Ritual Romano de Exorcismos y otras Súplicas
De Exorcismis et supplicationibus quibusdam (1998 / 2004)
*** Este Ritual de Exorcismos de 1998 (reformado el 2004) sólo puede usarlo un obispo o sacerdote católico con licencia episcopal.
*** Si siente molestias o perturbaciones, deje de leerlo.
*** Traducción y transcripción privada y de otros sitios, puede contener errores y omisiones. NO es una versión oficial. En latín:
http://ldysinger.stjohnsem.edu/@magist/1978_SCDW-Rom_Rit/Exorc/De_Exorcismis-searchable.pdf
*** Colección del P. Fortea sobre demonología: goo.gl/uwStt9
....................
ÍNDICE de esta página
I. Notificación: El Ritual Romano de Exorcismos y otras Súplicas (De Exorcismis et supplicationibus quibusdam) de 1998
II. Decreto
III. Presentación del Rito de Exorcismos por la Conferencia Episcopal Italiana (17 puntos)
IV. Instrucción sobre las oraciones para obtener de Dios la curación (Congregación para la Doctrina de la Fe)
Introducción
I. Aspectos doctrinales
II. Aspectos disciplinares
Ritual Romano de Exorcismos y otras Súplicas
De Exorcismis et supplicationibus quibusdam
(1998/2004)
1. Introducción
- Prenotando I: La victoria de Cristo y la potestad de la Iglesia sobre los demonios
- Prenotando II: Los exorcismos en el ministerio santificador de la Iglesia
- Prenotando III: El ministro y las condiciones para ejercer el exorcismo mayor
- Prenotando IV: El rito de debe emplearse
- Prenotando V: Observaciones y adaptaciones
2. Capítulo I: Rito del Exorcismo Mayor
Exorcismo sobre posesión personal
De Exorcismis et supplicationibus quibusdam (1998 / 2004)
*** Este Ritual de Exorcismos de 1998 (reformado el 2004) sólo puede usarlo un obispo o sacerdote católico con licencia episcopal.
*** Si siente molestias o perturbaciones, deje de leerlo.
*** Traducción y transcripción privada y de otros sitios, puede contener errores y omisiones. NO es una versión oficial. En latín:
http://ldysinger.stjohnsem.edu/@magist/1978_SCDW-Rom_Rit/Exorc/De_Exorcismis-searchable.pdf
*** Colección del P. Fortea sobre demonología: goo.gl/uwStt9
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I. Notificación: El Ritual Romano de Exorcismos y otras Súplicas (De Exorcismis et supplicationibus quibusdam) de 1998
II. Decreto
III. Presentación del Rito de Exorcismos por la Conferencia Episcopal Italiana (17 puntos)
IV. Instrucción sobre las oraciones para obtener de Dios la curación (Congregación para la Doctrina de la Fe)
Introducción
I. Aspectos doctrinales
II. Aspectos disciplinares
Ritual Romano de Exorcismos y otras Súplicas
De Exorcismis et supplicationibus quibusdam
(1998/2004)
1. Introducción
- Prenotando I: La victoria de Cristo y la potestad de la Iglesia sobre los demonios
- Prenotando II: Los exorcismos en el ministerio santificador de la Iglesia
- Prenotando III: El ministro y las condiciones para ejercer el exorcismo mayor
- Prenotando IV: El rito de debe emplearse
- Prenotando V: Observaciones y adaptaciones
2. Capítulo I: Rito del Exorcismo Mayor
Exorcismo sobre posesión personal
(denominación personal)
3. Capítulo II: Diversos textos facultativos para añadir en el Rito
4. Apéndices:
I. Súplicas y exorcismos que pueden agregarse en peculiares circunstancias.
Exorcismo magno eclesial por causa de oposición y persecución a la
3. Capítulo II: Diversos textos facultativos para añadir en el Rito
4. Apéndices:
I. Súplicas y exorcismos que pueden agregarse en peculiares circunstancias.
Exorcismo magno eclesial por causa de oposición y persecución a la
Iglesia
(denominación personal)
Versión adaptada del Exorcismo de León XIII de 1890
II. Súplicas que pueden ser empleadas privadamente por los fieles en la lucha
contra las potestades de las tinieblas.
Oraciones de liberación privada, personal o grupal, sólo sobre sí mismo
(denominación personal)
(denominación personal)
Versión adaptada del Exorcismo de León XIII de 1890
II. Súplicas que pueden ser empleadas privadamente por los fieles en la lucha
contra las potestades de las tinieblas.
Oraciones de liberación privada, personal o grupal, sólo sobre sí mismo
(denominación personal)
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Según el P. Amorth, faltan en el Ritual del 2008:
1. Exorcismos:
a) exorcismo magno social: exorcismo ritual sobre toda la sociedad o parte de ella, sus instituciones y asociaciones
b) exorcismo ambiental sobre cosas, lugares y animales.
a) exorcismo magno social: exorcismo ritual sobre toda la sociedad o parte de ella, sus instituciones y asociaciones
b) exorcismo ambiental sobre cosas, lugares y animales.
2. Oraciones de liberación demoníaca:
a) sobre otros ajenos a sí mismo o terceras personas, presentes o ausentes.
Deben de estar afectadas por toda acción extraordinaria demoníaca excepto la posesión: perturbaciones, infestaciones, vejaciones, obsesiones y cualquier tipo de influencia o importunación diabólicas
b) sobre cosas, lugares y animales, presentes o ausentes.
a) sobre otros ajenos a sí mismo o terceras personas, presentes o ausentes.
Deben de estar afectadas por toda acción extraordinaria demoníaca excepto la posesión: perturbaciones, infestaciones, vejaciones, obsesiones y cualquier tipo de influencia o importunación diabólicas
b) sobre cosas, lugares y animales, presentes o ausentes.
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Ritual Romano
Renovado
según el decreto del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II
Promulgado
por la autoridad de S.S. Juan Pablo II
RITUAL DE LOS EXORCISMOS
Congregación
para el Culto Divino
y
la disciplina de los Sacramentos
Prot.
1280/98/L
Notificación
El
Rito de Exorcismos
La
edición latina del renovado rito de Exorcismos aprobada el 1° de
Octubre de 1998
por el
Sumo Pontífice Juan Pablo II, fue dada a conocer en el día de ayer
y, conforme al decreto
de este Dicasterio, puede ser utilizada por aquellos a quienes
compete por
Derecho
desde este mismo momento.
La
Congregación del Culto Divino y de la Disciplina de los Sacramentos,
por la peculiar
facultad
otorgada a la misma por el Sumo Pontífice (cfr. Decretos de la
Secretaría de
Estado
n. 434.563 del día de 2 de Octubre de 1998), establece y declara lo
que sigue.
Dado que
compete al Obispo diocesano, en la diócesis a él confiada, la
moderación de
la
Sagrada Liturgia y el ejercicio de la tarea pastoral es por ello que,
para aliviar
misericordiosamente
a los fieles en la lucha contra el poder del diablo, examinada con
diligencia
cada situación, podrá pedir a la Santa Sede que un sacerdote, a
quien el cargo
de exorcista fuere confiado, pueda también emplear el rito hasta ahora usado según el título XII de la edición de 1952 del Ritual Romano.
de exorcista fuere confiado, pueda también emplear el rito hasta ahora usado según el título XII de la edición de 1952 del Ritual Romano.
La
Congregación del Culto Divino y de la Disciplina de los Sacramentos,
atendiendo a
las
peticiones de los Ordinarios, que conocen enteramente la realidad
pastoral de su
jurisdicción,
concede gustosamente la facultad pedida.
Dadas en
la Sede de la Congregación, a los veintisiete días del mes de enero
de mil
novecientos
noventa y nueve.
Jorge A.
Card. Medina E.
Prefecto
Mario
Marini
Subsecretario
Congregación
para el Culto Divino
y
la disciplina de los Sacramentos
Prot.
1280/98/L
Decreto
La
Iglesia, obediente a la oración dominical, cuidó
misericordiosamente, desde los tiempos antiguos a través de
sacramentales, que con súplicas piadosas a Dios se procurase que los
fieles cristianos fueran librados de todos los peligros y,
especialmente, de las insidias
del diablo.
Así, de
una manera peculiar, fueron instituidos en la Iglesia los exorcismos,
para que a través de ellos, imitando la caridad de Cristo, fueran
curados los poseídos por el
Maligno, y expulsados
los demonios en nombre de Dios, de modo de evitar a las
criaturas humanas todo perjuicio.
Ahora
bien, actualmente parece oportuno rever las normas transmitidas y las
oraciones suplicantes, como también las fórmulas empleadas por el
título XII del Ritual Romano, para que el rito de exorcismos
responda a lo decretado por la Constitución “Sacrosanctum
Concilium” del Concilio Vaticano II, especialmente en su artículo
79.
Por lo
tanto, esta Congregación promulga el Rito de los Exorcismos,
aprobado por el Sumo Pontífice Juan Pablo II el día 1° de Octubre
de 1998, para que se aplique en lugar de las normas y fórmulas que,
bajo el título XX del Ritual Romano, hasta ahora se empleaban.
La
edición latina, tan pronto como sea editada, puede ser utilizada por
aquellos a quienes compete según Derecho.
No
obstante, las Conferencias Episcopales vigilen que las ediciones en
lengua vernácula, cuidadosamente preparadas y adaptadas de acuerdo a
las normas del Derecho, sean sometidas a la confirmación de la Sede
Apostólica.
Sin que
obste nada en contrario, se emite este Decreto, en la Congregación
del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en el día doce
de Noviembre de mil novecientos noventa y ocho, en la solemnidad de
Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.
Jorge
Card. Medina Estévez
Prefecto
Gerardo M. Agnelo
Arzobispo
Secretario
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PRESENTACIÓN
1. La Conferencia Episcopal italiana, publicando el "rito de exorcismo, traducción integral del De exorcismis et quibusdam del supplicationibus, aprobado por decreto de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos en 22 de noviembre de 1998, conscientes de ofrecer a los pastores de almas y, en particular, a los exorcistas un libro litúrgico que en la situación actual de nuestro país responde a una sentida necesidad.
La carencia en muchas personas de una incisiva experiencia de fe y de sólidas convicciones religiosas, la pérdida de algunos importantes valores cristianos y el oscurecimiento del sentido profundo de la vida se combinan para crear un ambiente de incertidumbre e inseguridad, que a su vez promueve el uso de las formas de adivinación, a prácticas religiosas impregnadas de superstición, las expresiones rituales de magia y a veces incluso ritos muy aberrantes, tales como la adoración a Satanás.
Con el poder del espíritu, Santo y santificador, continúa incesantemente este trabajo victorioso. En su victoria tambien nosotros hemos vencido.
Para aquellos que están arraigados en Cristo el miedo al diablo, entendido [el miedo] como el estado de ánimo que paraliza la vida y lo hace sombrío, no tiene ninguna razón de ser.
La lucha contra el mal compromete incesantemente al creyente, pero ahora ya no puede ser causa de desesperación, en cuanto [el católico] tiene la certeza de que el mal ya fue derrotado y su poder es limitado.
Es necesaria una actitud de vigilancia permanente, según la advertencia del apóstol Pedro:
“Sé paciente, vigila. Tu enemigo, el diablo, anda alrededor como león rugiente buscando a quien devorar. Resistidle firmes en la fe "(1 Pt 5, 8-9).
Por este motivo el creyente vigila para no ser engañado y ruega cada día con la palabra de Jesús: "Padre, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal" (Mt 6, 13).
Por el contrario el fenómeno diabólico extraordinario de posesión, de la obsesión, de la vejación y de la infestación son posibles, pero de hecho, en opinión de los expertos, son raros.
[Comentario: este párrafo fue escrito el 2001, en el inicio del repunte del fenómeno de la posesiones y con la tradición del desinterés episcopal en relación con los exorcismos; actualmente no son raros sino más frecuentes, como lo demuestra el nombramiento de 8 exorcistas en la archidiócesis de Madrid el 2013].
Provocan un gran sufrimiento, pero por sí mismos no alejan de Dios y no tienen la gravedad del pecado.
8. la propagación actual de las manifestaciones supersticiosas, de la magia y el satanismo requiere de la solicitud pastoral, para mantener viva que puede ayudar a su publicación y el uso adecuado del Rito mismo. En este sentido es necesario por parte de los pastores de almas:
- advertir a los fieles contra los libros, programas de televisión, información de medios de comunicación que con fines de lucro explotan el interés generalizado en fenómenos inusuales o malsanos;
- exhortar a los fieles no a recurrir a la práctica de la magia o si profesan los detentadores de los poderes ocultos o mediador o presuntamente haber recibido poderes especiales. Si tiene alguna duda sobre la presencia de una influencia diabólica debe girar primeramente al discernimiento de los sacerdote exorcista y al sostenimiento de la gracia ofrecida por la Iglesia, especialmente en los sacramentos;
- presentar el sentido auténtico de la lengua utilizada por la Sagrada Escritura y la Tradición y dejar madurar en los cristianos una actitud correcta con respecto a la presencia y acción de Satanás en el mundo.
- recordar en la catequesis y en la predicación que la superstición, la magia y, con mayor razón, el satanismo, van contra la dignidad y la racionalidad humana y a la fe en Dios Padre Todopoderoso y en Jesucristo nuestro Salvador.
recibe un posterior apoyo y especificación con los otros sacramentos y sin olvidar finalmente los sacramentales, los ritos de bendición instituidos por la iglesia para alabar a Dios e invocar su protección en las diversas situaciones de la vida.
EL RITO DE EXORCISMO
10. En la lucha contra Satanás, la Iglesia acompaña al fiel con la oración y la invocación de la presencia efectiva de Cristo.
Ésta es de hecho la tradición pastoral ordinaria de la iglesia, que prevé los ritos del exorcismo en la celebración del bautismo.
En los casos previstos, lo hace específicamente con el sacramental de exorcismo, que pide al Señor la victoria sobre Satanás.
11. El Ministro del rito de exorcismo es estrictamente un sacerdote que por su piedad, conocimiento, prudencia e integridad de la vida es considerado por el Ordinario como idóneo para tal ministerio y por él expresamente autorizado para ejercerla.
12. El sacerdote exorcista procederá a la celebración del exorcismo en la forma imperativa sólo después de llegar a la certeza moral sobre la realidad de la posesión diabólica del sujeto.
Si como se indica en el párrafo 35 de la Introducción, si también hay presentes algunos fieles estos son exhortados a orar intensamente según el Ritual.
