

26. Se recita, entonces, el símbolo de la fe, o bien, se renueva la promesa de fe bautismal con la abjuración previa a Satanás.

Sigue la oración dominical, con la cual se implora al Dios y Padre nuestro que nos libre de todo mal.

27. Terminados los ritos precedentes, el exorcista muestra al atormentado el crucifijo que es fuente de toda bendición y gracia, y se hace la señal de la cruz sobre él señalando así la potestad de Cristo sobre el diablo.

28. Finalmente dice la fórmula deprecativa, con la cual se ruega a Dios, así como la fórmula imperativa, con la que el diablo, en nombre de Cristo, es conjurado directamente para que salga del atormentado.

No debe utilizarse la fórmula imperativa si no precedió la fórmula deprecativa, en cambio ésta puede emplearse sin aquélla.

29. Todos los pasos del rito indicados pueden repetirse cuantas veces sean necesarias tanto en la misma celebración (atendiendo a lo que se indica en el n. 34) como en otro momento, hasta que el atormentado sea liberado totalmente.

30. El rito concluye con el canto de acción de gracias, con la oración y la bendición.

PRENOTANDO V

OBSERVACIONES Y ADAPTACIONES

31. Conviene recordar que la raza de los demonios no puede ser expulsada sin ayuno y oración, por lo cual se recomienda, siguiendo el ejemplo de los Santos Padres, emplear estos dos remedios para pedir la ayuda divina, tanto por el mismo exorcista como por otros en cuanto sea posible.

32. Si fuera posible, el fiel atormentado debe rogar a Dios, ejercitar la mortificación, renovar frecuentemente la fe recibida en el bautismo, acudir al sacramento de la Reconciliación frecuentemente y fortalecerse con la sagrada Eucaristía, todo esto sobre todo, antes del exorcismo.

Del mismo modo pueden ayudar con la oración, los familiares, amigos, el confesor o director espiritual, sobre todo si al sujeto le facilita rezar con la ayuda y la presencia de otros fieles.

33. Si es posible, realícese el exorcismo en un oratorio o en otro lugar oportuno, apartado de la multitud, en donde esté destacada la imagen del crucifijo.

También debe tenerse en el lugar una imagen de la Bienaventurada Virgen María.

34. Teniendo en cuenta las características del atormentado, el exorcista puede usar de las varias opciones que le ofrece el rito, siempre siguiendo la estructura básica y optando por las fórmulas y oraciones que mejor se acomoden a las condiciones de la persona.

a. En primer lugar debe tenerse en cuenta el estado físico y psicofísico de la persona como también atender las variaciones posibles dentro del día y aun dentro de una misma hora.

b. Cuando no hay presencia ni siquiera de unos pocos fieles –que por prudencia y sabiduría podrían requerirse-, el exorcista debe recordar que la Iglesia está presente en él mismo y en el fiel atormentado y esto recuérdeselo a éste.

c. Procúrese siempre que el fiel atormentado, mientras es exorcizado, se concentre lo mejor posible y se convierta a Dios, reclamándole con profunda humildad y con fe firme la liberación.

Exhórteselo a tolerar con paciencia su situación sin desconfiar en el auxilio de Dios y en el ministerio de la Iglesia.

35. Si para la celebración del exorcismo parece oportuno que deba admitirse un grupo elegido de personas, debe indicarse a éstas que rueguen con empeño por el hermano atormentado ya sea de manera privada ya uniéndose en el rito, pero absteniéndose siempre de emitir cualquier fórmula de exorcismo tanto deprecativas como imperativas dado que éstas quedan reservadas al exorcista y solamente él puede pronunciarlas.

36. Es muy conveniente que el fiel librado del tormento exprese su acción de gracias a Dios por la paz recibida, haciéndolo solo o unido a sus familiares.

Además debe inducirse al fiel recuperado para que persevere en la oración, con ayuda de la Sagrada Escritura y que frecuente la celebración de la Reconciliación y la Eucaristía; invíteselo también a llevar una vida cristiana caracterizada por las obras de caridad y de amor fraterno hacia todos.

PRENOTANDO V

ADAPTACIONES QUE COMPETEN
A LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES

37. Pertenece a las Conferencias Episcopales:

a. Preparar las versiones de los textos, observando su integridad y cuidando su fidelidad.

b. Si se juzga oportuno, adaptar signos y gestos del mismo rito atendiendo a la cultura y al genio del pueblo, sometiendo las variaciones al consentimiento de la Santa Sede.

38. Además de la versión propia de los Prenotandos, que debe ser íntegra, si parece oportuno, las Conferencias Episcopales pueden añadir un “Directorio pastoral para el uso del exorcismo mayor”, con el cual los exorcistas puedan entender más profundamente la doctrina de los prenotandos, comprendan más plenamente la significación de los ritos y, con indicaciones de autores probados, conozcan el mejor modo de obrar, de hablar, de interrogar y de juzgar.

Estos directorios, que pueden componerse con la colaboración de sacerdotes versados en ciencia y madura experiencia por un largo ejercicio del ministerio del exorcismo, deben ser reconocidos por la Sede Apostólica, según la norma del derecho.


CAPÍTULO I

RITO DEL EXORCISMO MAYOR


Oración preparatoria para el exorcista [pro opportunitate]:

39. Antes de comenzar el rito del exorcismo, el ministro exorcista que ha de ejercerlo debe disponerse adecuadamente, según las circunstancias, diciendo la siguiente oración en secreto:

Domine Iesu Christe, Verbum Dei Patris

Señor Jesucristo,
Verbo [Palabra] de Dios Padre,
Dios de toda criatura,
que diste a tus Santos Apóstoles
la potestad de someter a los demonios en tu nombre
y de aplastar todo poder [fuerza] del enemigo.

Dios santo,
que al realizar tus milagros [obras admirables]
ordenaste: “ahuyentad [expulsad] los demonios”.

Dios fuerte,
por cuyo poder,
expulsado Satanás, derrotado,
cayó [Satanás] del cielo como un rayo [relámpago]:

ruego humildemente con temor y temblor
a tu santo nombre
para que fortalecido con [por] tu poder,
pueda arremeter con seguridad contra el espíritu maligno
que atormenta a esta criatura tuya.

Tú que vendrás a juzgar al mundo
por el fuego purificador
y en él a los vivos y los muertos.

Amén.

Dómine Iesu Christe, Verbum Dei Patris, 
Deus univérsae creatúrae, 
qui sanctis Apóstolis tuis potestatem dedisti 
daemonia subiciéndi in nómine tuo 
et super omnem calcándi virtútem inimíci; 
Deus sancte, 
qui inter cétera mirabília tua 
praecípere dignátus es: Dáemones effugate; 
Deus fortis, 
cuius virtúte Sátanas elísus 
tamquam fulgur de caelo cécidit: 
nomen sanctum tuum 
cum timóre ac tremóre supplíciter déprecor, 
ut tua poténtia munítus 
spíritum malígnum, 
qui hanc vexat creatúram tuam, 
fiduciáliter aggrédiar. 
Qui ventúrus es iudicáre vivos et mórtuos 
et sáeculum per ignem. 

Amen. 

Otras oraciones pueden ser añadidas: Apéndices I y II 

El exorcista puede añadir también otras oraciones, como por ejemplo:

- “En el nombre de Jesucristo…”: (Apéndice I, 7),

- “Bajo tu amparo”: (Apéndice I, 11),

- “Príncipe gloriosísimo San Miguel Arcángel”: (Apéndice I, 11, pro opportunitate),

- “Arcángel San Miguel, defiéndenos…”: (Apéndice II, invocación VI).



Ritos iniciales

40. El sacerdote exorcista accede al lugar de la celebración, con los ornamentos adecuados que, según la costumbre será el alba, o el sobrepelliz sobre la vestidura o traje talar, y la estola morada.

Hecha la debida reverencia al altar o, faltando éste, a la cruz, se encamina a la sede.
El exorcista y los fieles, de pie, hacen la señal de la cruz [santiguarse] de la manera habitual, mientras el exorcista, dirigido hacia los presentes, dice:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos responden:

Amén.

Versículos y responsorios: Deus Pater omnipotens; Dominus vobiscum

Luego el exorcista saluda a los fieles extendiendo las manos:

[Opción 1]

Dios, Padre omnipotente [todopoderoso],
que quiere que todos los hombres se salven,
esté con todos vosotros [ustedes].

Todos responden:

Y con tu espíritu.

[Opción 2]

El Señor esté con vosotros [ustedes].

Todos responden:

Y con tu espíritu.

Breves palabras para disponer a los presentes para la celebración [pro opportunitate]

Entonces, el sacerdote puede dirigirse con delicada humanidad [cordialidad] al fiel atormentado [vejado] por el diablo y a todos los demás presentes, y a través de breves palabras los dispondrá para la celebración.///

Bendición del agua [pro opportunitate], con las siguientes opciones:

Deus, qui ad salutem humani generis (41)
Domine Deus omnipotens (42)
Supplices te rogamus (43)


41. Si fuera oportuno, el exorcista bendice el agua, diciendo con las manos juntas una de las siguientes oraciones:

[Opción 1]: Bendición del agua

Deus, qui ad salutem humani generis

Dios,
que para la salvación del género humano,
hiciste brotar de las aguas el sacramento de la nueva vida,
escucha, con bondad, nuestra oración
e infunde el poder de tu bendición X sobre esta agua,
para que sirviendo a tus misterios,
asuma el efecto de la divina gracia
que espante los demonios y expulse las dolencias
y así, al ser rociados, tus fieles sean liberados de todo daño;

que en el sitio que será aspergido con esta agua,
no resida el espíritu del mal y se alejen todas las insidias del oculto enemigo;
haz que tus fieles,
manteniéndose firmes por la invocación de tu santo nombre
sean libres de todas las asechanzas.

Te lo pedimos, por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.


42. O bien:

[Opción 2]: Bendición del agua

Domine Deus omnipotens

Dios todopoderoso,
fuente y origen de la vida del alma y del cuerpo,
bendice X esta agua,
que vamos a usar con fe para implorar el perdón de nuestros pecados
y alcanzar la ayuda de tu gracia
contra toda enfermedad y asechanza del enemigo.

Concédenos, Señor, por tu misericordia,
que las aguas vivas siempre broten salvadoras,
para que podamos acercarnos a ti con el corazón limpio
y evitemos todo peligro de alma y cuerpo.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.


[Opción 3]: Bendición del agua con la mezcla de la sal

Supplices te rogamus

43. Si se hace la mezcla de la sal, en la bendición del agua, el exorcista la bendice
diciendo:

Te suplicamos, Dios todopoderoso,
que bendigas X en tu bondad esta sal creada por ti.
Tú mandaste al profeta Eliseo
arrojarla en el agua estéril para hacerla fecunda.

Concédenos, Señor,
que al recibir la aspersión
de esta agua mezclada con sal
nos veamos libres de los ataques del enemigo,
y la presencia del Espíritu Santo nos proteja siempre.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

Luego mezcla la sal con el agua, sin decir nada.


Aspersión del agua. Opciones:

Ecce aqua benedicta
Sit haec aqua suscepti Baptismatis memoria

44. Luego, el exorcista, asperge con el agua bendita al fiel atormentado, a los presentes y al lugar, diciendo:

[Opción 1]

Ecce aqua benedicta

Esta es el agua que Dios ha bendecido.