Muy apropiadamente, en una visión de fe, el "rito de exorcismo» tiene la fórmula deprecativa o cualquiera demanda (nº 61, 81 y 83) se considera una prioridad sobre la fórmula imperativa (nº 62, 82, 84).
Prescribe: "el exorcista, dice la fórmula invocativa de exorcismo mayor.
Si lo considera apropiado, añadir la fórmula obligatoria "(nº 60).
14. Es conveniente que los exorcistas de la misma diócesis se encuentren en algún momento entre ellos y con el obispo, para compartir sus experiencias y reflexionar juntos.
Parece oportuno que otros encuentros similares se celebren periódicamente a nivel interdiocesano y nacional.
15. El "rito de exorcismo"ofrece en el Apéndice I (núms. 1-12) una serie de celebraciones y oraciones, diferentes de las del exorcismo verdadero y propio, que puede utilizarse por los fieles, sea personal o sea comunitariamente bajo la dirección de un sacerdote.
Es justo que los hermanos sufrientes sean acompañados por la ayuda orante de la comunidad cristiana, pero en tales encuentros de oración debe ser cuidadosamente evitado todo abuso y ambigüedad.
Por esta razón es importante hacer referencia a las directrices de la Congregación para la Doctrina de la Fe en la Instrucción sobre las oraciones para obtener la curación de Dios.
16. Sin perjuicio de la confidencialidad con que normalmente se celebra, el rito de exorcismo no es privado, sino un evento que afecta a toda la comunidad.
El exorcista es un miembro de la comunidad, actua en nombre de Cristo y que, en nombre de la Iglesia, ejercita un Ministerio específico.
Incluso el fiel que pide el exorcismo es un miembro de la comunidad, uno de los miembros de la comunidad que debe amar con un amor preferencial: cuando está en el poder del maligno, de hecho, él es de los más pobres entre los pobres, que necesitan ayuda, comprensión y consuelo.
Por lo tanto, el ministerio de exorcista, además de liberación, también es un ministerio de consolación.
17. Esperamos que este nuevo libro litúrgico, valiosa herramienta para la oración y el estímulo para una acción pastoral iluminada, podrían impulsar un barrio lleno de caridad junto a mucha gente oprimida por el sufrimiento, por lo que un testigo de la presencia de Cristo Salvador que ganó todos los enemigos de la energía de la vida.
Roma, 17 de mayo, 2010
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El anhelo de felicidad, profundamente radicado en el corazón humano, ha sido acompañado desde siempre por el deseo de obtener la liberación de la enfermedad y de entender su sentido cuando se experimenta. Se trata de un fenómeno humano que, interesando de una manera u otra a toda persona, encuentra en la Iglesia una resonancia particular.
La oración que implora la recuperación de la salud es, por lo tanto, una experiencia presente en toda época de la Iglesia, y naturalmente lo es en el momento actual. Lo que constituye un fenómeno en cierto modo nuevo es la multiplicación de encuentros de oración, unidos a veces a celebraciones litúrgicas, cuya finalidad es obtener de Dios la curación, o mejor, las curaciones. En algunos casos, no del todo esporádicos, se proclaman curaciones realizadas, suscitándose así esperanzas de que el mismo fenómeno se repetirá en otros encuentros semejantes. En este contexto a veces se apela a un pretendido carisma de curación.
Semejantes encuentros de oración para obtener curaciones plantean además la cuestión de su justo discernimiento desde el punto de vista litúrgico, con particular atención a la autoridad eclesiástica, a la cual compete vigilar y dar normas oportunas para el recto desarrollo de las celebraciones litúrgicas.
Ha parecido, por tanto, oportuno publicar una Instrucción que, a norma del can. 34 del Código de Derecho Canónico, sirva sobre todo para ayudar a los Ordinarios del lugar, de manera que puedan guiar mejor a los fieles en esta materia, favoreciendo cuanto hay de bueno y corrigiendo lo que se debe evitar. Era preciso, sin embargo, que las disposiciones disciplinares tuvieran con punto de referencia un marco doctrinal bien fundado, que garantizara su justa orientación y aclarara su razón normativa. Con este fin, la Congregación par la Doctrina de la Fe, simultáneamente a la susodicha Instrucción, publica una Nota doctrinal sobre la gracia de la curación y las oraciones para obtenerla.
I. ASPECTOS DOCTRINALES
1. Enfermedad y curación: su sentido y valor en la economía de la salvación
"El hombre está llamado a la alegría, pero experimenta diariamente tantísimas formas de sufrimiento y de dolor".(1) Por eso el Señor, al prometer la redención, anuncia el gozo del corazón unido a la liberación del sufrimiento (cf. Is 30,29; 35,10; Ba 4,29). En efecto, Él es "aquel que libra de todo mal" (Sab 16, 8).
Entre los sufrimientos, aquellos que acompañan la enfermedad son una realidad continuamente presente en la historia humana, y son también parte del profundo deseo del hombre de ser liberado de todo mal. Pero la enfermedad se manifiesta con un carácter ambivalente, ya que por una parte se presenta como un mal cuya aparición en la historia está vinculada al pecado y del cual se anhela la salvación, y por otra parte puede llegar a ser medio de victoria contra el pecado.
En el Antiguo Testamento, "Israel experimenta que la enfermedad, de una manera misteriosa, se vincula al pecado y al mal". (2)
Entre los castigos con los cuales Dios amenazaba al pueblo por su infidelidad, encuentran un amplio espacio las enfermedades (cf. Dt 28, 21-22.27-29.35). El enfermo que implora de Dios la curación confiesa que ha sido justamente castigado por sus pecados (cf. Sal 37[38]; 40[41]; 106[107], 17-21).
Pero la enfermedad hiere también a los justos, y el hombre se pregunta el porqué. En el libro de Job este interrogante atraviesa muchas de sus páginas.
"Si es verdad que el sufrimiento tiene un sentido como castigo cuando está unido a la culpa, no es verdad, por el contrario, que todo sufrimiento sea consecuencia de la culpa y tenga carácter de castigo. La figura del justo Job es una prueba elocuente en el Antiguo Testamento… Si el Señor consiente en probar a Job con el sufrimiento, lo hace para demostrar su justicia. El sufrimiento tiene carácter de prueba".(3)
La enfermedad, aún teniendo aspectos positivos en cuanto demostración de la fidelidad del justo y medio para compensar la justicia violada por el pecado, y también como ocasión para que el pecador se arrepienta y recorra el camino de la conversión, sigue siendo un mal. Por eso el profeta anuncia un tiempo futuro en el cual no habrá desgracias ni invalidez, ni el curso de la vida será jamás truncado por la enfermedad mortal (cf. Is 35, 5-6; 65, 19-20).
Sin embargo, es en el Nuevo Testamento donde encontramos una respuesta plena a la pregunta de por qué la enfermedad hiere también al justo. En su actividad pública, la relación de Jesús con los enfermos no es esporádica, sino constante. Él cura a muchos de manera admirable, hasta el punto de que las curaciones milagrosas caracterizan su actividad: "Jesús recorría todas las ciudades y aldeas; enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanado toda enfermedad y toda dolencia" (Mt 9, 35; cf. 4, 23).
Las curaciones son signo de su misión mesiánica (cf. Lc 7, 20-23). Ellas manifiestan la victoria del Reino de Dios sobre todo tipo de mal y se convierten en símbolo de la curación del hombre entero, cuerpo y alma. En efecto, sirven para demostrar que Jesús tiene el poder de perdonar los pecados (cf. Mc 2, 1-12), y son signo de los bienes salvíficos, como la curación del paralítico de Bethesda (cf. Jn 5, 2-9.19.21) y del ciego de nacimiento (cf. Jn 9).
También la primera evangelización, según las indicaciones del Nuevo testamento, fue acompañada de numerosas curaciones prodigiosas que corroboraban la potencia del anuncio evangélico. Ésta había sido la promesa hecha por Jesús resucitado, y las primeras comunidades cristianas veían su cumplimiento en medio de ellas:
"Estas son las señales que acompañarán a los que crean: (…) impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Mc 16, 17-18).
La predicación de Felipe en Samaría fue acompañada por curaciones milagrosas:
"Felipe bajó a una ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. La gente escuchaba con atención y con un mismo espíritu lo que decía Felipe, porque le oían y veían las señales que realizaba; pues de muchos posesos salían los espíritus inmundos dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos quedaron curados" (Hch 8, 5-7).
San Pablo presenta su anuncio del Evangelio como caracterizado por signos y prodigios realizados con la potencia del Espíritu:
"Pues no me atreveré a hablar de cosa alguna que Cristo no haya realizado por medio de mí para conseguir la obediencia de los gentiles, de palabra y de obra, en virtud de señales y prodigios, en virtud del Espíritu de Dios" (Rm 15, 18-19; cf. 1 Ts 1, 5; 1 Co 2, 4-5).
No es en absoluto arbitrario suponer que tales signos y prodigios, manifestaciones de la potencia divina que asistía la predicación, estaban constituidos en gran parte por curaciones portentosas. Eran prodigios que no estaban ligados exclusivamente a la persona del Apóstol, sino que se manifestaban también por medio de los fieles:
"El que os otorga, pues, el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace porque observáis la ley o porque tenéis fe en la predicación" (Ga 3, 5).
La victoria mesiánica sobre la enfermedad, así como sobre otros sufrimientos humanos, no se da solamente a través de su eliminación por medio de curaciones portentosas, sino también por medio del sufrimiento voluntario e inocente de Cristo en su pasión y dando a cada hombre la posibilidad de asociarse a ella. En efecto,
"el mismo Cristo, que no cometió ningún pecado, sufrió en su pasión penas y tormentos de todo tipo, e hizo suyos los dolores de todos los hombres: cumpliendo así lo que de Él había escrito el profeta Isaías (cf. Is 53, 4-5)".(4)
Pero hay más:
"En la cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. (…) Llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo". (5)
La Iglesia acoge a los enfermos no solamente como objeto de su cuidado amoroso, sino también porque reconoce en ellos la llamada "a vivir su vocación humana y cristiana y a participar en el crecimiento del Reino de Dios con nuevas modalidades, incluso más valiosas.
Las palabras del apóstol Pablo han de convertirse en su programa de vida y, antes todavía, son luz que hace resplandecer a sus ojos el significado de gracia de su misma situación:
"Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24). (6)
2. El deseo de curación y la oración para obtenerla.
"En él, por medio de la unción, acompañada por la oración de los sacerdotes, la Iglesia encomienda los enfermos al Señor sufriente y glorificado, para que les dé el alivio y la salvación". (9)
Inmediatamente antes, en la Bendición del óleo, la Iglesia pide:
"infunde tu santa bendición, para que cuantos reciban la unción con este óleo sean confortados en el cuerpo, en el alma y en el espíritu, y sean liberados de todo dolor, de toda debilidad y de toda dolencia"; (10)
y más tarde, en los dos primeros formularios de oración después de la unción, se pide la curación del enfermo.(11)
Ésta, puesto que el sacramento es prenda y promesa del reino futuro, es también anuncio de la resurrección, cuando
"no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado" (Ap 21, 4).
Además, el Missale Romanum contiene una Misa pro infirmis y en ella, junto a las gracias espirituales, se pide la salud de los enfermos.(12)
Obviamente, el recurso a la oración no excluye, sino que al contrario anima a usar los medios naturales para conservar y recuperar la salud, así como también incita a los hijos de la Iglesia a cuidar a los enfermos y a llevarles alivio en el cuerpo y en el espíritu, tratando de vencer la enfermedad.
Así, en el envío de los Doce a su primera misión, según las narraciones de Mateo y Lucas, el Señor les concede "poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia" (Mt 10, 1; cf. Lc 9, 1), y les da la orden:
"curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios" (Mt 10, 8).
Los Hechos de los Apóstoles hacen referencia en general a prodigios realizados por ellos:
"los Apóstoles realizaban muchos prodigios y señales" (Hch 2, 43; cf. 5, 12).
Eran prodigios y señales, o sea, obras portentosas que manifestaban la verdad y la fuerza de su misión.
Pero, aparte de estas breves indicaciones genéricas, los Hechos hacen referencia sobre todo a curaciones milagrosas realizadas por obra de evangelizadores individuales:
Esteban (cf. Hch 6, 8), Felipe (cf. Hch 8, 6-7), y sobre todo Pedro (cf. Hch 3, 1-10; 5, 15; 9, 33-34.40-41) y Pablo (cf. Hch 14, 3.8-10; 15, 12; 19, 11-12; 20, 9-10; 28, 8-9).
Tanto el final del Evangelio de Marcos como la carta a los Gálatas, como se ha visto más arriba, amplían la perspectiva y no limitan las curaciones milagrosas a la actividad de los Apóstoles o de a algunos evangelizadores con un papel de relieve en la primera misión. Bajo este aspecto, adquieren especial importancia las referencias a los "carismas de curación" (cf. 1 Co 12, 9.28.30).
El significado de carisma es, en sí mismo, muy amplio: significa "don generoso"; y en este caso se trata de "dones de curación ya obtenidos".
4. Las oraciones litúrgicas para obtener de Dios la curación en la Tradición.
La misma orientación se observa en los ritos litúrgicos tanto occidentales como orientales. En una oración después de la comunión se pide que
"el poder de este sacramento… nos colme en el cuerpo y en el alma" (21).
En la solemne acción litúrgica del Viernes Santo se invita a orar a Dios Padre omnipotente para que
"aleje las enfermedades… conceda la salud a los enfermos" (22).
5.
Implicaciones doctrinales del "carisma de curación" en el
contexto actual
Las
curaciones ligadas a lugares de oración (santuarios, recintos
donde se custodian reliquias de mártires o de otros santos, etc.)
han sido testimoniadas abundantemente a través de la historia de la
Iglesia. Ellas contribuyeron a popularizar, en la antigüedad y en el
medioevo, las peregrinaciones a algunos santuarios que, también por
esta razón, se hicieron famosos, como el de San Martín de Tours o
la catedral de Santiago de Compostela, y
tantos otros.
Por lo que se refiere a los encuentros de oración con el objetivo preciso de obtener curaciones —objetivo que, aunque no sea prevalente, al menos ciertamente influye en la programación de los encuentros—, es oportuno distinguir entre aquellos que pueden hacer pensar en un "carisma de curación", sea verdadero o aparente, o los otros que no tienen ninguna conexión con tal carisma.
En los santuarios también son frecuentes otras celebraciones que por sí mismas no están orientadas específicamente a pedirle a Dios gracias de curaciones, y sin embargo, en la intención de los organizadores y de los participantes, tienen como parte importante de su finalidad la obtención de la curación; se realizan por esta razón celebraciones litúrgicas, como por ejemplo, la exposición del Santísimo Sacramento con la bendición, o no litúrgicas, sino de piedad popular, animada por la Iglesia, como la recitación solemne del Rosario. También estas celebraciones son legítimas, siempre que no se altere su auténtico sentido.
El "carisma de curación" no puede ser atribuido a una determinada clase de fieles. En efecto, queda bien claro que San Pablo, cuando se refiere a los diferentes carismas en 1 Corintios 12, no atribuye el don de los "carismas de curación" a un grupo particular, ya sea el de los apóstoles, el de los profetas, el de los maestros, el de los que gobiernan o el de algún otro; es otra, al contrario, la lógica la que guía su distribución:
"Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad" (1 Co 12, 11).
Art. 4.
Art. 5.
Art. 6.
Art. 7.
Art.
8. - Exorcismo
§
1. El ministerio del exorcistado
debe ser ejercitado en estrecha dependencia del Obispo diocesano, y
de acuerdo con el can. 1172, la Carta de la
Congregación para la Doctrina de la Fe del 29 de septiembre de 1985
(31) y el Rituale Romanum. (32)
..........
(31) Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 29 de septiembre del 1985:
"Desde hace algunos años, ciertos grupos eclesiales multiplican reuniones para orar con la intención de obtener la liberación del influjo de los demonios, aun cuando no se trate de exorcismos propiamente dichos.
Tales reuniones son efectuadas bajo la dirección de laicos, incluso cuando está presente un sacerdote.
Dado que se ha preguntado a la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre tales hechos, este Dicasterio juzga necesario comunicar a todos los Ordinarios la siguiente respuesta:
1. El canon 1172 del Código de Derecho Canónico declara que a nadie es lícito realizar exorcismos sobre personas posesas, a no ser que el Ordinario del lugar haya concedido licencia peculiar y expresa para ello (§ 1), y determina también que esta licencia sólo puede ser concedida por el Ordinario del lugar a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida (§ 2). Por consiguiente se invita a los Obispos a urgir el cumplimiento de estos preceptos.
2. De estas prescripciones se sigue que no es lícito a los fíeles cristianos utilizar la fórmula de exorcismo contra Satanás y los ángeles apóstatas, contenida en el Ritual que fue publicado por orden del sumo pontífice León XIII; mucho menos les es lícito emplear el texto entero de este exorcismo. Los Obispos procuren amonestar a los fieles sobre este asunto cuando sea necesario.
3. Finalmente, por las mismas razones, se ruega a los Obispos que velen para que –aun en los casos que, excluida la auténtica posesión diabólica, parezcan revelar algún influjo del diablo– personas sin la debida autorización dirijan reuniones en las cuales se hagan oraciones para obtener la expulsión del demonio, oraciones que directamente interpelen a los demonios o traten de conocer la identidad de los mismos.
La formulación de estas normas de ningún modo debe disuadir a los fieles de rezar para que, como Jesús nos enseñó, sean libres del maligno (cr. Mt 6,13).
Además de eso, los Pastores podrán valerse de esta oportunidad para recordar lo que la Tradición de la Iglesia enseña respecto a la función propia de los Sacramentos y a propósito de la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, de los Ángeles y de los Santos en la lucha espiritual de los cristianos contra los espíritus malignos.
............
§ 2. Las oraciones de exorcismo, contenidas en el Rituale Romanum, debe permanecer distintas de las oraciones usadas en las celebraciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas.
§ 3. Queda absolutamente prohibido introducir tales oraciones en la celebración de la Santa Misa, de los Sacramentos o de la Liturgia de las Horas.
Quienes guían las celebraciones, litúrgicas o no, se deben esforzar por mantener un clima de serena devoción en la asamblea y usar la prudencia necesaria si se produce alguna curación entre los presentes; concluida la celebración, podrán recoger con simplicidad y precisión los eventuales testimonios y someter el hecho a la autoridad eclesiástica competente.
(5) JUAN PABLO II, Carta Apostólica Salvificis doloris, n. 19, AAS 76(1984), p. 225.
(32) Cf. Rituale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, Auctoritate Ioannis Pauli PP. VI promulgatum, De exorcismis et supplicationibus quibusdam, Edtio tyipica, Typis Polyglottis Vaticanis, MIM, Praenotanda, nn. 13-19.
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CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA
RITO DEL EXORCISMO
(Traducción personal)
PRESENTACIÓN
1. La Conferencia Episcopal italiana, publicando el "rito de exorcismo, traducción integral del De exorcismis et quibusdam del supplicationibus, aprobado por decreto de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos en 22 de noviembre de 1998, conscientes de ofrecer a los pastores de almas y, en particular, a los exorcistas un libro litúrgico que en la situación actual de nuestro país responde a una sentida necesidad.
EL CONTEXTO CULTURAL Y RELIGIOSO
ITALIANO
2. El nuevo "rito de exorcismo» ve la luz en una situación cultural marcada por una amplia difusión de las prácticas culturales abiertamente supersticiosas o desviadas.
2. El nuevo "rito de exorcismo» ve la luz en una situación cultural marcada por una amplia difusión de las prácticas culturales abiertamente supersticiosas o desviadas.
La carencia en muchas personas de una incisiva experiencia de fe y de sólidas convicciones religiosas, la pérdida de algunos importantes valores cristianos y el oscurecimiento del sentido profundo de la vida se combinan para crear un ambiente de incertidumbre e inseguridad, que a su vez promueve el uso de las formas de adivinación, a prácticas religiosas impregnadas de superstición, las expresiones rituales de magia y a veces incluso ritos muy aberrantes, tales como la adoración a Satanás.
3. De la experiencia pastoral resulta
que, en algunos círculos, la superstición y la magia coexisten con
el progreso científico y tecnológico;
Apenas sorprende tanto si tenemos en cuenta que la ciencia y la tecnología no son capaces de dar respuestas a la últimos problemas de la existencia, no siendo competente en los fines, sólo en los medios.
De hecho es posible que en algunos casos, la eficacia científica y técnica, estimulando el deseo de éxito, puede predisponer al alma a la búsqueda de la eficacia mágica, confiriendo a las prácticas supersticiosas una pátina de respetabilidad y de cientificidad, sugiriendo conexiones con la medicina, la psicología, la psiquiatría, la informática, ofreciendo la ayuda mágica para el desarrollo empresarial de gran tamaño, con un considerable movimiento de capitales.
Apenas sorprende tanto si tenemos en cuenta que la ciencia y la tecnología no son capaces de dar respuestas a la últimos problemas de la existencia, no siendo competente en los fines, sólo en los medios.
De hecho es posible que en algunos casos, la eficacia científica y técnica, estimulando el deseo de éxito, puede predisponer al alma a la búsqueda de la eficacia mágica, confiriendo a las prácticas supersticiosas una pátina de respetabilidad y de cientificidad, sugiriendo conexiones con la medicina, la psicología, la psiquiatría, la informática, ofreciendo la ayuda mágica para el desarrollo empresarial de gran tamaño, con un considerable movimiento de capitales.
4. en el contexto cultural actual, hay
un interés generalizado y malsano por la cuestión demoníaca, a la
cual los medios sociales han ayudado a dar resonancia y apoyo.
Por otro lado, en amplios sectores de la cultura contemporánea es a menudo subestimada o negada la presencia y acción de Satanás en la historia y en la vida personal.
A menudo se toma el pretexto del lenguage, imaginario y mítico, del cual a veces se sirve la Escritura, la Tradición y la predicación popular, para rechazar, sin el necesario discernimiento, junto a la forma verbal también el real contenido de la Revelación y la doctrina de la Iglesia.
5. El discípulo de Cristo, a la luz del Evangelio y de la enseñanza de la Iglesia, cree que el diablo y los demonios existen y actúan en la historia personal y comunitaria de los hombres.
El Evangelio, en efecto, describe la obra de Jesús como una lucha contra Satanás (cf. Mc l, 23-28. 32-34,39; 3, 22-30 y passim).
También la vida de sus discípulos implica una batalla, no contra criaturas de sangre y carne, sino contra los principados y potestades, contra los gobernantes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal» (Ef 6, 12).
6. Jesucristo ganó a Satanás y definitivamente ha destruido el dominio del espíritu malo (cf. Col 2, 15; Ef 1, 21; Ap 12, 7-12), él es "el más fuerte» que ganó a "el fuerte"(cf. Lc 11, 22).
Por otro lado, en amplios sectores de la cultura contemporánea es a menudo subestimada o negada la presencia y acción de Satanás en la historia y en la vida personal.
A menudo se toma el pretexto del lenguage, imaginario y mítico, del cual a veces se sirve la Escritura, la Tradición y la predicación popular, para rechazar, sin el necesario discernimiento, junto a la forma verbal también el real contenido de la Revelación y la doctrina de la Iglesia.
5. El discípulo de Cristo, a la luz del Evangelio y de la enseñanza de la Iglesia, cree que el diablo y los demonios existen y actúan en la historia personal y comunitaria de los hombres.
El Evangelio, en efecto, describe la obra de Jesús como una lucha contra Satanás (cf. Mc l, 23-28. 32-34,39; 3, 22-30 y passim).
También la vida de sus discípulos implica una batalla, no contra criaturas de sangre y carne, sino contra los principados y potestades, contra los gobernantes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal» (Ef 6, 12).
6. Jesucristo ganó a Satanás y definitivamente ha destruido el dominio del espíritu malo (cf. Col 2, 15; Ef 1, 21; Ap 12, 7-12), él es "el más fuerte» que ganó a "el fuerte"(cf. Lc 11, 22).
Con el poder del espíritu, Santo y santificador, continúa incesantemente este trabajo victorioso. En su victoria tambien nosotros hemos vencido.
Para aquellos que están arraigados en Cristo el miedo al diablo, entendido [el miedo] como el estado de ánimo que paraliza la vida y lo hace sombrío, no tiene ninguna razón de ser.
La lucha contra el mal compromete incesantemente al creyente, pero ahora ya no puede ser causa de desesperación, en cuanto [el católico] tiene la certeza de que el mal ya fue derrotado y su poder es limitado.
Es necesaria una actitud de vigilancia permanente, según la advertencia del apóstol Pedro:
“Sé paciente, vigila. Tu enemigo, el diablo, anda alrededor como león rugiente buscando a quien devorar. Resistidle firmes en la fe "(1 Pt 5, 8-9).
7. La vigilancia debe
ejercerse sobre todo contra la acción ordinaria de Satanás, quien
continúa tentando a los hombres hacia el mal.
La tentación es el
peligro más grave y perjudicial, en la medida en que se opone al
diseño salvador de Dios y a la construcción del Reino.
Satanás es capaz de
aprovecharse del hombre realmente en aquello que tiene más íntimo y
valioso cuando, con un acto libre y personal, se apodera de él por
medio del pecado.
Por este motivo el creyente vigila para no ser engañado y ruega cada día con la palabra de Jesús: "Padre, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal" (Mt 6, 13).
Por el contrario el fenómeno diabólico extraordinario de posesión, de la obsesión, de la vejación y de la infestación son posibles, pero de hecho, en opinión de los expertos, son raros.
[Comentario: este párrafo fue escrito el 2001, en el inicio del repunte del fenómeno de la posesiones y con la tradición del desinterés episcopal en relación con los exorcismos; actualmente no son raros sino más frecuentes, como lo demuestra el nombramiento de 8 exorcistas en la archidiócesis de Madrid el 2013].
Provocan un gran sufrimiento, pero por sí mismos no alejan de Dios y no tienen la gravedad del pecado.
Por lo tanto sería
absurdo prestar mucha atención a la posible presencia del mal en
algunos fenómenos inusuales y despreocuparse acerca de la realidad
cotidiana de la tentación y el pecado, en que Satanás, “asesino
desde el principio” y “padre de la mentira” (Jn 8, 44), está
sin duda en dicha obra.
8. la propagación actual de las manifestaciones supersticiosas, de la magia y el satanismo requiere de la solicitud pastoral, para mantener viva que puede ayudar a su publicación y el uso adecuado del Rito mismo. En este sentido es necesario por parte de los pastores de almas:
- reclamar, con sabiduría
y prudencia, al fiel a no a tratar de buscar lo sensacional y evitar
la credulidad estúpida que ve la intervención diabólica en cada
anomalía y dificultad, así como la preconcepción del racionalismo
que excluye a priori cualquier forma de intervención del Maligno en
la intervención del mundo;
- advertir a los fieles contra los libros, programas de televisión, información de medios de comunicación que con fines de lucro explotan el interés generalizado en fenómenos inusuales o malsanos;
- exhortar a los fieles no a recurrir a la práctica de la magia o si profesan los detentadores de los poderes ocultos o mediador o presuntamente haber recibido poderes especiales. Si tiene alguna duda sobre la presencia de una influencia diabólica debe girar primeramente al discernimiento de los sacerdote exorcista y al sostenimiento de la gracia ofrecida por la Iglesia, especialmente en los sacramentos;
- presentar el sentido auténtico de la lengua utilizada por la Sagrada Escritura y la Tradición y dejar madurar en los cristianos una actitud correcta con respecto a la presencia y acción de Satanás en el mundo.
- recordar en la catequesis y en la predicación que la superstición, la magia y, con mayor razón, el satanismo, van contra la dignidad y la racionalidad humana y a la fe en Dios Padre Todopoderoso y en Jesucristo nuestro Salvador.
9. La verdadera vida
cristiana se confía en el abandono al providente amor paternal de
Dios (cf. LC 12, 22-31), obediencia a su voluntad (cf. MT 6, 10).
Se funda en el bautismo,
se alimenta con la lectura asidua de la palabra de Dios y con la
frecuente participación en la Eucaristía; se restaura con el
Sacramento de la reconciliación;
recibe un posterior apoyo y especificación con los otros sacramentos y sin olvidar finalmente los sacramentales, los ritos de bendición instituidos por la iglesia para alabar a Dios e invocar su protección en las diversas situaciones de la vida.
El discípulo de Cristo,
para superar dificultades y cumplir los deseos y proyectos justos, se
une a la confianza en Dios con un compromiso providente y
responsable, utilizando adecuadamente los medios puestos a
disposición por el progreso científico y tecnológico.
Él sabe que la fe
cristiana es incompatible con la superstición, brujería y
satanismo, y que es el mejor aliado del empeño responsable del
hombre.
EL RITO DE EXORCISMO
10. En la lucha contra Satanás, la Iglesia acompaña al fiel con la oración y la invocación de la presencia efectiva de Cristo.