Que ella sea para nosotros fuente de salvación y de vida.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos responden:

Amén.

O bien:

[Opción 2]

Sit haec aqua suscepti Baptismatis memoria

Que esta agua nos recuerde que hemos sido bautizados
y con ella, hagamos memoria de Jesucristo,
que nos redimió con su muerte y resurrección.

Todos responden:

Amén.


Súplica litánica

Oración introductoria a la letanía: Omnipotentis Dei misericordiam

45. Después el exorcista, con estas u otras palabras semejantes, se dirige a los presentes y los invita a la oración:

Queridos hermanos,
supliquemos intensamente la misericordia de Dios
para que movido por la intercesión de todos los santos
atienda bondadosamente la invocación de su Iglesia
a favor de nuestro hermano (nuestra hermana) N.
que sufre gravemente.

Letanía

46. Enseguida el exorcista y los fieles, en la medida de las posibilidades, se arrodillan. Quien preside la celebración u otra persona comienza las letanías.

Pueden agregarse, en el lugar correspondiente, algunos nombres de santos o santas (por ejemplo, del patrono del lugar, del fiel atormentado, etc.) y también alguna intención especialmente apta para la situación.

Quienes participan se unen en las respuestas comunes.

Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.

Santa María, Madre de Dios, ruega por él (por ella).

San Miguel, Gabriel y Rafael, rueguen por él (por ella).

Todos los santos Ángeles de Dios, rueguen por él (por ella).

San Elías, ruega por él (por ella).

San Juan Bautista, ruega por él (por ella).

San José, ruega por él (por ella).

Todos los santos Patriarcas y Profetas, rueguen por él (por ella).

Santos Pedro y Pablo, rueguen por él (por ella).

San Andrés, ruega por él (por ella).

Santos Juan y Santiago, rueguen por él (por ella).

Todos los santos Apóstoles y Evangelistas, rueguen por él (por ella).

Santa María Magdalena, ruega por él (por ella).

Todos los santos Discípulos del Señor, rueguen por él (por ella).

San Esteban, ruega por él (por ella).

San Lorenzo, ruega por él (por ella).

Santas Perpetua y Felicidad, rueguen por él (por ella).

Todos los santos Mártires, rueguen por él (por ella).

San Gregorio, ruega por él (por ella).

San Ambrosio, ruega por él (por ella).

San Jerónimo, ruega por él (por ella).

San Agustín, ruega por él (por ella).

San Martín, ruega por él (por ella).

San Antonio, ruega por él (por ella).

San Benito, ruega por él (por ella).

Santos Francisco y Domingo, rueguen por él (por ella).

Santos Ignacio (de Loyola) y Francisco (Javier), rueguen por él (por ella).

San Juan María (Vianney), ruega por él (por ella).

Santa Catalina (de Siena), ruega por él (por ella).

Santa Teresa de Jesús, ruega por él (por ella).

Todos los Santos y Santas de Dios, rueguen por él (por ella).

* * * * *

Muéstrate propicio, líbranos (líbralo[a]), Señor.

De todo mal, líbranos (líbralo[a]), Señor.

De todo pecado, líbranos (líbralo[a]), Señor.

De las insidias del diablo, líbranos (líbralo[a]), Señor.

De la muerte eterna, líbranos (líbralo[a]), Señor.

Por tu nacimiento, líbranos (líbralo[a]), Señor.

Por tu santo ayuno, líbranos (líbralo[a]), Señor.

Por tu cruz y tu pasión, líbranos (líbralo[a]), Señor.

Por tu muerte y sepultura, líbranos (líbralo[a]), Señor.

Por tu santa resurrección, líbranos (líbralo[a]), Señor.

Por tu admirable ascensión, líbranos (líbralo[a]), Señor.

Por la venida del Espíritu Santo, Paráclito, líbranos (líbralo[a]), Señor.

* * * * *

Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

Tú que por nosotros fuiste tentado por el diablo, ten piedad de nosotros.

Tú que libraste a los atormentados de los espíritus inmundos, ten piedad de
nosotros.

Tú que diste a tus discípulos el poder sobre los demonios, ten piedad de
nosotros.

Tú que sentado a la derecha del Padre intercedes por nosotros, ten piedad de
nosotros.

Tú que vendrás a juzgar a vivos y muertos, ten piedad de nosotros.

* * * * *

Nosotros, que somos pecadores, te rogamos, óyenos.

Para que nos perdones, te rogamos, óyenos.

Para que nos indultes, te rogamos, óyenos.

Para que nos confortes y conserves en tu santo servicio, te rogamos, óyenos.

Para que eleves nuestras mentes hacia deseos celestiales, te rogamos, óyenos.

Para que concedas a tu Iglesia servirte con plena libertad, te rogamos, óyenos.

Para que le concedas la paz y la verdadera concordia a todos los pueblos, te
rogamos, óyenos.

Para que nos escuches, te rogamos, óyenos.

Cristo, óyenos.
Cristo, óyenos.

Cristo, escúchanos,
Cristo, escúchanos.


Oraciones posteriores a la letanía. Opciones:

Deus, qui proprium est misereri (47)
Deus, qui nos conspicis (48)

47. Concluidas las letanías, el exorcista dice, de pie, la siguiente oración:

[Opción 1]

Deus, qui proprium est misereri

Señor y Dios nuestro,
a quien pertenece compadecerse siempre y perdonar,
escucha nuestra súplica
para que la compasión de tu misericordia
libere a este servidor tuyo N. (servidora tuya N.)
que está sujeto(a) por las cadenas del dominio diabólico.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

Todos se ponen de pie.

48. O bien:

[Opción 2]

Deus, qui nos conspicis

Dios y Padre nuestro,
que nos ves quebrantados por nuestra fragilidad,
te rogamos suplicantes
por este hermano nuestra N. (hermana nuestra N.),
para que apartes de él (ella) el espíritu del mal
y lo (la) restituyas a la plena libertad de tus hijos
para que así, te alabe siempre
con la multitud de tus santos.

Por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

Todos se ponen de pie.



Oración con salmos [pro opportunitate]:

Salmo 90 (Qui habitat in protectione Altissimi) está en el nº 50.

Otros salmos que pueden ser añadidos están en los números 67-75

49. Después el exorcista puede recitar, según las circunstancias, uno o varios salmos, o bien algunos versículos o estrofas escogidas.

Aquí se propone un solo salmo pero pueden añadirse otros, según los textos indicados en el capítulo II.

Los salmos pueden ser introducidos con una sentencia neotestamentaria y concluidos con una oración, tal como puede verse a continuación.

Quienes están presentes en la celebración pueden participar de los modos acostumbrados en la Liturgia para la oración con salmos.

Oración sálmica o colectas de salmos

La tradición latina contribuyó a la comprensión de los salmos y a su adaptación para la oración cristiana, mediante los títulos, las antífonas y las oraciones sálmicas o colectas de salmos.

La expresión "colligere orationem", su palabra "colecta" procede del latín "collecta, colligere", que es "recogida, recoger", y se aplica a la reunión de la comunidad para la Eucaristía dominical, la misa de domingo o de precepto. También "colecta" es la recogida de dinero o de dones en ofertorio (1 Co 16, 1-2).

También se aplica a las oraciones sálmicas o colectas de salmos, "colligere orationem", frase propia de los primeros siglos de la salmodia comunitaria, significa "recoger en una oración las intenciones de los que habían rezado el salmo", las colectas sálmicas o de salmos.

También es la oración colecta al principio de la Misa, y el Misal de Pablo VI resume la dinámica de la colecta: el sacerdote infiva al pueblo a orar; y todos, a una con el sacerdote, permanecen un rato en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular interiormente sus súplicas. Entonces el sacerdote lee la oración que se suele denominar colecta, y el pueblo constes amén (IGMR 32). El la primera oración importante del oficiante, que de pie, con los brazos extendidos, en nombre de la comunidad, dirige su súplica a Dios.

Las oraciones colectas del Misal católico invocan a Dios, se añade una motivación o la alusión al tiempo litúrgico o a la fiesta celebrada, prosigue con una súplica y concluye apelando a las mediación de Cristo. El libro "Colectario" recogió durante siglos estqas oraciones de la Misa o del Oficio Divino, y luego fueron incorporadas

COLECTA DE SALMO. Desde el siglo IV se sabe que en diversas regiones de la Iglesia se generó esta costumbre: tras recitar el salmo, y después de un breve momento de silencio, se recitaba una oración sálmica o colecta de salmo. Con ello se daba a la salmodia una perspectiva de meditación, y ayudó a cristianizar a los salmos desde el catolicismo y las circunstancias de nuestra vida.

El nombre de colecta de salmos o colectas sálmicas procede de que quien las pronunciaba recogía la oración que en silencio había hecho cada miembro de la comunidad después del salmo.

La liturgia hipánica antigua tiene la más rica colección de oraciones o colectas sálmicas, compuestas por obispos como Leandro de Sevilla o Conancio de Palencia.

En la Liturgia de las Horas reformada por el Concilio Vaticano II, en su tomo V, se ofrecen oraciones para cada salmo, con el fin de que se usen de ayuda para una interpretación católica de los salmos, y puedan ser utilizadas con libertad según la norma de la antigua tradición: concluido el salmo y observado un momento de silencio, se concluye con una oración que sintetiza los sentimientos de los participantes. 

(IGLH 112; Vocabulario básico de liturgia, José Aldazábal, "Oraciones sálmicas"; Notitiae 571-572, Congregationis de Cultu Divino et Disciplina Sacramentorum, http://paulorenaliturgia.com/wp-content/uploads/2019/02/571-572-DEF.pdf)



50. Salmo 90

Bajo la protección del Altísimo

[Sentencia neotestamentaria introductoria]: Les he dado poder de caminar sobre serpientes y para vencer todas las fuerzas del enemigo. (Lc. 10,19)

[Salmo 90]

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

Tú que vives al amparo del Altísimo
y resides a la sombra del Todopoderoso,
di al Señor:
«Mi refugio y mi baluarte,
mi Dios, en quien confío».

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

Él te librará de la red del cazador
y de la peste perniciosa;
te cubrirá con sus plumas,
y hallarás un refugio bajo sus alas.

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

No temerás los terrores de la noche,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que acecha en las tinieblas,
ni la plaga que devasta a pleno sol.

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

Aunque caigan mil a tu izquierda
y diez mil a tu derecha,
tú no serás alcanzado:
su brazo es escudo y coraza.

Con sólo dirigir una mirada,
verás el castigo de los malos,
porque hiciste del Señor tu refugio
y pusiste como defensa al Altísimo.

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

No te alcanzará ningún mal,
ninguna plaga se acercará a tu carpa,
porque él te encomendó a sus ángeles
para que te cuiden en todos tus caminos.

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

Ellos te llevarán en sus manos
para que no tropieces contra ninguna piedra;
caminarás sobre leones y víboras,
pisotearás cachorros de león y serpientes.

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

«Él se entregó a mí,
por eso, yo lo libraré;
lo protegeré, porque conoce mi Nombre;
me invocará, y yo le responderé.

Estaré con él en el peligro,
lo defenderé y lo glorificaré;
le haré gozar de una larga vida
y le haré ver mi salvación».