Ésta es de hecho la tradición pastoral ordinaria de la iglesia, que prevé los ritos del exorcismo en la celebración del bautismo.
En los casos previstos, lo hace específicamente con el sacramental de exorcismo, que pide al Señor la victoria sobre Satanás.
11. El Ministro del rito de exorcismo es estrictamente un sacerdote que por su piedad, conocimiento, prudencia e integridad de la vida es considerado por el Ordinario como idóneo para tal ministerio y por él expresamente autorizado para ejercerla.
12. El sacerdote exorcista procederá a la celebración del exorcismo en la forma imperativa sólo después de llegar a la certeza moral sobre la realidad de la posesión diabólica del sujeto.
En
el discernimiento se servirá primer uso de criterios de
discernimiento tradicionalmente utilizados para identificar los casos
de posesión demoníaca (cf. Premisas generales, nº 16) y puede
valerse de la confrontación con los exorcistas sacerdotes de
consolidada experiencia y, en algunos casos, el asesoramiento de
expertos en medicina y psiquiatría.
Frente
a los trastornos psíquicos o físicos de difícil interpretación,
el sacerdote no procederá al rito de exorcismo mayor, pero también
ayudará a la gente que sufre con la caridad, lo encomendará al
Señor y le invitará a utilizar las oraciones del «Rito de
exorcismo» para uso privado (cf. Apéndice II, oraciones privadas de
los fieles).
13. El exorcismo debe desenvolverse en un ambiente de fe y oración humilde y confiada, con el fin de evitar cualquier impresión de eficacia automática: la liberación de la influencia del mal ocurre si Dios quiere.
13. El exorcismo debe desenvolverse en un ambiente de fe y oración humilde y confiada, con el fin de evitar cualquier impresión de eficacia automática: la liberación de la influencia del mal ocurre si Dios quiere.
Si como se indica en el párrafo 35 de la Introducción, si también hay presentes algunos fieles estos son exhortados a orar intensamente según el Ritual.
Muy apropiadamente, en una visión de fe, el "rito de exorcismo» tiene la fórmula deprecativa o cualquiera demanda (nº 61, 81 y 83) se considera una prioridad sobre la fórmula imperativa (nº 62, 82, 84).
Prescribe: "el exorcista, dice la fórmula invocativa de exorcismo mayor.
Si lo considera apropiado, añadir la fórmula obligatoria "(nº 60).
14. Es conveniente que los exorcistas de la misma diócesis se encuentren en algún momento entre ellos y con el obispo, para compartir sus experiencias y reflexionar juntos.
Parece oportuno que otros encuentros similares se celebren periódicamente a nivel interdiocesano y nacional.
15. El "rito de exorcismo"ofrece en el Apéndice I (núms. 1-12) una serie de celebraciones y oraciones, diferentes de las del exorcismo verdadero y propio, que puede utilizarse por los fieles, sea personal o sea comunitariamente bajo la dirección de un sacerdote.
Es justo que los hermanos sufrientes sean acompañados por la ayuda orante de la comunidad cristiana, pero en tales encuentros de oración debe ser cuidadosamente evitado todo abuso y ambigüedad.
Por esta razón es importante hacer referencia a las directrices de la Congregación para la Doctrina de la Fe en la Instrucción sobre las oraciones para obtener la curación de Dios.
16. Sin perjuicio de la confidencialidad con que normalmente se celebra, el rito de exorcismo no es privado, sino un evento que afecta a toda la comunidad.
El exorcista es un miembro de la comunidad, actua en nombre de Cristo y que, en nombre de la Iglesia, ejercita un Ministerio específico.
Incluso el fiel que pide el exorcismo es un miembro de la comunidad, uno de los miembros de la comunidad que debe amar con un amor preferencial: cuando está en el poder del maligno, de hecho, él es de los más pobres entre los pobres, que necesitan ayuda, comprensión y consuelo.
Por lo tanto, el ministerio de exorcista, además de liberación, también es un ministerio de consolación.
17. Esperamos que este nuevo libro litúrgico, valiosa herramienta para la oración y el estímulo para una acción pastoral iluminada, podrían impulsar un barrio lleno de caridad junto a mucha gente oprimida por el sufrimiento, por lo que un testigo de la presencia de Cristo Salvador que ganó todos los enemigos de la energía de la vida.
Roma, 17 de mayo, 2010
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CONGREGACIÓN
PARA LA DOCTRINA DE LA FE
INSTRUCCIÓN
SOBRE
LAS ORACIONES PARA OBTENER DE DIOS LA CURACIÓN
INTRODUCCIÓN
El anhelo de felicidad, profundamente radicado en el corazón humano, ha sido acompañado desde siempre por el deseo de obtener la liberación de la enfermedad y de entender su sentido cuando se experimenta. Se trata de un fenómeno humano que, interesando de una manera u otra a toda persona, encuentra en la Iglesia una resonancia particular.
En
efecto, la enfermedad se entiende como medio de unión con Cristo y
de purificación espiritual y, por parte de aquellos que se
encuentran ante la persona enferma, como una ocasión para el
ejercicio de la caridad.
Pero no sólo eso, puesto que la enfermedad, como los demás sufrimientos humanos, constituye un momento privilegiado para la oración: sea para pedir la gracia de acoger la enfermedad con fe y aceptación de la voluntad divina, sea para suplicar la curación.
[En relación con la enfermedad y su sentido espiritual, ver la Carta Apostólica Salvificis doloris de Juan Pablo II].
Pero no sólo eso, puesto que la enfermedad, como los demás sufrimientos humanos, constituye un momento privilegiado para la oración: sea para pedir la gracia de acoger la enfermedad con fe y aceptación de la voluntad divina, sea para suplicar la curación.
[En relación con la enfermedad y su sentido espiritual, ver la Carta Apostólica Salvificis doloris de Juan Pablo II].
La oración que implora la recuperación de la salud es, por lo tanto, una experiencia presente en toda época de la Iglesia, y naturalmente lo es en el momento actual. Lo que constituye un fenómeno en cierto modo nuevo es la multiplicación de encuentros de oración, unidos a veces a celebraciones litúrgicas, cuya finalidad es obtener de Dios la curación, o mejor, las curaciones. En algunos casos, no del todo esporádicos, se proclaman curaciones realizadas, suscitándose así esperanzas de que el mismo fenómeno se repetirá en otros encuentros semejantes. En este contexto a veces se apela a un pretendido carisma de curación.
Semejantes encuentros de oración para obtener curaciones plantean además la cuestión de su justo discernimiento desde el punto de vista litúrgico, con particular atención a la autoridad eclesiástica, a la cual compete vigilar y dar normas oportunas para el recto desarrollo de las celebraciones litúrgicas.
Ha parecido, por tanto, oportuno publicar una Instrucción que, a norma del can. 34 del Código de Derecho Canónico, sirva sobre todo para ayudar a los Ordinarios del lugar, de manera que puedan guiar mejor a los fieles en esta materia, favoreciendo cuanto hay de bueno y corrigiendo lo que se debe evitar. Era preciso, sin embargo, que las disposiciones disciplinares tuvieran con punto de referencia un marco doctrinal bien fundado, que garantizara su justa orientación y aclarara su razón normativa. Con este fin, la Congregación par la Doctrina de la Fe, simultáneamente a la susodicha Instrucción, publica una Nota doctrinal sobre la gracia de la curación y las oraciones para obtenerla.
I. ASPECTOS DOCTRINALES
1. Enfermedad y curación: su sentido y valor en la economía de la salvación
"El hombre está llamado a la alegría, pero experimenta diariamente tantísimas formas de sufrimiento y de dolor".(1) Por eso el Señor, al prometer la redención, anuncia el gozo del corazón unido a la liberación del sufrimiento (cf. Is 30,29; 35,10; Ba 4,29). En efecto, Él es "aquel que libra de todo mal" (Sab 16, 8).
Entre los sufrimientos, aquellos que acompañan la enfermedad son una realidad continuamente presente en la historia humana, y son también parte del profundo deseo del hombre de ser liberado de todo mal. Pero la enfermedad se manifiesta con un carácter ambivalente, ya que por una parte se presenta como un mal cuya aparición en la historia está vinculada al pecado y del cual se anhela la salvación, y por otra parte puede llegar a ser medio de victoria contra el pecado.
En el Antiguo Testamento, "Israel experimenta que la enfermedad, de una manera misteriosa, se vincula al pecado y al mal". (2)
Entre los castigos con los cuales Dios amenazaba al pueblo por su infidelidad, encuentran un amplio espacio las enfermedades (cf. Dt 28, 21-22.27-29.35). El enfermo que implora de Dios la curación confiesa que ha sido justamente castigado por sus pecados (cf. Sal 37[38]; 40[41]; 106[107], 17-21).
Pero la enfermedad hiere también a los justos, y el hombre se pregunta el porqué. En el libro de Job este interrogante atraviesa muchas de sus páginas.
"Si es verdad que el sufrimiento tiene un sentido como castigo cuando está unido a la culpa, no es verdad, por el contrario, que todo sufrimiento sea consecuencia de la culpa y tenga carácter de castigo. La figura del justo Job es una prueba elocuente en el Antiguo Testamento… Si el Señor consiente en probar a Job con el sufrimiento, lo hace para demostrar su justicia. El sufrimiento tiene carácter de prueba".(3)
La enfermedad, aún teniendo aspectos positivos en cuanto demostración de la fidelidad del justo y medio para compensar la justicia violada por el pecado, y también como ocasión para que el pecador se arrepienta y recorra el camino de la conversión, sigue siendo un mal. Por eso el profeta anuncia un tiempo futuro en el cual no habrá desgracias ni invalidez, ni el curso de la vida será jamás truncado por la enfermedad mortal (cf. Is 35, 5-6; 65, 19-20).
Sin embargo, es en el Nuevo Testamento donde encontramos una respuesta plena a la pregunta de por qué la enfermedad hiere también al justo. En su actividad pública, la relación de Jesús con los enfermos no es esporádica, sino constante. Él cura a muchos de manera admirable, hasta el punto de que las curaciones milagrosas caracterizan su actividad: "Jesús recorría todas las ciudades y aldeas; enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanado toda enfermedad y toda dolencia" (Mt 9, 35; cf. 4, 23).
Las curaciones son signo de su misión mesiánica (cf. Lc 7, 20-23). Ellas manifiestan la victoria del Reino de Dios sobre todo tipo de mal y se convierten en símbolo de la curación del hombre entero, cuerpo y alma. En efecto, sirven para demostrar que Jesús tiene el poder de perdonar los pecados (cf. Mc 2, 1-12), y son signo de los bienes salvíficos, como la curación del paralítico de Bethesda (cf. Jn 5, 2-9.19.21) y del ciego de nacimiento (cf. Jn 9).
También la primera evangelización, según las indicaciones del Nuevo testamento, fue acompañada de numerosas curaciones prodigiosas que corroboraban la potencia del anuncio evangélico. Ésta había sido la promesa hecha por Jesús resucitado, y las primeras comunidades cristianas veían su cumplimiento en medio de ellas:
"Estas son las señales que acompañarán a los que crean: (…) impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Mc 16, 17-18).
La predicación de Felipe en Samaría fue acompañada por curaciones milagrosas:
"Felipe bajó a una ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. La gente escuchaba con atención y con un mismo espíritu lo que decía Felipe, porque le oían y veían las señales que realizaba; pues de muchos posesos salían los espíritus inmundos dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos quedaron curados" (Hch 8, 5-7).
San Pablo presenta su anuncio del Evangelio como caracterizado por signos y prodigios realizados con la potencia del Espíritu:
"Pues no me atreveré a hablar de cosa alguna que Cristo no haya realizado por medio de mí para conseguir la obediencia de los gentiles, de palabra y de obra, en virtud de señales y prodigios, en virtud del Espíritu de Dios" (Rm 15, 18-19; cf. 1 Ts 1, 5; 1 Co 2, 4-5).
No es en absoluto arbitrario suponer que tales signos y prodigios, manifestaciones de la potencia divina que asistía la predicación, estaban constituidos en gran parte por curaciones portentosas. Eran prodigios que no estaban ligados exclusivamente a la persona del Apóstol, sino que se manifestaban también por medio de los fieles:
"El que os otorga, pues, el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace porque observáis la ley o porque tenéis fe en la predicación" (Ga 3, 5).
La victoria mesiánica sobre la enfermedad, así como sobre otros sufrimientos humanos, no se da solamente a través de su eliminación por medio de curaciones portentosas, sino también por medio del sufrimiento voluntario e inocente de Cristo en su pasión y dando a cada hombre la posibilidad de asociarse a ella. En efecto,
"el mismo Cristo, que no cometió ningún pecado, sufrió en su pasión penas y tormentos de todo tipo, e hizo suyos los dolores de todos los hombres: cumpliendo así lo que de Él había escrito el profeta Isaías (cf. Is 53, 4-5)".(4)
Pero hay más:
"En la cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. (…) Llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo". (5)
La Iglesia acoge a los enfermos no solamente como objeto de su cuidado amoroso, sino también porque reconoce en ellos la llamada "a vivir su vocación humana y cristiana y a participar en el crecimiento del Reino de Dios con nuevas modalidades, incluso más valiosas.
Las palabras del apóstol Pablo han de convertirse en su programa de vida y, antes todavía, son luz que hace resplandecer a sus ojos el significado de gracia de su misma situación:
"Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24). (6)
Precisamente
haciendo este descubrimiento, el apóstol alcanzó la alegría:
"Ahora
me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros" (Col
1, 24)".
Se
trata del gozo pascual, fruto del Espíritu Santo. Y, como San Pablo,
también
"muchos enfermos pueden convertirse en portadores del "gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones" (1 Ts 1, 6) y ser testigos de la Resurrección de Jesús".(7)
"muchos enfermos pueden convertirse en portadores del "gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones" (1 Ts 1, 6) y ser testigos de la Resurrección de Jesús".(7)
2. El deseo de curación y la oración para obtenerla.
Supuesta
la aceptación de la voluntad de Dios, el deseo del enfermo de
obtener la curación es bueno y profundamente humano, especialmente
cuando se traduce en la oración llena de confianza dirigida a Dios.
A ésta exhorta el Sirácida:
"Hijo, en tu enfermedad no te deprimas, sino ruega al Señor, que él te curará" (Si 38, 9). Varios salmos constituyen una súplica por la curación (cf. Sal 6, 37[38]; 40[41]; 87[88]).
A ésta exhorta el Sirácida:
"Hijo, en tu enfermedad no te deprimas, sino ruega al Señor, que él te curará" (Si 38, 9). Varios salmos constituyen una súplica por la curación (cf. Sal 6, 37[38]; 40[41]; 87[88]).