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

Oración conclusiva: Susceptor et refugium nostrum

Señor, tú eres nuestra defensa y nuestro refugio;
te pedimos que libres a tu hijo(a) N.
de la trampa de los demonios
y de la palabra cruel de los perseguidores.

Protégelo(a) bajo la sombra de tus alas
rodéalo(a) con el escudo de tu fortaleza
y muéstrale la clemencia de tu salvación.
Por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

Otras perícopas pueden añadirse en 76-80



    Evangelio    

51. A continuación el exorcista proclama el Evangelio; siguiente (San Juan 1, 1-14, en el número 52); todos lo escuchan de pie.

Puede tomarse también una perícopa de las propuestas en el capítulo II (nº 76 - 80).

52. X Lectura del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, según San Juan 1, 1-14

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron.

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.

Vino como testigo, para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.

Él no era luz, sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.

Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.


Imposición de manos con versículos y responsorios
Kyrie eleison, etc.

53. Luego, después de leído el Evangelio, el exorcista impone las manos sobre la cabeza del fiel atormentado por el Maligno, mientras dice:

V. Hágase tu Voluntad, Señor, sobre nosotros
del modo como todos esperan de ti.

Todos dicen:
R. Señor, ten piedad.
V. Envía tu Espíritu y las cosas serán creadas,
y renovarás la faz de la tierra.

Todos dicen:
R. Señor, ten piedad.
V. Salva a tu siervo(a) que espera en ti, Dios mío.

Todos dicen:
R. Señor, ten piedad.
V. Sé para él (ella), Señor, una torre de fortaleza frente al enemigo,

Todos dicen:
R. Señor, ten piedad.
V. Que el enemigo no se aproveche de él (ella),
y que el hijo de la impiedad no añada más dolor.

Todos dicen:
R. Señor, ten piedad.
V. Envíale, Señor, tu auxilio y cuídalo desde tu morada.

Todos dicen:
R. Señor, ten piedad.



Profesión de Fe
o renovació de las promesas bautismales


55. Acabada la imposición de manos, el exorcista invita a los presentes a hacer la profesión de Fe recitando:

- el Símbolo (primera forma)
- o la Renovación de las Promesas Bautismales (segunda forma).

Opción I , nº 55:

Haec est victoria
Credo in Deum (Credo Apostólico)

Opción II , nº 55:

Haec est victoria
Credo in unum Deum (Credo Niceno-Constantinopolitano)

Opción III, nº 56:

Sancti Baptismatis promissiones renovemus
Abrenuntiatis Satanae?
Abrenuntiatis peccato?
Promesas bautismales: Credistis?

55. Primera forma: el SÍMBOLO

Si se usa para ello el Símbolo, se invita a recitarlo con las siguientes palabras:

[Opción I]: Credo Apostólico

Haec est victoria

V. Profesemos nuestra fe, que es la victoria que vence al mundo.

Todos juntos recitan el Símbolo:

Credo in Deum (Credo Apostólico)

Creo en Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,

* * * * *
(En las palabras que siguen, hasta "María Virgen", todos se inclinan.)
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,

* * * * *
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.

Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.

Amén.

[Opción II]: Credo Niceno-Constantinopolitano

O bien:

Haec est victoria

V. Profesemos nuestra fe, que es la victoria que vence al mundo.

Credo in unum Deum (CREDO NICENO-CONSTANTINOPOLITANO)

Creo en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios,
Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres,
y por nuestra salvación
bajó del cielo,

* * *
(En las palabras que siguen, hasta "se hizo hombre", todos se inclinan.)
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;

* * *
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.

Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.

Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.

Amén.

56.   Segunda forma: Renovación de las Promesas Bautismales  

[Opción III]: Renovación de las Promesas Bautismales

Sancti Baptismatis promissiones renovemus
Abrenuntiatis Satanae?
Abrenuntiatis peccato?
Promesas bautismales: Credistis?

.........

Sancti Baptismatis promissiones renovemus:

V. Renovemos ahora las promesas de nuestro bautismo, con las cuales, un día, renunciamos a Satanás y a sus obras y prometimos servir a Dios en la santa Iglesia católica.

Abrenuntiatis Satanae?:

Exorcista:
¿Renuncian a Satanás?

Todos:
Sí, renuncio.

Exorcista:
¿Renuncian a todas sus obras?

Todos:
Sí, renuncio.

Exorcista:
¿Renuncian a todas sus vanidades?

Todos:
Sí, renuncio.

Abrenuntiatis peccato?

Exorcista:
¿Renuncian al pecado, para vivir en la libertad de los hijos de Dios?

Todos:
Sí, renuncio.

Exorcista:
¿Renuncian a las seducciones de la iniquidad, para que no los domine el pecado?

Todos:
Sí, renuncio.

Exorcista:
¿Renuncian a Satanás, que es el autor y el príncipe del pecado?

Todos:
Sí, renuncio.

Promesas bautismales: Credistis?

Exorcista:
¿Creen en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?

Todos:
Sí, creo.

Exorcista:
¿Creen en Jesucristo,
su único Hijo, nuestro Señor,
que nació de la Virgen María,
padeció y fue sepultado,
resucitó de entre los muertos
y está sentado a la derecha del Padre?

Todos:
Sí, creo.

Exorcista:
¿Creen en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la Vida eterna?

Todos:
Sí, creo.

Introducción a la oración del Señor. Opciones:

Una simul cum fratre nostro
Quid oremus
Oración del Señor: Padrenuestro



Oración del Señor

Una simul cum fratre nostro
Quid oremus

57. Luego el exorcista introduce a la oración del Señor diciendo con las manos juntas

[Opción I]

Una simul cum fratre nostro

Unidos como hermanos y junto a N.,
invoquemos a Dios como Jesucristo nos enseñó
para que Él nos libre de todo mal.

O bien:

[Opción II]

Quid oremus

No sabemos orar como conviene,
pero el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad
y Él mismo interpela y ruega a Dios por nosotros.
Movidos por el Espíritu digamos juntos:

[El Padre Nuestro]

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación
y líbranos el mal.

Junta las manos y los presentes concluyen la oración aclamando:

Porque tuyo es el Reino, tuyo el poder y la gloria,
por siempre, Señor.



Señal de la cruz

Mostrando la Cruz. Opciones:

Ecce Crucem Domini: fugite, partes adversae
Per signum Crucis de inimico liberet te Deus noster
Crux sancta sit tibi lux et vita

58. Luego el exorcista muestra la cruz y, con ella, bendice al fiel atormentado mientras dice:

[Opción 1]

Ecce Crucem Domini: fugite, partes adversae

Ante la Cruz de nuestro Señor
aléjense de aquí,
todas las fuerzas enemigas.

O bien:

[Opción 2]

Per signum Crucis de inimico liberet te Deus noster

Por medio del signo de la Cruz,
nuestro Señor te libre del enemigo.

O bien:

[Opción 3]

Crux sancta sit tibi lux et vita

La santa Cruz sea, para ti, luz y vida.



Soplo o insuflación [si conveniens esse videatur]

59. Si parece conveniente, el exorcista sopla sobre el rostro del fiel atormentado, diciendo:

Con el Espíritu de tu boca, Señor
expulsa los espíritus malignos,
mándales alejarse
porque se aproxima tu Reino.



                         Oración del exorcismo                           

60. Luego el exorcista pronuncia la fórmula deprecativa del exorcismo mayor (n.61).

Si es oportuno también añade la fórmula imperativa.

Otras fórmulas tanto deprecativas como imperativas, se proponen en el capítulo II, núm. 81-84

Fórmula deprecativa [I]: [obligatoria] (61): Deus, humani generis conditor
Fórmula deprecativa [II]: [pro opportunitate] (81): Deus caeli, Deus terrae
Fórmula deprecativa [III]: [pro opportunitate] (83): Sanctus es, Domine exercituum

Fórmula imperativa [I]: [pro opportunitate] (62): Adiuro te, Satan
Fórmula imperativa [II]: [pro opportunitate] (82): Exorcizo te, vetus hominis inimice
Fórmula imperativa [III]: [pro opportunitate] (84): Exorcizo te, per Deum vivum


61. Fórmula deprecativa [I]: [obligatoria] Deus, humani generis conditor

Dios, creador y defensor del género humano,
dirige tu mirada sobre este siervo tuyo (sierva tuya) N.
a quien formaste a tu imagen
y llamas a ser partícipe de tu gloria.

El antiguo adversario lo (la) atormenta cruelmente,
lo (la) oprime con fuerte violencia
y lo (la) inquieta con cruel terror.

Envía sobre él (ella) tu Espíritu Santo
para que lo (la) haga fuerte en la lucha
le enseñe a rogar en la tribulación
y lo (la) defienda con su poderosa protección.

Escucha, Padre santo,
el gemido de tu Iglesia suplicante;
no permitas que tu hijo (hija)
sea poseída por el padre de la mentira;
no dejes que este servidor (servidora)
a quien Cristo redimió con su Sangre
sea retenido (retenida) por la cautividad del diablo;
impide que el templo de tu Espíritu
sea inhabitado por los espíritus inmundos.

Escucha, Dios misericordioso,
la oración de la bienaventurada Virgen María,
cuyo Hijo, muriendo en la Cruz,
aplastó la cabeza de la antigua serpiente
y encomendó a la Madre todos los hombres como hijos.

Que resplandezca en este siervo tuyo (sierva tuya) la luz de la verdad
entre en él (ella) el gozo de la paz,
lo (la) posea el Espíritu de la paz
y llenando su corazón le dé la serenidad y la paz.

Escucha, Señor. La oración de San Miguel Arcángel
y de todos los ángeles que te sirven.

Dios de todo bien, impide decididamente la acción diabólica;

que eres la fuente de la verdad y del perdón,
expulsa las falaces insidias del diablo;
Señor de la libertad y de la gracia,
desata los lazos de la perversidad.

Tú que amas y salvas al hombre
que escuchas paternalmente la oración de los apóstoles Pedro y Pablo
y de todos los santos que con tu gracia vencieron las asechanzas del Maligno.

Libra a este siervo tuyo (esta sierva tuya)
de toda potestad ajena
y custodia la firmeza que necesita.
para que restituido (restituida) a la serenidad espiritual
te ame de corazón y te sirva con sus obras,
te glorifique con sus alabanzas y te celebre con su vida.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Y todos responden:

Amén.

62. Fórmula imperativa [I] [pro opportunitate]: Adiuro te, Satan    

Te declaro anatema, Satanás, enemigo de la salvación humana;
reconoce la justicia y la bondad de Dios Padre,
que, con justo juicio, condenó tu soberbia y tu envidia:
apártate de este siervo (esta sierva) N.,
a quien Dios hizo a su imagen,
colmó con sus dones
y adoptó como hijo (hija) de su misericordia.

Te conjuro, Satanás, príncipe de este mundo:
reconoce el poder y la fuerza de Jesucristo,
que te venció en el desierto,
superó tus insidias en el Huerto,
te despojó en la Cruz,
y resucitado del sepulcro
transfirió tus trofeos al reino de la luz:
retírate de esta criatura N.,
a la cual Cristo al nacer hizo su hermano (hermana)
y al morir lo (la) redimió con su Sangre.

Te conjuro, Satanás, que engañas al género humano,
reconoce al Espíritu de la verdad y de la gracia
que repele tus insidias y confunde tus mentiras.

Sal de N., criatura plasmada por Dios,
a quien el mismo Espíritu marcó con su sello poderoso;
retírate de este hombre (esta mujer),
a quien Dios hizo templo sagrado
con una unción espiritual.

Por eso, retírate, Satanás,
en el nombre del Padre X , y del Hijo X , y del Espíritu X Santo;
retírate por la fe y la oración de la Iglesia;
retírate por la señal de la santa Cruz,
de nuestro Señor Jesucristo,
que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos responden:

Amén.

Otras fórmulas deprecativas e imperativas que pueden añadirse o cambiarse con aquéllas que aquí se han indicado, pueden verse en el capítulo II, núm. 81-83.

81. Otra forma deprecativa [II] (cfr. nº 61)

Fórmula deprecativa [II] [pro opportunitate]: Deus caeli, Deus terrae          

Dios del cielo, Dios de la tierra,
Dios de los ángeles, Dios de los arcángeles,
Dios de los patriarcas, Dios de los profetas,
Dios de los apóstoles, Dios de los mártires,
Dios de los sacerdotes, Dios de las vírgenes,
Dios de todos los santos y santas,
Dios que tienes poder
para dar vida después de la muerte, el descanso después del trabajo,
no hay otro Dios fuera de ti,
creador de todo lo visible e invisible,
Dios, que quieres que todos los hombres se salven
y amaste al mundo de tal modo que enviaste a tu Hijo Unigénito
para destruir las obras del diablo;

te suplicamos, Señor. humildemente,
apelando a la majestad de tu gloria,
que libres a este servidor tuyo (servidora tuya)
de todo poder de los espíritus infernales,
de sus lazos, de sus engaños, de sus malicias,
y que lo (la) custodies incólume.

Infunde, el Espíritu de la verdad,
Aquél que tu Hijo prometió a sus discípulos;
desde el cielo expulsaste al diablo como un rayo,
envía desde allí al Espíritu Paráclito,
para que expulse lejos al delator y opresor de nuestra naturaleza
y nos haga evitar todo daño.

Por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

82. Otra fórmula imperativa (cfr. nº 62)

Fórmula imperativa [II] [pro opportunitate]: Exorcizo te, vetus hominis inimice          

Te exorcizo, antiguo enemigo del hombre:
sal fuera de N. a quien Dios creó con amor.

Te lo manda, nuestro Señor Jesucristo,
cuya humildad venció tu soberbia
cuya prodigalidad prevaleció sobre tu envidia,
cuya mansedumbre aplastó tu crueldad.

Enmudece, padre de la mentira,
y no impidas que este siervo (esta sierva) de Dios
bendiga y alabe a su Señor.

Eso te ordena Jesucristo,
Sabiduría del Padre y esplendor de la Verdad,
cuyas palabras son espíritu y vida.
Sal de él (ella), espíritu inmundo,
deja el lugar al Espíritu Santo.

Eso te manda Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre,
que naciendo puro del Espíritu y de la Virgen
purificó todas las cosas con su Sangre.

Por eso, retrocede, Satanás,
vuélvete atrás en el nombre de Jesucristo,
que te expulsó fuertemente con el dedo de Dios y destruyó tu reino.

Retírate, por la fe y la oración de la Iglesia,
huye de aquí, por la fuerza de la Santa X Cruz,
en la cual, el dulce Cordero inmolado por nosotros,
nuestro Señor Jesucristo,
nos libró de tu cruel potestad.

Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos responden:

Amén.

83. Otra fórmula deprecativa (cfr. nº 61)

Fórmula deprecativa [III] [pro opportunitate]: Sanctus es, Domine exercituum          

Tú eres Santo, Señor de los ejércitos,
llenos están los cielos y la tierra de tu gloria,
porque creaste todas las cosas que existen en el universo.

Tú que sentado sobre los querubines no sólo habitas en lo alto
sino que miras con atención hacia el cielo y la tierra
y observas también los abismos.

Abre tus ojos, Señor,
y contempla la aflicción de N., a quien creaste por amor;
por él (ella) te rogamos suplicantes,
que despiertes tu poder,
envíes tu Espíritu Paráclito
para que este siervo tuyo (sierva tuya) no sólo ordenado (ordenada) en su corazón
sino también sincero (sincera) en su mente
pueda ofrecerte el debido servicio.

Dios, creador y redentor del género humano,
que desde el comienzo hiciste al hombre según tu imagen,
y le encomendaste el cuidado del mundo entero,
para que, sirviéndote a ti, su Creador,
dominara todo lo creado;
te pedimos que te apiades de la condición humana,
herida por el pecado,
y muestres tu bondad a este siervo tuyo (sierva tuya) N.
abatido (abatida) por el engaño diabólico
para que liberado (liberada) del enemigo,
te reconozca ti, el único Dios y Señor.

Dios de infinita misericordia,
que para nuestra redención enviaste bondadosamente a tu Hijo Unigénito
a fin de que todo el que crea en él no perezca
sino que tenga vida eterna;

Tú que levantaste en la Cruz a tu propio Hijo,
para que borrado el decreto de muerte atrajese a sí todas las cosas,
te pedimos que tengas compasión de tu Iglesia suplicante
y escuches su oración a favor de tu atribulado (atribulada) N.
de tal manera que, desaparecida toda adversidad,
tu derecha proteja a quien, con su Sangre derramada en la Cruz
redimió Jesucristo, tu Hijo y nuestro Señor
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
por los siglos de los siglos.

Todos responden:

Amén.

84. Otra fórmula imperativa (cfr. nº 62)

Fórmula imperativa [III] [pro opportunitate]: Exorcizo te, per Deum vivum         

Por el Dios vivo, por el Dios verdadero, por el Dios santo,
yo te exorcizo, espíritu inmundo, enemigo de la fe,
enemigo del género humano, conductor de la muerte,
padre de la mentira, raíz de todos los males,
seductor de los hombres, provocador de los dolores.

Te adjuro, maldito dragón,
en el nombre de nuestro Señor Jesucristo,
para que abandones de raíz y que huyas
de este ser plasmado por Dios.

El mismo Jesucristo te lo ordena,
quien te mandó sumergirte desde lo alto de los cielos
a los lugares más bajos de la tierra.

El mismo Cristo te lo ordena,
que calmó al mar, a los vientos y a las tempestades .

El mismo Cristo te lo ordena,
que es la eterna Palabra de Dios hecha carne,
y que se humilló a sí mismo
y se hizo obediente hasta la muerte
por la salvación del género humano perdido por tu envidia.

Témelo a Él,
que en Isaac fue inmolado,
en José vendido,
en el Cordero, muerto,
en el hombre, crucificado,
y en el infierno, triunfador.

Dale lugar a Cristo,
en quien ninguna de tus obras has podido encontrar.

Humíllate bajo la potente mano de Dios;
tiembla y huye,
pues invocamos el santo nombre de Jesús,
ante quien tiemblan los infierno,
a quien están sujetas las Virtudes de los cielos,
las Potestades, las Dominaciones,
y a quien los Querubines y los Serafines
aclaman con una sola voz diciendo:
Santo, Santo, Santo, es el Señor, Dios de los ejércitos.

Retrocede ya,
en el nombre del Padre X y del Hijo X y del Espíritu X Santo.

Dale el lugar al Espíritu Santo
por este signo de la Santa X Cruz
de nuestro Señor Jesucristo
que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos responden:

Amén.



Acción de gracias

Efectuada por el exorcista y los presentes. 

Opciones:

Magnificat
Benedictus

63. Después de la liberación del fiel atormentado, el exorcista y los presentes entonan el siguiente cántico:

[Opción I]

Magníficat

«Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

O bien:

[Opción II]

Benedictus

«Bendito sea el Señor, el Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su Pueblo,
y nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor,
como lo había anunciado mucho tiempo antes,
por boca de sus santos profetas,
para salvarnos de nuestros enemigos
y de las manos de todos los que nos odian.

Así tuvo misericordia de nuestros padres
y se acordó de su santa Alianza,
del juramento que hizo a nuestro padre Abraham
de concedernos que, libres de temor, arrancados de las manos de nuestros enemigos,
lo sirvamos en santidad y justicia, bajo su mirada, durante toda nuestra vida.

Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor preparando sus caminos,
para hacer conocer a su Pueblo la salvación
mediante el perdón de los pecados;
gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios,
que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente,
para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte,
y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

Oración: Deus, universae carnis creator      

64. Luego el exorcista pronuncia la siguiente oración:

Señor y Dios, creador y salvador de todo hombre,
que a este amado siervo tuyo (esta amada sierva tuya) N.
recibiste con misericordia;
te pedimos que lo (la) conserves con tu providencia
y lo (la) custodies en la libertad que le concedió tu Hijo.

Garantiza, Señor, que el espíritu de impiedad
no tenga poder en adelante sobre él (ella);
ordena, Señor, que lo (la) colmen
la bondad y la paz del Espíritu Santo,
de tal manera que nunca tema al Maligno,
porque el Señor Jesucristo permanece entre nosotros,

Él que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.

Todos responden:

Amén.



                           Ritos de conclusión                           

Bendiciones realizadas por el exorcista (65 - 66).

     Exorcismo reiterado    

65. Si el exorcismo debe ser reiterado, el exorcista reserva la bendición indicada en el número 66 para el final.

Opciones:

Series de versículos y responsorios: Dominus vobiscum
Pax Dei, quae exsuperat

66. Luego se procede a la despedida.

El exorcista, dirigiéndose a los presentes dice con las manos extendidas:

[Opción I]

Dominus vobiscum

El Señor esté con ustedes.

Todos responden:

Y con tu espíritu.

El exorcista bendice a los presentes:

Que el Señor los bendiga y los proteja.

[Todos responden:]

R. Amén.

[El exorcista:]

Haga brillar su rostro sobre ustedes y los bendiga.

[Todos responden:]

R. Amén.

[El exorcista:]

Les descubra su rostro y les conceda la paz.

R. Amén.

Y que la bendición de Dios todopoderoso,
del Padre, del Hijo X y del Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes.

Todos responden:

Amén.

O bien:

[Opción II]

Pax Dei, quae exsuperat

El exorcista:

La paz de Dios,
que supera todo lo que podemos pensar,
tome bajo su cuidado los corazones y pensamientos de ustedes,
en el conocimiento y el amor de Dios
y de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

[Todos responden:]

R. Amén.

[El exorcista:]

Y que la bendición de Dios todopoderoso,
del Padre, del Hijo X y del Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes.

Todos responden:

Amén.


CAPÍTULO II

DIVERSOS TEXTOS FACULTATIVOS
PARA AÑADIR EN EL RITO

I

SALMOS

67. Salmo 3

El Señor es mi escudo

No ponemos nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los
muertos (2 Cor 1, 9).

R. Tú, Señor, eres mi protector.

Señor, ¡qué numerosos son mis adversarios,
cuántos los que se levantan contra mí!
¡Cuántos son los que dicen de mí:
«Dios ya no quiere salvarlo»!

R. Tú, Señor, eres mi protector.

Pero Tú eres mi escudo protector y mi gloria,
tú mantienes erguida mi cabeza.
Invoco al Señor en alta voz,
y él me responde desde su santa Montaña.