Durante
la actividad pública de Jesús, muchos enfermos se dirigen a Él, ya
sea directamente o por medio de sus amigos o parientes, implorando la
restitución de la salud. El Señor acoge estas súplicas y los
Evangelios no contienen la mínima crítica a tales peticiones. El
único lamento del Señor tiene qué ver con la eventual falta de fe:
"¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!" (Mc 9, 23; cf. Mc 6, 5-6; Jn 4, 48).
No solamente es loable la oración de los fieles individuales que piden la propia curación o la de otro, sino que la Iglesia en la liturgia pide al Señor la curación de los enfermos.
Ante todo, dispone de un sacramento "especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad: la Unción de los enfermos".(8)
"¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!" (Mc 9, 23; cf. Mc 6, 5-6; Jn 4, 48).
No solamente es loable la oración de los fieles individuales que piden la propia curación o la de otro, sino que la Iglesia en la liturgia pide al Señor la curación de los enfermos.
Ante todo, dispone de un sacramento "especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad: la Unción de los enfermos".(8)
"En él, por medio de la unción, acompañada por la oración de los sacerdotes, la Iglesia encomienda los enfermos al Señor sufriente y glorificado, para que les dé el alivio y la salvación". (9)
Inmediatamente antes, en la Bendición del óleo, la Iglesia pide:
"infunde tu santa bendición, para que cuantos reciban la unción con este óleo sean confortados en el cuerpo, en el alma y en el espíritu, y sean liberados de todo dolor, de toda debilidad y de toda dolencia"; (10)
y más tarde, en los dos primeros formularios de oración después de la unción, se pide la curación del enfermo.(11)
Ésta, puesto que el sacramento es prenda y promesa del reino futuro, es también anuncio de la resurrección, cuando
"no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado" (Ap 21, 4).
Además, el Missale Romanum contiene una Misa pro infirmis y en ella, junto a las gracias espirituales, se pide la salud de los enfermos.(12)
En
el De benedictionibus del Rituale
Romanum, existe un Ordo
benedictionis infirmorum, en el cual hay varios textos
eucológicos que imploran la curación: en el segundo formulario de
las Preces (13), en las cuatro Orationes benedictionis pro
adultis, (14) en las dos Orationes
benedictionis pro pueris, (15) en la oración del
Ritus brevior
(16).
Obviamente, el recurso a la oración no excluye, sino que al contrario anima a usar los medios naturales para conservar y recuperar la salud, así como también incita a los hijos de la Iglesia a cuidar a los enfermos y a llevarles alivio en el cuerpo y en el espíritu, tratando de vencer la enfermedad.
En
efecto,
"es parte del plan de Dios y de su providencia que el hombre luche con todas sus fuerzas contra la enfermedad en todas sus manifestaciones, y que se emplee, por todos los medios a su alcance, para conservarse sano". (17)
"es parte del plan de Dios y de su providencia que el hombre luche con todas sus fuerzas contra la enfermedad en todas sus manifestaciones, y que se emplee, por todos los medios a su alcance, para conservarse sano". (17)
3.
El carisma de la curación en el Nuevo Testamento.
No solamente las curaciones prodigiosas confirmaban la potencia del anuncio evangélico en los tiempos apostólicos, sino que el mismo Nuevo Testamento hace referencia a una verdadera y propia concesión hecha por Jesús a los Apóstoles y a otros primeros evangelizadores de un poder para curar las enfermedades.
No solamente las curaciones prodigiosas confirmaban la potencia del anuncio evangélico en los tiempos apostólicos, sino que el mismo Nuevo Testamento hace referencia a una verdadera y propia concesión hecha por Jesús a los Apóstoles y a otros primeros evangelizadores de un poder para curar las enfermedades.
Así, en el envío de los Doce a su primera misión, según las narraciones de Mateo y Lucas, el Señor les concede "poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia" (Mt 10, 1; cf. Lc 9, 1), y les da la orden:
"curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios" (Mt 10, 8).
También
en la misión de los Setenta y dos discípulos, la orden del Señor
es:
"curad a los enfermos que encontréis" (Lc 10, 9).
El poder, por lo tanto, viene conferido dentro de un contexto misionero, no para exaltar sus personas, sino para confirmar la misión.
"curad a los enfermos que encontréis" (Lc 10, 9).
El poder, por lo tanto, viene conferido dentro de un contexto misionero, no para exaltar sus personas, sino para confirmar la misión.
Los Hechos de los Apóstoles hacen referencia en general a prodigios realizados por ellos:
"los Apóstoles realizaban muchos prodigios y señales" (Hch 2, 43; cf. 5, 12).
Eran prodigios y señales, o sea, obras portentosas que manifestaban la verdad y la fuerza de su misión.
Pero, aparte de estas breves indicaciones genéricas, los Hechos hacen referencia sobre todo a curaciones milagrosas realizadas por obra de evangelizadores individuales:
Esteban (cf. Hch 6, 8), Felipe (cf. Hch 8, 6-7), y sobre todo Pedro (cf. Hch 3, 1-10; 5, 15; 9, 33-34.40-41) y Pablo (cf. Hch 14, 3.8-10; 15, 12; 19, 11-12; 20, 9-10; 28, 8-9).
Tanto el final del Evangelio de Marcos como la carta a los Gálatas, como se ha visto más arriba, amplían la perspectiva y no limitan las curaciones milagrosas a la actividad de los Apóstoles o de a algunos evangelizadores con un papel de relieve en la primera misión. Bajo este aspecto, adquieren especial importancia las referencias a los "carismas de curación" (cf. 1 Co 12, 9.28.30).
El significado de carisma es, en sí mismo, muy amplio: significa "don generoso"; y en este caso se trata de "dones de curación ya obtenidos".
Estas
gracias, en plural, son atribuidas a un individuo (cf. Co
12,9); por lo tanto, no se pueden entender en sentido distributivo,
como si fueran curaciones que cada uno de los beneficiados obtiene
para sí mismo, sino como un don concedido a una persona para que
obtenga las gracias de curación en favor de los demás.
Ese don se concede in uno Spiritu, pero no se especifica cómo aquella persona obtiene las curaciones. No es arbitrario sobreentender que lo hace por medio de la oración, tal vez acompañada de algún gesto simbólico.
Ese don se concede in uno Spiritu, pero no se especifica cómo aquella persona obtiene las curaciones. No es arbitrario sobreentender que lo hace por medio de la oración, tal vez acompañada de algún gesto simbólico.
En
la Carta de Santiago se hace referencia a una intervención de la
Iglesia, por medio de los presbíteros, en favor de la salvación de
los enfermos, entendida también en sentido físico. Sin embargo, no
se da a entender que se trate de curaciones prodigiosas; nos
encontramos en un ámbito diferente al de los "carismas de
curación" de 1 Co 12, 9.
"¿Está
enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la
Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del
Señor. Y la oración de la fe salvará
al enfermo y el Señor lo levantará,
y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados" (St
5, 14-15).
Se
trata de una acción sacramental: unción del enfermo con aceite y
oración sobre él, no simplemente "por él", como si no
fuera más que una oración de intercesión o de petición; se trata
más bien de una acción eficaz sobre el enfermo. (18) Los verbos
"salvará" y "levantará" no sugieren una acción
dirigida exclusivamente, o sobre todo, a la curación física, pero
en un cierto modo la incluyen.
El
primero verbo ["salvará"], aunque en las otras ocasiones en aparece en la Carta
se refiere a la salvación espiritual (cf. 1, 21; 2, 14; 4, 12; 5,
20), en el Nuevo Testamento se usa también en el sentido de curar
(cf. Mt 9, 21; Mc 5, 28.34; 6, 56; 10, 52; Lc 8,
48);
el
segundo verbo ["levantará"] , aunque asume a veces el sentido de "resucitar"
(cf. Mt 10, 8; 11, 5; 14, 2), también se usa para indicar el
gesto de "levantar" a la persona postrada a causa de una
enfermedad, curándola milagrosamente (cf. Mt 9, 5; Mc
1, 31; 9, 27; Hch 3, 7).
4. Las oraciones litúrgicas para obtener de Dios la curación en la Tradición.
Los
Padres de la Iglesia consideraban algo normal que los creyentes
pidieran a Dios no solamente la salud del alma, sino también la del
cuerpo. A propósito de los bienes de la vida, de la salud y de la
integridad física, San Agustín
escribía:
"Es
necesario rezar para que nos sean conservados, cuando se tienen, y
que nos sean concedidos, cuando no se tienen". (19)
El
mismo Padre de la Iglesia nos ha dejado un testimonio acerca de la
curación de un amigo, obtenida en su casa por medio de las oraciones
de un Obispo, de un sacerdote y de algunos diáconos. (20)
La misma orientación se observa en los ritos litúrgicos tanto occidentales como orientales. En una oración después de la comunión se pide que
"el poder de este sacramento… nos colme en el cuerpo y en el alma" (21).
En la solemne acción litúrgica del Viernes Santo se invita a orar a Dios Padre omnipotente para que
"aleje las enfermedades… conceda la salud a los enfermos" (22).
Entre
los textos más significativos se señala el de la bendición del
óleo para los enfermos. Aquí se pide a Dios que infunda su santa
bendición
"para que cuantos reciban la unción con este óleo obtengan la salud del cuerpo, del alma y del espíritu, y sean liberados de toda dolencia, debilidad y sufrimiento"(23).
"para que cuantos reciban la unción con este óleo obtengan la salud del cuerpo, del alma y del espíritu, y sean liberados de toda dolencia, debilidad y sufrimiento"(23).
No
son diferentes las expresiones que se leen en los ritos orientales
de la unción de los enfermos. Recordamos solamente algunas entre las
más significativas.
En
el rito bizantino, durante la
unción del enfermo, se dice:
"Padre
Santo, médico de las almas y de los cuerpos, que has mandado a tu
Unigénito Hijo Jesucristo a curar toda enfermedad y a librarnos de
la muerte, cura también a este siervo tuyo de la enfermedad de
cuerpo y del espíritu que ahora lo aflige, por la gracia de tu
Cristo"(24).
En
el rito copto se invoca al Señor
para que bendiga el óleo a fin de que todos aquellos que reciban la
unción puedan obtener la salud del espíritu y del cuerpo. Más
adelante, durante la unción del enfermo, los sacerdotes, después de
haber hecho mención a Jesucristo, que fue enviado al mundo
"para curar todas las enfermedades a librar de la muerte", piden a Dios que "cure al enfermo de la dolencia del cuerpo y que le conceda caminar por la vía de la rectitud" (25).
"para curar todas las enfermedades a librar de la muerte", piden a Dios que "cure al enfermo de la dolencia del cuerpo y que le conceda caminar por la vía de la rectitud" (25).
Durante
los siglos de la historia de la Iglesia no han faltado santos
taumaturgos que han operado curaciones milagrosas. El fenómeno, por
lo tanto, no se limita a los tiempos apostólicos; sin embargo, el
llamado "carisma de curación" acerca del cual es oportuno
ofrecer ahora algunas aclaraciones doctrinales, no se cuenta entre
esos fenómenos taumatúrgicos.
La
cuestión se refiere más bien a los encuentros de oración
organizados expresamente para obtener curaciones prodigiosas entre
los enfermos participantes, o también a las oraciones de curación
que se tienen al final de la comunión eucarística con el mismo
propósito.
También
actualmente sucede lo mismo, como por ejemplo en Lourdes, desde hace
más de un siglo. Tales curaciones no implican un "carisma de
curación", ya que no pueden atribuirse a un eventual sujeto de
tal carisma, sin embargo, es necesario tener cuenta de las mismas
cuando se trate de evaluar doctrinalmente los ya mencionados
encuentros de oración.
Por lo que se refiere a los encuentros de oración con el objetivo preciso de obtener curaciones —objetivo que, aunque no sea prevalente, al menos ciertamente influye en la programación de los encuentros—, es oportuno distinguir entre aquellos que pueden hacer pensar en un "carisma de curación", sea verdadero o aparente, o los otros que no tienen ninguna conexión con tal carisma.
Para
que puedan considerarse referidos a un eventual carisma, es necesario
que aparezca determinante para la eficacia de la oración la
intervención de una o más personas individuales o pertenecientes a
una categoría cualificada, como, por ejemplo, los dirigentes del
grupo que promueve el encuentro.
Si
no hay conexión con el "carisma de curación", obviamente,
las celebraciones previstas en los libros litúrgicos, realizadas en
el respeto de las normas litúrgicas, son lícitas, y con frecuencia
oportunas, como en el caso de la Misa pro
infirmis. Si no respetan las normas litúrgicas,
carecen de legitimidad.
En los santuarios también son frecuentes otras celebraciones que por sí mismas no están orientadas específicamente a pedirle a Dios gracias de curaciones, y sin embargo, en la intención de los organizadores y de los participantes, tienen como parte importante de su finalidad la obtención de la curación; se realizan por esta razón celebraciones litúrgicas, como por ejemplo, la exposición del Santísimo Sacramento con la bendición, o no litúrgicas, sino de piedad popular, animada por la Iglesia, como la recitación solemne del Rosario. También estas celebraciones son legítimas, siempre que no se altere su auténtico sentido.
Por
ejemplo, no se puede poner en primer plano el deseo de obtener la
curación de los enfermos, haciendo perder a la exposición de la
Santísima Eucaristía su propia finalidad; ésta, en efecto,
"lleva a los fieles a reconocer en ella la presencia admirable de Cristo y los invita a la unión de espíritu con Él, unión que encuentra su culmen en la Comunión sacramental".(26)
"lleva a los fieles a reconocer en ella la presencia admirable de Cristo y los invita a la unión de espíritu con Él, unión que encuentra su culmen en la Comunión sacramental".(26)
El "carisma de curación" no puede ser atribuido a una determinada clase de fieles. En efecto, queda bien claro que San Pablo, cuando se refiere a los diferentes carismas en 1 Corintios 12, no atribuye el don de los "carismas de curación" a un grupo particular, ya sea el de los apóstoles, el de los profetas, el de los maestros, el de los que gobiernan o el de algún otro; es otra, al contrario, la lógica la que guía su distribución:
"Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad" (1 Co 12, 11).
En
consecuencia, en los encuentros de oración organizados para pedir
curaciones, sería arbitrario atribuir un "carisma de curación"
a una cierta categoría de participantes, por ejemplo, los dirigentes
del grupo; no queda otra opción que la de confiar en la libérrima
voluntad del Espíritu Santo, el cual dona a algunos un carisma
especial de curación para manifestar la fuerza de la gracia del
Resucitado.
Sin
embargo, ni siquiera las oraciones más intensas obtiene la curación
de todas las enfermedades.
Así, el Señor dice a San Pablo:
"Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza" (2 Co 12, 9);
y San Pablo mismo, refiriéndose al sentido de los sufrimientos que hay que soportar, dirá
"completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24).
Así, el Señor dice a San Pablo:
"Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza" (2 Co 12, 9);
y San Pablo mismo, refiriéndose al sentido de los sufrimientos que hay que soportar, dirá
"completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24).
II.
ASPECTOS DISCIPLINARES
Art.
1.
Los
fieles son libres de elevar oraciones a Dios para obtener la
curación. Cuando éstas se realizan en la Iglesia o en otro lugar
sagrado, es conveniente que sean guiadas por un sacerdote o un
diácono.
Art.
2.
Las
oraciones de curación son litúrgicas si aparecen en los libros
litúrgicos aprobados por la autoridad competente de la Iglesia; de
lo contrario no son litúrgicas.
Art.
3.
§
1. Las oraciones litúrgicas de curación deben ser celebradas de
acuerdo con el rito prescrito y con las vestiduras sagradas indicadas
en el Ordo benedictionis infirmorum
del Rituale Romanum. (27)
§
2. Las Conferencias Episcopales, conforme con lo establecido en
los Prenotanda,
V, De aptationibus quae Conferentiae
Episcoporum competunt, (28) del mismo Rituale
Romanum, pueden introducir adaptaciones al rito de las
bendiciones de los enfermos, que se retengan pastoralmente oportunas
o eventualmente necesarias, previa revisión de la Sede Apostólica.
Art. 4.
§
1. El Obispo diocesano (29) tiene derecho a emanar normas para su
Iglesia particular sobre las celebraciones litúrgicas de curación,
de acuerdo con el can. 838 § 4.
§
2. Quienes preparan los mencionados encuentros litúrgicos, antes
de proceder a su realización, deben atenerse a tales normas.
§
3. El permiso debe ser explícito, incluso cuando las
celebraciones son organizadas o cuentan con la participación de
Obispos o Cardenales de la Santa Iglesia Romana. El Obispo diocesano
tiene derecho a prohibir tales acciones a otro Obispo, siempre que
subsista una causa justa y proporcionada.
Art. 5.
§
1. Las oraciones de curación no litúrgicas se realizan con
modalidades distintas de las celebraciones litúrgicas, como
encuentros de oración o lectura de la Palabra de Dios, sin menoscabo
de la vigilancia del Ordinario del lugar, a tenor del can. 839 § 2.
§
2. Evítese cuidadosamente cualquier tipo de confusión entre
estas oraciones libres no litúrgicas y las celebraciones litúrgicas
propiamente dichas.
§
3. Es necesario, además, que durante su desarrollo no se llegue,
sobre todo por parte de quienes los guían, a formas semejantes al
histerismo, a la artificiosidad, a la teatralidad o al
sensacionalismo.
Art. 6.
El
uso de los instrumentos de comunicación social, en particular la
televisión, mientras se desarrollan las oraciones de curación,
litúrgicas o no litúrgicas, queda sometido a la vigilancia del
Obispo diocesano, de acuerdo con el can. 823, y a las normas
establecidas por la Congregación para la Doctrina de la Fe en la
Instrucción del 30 de marzo de 1992.(30)
Art. 7.
§
1. Manteniéndose lo dispuesto más arriba en el art. 3, y salvas
las funciones para los enfermos previstas en los libros litúrgicos,
en la celebración de la Santísima Eucaristía, de los Sacramentos y
de la Liturgia de las Horas no se deben introducir oraciones de
curación, litúrgicas o no litúrgicas.
§
2. Durante las celebraciones, a las que hace referencia el § 1,
se da la posibilidad de introducir intenciones especiales de oración
por la curación de los enfermos en la oración común o "de los
fieles", cuando ésta sea prevista.
..........
(31) Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 29 de septiembre del 1985:
"Desde hace algunos años, ciertos grupos eclesiales multiplican reuniones para orar con la intención de obtener la liberación del influjo de los demonios, aun cuando no se trate de exorcismos propiamente dichos.
Tales reuniones son efectuadas bajo la dirección de laicos, incluso cuando está presente un sacerdote.
Dado que se ha preguntado a la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre tales hechos, este Dicasterio juzga necesario comunicar a todos los Ordinarios la siguiente respuesta:
1. El canon 1172 del Código de Derecho Canónico declara que a nadie es lícito realizar exorcismos sobre personas posesas, a no ser que el Ordinario del lugar haya concedido licencia peculiar y expresa para ello (§ 1), y determina también que esta licencia sólo puede ser concedida por el Ordinario del lugar a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida (§ 2). Por consiguiente se invita a los Obispos a urgir el cumplimiento de estos preceptos.
2. De estas prescripciones se sigue que no es lícito a los fíeles cristianos utilizar la fórmula de exorcismo contra Satanás y los ángeles apóstatas, contenida en el Ritual que fue publicado por orden del sumo pontífice León XIII; mucho menos les es lícito emplear el texto entero de este exorcismo. Los Obispos procuren amonestar a los fieles sobre este asunto cuando sea necesario.
3. Finalmente, por las mismas razones, se ruega a los Obispos que velen para que –aun en los casos que, excluida la auténtica posesión diabólica, parezcan revelar algún influjo del diablo– personas sin la debida autorización dirijan reuniones en las cuales se hagan oraciones para obtener la expulsión del demonio, oraciones que directamente interpelen a los demonios o traten de conocer la identidad de los mismos.
La formulación de estas normas de ningún modo debe disuadir a los fieles de rezar para que, como Jesús nos enseñó, sean libres del maligno (cr. Mt 6,13).
Además de eso, los Pastores podrán valerse de esta oportunidad para recordar lo que la Tradición de la Iglesia enseña respecto a la función propia de los Sacramentos y a propósito de la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, de los Ángeles y de los Santos en la lucha espiritual de los cristianos contra los espíritus malignos.
............
§ 2. Las oraciones de exorcismo, contenidas en el Rituale Romanum, debe permanecer distintas de las oraciones usadas en las celebraciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas.
§ 3. Queda absolutamente prohibido introducir tales oraciones en la celebración de la Santa Misa, de los Sacramentos o de la Liturgia de las Horas.
Art.
9.
Quienes guían las celebraciones, litúrgicas o no, se deben esforzar por mantener un clima de serena devoción en la asamblea y usar la prudencia necesaria si se produce alguna curación entre los presentes; concluida la celebración, podrán recoger con simplicidad y precisión los eventuales testimonios y someter el hecho a la autoridad eclesiástica competente.
Art.
10.
La
intervención del Obispo diocesano es necesaria cuando se verifiquen
abusos en las celebraciones de curación, litúrgicas o no
litúrgicas, en caso de evidente escándalo para comunidad de fieles
y cuando se produzcan graves desobediencias a las normas litúrgicas
e disciplinares.
El
Sumo Pontífice Juan Pablo II, en el curso de la audiencia concedida
al Prefecto, ha aprobado la presente Instrucción, decidida en la
reunión ordinaria de esta Congregación, y ha ordenado su
publicación.
Roma,
en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 14 de
semptiembre de 2000, Fiesta de la Exaltacion de la Cruz.
+
Ioseph Card. RATZINGER
Prefecto
Prefecto
+
Tarcisio BERTONE, S.D.B.
Arzobispo emérito de Vercelli
Secretario
Arzobispo emérito de Vercelli
Secretario
NOTAS:
(1) JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Christifideles laici, n. 53, AAS 81(1989), p. 498.
(1) JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Christifideles laici, n. 53, AAS 81(1989), p. 498.
(2)
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1502.
(3)
JUAN PABLO II, Carta Apostólica Salvificis doloris, n. 11,
AAS 76(1984), p. 212.
(4)
Rituale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii
Vaticani II instauratum, Auctoritate Pauli PP. VI promulgatum, Ordo
Unctionis Infirmorum eorunque Pastoralis Curae, Edtio tyipica,
Typis Polyglottis Vaticanis, MCMLXXII, n. 2.
(5) JUAN PABLO II, Carta Apostólica Salvificis doloris, n. 19, AAS 76(1984), p. 225.
(6)
JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Christifideles laici,
n. 53, AAS 81(1989), p. 499.
(7)
Ibid., n. 53.
(8)
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1511.
(9)
Cf. Rituale Romanum, Ordo Unctionis Infirmorum eorunque
Pastoralis Curae, n. 5.
(10)
Ibid., n. 75.
(11)
Ibid., n. 77.
(12)
Missale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii
Vaticani II instauratum, Auctoritate Pauli PP. VI promulgatum, Edtio
typica altera, Typis Polyglottis Vaticanis, MCMLXXV, pp. 838-839.
(13)
Cf. Rituale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici
Concilii Vaticani II instauratum, Auctoritate Ioannis Pauli PP. II
promulgatum, De Benedictionibus, Edtio tyipica, Typis
Polyglottis Vaticanis, MCMLXXXIV, n. 305.
(14)
Cf. Ibid., nn. 306-309.
(15)
Cf. Ibid., nn. 315-316.
(16)
Cf. Ibid., n. 319.
(17)
Rituale Romanum, Ordo Unctionis Infirmorum eorunque
Pastoralis Curae, n. 3.
(18)
Cf. CONCILIO DE TRENTO, secc. XIV, Doctrina de sacramento estremae
unctionis, cap. 2: DS, 1696.
(19)
AUGUSTINUS IPPONIENSIS, Espistulae 130, VI,13 (PL 33,499).
(20)
Cf. AUGUSTINUS IPPONIENSIS, De Civitate Dei, 22, 8,3 (= PL
41,762-763).
(21)
Cf. Missale Romanum, p. 563.
(22)
Ibid., Oratio universalis, n. X (Pro tribulatis,
p. 256).
(23)
Rituale Romanum, Ordo Unctionis Infirmorum eorunque
Pastoralis Curae, n. 75.
(24)
GOAR J., Euchologion sive Rituale Grecorum, Venetiis 1730,
(Graz 1960), n. 338.
(25)
DENZINGER H., Ritus Orientalium in administrandis Sacramentis,
vv. I-II, Würzburg 1863 (Graz 1961), v. II, pp. 497-498.
(26)
Rituale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii
Vaticani II instauratum, Auctoritate Pauli PP. VI promulgatum, De
Sacra Communione et de Cultu Mysterii Eucharistici Extra Missam,
Edtio tyipica, Typis Polyglottis Vaticanis, MCMLXXIII, n. 82.
(27)
Cf. Rituale Romanum, De Benedictionibus, nn. 290-320.
(28)
Ibid., n. 39.
(29)
Y los que a él se equiparan, de acuerdo con el can. 381, § 2.
(30)
Congregación Para La Doctrina De La Fe, Instrucción El Concilio
Vaticano II, acerca de algunos aspectos del uso de los
instrumentos de comunicación social en la promoción de la doctrina
de la fe, 30 de marzo de 1992, Ciudad del Vaticano [1992].
(31)
Congregatio Pro Doctrina Fidei, Epistula Inde ab aliquot annis,
Ordinariis locorum missa: in mentem normae vigentes de exorcismis
revocatur, 29 septembris 1985, in AAS 77(1985), pp. 1169-1170.
(32) Cf. Rituale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, Auctoritate Ioannis Pauli PP. VI promulgatum, De exorcismis et supplicationibus quibusdam, Edtio tyipica, Typis Polyglottis Vaticanis, MIM, Praenotanda, nn. 13-19.
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RITUAL DE LOS EXORCISMOS
de 1998
(reformado el 2004)
INTRODUCCIÓN
A lo
largo de la historia de la salvación, se hacen presentes las
criaturas angélicas, ya sea prestando un servicio como
mensajeros divinos, ya ayudando de manera misteriosa en la Iglesia;
también aparecen criaturas
espirituales caídas
[= ángeles
apostáticos],
llamadas diabólicas, que, opuestas a Dios y a
su voluntad salvífica consumada en Jesucristo, se esfuerzan por
asociar al hombre en su propia
rebelión contra Dios.1
En las Sagradas Escrituras, el Diablo y los demonios son llamados con varias apelaciones, entre las cuales, algunas muestran del algún modo, su naturaleza y origen.2
El Diablo, llamado Satanás, “serpiente antigua” y “dragón”, seduce él mismo a todo el orbe y lucha contra quienes guardan los mandatos de Dios y también contra quienes dan testimonio de Jesús (cf. Apoc. 12, 9.17)
Se lo designa “adversario de los hombres” (cf. 1 Ped. 5, 8) y “homicida desde el comienzo” (cf. Jn. 8, 44), cuando por el pecado hace al hombre sujeto a la muerte.
Dado que, por sus insidias provoca al hombre para la desobediencia a Dios, a este malvado se lo llama también “tentador” (cf. Mt. 4, 3 y 26, 36-44), “mentiroso” y “padre de la mentira” (cf . Jn. 8, 44): él obra con astucia y falsedad, como lo atestiguan el relato de la seducción de los primeros padres (cf. Gen. 3, 4.13), el intento de desviar a Jesús de la misión aceptada del Padre (cf. Mt. 4, 1-11; Mc. 1, 13; Lc. 4, 1-13) y su transfiguración en ángel de luz (cf. 2 Cor. 11, 14).
Se lo llama, también, “príncipe de este mundo” (cf. Jn. 12, 31 y 14, 30) en referencia a aquel ámbito que en su totalidad fue puesto en el Maligno (cf. 1 Jn. 5, 19) y no conoció la verdadera luz (cf. Jn. 1, 9-10), como también a aquellos que odian la Luz, que es Cristo, y arrastran a los hombres a las tinieblas.
Puede considerarse que a los demonios que, con el diablo, no acataron el principado de Dios (cf. Jud. 6), se hicieron réprobos (cf. 2 Ped. 2, 4), constituyen los espíritus del mal (cf. Ef. 6, 12) y se los llama “ángeles de Satanás” (Cf. Mt. 25, 41; 2 Cor. 12, 7; Apoc. 12, 7.9), les fue confiada cierta misión por su príncipe mayor. 3
Las obras de todos los espíritus inmundos, seductores (cf. Mt. 10, 1; Mc. 5, 8; Lc. 6, 18; 11, 26; Hech. 8, 7; 1 Tim 4, 1; Apoc. 18, 2) fue disuelta por la obra de Cristo (cf. 1 Jn. 3, 8).