R. Tú, Señor, eres mi protector.

Yo me acuesto y me duermo,
y me despierto tranquilo
porque el Señor me sostiene.
No temo a la multitud innumerable,
apostada contra mí por todas partes.

R. Tú, Señor, eres mi protector.

¡Levántate, Señor! ¡Sálvame, Dios mío!
Tú golpeas en la mejilla a mis enemigos
y rompes los dientes de los malvados.
¡En ti, Señor, está la salvación,
y tu bendición sobre tu pueblo!

R. Tú, Señor, eres mi protector.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

R. Tú, Señor, eres mi protector.

Oración.

Señor y protector nuestro,
atiende nuestra aflicción,
porque se han multiplicado quienes atormentan
a tu servidor (tu servidora) N.;

tú que sostienes al que persevera,
derrama tu bendición abundante sobre él (ella)
para que conozca a tu Salvador, Jesucristo,
que venció las insidias del diablo.

Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

68. Salmo 10 (11)

El Señor, esperanza del justo

No teman, porque valen más que muchos pájaros (Mt. 10, 31).

R. Confío en el Señor.
Yo tengo mi refugio en el Señor,
¿Cómo pueden decirme entonces:
«Escapa a la montaña como un pájaro?

R. Confío en el Señor.

Porque los malvados tienden su arco
y ajustan sus flechas a la cuerda,
para disparar desde la penumbra
contra los rectos de corazón.
Cuando ceden los cimientos,
¿qué puede hacer el justo?»

R. Confío en el Señor.

Pero el Señor está en su santo Templo,
el Señor tiene su trono en el cielo.
Sus ojos observan el mundo,
sus pupilas examinan a los hombres:
el Señor examina al justo y al culpable,
y odia al que ama la violencia.

Que él haga llover brasas y azufre sobre los impíos,
y les toque en suerte un viento abrasador.

R. Confío en el Señor.

Porque el Señor es justo y ama la justicia,
y los son rectos verán su rostro.

R. Confío en el Señor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

R. Confío en el Señor.

Oración.

Dios, que amas la justicia y miras atentamente al pobre;
libra a tu servidor (tu servidora) N. de los lazos ocultos
y defiéndelo (defiéndela) de los que se ven;
para que siguiendo tras las cosas que te agradan,
merezca ver tu rostro.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

69. Salmo 12 (13)

Que el Dios de la esperanza los llene de alegría y de paz en la fe, para que la esperanza
sobreabunde en ustedes por obra del Espíritu Santo (Rom. 15, 13).

R. Mi corazón se alegrará en tu salvación.

¿Hasta cuándo me tendrás olvidado, Señor? ¿Eternamente?
¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?
¿Hasta cuándo mi alma estará acongojada
y habrá pesar en mi corazón, día tras día?
¿Hasta cuándo mi enemigo prevalecerá sobre mí?

¡Mírame, respóndeme, Señor, Dios mío!
Ilumina mis ojos,
para que no caiga en el sueño de la muerte,
para que mi enemigo no pueda decir: «Lo he vencido»,
ni mi adversario se alegre de mi fracaso.

R. Mi corazón se alegrará en tu salvación.

Yo confío en tu misericordia:
que mi corazón se alegre porque me salvaste.
¡Cantaré al Señor porque me ha favorecido!

R. Mi corazón se alegrará en tu salvación.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

R. Mi corazón se alegrará en tu salvación.

Oración

Dios omnipotente,
no apartes tu rostro de este servidor tuyo (esta servidora tuya) N.
para que nuestro enemigo no se levante contra él (contra ella);
llena de tal manera su corazón con el gozo de tu salvación
que prevalezca sobre el mar de la muerte.

Por Cristo nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

70. Salmo 21 (22)

El dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. (Heb 5,7)

R. Sálvame de la boca del león.

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¿Por qué estás lejos de mi clamor y mis gemidos?
Te invoco de día, y no respondes,
de noche, y no encuentro descanso;

R. Sálvame de la boca del león.

Y sin embargo, tú eres el Santo,
que reinas entre las alabanzas de Israel.
En ti confiaron nuestros padres:
confiaron, y tú los libraste;
clamaron a ti y fueron salvados,
confiaron en ti y no quedaron defraudados.

R. Sálvame de la boca del león.

Pero yo soy un gusano, no un hombre;
la gente me escarnece y el pueblo me desprecia;
los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto».

R. Sálvame de la boca del león.

Tú, Señor, me sacaste del seno materno,
me confiaste al regazo de mi madre;
a ti fui entregado desde mi nacimiento,
desde el seno de mi madre, tú eres mi Dios.
No te quedes lejos, porque acecha el peligro
y no hay nadie para socorrerme.

R. Sálvame de la boca del león.

Me rodea una manada de novillos,
me acorralan toros de Basán;
abren sus fauces contra mí
como leones rapaces y rugientes.
Soy como agua que se derrama
y todos mis huesos están dislocados;

R. Sálvame de la boca del león.

Mi corazón se ha vuelto como cera
y se derrite en mi interior;
mi garganta está seca como una teja
y la lengua se me pega al paladar.

R. Sálvame de la boca del león.

Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies
y me hunden en el polvo de la muerte.
Yo puedo contar todos mis huesos;
ellos me miran con aire de triunfo,
se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.

R. Sálvame de la boca del león.

Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme
Libra mi cuello de la espada
y mi vida de las garras del perro.

R. Sálvame de la boca del león.

Sálvame de la boca del león,
salva a este pobre de los toros salvajes.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:

R. Sálvame de la boca del león.

«Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.

Porque él no ha mirado con desdén
ni ha despreciado la miseria del pobre:
no le ocultó su rostro
y lo escuchó cuando pidió auxilio»

R. Sálvame de la boca del león.

Por eso te alabaré en la gran asamblea
y cumpliré mis votos delante de los fieles:
los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre!

R. Sálvame de la boca del león.

Todos los confines de la tierra
se acordarán y volverán al Señor;
todas las familias de los pueblos
se postrarán en su presencia.

R. Sálvame de la boca del león.

Porque sólo el Señor es rey
y él gobierna a las naciones.
Todos los que duermen en el sepulcro
se postrarán en su presencia;
todos los que bajaron a la tierra
doblarán la rodilla ante él,
y los que no tienen vida
glorificarán su poder.

R. Sálvame de la boca del león.

Hablarán del Señor a la generación futura,
anunciarán su justicia a los que nacerán después,
porque esta es la obra del Señor.

R. Sálvame de la boca del león.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

R. Sálvame de la boca del león.

Oración

Dios, que reconciliaste contigo al mundo por la pasión de tu Hijo,
te suplicamos humildemente
que no postergues el auxilio que necesita de ti, este hijo tuyo (hija tuya) N.;
defiéndelo (defiéndela) y líbralo (líbrala) de la boca del león
que busca arrebatarlo (arrebatarla).

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

71. Salmo 30 (31)

Jesús, con un grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y diciendo esto, expiró (Lc. 23, 46).

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Líbrame, por tu justicia
inclina tu oído hacia mí
y ven pronto a socorrerme.
Sé para mí una roca protectora,
un baluarte donde me encuentre a salvo,

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Porque tú eres mi Roca y mi baluarte:
por tu Nombre, guíame y condúceme.
Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi refugio.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Yo pongo mi vida en tus manos:
tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Yo detesto a los que veneran ídolos vanos
y confío en el Señor.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

¡Tu amor será mi gozo y mi alegría!
Cuando tú viste mi aflicción
y supiste que mi vida peligraba,
no me entregaste al poder del enemigo,
me pusiste en un lugar espacioso.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Ten piedad de mí, Señor,
porque estoy angustiado:
mis ojos, mi garganta y mis entrañas
están extenuados de dolor.

Mi vida se consume de tristeza,
mis años, entre gemidos;
mis fuerzas decaen por la aflicción
y muy huesos están extenuados.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Soy la burla de todos mis enemigos
y la irrisión de mis propios vecinos;
para mis amigos soy motivo de espanto,
los que me ven por la calle huyen de mí,
Como un muerto, he caído en el olvido,
me he convertido en una cosa inútil.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Oigo los rumores de la gente
y amenazas por todas partes,
mientras se confabulan contra mí
y traman quitarme la vida.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Pero yo confío en ti, Señor,
y te digo: «Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos».
Líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen.
Que brille tu rostro sobre tu servidor,
sálvame por tu misericordia;

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Señor, que no me avergüence
de haberte invocado.
Que se avergüencen los malvados
y bajen mudos al Abismo;
que enmudezcan los labios mentirosos,
los que profieren insolencias contra el justo
con soberbia y menosprecio.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

¡Qué grande es tu bondad, Señor!
Tú la reservas para tus fieles;
y la brindas a los que se refugian en ti,
en la presencia de todos.
Tú los ocultas al amparo de tu rostro
de las intrigas de los hombres;
y los escondes en tu Tienda de campaña,
lejos de las lenguas pendencieras.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

¡Bendito sea el Señor!
El me mostró las maravillas de su amor
en el momento del peligro.
En mi turbación llegué a decir:
«He sido arrojado de tu presencia».
Pero tú escuchaste la voz de mi súplica,
cuando yo te invocaba.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Amen al Señor, todos sus fieles,
porque él protege a los que son leales
y castiga con severidad a los soberbios.
Sean fuertes y valerosos,
todos los que esperan en el Señor.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Oración

Señor, sé una roca protectora para tu servidor (servidora) N.,
y ya que lo (la) redimiste con la preciosa Sangre de tu Hijo,
líbralo (líbrala) del lazo del enemigo que lo (la) persigue;
ilumina tu rostro sobre él (ella) y sálvalo (sálavala) por tu misericordia,
Tú que conoces las ansiedades de su alma.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

72. Salmo 34 (35)

Fortalézcanse en el Señor con la fuerza de su poder. Revístanse con la armadura de
Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio (Ef. 6, 10-11).

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Combate, Señor, a los que me atacan,
pelea contra los que me hacen la guerra.
Toma el escudo y el broquel,
levántate y ven en mi ayuda;
empuña la lanza y la jabalina
para enfrentar a mis perseguidores;
dime: «Yo soy tu salvación».

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Que sufran una derrota humillante
los que intentan quitarme la vida;
que vuelvan la espalda confundidos
los que traman mi perdición.

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Que sean como la paja ante el viento,
mientras el Ángel del Señor los arrastra;
que su camino sea oscuro y resbaladizo,
mientras el Ángel del Señor los persigue.

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Porque me tendieron sus redes sin motivo
y me cavaron una fosa mortal:
¡que los sorprenda un desastre imprevisto;
que sean atrapados por sus propias redes,
y caigan en la fosa que ellos mismos cavaron!

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Pero yo me alegraré en el Señor,
me regocijaré por su victoria;
todo mi ser proclamará:
«Señor, no hay nadie igual a ti;
tú libras al débil de las manos del más fuerte,
y al pobre, de aquel que lo despoja».

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Se presentan contra mí testigos falsos;
me piden cuenta de cosas que ignoro;
me devuelven mal por bien,
dejando mi alma desolada.

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Yo, en cambio, cuando ellos estaban enfermos,
me cubría con ropas de penitente,
afligía mi alma con ayunos
y oraba con la cabeza inclinada.
Ellos eran para mí como un amigo o un hermano,
y yo andaba triste y abatido,
como quien llora la muerte de su madre.

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Pero cuando tropecé ellos se alegraron,
se juntaron todos contra mí
y me golpearon sorpresivamente;
me desgarraban sin cesar,
se burlaban de mí con crueldad
y rechinaban contra mí sus dientes.

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Señor, ¿cuánto tiempo vas a tolerarlo?
Líbrame de los animales rugientes,
salva mi vida de los leones;
y te daré gracias en la gran asamblea,
te alabaré en medio de una multitud.

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

¡Que no canten victoria mis enemigos traicioneros,
ni se guiñen el ojo los que me odian sin motivo!
Ellos no hablan de paz,
sino que atacan a los oprimidos de la tierra;
traman planes engañosos
y se ríen de mí a carcajadas, diciendo:
«Lo hemos visto con nuestros propios ojos».

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Tú también lo has visto, Señor, no te calles;
no te quedes lejos de mí, Señor;
¡despiértate, levántate, Dios mío,
Señor mío, defiende mi causa!

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Júzgame según tu justicia, Señor;
Dios mío, que no canten victoria sobre mí;
que no piensen: «Se cumplió nuestro deseo»,
ni digan: «Lo hemos devorado».

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Que sufran una derrota humillante
los que se alegran de mi desgracia;
que se cubran de confusión y de vergüenza
los que se envalentonan contra mí.

Canten, en cambio, y alégrense,
los que desean mi triunfo;
los que desean mi felicidad,
repitan siempre: «¡Qué grande es el Señor!».
Entonces mi lengua pregonará tu justicia,
y cada día proclamaré tu alabanza.

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Oración

Dios y Señor nuestro, que proteges a los que esperan en ti;
con tu auxilio y escudo levántate a favor de tu siervo (sierva) N.,
rescátalo (rescátala) de las asechanzas del enemigo
y combate con tu fuerza poderosa a quienes lo (la) atacan.

Por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

73. Salmo 53 (54), 3-9

Confíen, soy yo: no tengan miedo (Mc. 6, 50).

R. El Señor sostiene mi alma.

Dios mío, sálvame por tu Nombre,
defiéndeme con tu poder,
Dios mío, escucha mi súplica,
presta atención a las palabras de mi boca.
Porque gente soberbia se ha alzado contra mí,
hombres violentos atentan contra mi vida,
sin tener presente a Dios.

R. El Señor sostiene mi alma.

Pero Dios es mi ayuda,
el Señor es mi verdadero sostén.
Que el mal recaiga sobre mis adversarios,
¡destrúyelos, Señor, por tu felicidad!

R. El Señor sostiene mi alma.

Te ofreceré un sacrificio voluntario,
daré gracias a tu Nombre, porque es bueno,
porque me has librado de todos mis adversarios
y he visto la derrota de mis enemigos.

R. El Señor sostiene mi alma.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

R. El Señor sostiene mi alma.

Oración

Señor, salva a tu siervo (tu sierva) N.,
y juzga con tu poder al enemigo que persigue su alma,
para que despojado (despojada) de toda tribulación
engrandezca tu santo nombre con el testimonio de su fe.

Por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

74. Salmo 67 (68), 2-4. 29. 33-36

"Cuando Cristo subió a lo alto, llevó consigo a los cautivos y repartió dones a los
hombres" (Ef. 4, 8).

R. Se levanta el Señor y sus enemigos se dispersan.

¡Se levanta el Señor!
Sus enemigos se dispersan
y sus adversarios huyen delante de él.
Tú los disipas como se disipa el humo;
como se derrite la cera ante el fuego,
así desaparecen los impíos delante del /Señor.

R. Se levanta el Señor y sus enemigos se dispersan.

Pero los justos se regocijan,
gritan de gozo delante del Señor
y se llenan de alegría.
Tu Dios ha desplegado tu poder:
¡sé fuerte, Dios, tú que has actuado por nosotros!

R. Se levanta el Señor y sus enemigos se dispersan.

¡Canten al Señor, reinos de la tierra,
entonen un himno al Señor,
al que cabalga por el cielo,
por el cielo antiquísimo!
El hace oír su voz poderosa.

R. Se levanta el Señor y sus enemigos se dispersan.

¡Reconozcan el poder del Señor!
Su majestad brilla sobre Israel
y su poder, sobre las nubes.
Tú eres temible, Señor, desde tus santuarios.
El Dios de Israel concede a su pueblo
el poder y la fuerza.
¡Bendito sea Dios!

R. Se levanta el Señor y sus enemigos se dispersan.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

R. Se levanta el Señor y sus enemigos se dispersan.

Oración

Mira, Señor, la aflicción de tu servidor (servidora) N.,
y levántate para auxiliarlo (auxiliarla);
para que liberado (liberada) de la esclavitud del demonio
y recuperada su paz y su piedad
reconozca que Tú eres admirable.

Por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

75. Salmo 69 (70)

Señor, sálvanos que perecemos (Mt. 8, 25).

R. Tú eres, Señor, mi ayuda y mi liberador.

¡Líbrame, Dios mío!
¡Señor, ven pronto a socorrerme!

R. Tú eres, Señor, mi ayuda y mi liberador.

Que se avergüencen y sean humillados
los que quieren acabar con mi vida.
Que retrocedan confundidos
los que desean mi ruina;

R. Tú eres, Señor, mi ayuda y mi liberador.

Que vuelvan la espalda avergonzados los que se ríen de mí.
Que se alegren y regocijen en ti
todos los que te buscan;
y digan siempre los que desean tu victoria:
«¡Qué grande es nuestro Dios!».

R. Tú eres, Señor, mi ayuda y mi liberador.

Yo soy pobre y miserable:
ven pronto, Dios mío;
tú eres mi ayuda y mi libertador,
¡no tardes, Señor!

R. Tú eres, Señor, mi ayuda y mi liberador.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.
R. Tú eres, Señor, mi ayuda y mi liberador.

Oración

Ven a nuestra ayuda, Señor,
y apresúrate a socorrer a este hijo tuyo (esta hija tuya) N.,
para que, vencidas las insidias del diablo
permanezca siempre protegido (protegida) con tu presencia.

Por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.
II

EVANGELIOS

[OPCIÓN I]

Retírate, Satanás

76. X Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (4, 1-11)

Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre.

Y el tentador, acercándose, le dijo:

«Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes». Jesús le respondió: «Está escrito:

"El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios"».

Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole:

«Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra"».

Jesús le respondió:

«También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios"».

El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo:

«Te daré todo esto, si te postras para adorarme».

Jesús le respondió:

«Retírate, Satanás, porque está escrito: "Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto"».

Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.

[OPCIÓN II]

Arrojarán a los demonios en mi Nombre

77. X Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (16, 15-18)

Jesús Resucitado se apareció a los Once y les dijo:

«Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán».

[OPCIÓN III]

Has venido para acabar con nosotros

78. X Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (1, 21b-28)

En la ciudad de Cafarnaúm, cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar;

«¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios».

Pero Jesús lo increpó, diciendo:

«Cállate y sal de este hombre».

El espíritu impuro lo sacudió violentamente, y dando un alarido, salió de ese hombre. Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros:

«¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!».

Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.

[OPCIÓN IV]

«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre»

79. X Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (10, 17-20)

Los setenta y dos discípulos volvieron y le dijeron llenos de gozo:

«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre».

Él les dijo:

«Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder de caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.

No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo».

[OPCIÓN V]

Yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios

80. X Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (11, 14-23)

Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero algunos de ellos decían:

«Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios».

Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo.

Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo:

«Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casa caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.

Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama."

III

FÓRMULAS DEL EXORCISMO

81. Otra forma deprecativa o invocativa (cfr. nº 61)

Dios del cielo, Dios de la tierra,
Dios de los ángeles, Dios de los arcángeles,
Dios de los patriarcas, Dios de los profetas,
Dios de los apóstoles, Dios de los mártires,
Dios de los sacerdotes, Dios de las vírgenes,
Dios de todos los santos y santas,
Dios que tienes poder
para dar vida después de la muerte, el descanso después del trabajo,
no hay otro Dios fuera de ti,
creador de todo lo visible e invisible,
Dios, que quieres que todos los hombres se salven
y amaste al mundo de tal modo que enviaste a tu Hijo Unigénito
para destruir las obras del diablo;

te suplicamos, Señor. humildemente,
apelando a la majestad de tu gloria,
que libres a este servidor tuyo (servidora tuya)
de todo poder de los espíritus infernales,
de sus lazos, de sus engaños, de sus malicias,
y que lo (la) custodies incólume.

Infunde, el Espíritu de la verdad,
Aquél que tu Hijo prometió a sus discípulos;
desde el cielo expulsaste al diablo como un rayo,
envía desde allí al Espíritu Paráclito,
para que expulse lejos al delator y opresor de nuestra naturaleza
y nos haga evitar todo daño.

Por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

82. Otra fórmula imperativa (cfr. nº 62)

Te exorcizo, antiguo enemigo del hombre:
sal fuera de N. a quien Dios creó con amor.

Te lo manda, nuestro Señor Jesucristo,
cuya humildad venció tu soberbia
cuya prodigalidad prevaleció sobre tu envidia,
cuya mansedumbre aplastó tu crueldad.

Enmudece, padre de la mentira,
y no impidas que este siervo (esta sierva) de Dios
bendiga y alabe a su Señor.

Eso te ordena Jesucristo,
Sabiduría del Padre y esplendor de la Verdad,
cuyas palabras son espíritu y vida.
Sal de él (ella), espíritu inmundo,
deja el lugar al Espíritu Santo.

Eso te manda Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre,
que naciendo puro del Espíritu y de la Virgen
purificó todas las cosas con su Sangre.

Por eso, retrocede, Satanás,
vuélvete atrás en el nombre de Jesucristo,
que te expulsó fuertemente con el dedo de Dios y destruyó tu reino.

Retírate, por la fe y la oración de la Iglesia,
huye de aquí, por la fuerza de la Santa X Cruz,
en la cual, el dulce Cordero inmolado por nosotros,
nuestro Señor Jesucristo,
nos libró de tu cruel potestad.

Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos responden:

Amén.

83. Otra fórmula deprecativa o invocativa (cfr. nº 61)

Tú eres Santo, Señor de los ejércitos,
llenos están los cielos y la tierra de tu gloria,
porque creaste todas las cosas que existen en el universo.

Tú que sentado sobre los querubines no sólo habitas en lo alto
sino que miras con atención hacia el cielo y la tierra
y observas también los abismos.

Abre tus ojos, Señor,
y contempla la aflicción de N., a quien creaste por amor;
por él (ella) te rogamos suplicantes,
que despiertes tu poder,
envíes tu Espíritu Paráclito
para que este siervo tuyo (sierva tuya) no sólo ordenado (ordenada) en su corazón
sino también sincero (sincera) en su mente
pueda ofrecerte el debido servicio.

Dios, creador y redentor del género humano,
que desde el comienzo hiciste al hombre según tu imagen,
y le encomendaste el cuidado del mundo entero,
para que, sirviéndote a ti, su Creador,
dominara todo lo creado;
te pedimos que te apiades de la condición humana,
herida por el pecado,
y muestres tu bondad a este siervo tuyo (sierva tuya) N.
abatido (abatida) por el engaño diabólico
para que liberado (liberada) del enemigo,
te reconozca ti, el único Dios y Señor.