Aunque “a la historia universal le invade la ardua lucha contra los poderes de las tinieblas” y “hasta el último día… persistirá”,4 Cristo, por su misterio pascual de muerte y resurrección, nos “libró de la esclavitud del diablo y del pecado”5 derribando su poder y librando todas las cosas de su influencia maligna.
Con todo, dado que la dañosa y contraria acción del Diablo y de los demonios afecta a las personas, cosas y lugares y aparece de diversas maneras, la Iglesia, conocedora de que “estos tiempos son malos” (Ef. 5, 16), oró y ora para que los hombres sean librados de las insidias diabólicas.
1 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 332, 391, 414, 2851.
2 Cf. Ibidem, nn. 391-395, 397.
3 Cf. Ibidem, n. 394
4 Cf. Conc. Vat. II, Const. Past. “Gaudium et spes”, n. 37.
5 Cf. Ibidem, n. 22.
En las Sagradas Escrituras, el Diablo y los demonios son llamados con varias apelaciones, entre las cuales, algunas muestran del algún modo, su naturaleza y origen.2
El Diablo, llamado Satanás, “serpiente antigua” y “dragón”, seduce él mismo a todo el orbe y lucha contra quienes guardan los mandatos de Dios y también contra quienes dan testimonio de Jesús (cf. Apoc. 12, 9.17)
Se lo designa “adversario de los hombres” (cf. 1 Ped. 5, 8) y “homicida desde el comienzo” (cf. Jn. 8, 44), cuando por el pecado hace al hombre sujeto a la muerte.
Dado que, por sus insidias provoca al hombre para la desobediencia a Dios, a este malvado se lo llama también “tentador” (cf. Mt. 4, 3 y 26, 36-44), “mentiroso” y “padre de la mentira” (cf . Jn. 8, 44): él obra con astucia y falsedad, como lo atestiguan el relato de la seducción de los primeros padres (cf. Gen. 3, 4.13), el intento de desviar a Jesús de la misión aceptada del Padre (cf. Mt. 4, 1-11; Mc. 1, 13; Lc. 4, 1-13) y su transfiguración en ángel de luz (cf. 2 Cor. 11, 14).
Se lo llama, también, “príncipe de este mundo” (cf. Jn. 12, 31 y 14, 30) en referencia a aquel ámbito que en su totalidad fue puesto en el Maligno (cf. 1 Jn. 5, 19) y no conoció la verdadera luz (cf. Jn. 1, 9-10), como también a aquellos que odian la Luz, que es Cristo, y arrastran a los hombres a las tinieblas.
Puede considerarse que a los demonios que, con el diablo, no acataron el principado de Dios (cf. Jud. 6), se hicieron réprobos (cf. 2 Ped. 2, 4), constituyen los espíritus del mal (cf. Ef. 6, 12) y se los llama “ángeles de Satanás” (Cf. Mt. 25, 41; 2 Cor. 12, 7; Apoc. 12, 7.9), les fue confiada cierta misión por su príncipe mayor. 3
Las obras de todos los espíritus inmundos, seductores (cf. Mt. 10, 1; Mc. 5, 8; Lc. 6, 18; 11, 26; Hech. 8, 7; 1 Tim 4, 1; Apoc. 18, 2) fue disuelta por la obra de Cristo (cf. 1 Jn. 3, 8).
Aunque “a la historia universal le invade la ardua lucha contra los poderes de las tinieblas” y “hasta el último día… persistirá”,4 Cristo, por su misterio pascual de muerte y resurrección, nos “libró de la esclavitud del diablo y del pecado”5 derribando su poder y librando todas las cosas de su influencia maligna.
Con todo, dado que la dañosa y contraria acción del Diablo y de los demonios afecta a las personas, cosas y lugares y aparece de diversas maneras, la Iglesia, conocedora de que “estos tiempos son malos” (Ef. 5, 16), oró y ora para que los hombres sean librados de las insidias diabólicas.
1 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 332, 391, 414, 2851.
2 Cf. Ibidem, nn. 391-395, 397.
3 Cf. Ibidem, n. 394
4 Cf. Conc. Vat. II, Const. Past. “Gaudium et spes”, n. 37.
5 Cf. Ibidem, n. 22.
PRENOTANDO
I
LA
VICTORIA DE CRISTO
Y
LA POTESTAD DE LA IGLESIA
CONTRA LOS DEMONIOS
CONTRA LOS DEMONIOS
1.
La Iglesia cree firmemente que uno solo es el verdadero Dios, Padre,
Hijo y Espíritu Santo, único principio de todos los seres: creador
de todo lo visible e invisible.6
Más aún, todas las cosas que Dios creó (cf. Col. 1, 16), las conserva y gobierna con su Providencia7 y nada hizo que no fuera bueno8; también “el diablo (…) y los otros demonios fueron creados por Dios ciertamente buenos por naturaleza, pero ellos se hicieron malos por sí mismos”9 de donde puede pensarse que también ellos serían buenos si, de acuerdo a cómo habían sido creados, así hubiesen permanecido.
Debido
al mal uso que hicieron de su natural excelencia y por no permanecer
en la verdad (cf. Jn. 8, 44), sin transformarse en sustancialmente
distintos, fueron separados del sumo Bien,
a quien debieron adherirse.10
2.
En realidad, el hombre ha sido creado a imagen de Dios “en la
justicia y en la verdadera santidad” (Ef. 4, 24) y su dignidad
requiere que obre según su conciencia y elección.11
Ahora
bien, persuadido por el Maligno, el hombre abusó del don de
su libertad y por esa desobediencia fue puesto bajo la potestad
del diablo y de la muerte, convertido en siervo del pecado
(cf. Gen. 3; Rom. 5, 12).12
Por esa razón, “en la universal historia de los hombres persiste la ardua lucha contra el poder de las tinieblas que, comenzado en el origen del mundo, persistirá hasta el último día, según lo dicho por el Señor (cf. Mt. 24, 13; 13, 24-30.36-43)”.13
3.
El Padre omnipotente y misericordioso envió al Hijo de su amor al
mundo para que librase a los hombres de la potestad de las
tinieblas y lo trasladase a su reino (cf. Gal. 4, 5; Col. 1, 13).
Por lo tanto, Jesucristo, “primogénito de toda la creación” (Col. 1, 15), a fin de renovar al hombre viejo, vistió la carne del pecado, “para reducir a la impotencia, mediante su muerte, a aquel que tenía el dominio de la muerte, es decir, al demonio” (Heb. 2, 14) y, por el don del Espíritu Santo, transformase la naturaleza humana herida en una nueva criatura por medio de su Pasión, Muerte y Resurrección.14
4.
En los días de su vida terrena, el Señor Jesús, vencedor de la
tentación en el desierto (cf. Mt. 4, 1-11; Mc. 1, 13; Lc. 4,
1-13), expulsó por propia autoridad a Satanás y a otros
demonios, imponiéndoles su divina voluntad (cf. Mt. 12, 27-29;
Lc. 11, 19-20).
Haciendo el bien y sanando a todo los oprimidos por el diablo (cf. Hech. 10. 38), manifestó la obra de su salvación, para librar a los hombres del pecado así como del primer autor del pecado, Satanás, que es homicida desde el comienzo y el padre de la mentira (cf. Jn. 8, 44).15
Haciendo el bien y sanando a todo los oprimidos por el diablo (cf. Hech. 10. 38), manifestó la obra de su salvación, para librar a los hombres del pecado así como del primer autor del pecado, Satanás, que es homicida desde el comienzo y el padre de la mentira (cf. Jn. 8, 44).15
5.
Al llegar la hora de las tinieblas, el Señor “obediente hasta la
muerte” (Filip. 2, 8), repelió el último ataque de Satanás
(cf. Lc. 4, 13; 22, 53) por el poder de la Cruz16
y triunfó así sobre la soberbia del antiguo enemigo.
Esta victoria de Cristo fue manifestada en su gloriosa resurrección, cuando Dios lo levantó de entre los muertos y lo colocó a su derecha en los cielos sometiendo todas las cosas bajo sus pies (cf. Ef. 1, 21-22).
Esta victoria de Cristo fue manifestada en su gloriosa resurrección, cuando Dios lo levantó de entre los muertos y lo colocó a su derecha en los cielos sometiendo todas las cosas bajo sus pies (cf. Ef. 1, 21-22).
6.
En el ejercicio de su ministerio, Cristo entregó a sus Apóstoles
y a otros discípulos el poder para expulsar los espíritus inmundos
(cf. Mt. 10, 1.8; Mc. 3, 14-15; 6, 7.13; Lc. 9, 1; 10, 17.18-20).
A ellos mismos, el Señor prometió el Espíritu Santo Paráclito, procedente del Padre por el Hijo, el cual argüiría al mundo acerca del juicio, porque el príncipe de este mundo ya fue juzgado (cf. Jn. 16, 7-11).
El Evangelio atestigua que entre los signos que caracterizarían a los creyentes, se encuentra la expulsión de los demonios (cf. Mc. 16, 17).
A ellos mismos, el Señor prometió el Espíritu Santo Paráclito, procedente del Padre por el Hijo, el cual argüiría al mundo acerca del juicio, porque el príncipe de este mundo ya fue juzgado (cf. Jn. 16, 7-11).
El Evangelio atestigua que entre los signos que caracterizarían a los creyentes, se encuentra la expulsión de los demonios (cf. Mc. 16, 17).
7.
Por tanto, la Iglesia ejerció la potestad, recibida de
Cristo, de expulsar a los demonios y repeler su influjo ya
desde la época apostólica (cf. Hech. 5, 16; 8, 7; 16, 18; 19, 12)
por lo cual, en el nombre de Jesús, ora continua y confiadamente,
para ser ella misma librada del Maligno (cf. Mt. 6, 13).17
También en el mismo nombre, por virtud del Espíritu Santo, manda de diversos modos a los demonios que no impidan la tarea de la evangelización (cf. 1 Tes. 2, 18), y que restituya “al más fuerte” (cf. Lc. 11, 21-22) el dominio tanto del universo entero como de cada hombre.
“Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraída de su dominio, se habla de exorcismo”.18
También en el mismo nombre, por virtud del Espíritu Santo, manda de diversos modos a los demonios que no impidan la tarea de la evangelización (cf. 1 Tes. 2, 18), y que restituya “al más fuerte” (cf. Lc. 11, 21-22) el dominio tanto del universo entero como de cada hombre.
“Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraída de su dominio, se habla de exorcismo”.18
6
Cf. Conc. Lateran. IV, Cap. I “De fide catholica”, DS 800;
Cf. Pablo VI, “Profesión de fe”, AAS 60 (1968) 436.
7 Cf. Conc. Vat. I, Const. Dogm. “Dei Filius de fide catholica”, cap. I. “De rerum omnium creatore”, DS 3003.
8 Cf. S. León Magno, Epístola “Quam laudabiliter ad Turribium”, c. 6, “De natura diaboli”, DS 286.
9 Conc. Lateran. IV, Cap. I “De FIDE católica”, DS 800.
10 Cf. S. León Magno, Epístola “Quam laudabiliter ad Turribium”, c. 6, “De natura diaboli”, DS 286.
11 Cf. Conc. Vat. II, Const. “Gaudium et Spes”, n. 17.
12 Cf. Conc. Trid., sesión V, Decretum de peccato originali, nn. 1-2, DS 1511-1512.
13 Conc. Vat. II, Const. “Gaudium et Spes”, n. 37 ; cf. ibidem, n. 13 ; 1 Jn 5, 19 ; Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 401, 407, 409, 1717.
14 Cf. 2 Cor 5, 17.
15 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 517, 549-550.
16 Cf. Misal Romano, Prefacio I de Pasión.
17 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2850-2854.
18 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1673
7 Cf. Conc. Vat. I, Const. Dogm. “Dei Filius de fide catholica”, cap. I. “De rerum omnium creatore”, DS 3003.
8 Cf. S. León Magno, Epístola “Quam laudabiliter ad Turribium”, c. 6, “De natura diaboli”, DS 286.
9 Conc. Lateran. IV, Cap. I “De FIDE católica”, DS 800.
10 Cf. S. León Magno, Epístola “Quam laudabiliter ad Turribium”, c. 6, “De natura diaboli”, DS 286.
11 Cf. Conc. Vat. II, Const. “Gaudium et Spes”, n. 17.
12 Cf. Conc. Trid., sesión V, Decretum de peccato originali, nn. 1-2, DS 1511-1512.
13 Conc. Vat. II, Const. “Gaudium et Spes”, n. 37 ; cf. ibidem, n. 13 ; 1 Jn 5, 19 ; Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 401, 407, 409, 1717.
14 Cf. 2 Cor 5, 17.
15 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 517, 549-550.
16 Cf. Misal Romano, Prefacio I de Pasión.
17 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2850-2854.
18 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1673
PRENOTANDO
II
LOS
EXORCISMOS EN EL MINISTERIO SANTIFICADOR DE LA IGLESIA
8.
La antigua tradición de la Iglesia, guardada sin interrupción,
atestigua que en el camino de la iniciación cristiana se anuncia con
claridad y, de hecho comienza, la lucha espiritual contra la
potestad del diablo (cf. Ef. 6, 12).
Los exorcismos que han de ser hechos de forma simple en el tiempo del catecumenado sobre los elegidos, se llaman exorcismos menores19; son las preces de la Iglesia para que aquellos elegidos, instruidos con el misterio liberador de Cristo, se libren de las secuelas del pecado y de la influencia del diablo, se fortalezcan en su camino espiritual y abran los corazones a los dones que el Salvador les ofrece.20
Finalmente, en la celebración del bautismo, los elegidos renuncian a Satanás y a sus fuerzas y poderes, y le oponen su propia fe en Dios uno y trino.
También en el bautismo de niños, se eleva la plegaria del exorcismo sobre los párvulos, “que habrán de experimentar las seducciones de este mundo y lucharán contra las insidias del demonio” para ser fortalecidos por la presencia de Cristo “en el camino de la vida”.21
Por el lavado de la regeneración bautismal, el hombre participa sobre la victoria de Cristo sobre el diablo y el pecado, cuando pasa “del estado de hijo del primer Adán al estado de gracia y “de adopción de los hijos” de Dios por obra del segundo Adán, Jesucristo,”22 y es liberado de la esclavitud del pecado, con la libertad con la que Cristo nos liberó (cf. Gal. 5, 1).