Dios de infinita misericordia,
que para nuestra redención enviaste bondadosamente a tu Hijo Unigénito
a fin de que todo el que crea en él no perezca
sino que tenga vida eterna;

Tú que levantaste en la Cruz a tu propio Hijo,
para que borrado el decreto de muerte atrajese a sí todas las cosas,
te pedimos que tengas compasión de tu Iglesia suplicante
y escuches su oración a favor de tu atribulado (atribulada) N.
de tal manera que, desaparecida toda adversidad,
tu derecha proteja a quien, con su Sangre derramada en la Cruz
redimió Jesucristo, tu Hijo y nuestro Señor
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
por los siglos de los siglos.

Todos responden:

Amén.

84. Otra fórmula imperativa (cfr. nº 62)

Por el Dios vivo, por el Dios verdadero, por el Dios santo,
yo te exorcizo, espíritu inmundo, enemigo de la fe,
enemigo del género humano, conductor de la muerte,
padre de la mentira, raíz de todos los males,
seductor de los hombres, provocador de los dolores.

Te adjuro, maldito dragón,
en el nombre de nuestro Señor Jesucristo,
para que abandones de raíz y que huyas
de este ser plasmado por Dios.

El mismo Jesucristo te lo ordena,
quien te mandó sumergirte desde lo alto de los cielos
a los lugares más bajos de la tierra.

El mismo Cristo te lo ordena,
que calmó al mar, a los vientos y a las tempestades .

El mismo Cristo te lo ordena,
que es la eterna Palabra de Dios hecha carne,
y que se humilló a sí mismo
y se hizo obediente hasta la muerte
por la salvación del género humano perdido por tu envidia.

Témelo a Él,
que en Isaac fue inmolado,
en José vendido,
en el Cordero, muerto,
en el hombre, crucificado,
y en el infierno, triunfador.

Dale lugar a Cristo,
en quien ninguna de tus obras has podido encontrar.

Humíllate bajo la potente mano de Dios;
tiembla y huye,
pues invocamos el santo nombre de Jesús,
ante quien tiemblan los infierno,
a quien están sujetas las Virtudes de los cielos,
las Potestades, las Dominaciones,
y a quien los Querubines y los Serafines
aclaman con una sola voz diciendo:
Santo, Santo, Santo, es el Señor, Dios de los ejércitos.

Retrocede ya,
en el nombre del Padre X y del Hijo X y del Espíritu X Santo.

Dale el lugar al Espíritu Santo
por este signo de la Santa X Cruz
de nuestro Señor Jesucristo
que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos responden:

Amén.



                                                         APÉNDICES



Appendix-apéndice I


SÚPLICAS Y EXORCISMOS QUE PUEDEN AGREGARSE

EN PECULIARES CIRCUNSTANCIAS


["Oración de súplica y exorcismo"]


Versión adaptada del Exorcismo de León XIII de 1890


Asamblea de fieles para orar

1. La presencia del diablo y de otros demonios aparece no solamente en personas tentadas o atormentadas, sino también en las cosas y en los lugares que están en contacto, de algún modo, con ellas o su actividad [infestación].

Asimismo pueden hacerse presente en las variadas formas de oposición y persecución a la Iglesia.

De acuerdo a los sucesos y las circunstancias, el Obispo diocesano puede considerar oportuno congregar a los fieles para orar, presididos y animados por un sacerdote, para lo cual se disponen los elementos siguientes.

[NOTA: esta oración de súplica y exorcismo presidida por el obispo de Springfield, Illinois (Estados Unidos), Thomas Paprocki, la efectuó como acto de reparación por la aprobación del "matrimonio entre personas del mismo sexo"]


2. Congregada la asamblea de los fieles, el sacerdote dice [invocación a la Santísima Trinidad]:

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos se signan y dicen:

Amén.


3. Luego el sacerdote, saluda a los presentes con las manos extendidas:

[Opción I]

Dios, Padre omnipotente
que quiere que todos los hombres se salven
esté con todos ustedes.

Todos responden:

Y con tu espíritu.

O bien:

[Opción II]

El Señor esté con ustedes.

[Todos responden:]

Y con tu espíritu.

O bien:

[Opción III]

Puede usarse otro saludo tomado de los libros litúrgicos aprobados, como por ejemplo:

El Dios de la esperanza
que nos llena de toda alegría
y paz en la fe
por la fuerza del Espíritu Santo,
sea con todos vosotros


4. Luego el sacerdote habla [exhortación] brevemente a los presentes, para disponer su atención a la celebración.

[pro opportunitate] A continuación es conveniente dar lugar a una Liturgia de la Palabra en la que se incluya una breve homilía del sacerdote que preside; en ella, inspirado por los textos bíblicos que se proclamen, el sacerdote invite a los fieles a la esperanza en la victoria de Cristo y las disposiciones de Dios a favor de los hombres, como las angélicas.

Los textos bíblicos a proclamarse y los Salmos Responsoriales correspondientes pueden elegirse de entre los propuestos en los Leccionarios aprobados.


[Opción I]


5. [pro opportunitate] Pueden recitarse las Letanías de los Santos [46], que el sacerdote puede concluir con la oración siguiente:

Espíritu Santo Creador,
asiste bondadosamente a la Iglesia Católica;
fortalécela y confírmala con tu poder
contra los embates de los enemigos,
y renueva el espíritu de tus servidores fieles
a quienes ungiste con tu caridad y tu gracia
para que en ti glorifiquen al Padre
y a su Hijo Unigénito, Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.


[Opción II]


6. [pro opportunitate]

Puede también, en lugar de las letanías, rezarse la Oración Universal o Dominical con intenciones apropiadas.

[Nota personal: Se llama Oración Universal porque se suplica por las necesidades de todos los hombres.

En la Oración Universal u Oración de los Fieles, el pueblo, responde de alguna manera a la palabra de Dios acogida en la fe y ejerciendo su sacerdocio bautismal, ofrece a Dios sus peticiones por la salvación de todos.

Conviene que esta oración se haga normalmente en las Misas a las que asiste el pueblo, de modo que se eleven súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren alguna necesidad y por todos los hombres y la salvación de todo el mundo” (OGMR 69).

Debe poder ser asumida por todo el pueblo cristiano y al menos cuatro de las peticiones deben ser:

* Por la Iglesia y sus necesidades
* Por los gobernantes
* Por los pobres y necesitados
* Por todos los presentes y la comunidad local

Este orden puede cambiarse en algunas celebraciones especiales.

Fuente: la-liturgia.blogspot.com.es/2007/12/la-oracin-universal-o-de-los-fieles.html]

* * *

Al final se dice el Padre nuestro.

[Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación
y líbranos el mal.]


7. Después el sacerdote, con las manos juntas, agrega [Pequeña oración exorcística]:

In nómine Iesu Christi Dei

En nombre de Jesucristo, Dios y Señor nuestro,
y con la intercesión de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios,
del bienaventurado Miguel Arcángel,
de los bienaventurados apóstoles, Pedro y Pablo, y de todos los santos,
y confiando en la sagrada autoridad del ministerio recibido de la Iglesia
me encamino seguro a enfrentar las vejaciones
producidas por el engaño diabólico que han de ser repelidas.


8. Todos recitan a la vez

Salmo 67 (68), 2-3

Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos
y huyen de su rostro quienes lo enfrentan.
Tú los disipas como se disipa el humo;
como se derrite la cera ante el fuego,
así desaparecen los pecadores delante del Señor.

V. Huyan de la Cruz de Cristo, enemigos del Señor.

R. Ha vencido el león de la tribu de Judá, la raíz de David.

V. Señor, que venga tu misericordia sobre nosotros.

R. Como lo esperamos de ti.

V. Señor, oye mi oración.

R. Y llegue a ti mi clamor.



9. El sacerdote dice con las manos juntas [Oración sacerdotal]:

Oremos.

Y todos oran en silencio.

[Oración]

Entonces el sacerdote con las manos juntas dice la siguiente oración:

Dios del cielo,

Dios de la tierra,

Dios de los ángeles,

Dios de los arcángeles,

Dios de los patriarcas,

Dios de los profetas,

Dios de los apóstoles,

Dios de los mártires,

Dios de los sacerdotes,

Dios de las vírgenes,

Dios de todos los santos y santas,

Dios que tienes poder

para dar vida después de la muerte,

el descanso después del trabajo,

no hay otro Dios fuera de ti,

creador de todo lo visible e invisible, cuyo reino no tiene fin;

humildemente suplicamos a la majestad de tu gloria,

para que, con tu poder, libres a tus hijos

de toda potestad, engaño y perversidad de los espíritus del infierno

y nos custodies incólumes.

Todos responden:

Amén.


10. [pro opportunitate] Luego, si parece oportuno, el sacerdote con las manos extendidas pronuncia la siguiente   fórmula imperativa  , al modo de un exorcismo.

Te exorcizo,
todo espíritu inmundo,
todo poder de las tinieblas,
toda incursión del adversario infernal,
toda legión, grupo y secta diabólica,
en el nombre y por el poder de Jesucristo Señor nuestro,
a que te desarraigues y huyas de la Iglesia de Dios,
de las almas creadas a imagen divina
y redimidas por la preciosa sangre del Cordero.

No te atrevas nunca más, serpiente astuta,
a engañar al género humano,
a perseguir a la Iglesia de Dios,
a sacudir y cribar como al trigo a los elegidos de Dios.
Te ordena el Dios altísimo,

que quiere que todos los hombres se salven,
y que lleguen al conocimiento de la verdad,
a ti que en tu gran soberbia
pretendes considerarte semejante a Él.

Te lo ordena Dios Padre;
te lo ordena Dios Hijo;
te lo ordena Dios Espíritu Santo.
Te lo ordena Cristo,

Palabra eterna de Dios hecha carne,
que por la salvación del género humano,
arruinado por tu odio,

se humilló a sí mismo
haciéndose obediente hasta la muerte;
que edificó su Iglesia sobre roca firme
y determinó que las puertas del infierno
nunca prevalecerían contra ella,
y que él mismo permanecería con ellas todos los días
hasta el fin de los tiempos.

Te lo ordena el signo X de la Cruz,
del poder de todos los Sacramentos de la fe cristiana.

Te lo ordena la excelsa Virgen María, Madre de Dios,
que aplastó en su humildad
desde el primer instante de su Concepción inmaculada
tu cabeza soberbia.

Te lo ordena la fe de los santos Apóstoles Pedro y Pablo
y de los demás Apóstoles.

Te lo ordena la sangre de los Mártires,
y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas.

Así pues, ejército diabólico,
te conjuro por el Dios vivo,
por el Dios verdadero,
por el Dios santo,
por el Dios que amó al mundo
que le entregó a su Hijo Unigénito,
para que todo, el que cree en Él, no perezca,
sino que tenga vida eterna:
desiste de engañar a los seres humanos,
y de ofrecerles el veneno de la condenación eterna:
deja de dañar a la Iglesia,
y de poner obstáculos a su libertad.

Vete, Satanás,
padre de la mentira,
enemigo de la salvación humana.

Deja el lugar a Cristo,
en quien no encontraste ninguna de tus obras;
deja el lugar a la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica,
a la que el mismo Cristo adquirió con su sangre.
Humíllate bajo la poderosa mano de Dios;

estremécete y huye,
por el santo nombre de Jesús,
ante quien tiemblan los infiernos,
al que están sometidos todos los ejércitos celestiales,
las Potestades y Dominaciones;

a quien los Querubines y Serafines
alaban diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo, es el Señor,
Dios del Universo.


11. Después se recita o canta esta antífona:

Sub tuum praesídium

Bajo tu amparo, nos refugiamos
santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades.
Antes bien, líbranos de todos los males,
Virgen gloriosa y bendita.

[pro opportunitate] : 

También puede recitarse la siguiente súplica a san Miguel Arcángel u otra súplica más conocida por el pueblo:

Princeps gloriosíssime

Príncipe glorioso de la Celestial Milicia,
San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla contra los Principados y Potestades
contra los conductores de las tinieblas del mundo,
contra todo aquello que pervierta lo celestial.

Ven en auxilio de los hombres a quien Dios hizo a su imagen y semejanza
y rescató con alto precio de las tiranías del diablo.

A ti te venera la Iglesia como custodio y patrono,
a ti te entregó el Señor las almas de los redimidos
que han de ser hospedadas en la suprema felicidad.

Ruégale al Dios de la paz,
para que quebrante a Satanás bajo nuestros pies
y no pueda, en adelante, mantener cautivos a los hombres
y dañar a la Iglesia.

Ofrece nuestras plegarias en presencia del Altísimo
para que alcancemos pronto las misericordias del Señor,
y apreses al dragón, la antigua serpiente,
que es el diablo y Satanás,
y lo envíes al abismo
para que deje de seducir a los pueblos.

Amén.


12. El sacerdote rocía el lugar con agua bendita.

Luego bendice a los presentes y los despide, como se acostumbra normalmente.



Appendix-apéndice II


SÚPLICAS QUE PUEDEN SER
EMPLEADAS PRIVADAMENTE
POR LOS FIELES
EN LA LUCHA CONTRA LAS POTESTADES
DE LAS TINIEBLAS


I. Oraciones

[Oración I]

1. Señor Dios, ten misericordia de mí, tu siervo,
que por la multitud de las asechanzas
estoy como un vaso resquebrajado;

líbrame de la mano de mis enemigos,
asísteme para que busque al que está perdido,
lo pueda encontrar y restituirlo para ti,
lo pueda restituir y entregártelo para que no lo abandones.

Concédeme que te agrade en todo
ya que he podido conocerte y saber que me has redimido.

Amén.

[Oración II]

2. Dios omnipotente,
que refugias a los desolados
y confortas a los prisioneros,
mira mi aflicción y manifiesta tu poder para auxiliarme;

vence al detestable enemigo;
y haz que, superada la presencia del adversario,
pueda recuperar la paz y la libertad
y así, sirviéndote con sincera piedad,
pueda confesar que tú eres admirable
y manifestar la grandeza de tus obras.

Por Cristo, nuestro Señor.

Amén.

[Oración III]

3. Dios, creador y defensor del género humano
tú formaste al hombre a tu imagen
y lo recreaste admirablemente con la gracia del Bautismo;

vuelve tu mirada sobre este siervo tuyo,
y escucha bondadosamente mis súplicas.

Te pido que brote en mi corazón el esplendor de tu gloria
para que, eliminado todo terror, miedo y temor,
sereno en mente y alma
junto a los hermanos en tu Iglesia
pueda alabarte eternamente.

Amén.

[Oración IV]

4. Padre Dios, autor de la misericordia y de todo amor,
que quisiste que tu Hijo sufriera por nosotros el patíbulo de la Cruz
para expulsar de nosotros el poder del enemigo,
mira atentamente mi humillación y dolor,
y mantente firme, te pido,
para que a quien renovaste en la fuente del Bautismo
vencido el combate del Maligno,
lo llenes con la gracia de tu bendición.

Por Cristo, nuestro Señor.

Amén.

[Oración V]

5. Señor y Dios mío, que me adoptaste por la gracia
y quisiste que fuera hijo de la luz,
concédeme, te pido, que no sea envuelto por las tinieblas de los demonios
y siempre pueda permanecer en el esplendor de la libertad recibida de ti.

Por Cristo, nuestro Señor.

Amén.


II.  Invocaciones a la Santísima Trinidad

--- Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.

--- Honor y gloria al único Dios.

--- Bendigamos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
alabémoslo y exaltémoslo por los siglos.

--- Te invocamos, te alabamos, te adoramos, oh bienaventurada Trinidad.

--- Esperanza nuestra, salvación nuestra, honor nuestro, oh bienaventurada Trinidad.
Líbrame, sálvame, vivifícame, oh bienaventurada Trinidad.

--- Santo, Santo, Santo, Señor Dios omnipotente
el que es, el que era y el que vendrá.

--- A ti la honra y el imperio, oh bienaventurada Trinidad.

--- A ti la gloria y el poder por los siglos de los siglos.

--- A ti la alabanza, a ti la gloria, a ti la acción de gracias por los siglos de los siglos, oh
bienaventurada Trinidad.

--- Santo Dios, Santo y fuerte, Santo e inmortal, ten compasión de mí.



III.  Invocaciones a nuestro Señor Jesucristo

A.

[Invocación I]

Jesús, Hijo del Dios vivo, ten compasión de mí.

Jesús, imagen del Padre, ten compasión de mí.

Jesús, sabiduría eterna, ten compasión de mí.

Jesús, esplendor de la luz eterna, ten compasión de mí.

Jesús, Palabra de vida, ten compasión de mí.

Jesús, Hijo de la Virgen María, ten compasión de mí.

Jesús, Dios y hombre, ten compasión de mí.

Jesús, Sumo Sacerdote, ten compasión de mí.

Jesús, pregonero del Reino de Dios, ten compasión de mí.

Jesús, camino, verdad y vida, ten compasión de mí.

Jesús, pan de Vida, ten compasión de mí.

Jesús, Vida verdadera, ten compasión de mí.

Jesús, hermano de los pobres, ten compasión de mí.

Jesús, amigo de los pecadores, ten compasión de mí.

Jesús, médico del alma y del cuerpo, ten compasión de mí.

Jesús, salvación de los oprimidos, ten compasión de mí.

Jesús, consuelo de los desamparados, ten compasión de mí.

* * *

Tú, que viniste a este mundo, ten compasión de mí.

Tú, que libraste a los oprimidos por el diablo, ten compasión de mí.

Tú, que estuviste colgado en la cruz, ten compasión de mí.

Tú, que aceptaste la muerte por nosotros, ten compasión de mí.

Tú, que yaciste en el sepulcro, ten compasión de mí.

Tú, que descendiste a los infiernos, ten compasión de mí.

Tú, que resucitaste de entre los muertos, ten compasión de mí.

Tú, que subiste a los cielos, ten compasión de mí.

Tú, que enviaste el Espíritu Santo a los apóstoles, ten compasión de mí.

Tú, que estás sentado a la derecha del Padre, ten compasión de mí.

Tú, que vendrás a juzgar a los vivos y muertos, ten compasión de mí.

B.

[Invocación II]

Por tu encarnación, líbrame, Señor.

Por tu nacimiento, líbrame, Señor.

Por tu bautismo y ayuno santo, líbrame, Señor.

Por tu cruz y tu pasión, líbrame, Señor.

Por tu muerte y sepultura, líbrame, Señor.

Por tu santa resurrección, líbrame, Señor.

Por tu admirable ascensión, líbrame, Señor.

Por la efusión del Espíritu Santo, líbrame, Señor.

Por tu gloriosa venida, líbrame, Señor.


IV.  Otras invocaciones al Señor

Cuando nombra a la cruz, el fiel puede signarse.

--- Sálvame, Cristo Salvador, por el poder de la Cruz X
tú que salvaste a Pedro en el mar, ten misericordia de mí.

--- Por la señal de la Cruz X
líbranos de nuestros enemigos, Dios nuestro.

--- Por tu Cruz X sálvanos, Cristo redentor,
tú que muriendo destruiste nuestra muerte
y resucitando restableciste la vida.

--- Tu Cruz X adoramos, Señor,
tu gloriosa Pasión recordamos,
ten compasión, tú que padeciste por nosotros.

--- Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
porque por tu Cruz X redimiste al mundo.


V.  Invocaciones a la Virgen María

--- Bajo tu amparo, nos refugiamos
santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades.

Antes bien, líbranos de todos los males,
Virgen gloriosa y bendita.

--- Consuelo de los afligidos, ruega por nosotros.
Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros.

--- Hazme digno de alabarte, Virgen santa;
dame poder contra tus enemigos.

--- Madre mía, confianza mía.

--- Virgen Madre de Dios, María, ruega a Cristo por mí.

--- Dignísima Reina del mundo,
siempre Virgen María,
intercede por nuestra paz y salvación
tú que engendraste a Cristo Señor, Salvador de todos.

--- María, Madre de gracia,
Madre de misericordia,
protégenos del enemigo
y recíbenos en la hora de la muerte.

--- Socórreme, piadosísima Virgen María,
en todas mis tribulaciones,
angustias y necesidades
y alcánzame de tu amado Hijo
la liberación de todos los males
y de los peligros del alma y del cuerpo.

--- Recuerda, piadosa Virgen María,
que no se ha oído en el mundo
que alguien que ha recurrido a tu apoyo,
que haya implorado tu auxilio,
que haya pedido tu ayuda,
haya sido abandonado.

Yo animado por tal confianza
corro hacia ti, Madre, Virgen de las vírgenes
y como un pecador que llora sus culpas comparezco ante ti.

No quieras desdeñar mis palabras, Madre de Dios,
sino que óyelas bondadosamente y recíbelas.


VI.  Invocación a san Miguel Arcángel

Sancte Michael Archángele

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla
sé un refugio contra la malicia y las insidias del diablo.

Te rogamos, suplicantes, que Dios lo domine
y tú, que presides la milicia celestial,
arrojes al infierno, con el divino poder,
a Satanás y a los espíritus malignos
que vagan por el mundo para la perdición de los hombres.


VII.  Preces litánicas o Letanías

Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros (por mí).

San Miguel, ruega por nosotros (por mí).

San Gabriel, ruega por nosotros (por mí).

San Rafael, ruega por nosotros (por mí).

Santos Ángeles custodios, rueguen por nosotros (por mí).

San Juan Bautista, ruega por nosotros (por mí).

San José, ruega por nosotros (por mí).

San Pedro, ruega por nosotros (por mí).

San Pablo, ruega por nosotros (por mí).

San Juan, ruega por nosotros (por mí).

Todos los Apóstoles, rueguen por nosotros (por mí).

Santa María Magdalena, ruega por nosotros (por mí).

Pueden añadirse los nombres de otros santos o beatos


De todo mal, líbranos (líbrame), Señor.

De todo pecado, líbranos (líbrame), Señor.

De las insidias del diablo, líbranos (líbrame), Señor.

De la muerte eterna, líbranos (líbrame), Señor.


Cristo, óyenos (óyeme).

Cristo, escúchanos (escúchame).


*************************FINIS***************************

No hay comentarios:

Publicar un comentario