Los exorcismos que han de ser hechos de forma simple en el tiempo del catecumenado sobre los elegidos, se llaman exorcismos menores19; son las preces de la Iglesia para que aquellos elegidos, instruidos con el misterio liberador de Cristo, se libren de las secuelas del pecado y de la influencia del diablo, se fortalezcan en su camino espiritual y abran los corazones a los dones que el Salvador les ofrece.20
Finalmente, en la celebración del bautismo, los elegidos renuncian a Satanás y a sus fuerzas y poderes, y le oponen su propia fe en Dios uno y trino.
También en el bautismo de niños, se eleva la plegaria del exorcismo sobre los párvulos, “que habrán de experimentar las seducciones de este mundo y lucharán contra las insidias del demonio” para ser fortalecidos por la presencia de Cristo “en el camino de la vida”.21
Por el lavado de la regeneración bautismal, el hombre participa sobre la victoria de Cristo sobre el diablo y el pecado, cuando pasa “del estado de hijo del primer Adán al estado de gracia y “de adopción de los hijos” de Dios por obra del segundo Adán, Jesucristo,”22 y es liberado de la esclavitud del pecado, con la libertad con la que Cristo nos liberó (cf. Gal. 5, 1).
9.
Los fieles, si bien han renacido en Cristo, experimentan sin embargo
las tentaciones que hay en el mundo y, por lo tanto, deben vigilar en
oración y sobriedad de vida, porque su enemigo “el demonio,
ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar” (1
Ped. 5, 8).
A él le deben resistir firmes en la fe “fortalecidos en el Señor con la fuerza de su poder” (Ef. 6, 10) y, sostenidos por la Iglesia que ruega para que sus hijos estén protegidos de toda perturbación,23 tomar fuerzas por la gracia de los sacramentos, en especial, mediante la asidua celebración de la penitencia, para llegar así a la plena libertad de los hijos de Dios (Cf. Rom. 8, 21)24.
A él le deben resistir firmes en la fe “fortalecidos en el Señor con la fuerza de su poder” (Ef. 6, 10) y, sostenidos por la Iglesia que ruega para que sus hijos estén protegidos de toda perturbación,23 tomar fuerzas por la gracia de los sacramentos, en especial, mediante la asidua celebración de la penitencia, para llegar así a la plena libertad de los hijos de Dios (Cf. Rom. 8, 21)24.
10. Con todo, el misterio de la divina piedad resulta para nosotros bastante difícil de comprender25 cuando, permitiéndolo Dios, algunas veces ocurren casos de peculiares asechanzas o posesiones de parte del demonio sobre algún miembro del pueblo de Dios, iluminado por Cristo y llamado a caminar como hijo de la luz hacia la vida eterna.
Aun cuando el diablo no pueda traspasar los límites puestos por Dios, es entonces que se manifiesta claramente el misterio de la iniquidad que obra en el mundo (Cf. 2 Tes. 2, 7; Ef. 6, 12).
Esta forma de potestad del diablo sobre el hombre difiere de aquella otra que llamamos pecado y que deriva del pecado original.26
Sucediendo estas cosas, la Iglesia implora a Cristo, Señor y Salvador, y confiando en su virtud, otorga muchas ayudas al fiel atormentado o poseído para que sea liberado de estos males.
11. Entre estas ayudas, hay una de carácter más solemne, el exorcismo mayor,27 que es una celebración litúrgica.
El exorcismo, que “procura expulsar los demonios o librar del influjo demoníaco y constante con la autoridad espiritual que Cristo confió a su Iglesia”28 es una petición del género de los sacramentales, por lo tanto, es un signo sagrado con el cual “los efectos, especialmente espirituales, se significan y se obtienen por la impetración de la Iglesia”.29
12. En los exorcismos mayores, la Iglesia unida al Espíritu Santo, suplica para que Él mismo ayude nuestra debilidad (Cf. Rom. 8, 26) a fin de rechazar a los demonios para que no dañen a los fieles.
Confiada en aquél soplo divino con el cual el Hijo de Dios donó el Espíritu Santo después de su resurrección, la Iglesia obra en los exorcismos no en nombre propio sino únicamente en el nombre de Dios o de Cristo el Señor a quien deben obedecer todas las cosas, incluidos el diablo y los demonios.
19 Cf. Ritual Romano, Iniciación cristiana de adultos, n. 101; Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1673.
20 Cf. Ibidem n. 156.
21 Cf. Ritual Romano, Bautismo de niños, nn. 49, 86, 115, 221.
22 Conc. Trid., sesión VI, Decretum de iustificatione, Cap. IV, DS 1524.
23 Cf. Misal Romano, Embolismo que prolonga la Oración del Señor.
24 Cf. Gal. 5, 1; Ritual Romano de la Reconciliación, n.7.
25 Cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica “Reconciliatio et paenitentiae”, nn. 14-22; AAS 77 (1985). 206-207; y carta encíclica “Dominum et vivificantem”, n. 18; AAS 78 (1986) 826.
26 Cf. Conc. Trid. Sesión V, Decretum de peccato originali, cann. 4 y 5; DS 1514-1515.
27 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1673.
28 Cf. Ibidem.
29 Conc. Vat. II, Const. “Sacrosanctum Concilium”, n. 60.
PRENOTANDO
III
EL
MINISTRO
Y
LAS CONDICIONES PARA EFECTUAR
EL EXORCISMO MAYOR
EL EXORCISMO MAYOR
13. El ministerio de exorcizar a los poseídos se concede por especial y expresa licencia del Ordinario, que regularmente será el mismo obispo diocesano.30
Dicha
licencia debe concederse únicamente a un sacerdote dotado de piedad,
ciencia, prudencia e integridad de vida.31
Además debe estar preparado específicamente para este oficio.
Se exhorta al sacerdote, a quien se le encomiende el oficio de exorcista de manera estable o por un caso aislado, ejercitar esta delicada y caritativa tarea con humildad y confianza, bajo la dirección del obispo diocesano.
En este Ritual cuando se indica “exorcista”, siempre debe entenderse como el “sacerdote exorcista” que aquí se ha mencionado.
Además debe estar preparado específicamente para este oficio.
Se exhorta al sacerdote, a quien se le encomiende el oficio de exorcista de manera estable o por un caso aislado, ejercitar esta delicada y caritativa tarea con humildad y confianza, bajo la dirección del obispo diocesano.
En este Ritual cuando se indica “exorcista”, siempre debe entenderse como el “sacerdote exorcista” que aquí se ha mencionado.
14.
El exorcista, en caso de alguna, así llamada, intervención
diabólica, debe observar la máxima circunspección y prudencia,
imprescindible en estos casos.
En primer lugar no debe creer fácilmente que alguien que padece alguna enfermedad, especialmente psicológica, esté poseído por el demonio.32
Del mismo modo, no debe creer que hay posesión por la sola afirmación de alguien que expresa estar especialmente tentado, desolado o atormentado por el diablo, pues la persona podría estar engañada por la propia imaginación.
Por el contrario, es necesario advertir también, para no equivocarse, que el diablo usa artes y fraudes para engañar al hombre, para persuadir al endemoniado que no es necesario someterse a exorcismo alguno, que su padecimiento es natural y debe someterse simplemente a la ciencia médica.
Por lo tanto, siempre debe indagarse y quien es tenido como endemoniado debe ser especialmente tenido en cuenta para verificar si está realmente atormentado por el diablo.
En primer lugar no debe creer fácilmente que alguien que padece alguna enfermedad, especialmente psicológica, esté poseído por el demonio.32
Del mismo modo, no debe creer que hay posesión por la sola afirmación de alguien que expresa estar especialmente tentado, desolado o atormentado por el diablo, pues la persona podría estar engañada por la propia imaginación.
Por el contrario, es necesario advertir también, para no equivocarse, que el diablo usa artes y fraudes para engañar al hombre, para persuadir al endemoniado que no es necesario someterse a exorcismo alguno, que su padecimiento es natural y debe someterse simplemente a la ciencia médica.
Por lo tanto, siempre debe indagarse y quien es tenido como endemoniado debe ser especialmente tenido en cuenta para verificar si está realmente atormentado por el diablo.
15.
También deben distinguirse los ataques diabólicos de los
casos de credulidad mediante la cual algunos fieles juzgan que son
objeto de maleficios, de mala suerte o maldiciones,
ya sea ocasionados por otras personas contra ellos mismos o bien
allegados contra sus bienes.
En estos casos, no debe acudirse de modo alguno al exorcismo, si bien no debe negarse la ayuda espiritual necesaria, sobre todo con oraciones aptas, de tal manera que encuentren la paz de Dios.
Tampoco ha de rehusarse la ayuda espiritual a los creyentes que quieren guardar fidelidad al Señor Jesús y al Evangelio y en quienes el Maligno sin entrar (cf. 1 Jn. 5, 18) tienta fuertemente.
En estos casos, pueden ser empleadas las preces y las súplicas adecuadas por un presbítero que no es exorcista e incluso por un diácono.
En estos casos, no debe acudirse de modo alguno al exorcismo, si bien no debe negarse la ayuda espiritual necesaria, sobre todo con oraciones aptas, de tal manera que encuentren la paz de Dios.
Tampoco ha de rehusarse la ayuda espiritual a los creyentes que quieren guardar fidelidad al Señor Jesús y al Evangelio y en quienes el Maligno sin entrar (cf. 1 Jn. 5, 18) tienta fuertemente.
En estos casos, pueden ser empleadas las preces y las súplicas adecuadas por un presbítero que no es exorcista e incluso por un diácono.
16.
El exorcista, por lo tanto, debe proceder a celebrar el
exorcismo sólo cuando tenga seguridad de la verdadera
posesión demoníaca33 y,
si fuera posible, con el consentimiento del mismo sujeto.
Según una probada praxis se juzgan como signos de la posesión demoníaca hablar con muchas palabras en una lengua desconocida o entender al que la habla, movilizar cosas distantes u ocultas, manifestar fuerzas por encima de la naturaleza de la edad o condición del sujeto poseso.
Estos signos pueden ser un indicio pero podrían no ser atribuidos necesariamente a la posesión diabólica en cuyo caso debe prestarse atención a otros posibles signos de índole espiritual o moral que pudieren manifestar, de algún modo, la intervención diabólica, como por ejemplo la aversión vehemente a Dios, al Santísimo Nombre de Jesús, a la Bienaventurada Virgen María y a los santos, a la Iglesia, a la Palabra de Dios, a los objetos sagrados, a los ritos, especialmente sacramentales y a las imágenes sagradas.
Conviene, finalmente, examinar la relación que existe de todos los signos indicados con la fe y la vida espiritual teniendo en cuenta que el Maligno es enemigo de Dios y de todo aquello que los fieles tienen para experimentar la acción salvífica de Dios en ellos.
Según una probada praxis se juzgan como signos de la posesión demoníaca hablar con muchas palabras en una lengua desconocida o entender al que la habla, movilizar cosas distantes u ocultas, manifestar fuerzas por encima de la naturaleza de la edad o condición del sujeto poseso.
Estos signos pueden ser un indicio pero podrían no ser atribuidos necesariamente a la posesión diabólica en cuyo caso debe prestarse atención a otros posibles signos de índole espiritual o moral que pudieren manifestar, de algún modo, la intervención diabólica, como por ejemplo la aversión vehemente a Dios, al Santísimo Nombre de Jesús, a la Bienaventurada Virgen María y a los santos, a la Iglesia, a la Palabra de Dios, a los objetos sagrados, a los ritos, especialmente sacramentales y a las imágenes sagradas.
Conviene, finalmente, examinar la relación que existe de todos los signos indicados con la fe y la vida espiritual teniendo en cuenta que el Maligno es enemigo de Dios y de todo aquello que los fieles tienen para experimentar la acción salvífica de Dios en ellos.
17.
Corresponde al exorcista juzgar con respecto a la necesidad de
apelar al rito del exorcismo, después de realizar una
diligente investigación, guardando siempre el secreto de confesión,
y consultados, en cuanto sea posible, los expertos de vida
espiritual; también, si fuere necesario podrá consultar a expertos
en la ciencia médica y psiquiátrica que tengan sentido de las cosas
espirituales.
18.
En los casos que afecten a personas no católicas y en todo lo que
parezca más difícil de discernir, llévese el asunto al obispo
diocesano, quien por razones prudenciales podrá reclamar el parecer
de algunos expertos antes de tomar la decisión acerca del exorcismo.
19.
El exorcismo se realiza de tal manera que manifieste la fe de
la Iglesia y que por nadie pueda ser considerado como una acción
mágica o supersticiosa.
Debe cuidarse que el rito no se convierta en un espectáculo para los presentes.
De ningún modo se dé espacio a los medios de comunicación social mientras se realiza el exorcismo; tampoco corresponde divulgar la noticia del exorcismo antes o después de realizado, pues debe guardarse la debida discreción.
30 Cf. C.I.C., can. 1172 § 1.
31 Cf. Ibidem § 2.
32 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1673.
33 Cf. Benedicto XIV, Ep. “Sollicitudini”, 1 oct. 1745, n. 43; cf. C.I.C. 1917, can. 1152 §2.
Debe cuidarse que el rito no se convierta en un espectáculo para los presentes.
De ningún modo se dé espacio a los medios de comunicación social mientras se realiza el exorcismo; tampoco corresponde divulgar la noticia del exorcismo antes o después de realizado, pues debe guardarse la debida discreción.
30 Cf. C.I.C., can. 1172 § 1.
31 Cf. Ibidem § 2.
32 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1673.
33 Cf. Benedicto XIV, Ep. “Sollicitudini”, 1 oct. 1745, n. 43; cf. C.I.C. 1917, can. 1152 §2.
PRENOTANDO
IV
EL
RITO QUE DEBE EMPLEARSE
20. En el rito que se propone, fuera de las fórmulas mismas del exorcismo, préstese una atención especial a aquellos gestos y aspectos rituales que tienen el primer lugar y sentido, por ejemplo aquellos que forman parte de la purificación en el camino catecumenal (el signo de la cruz, la imposición de las manos, el soplo, la aspersión con el agua bendita, etc.).
21.
El rito comienza con la aspersión del agua bendita, con la
cual se recuerda la purificación bautismal y el atormentado se
defiende de las insidias del enemigo.
El agua puede bendecirse fuera del rito o dentro del rito antes de la aspersión y, si es oportuno, junto con una mezcla de sal.
El agua puede bendecirse fuera del rito o dentro del rito antes de la aspersión y, si es oportuno, junto con una mezcla de sal.
22.
Sigue la oración letánica con la cual se implora la
intercesión de todos los santos sobre el atormentado.
23.
Después de las preces letánicas el exorcista puede recitar
uno o varios salmos que imploran la protección del Altísimo y
proclaman la victoria de Cristo sobre el Maligno.
Los salmos pueden decirse de modo corrido o responsorial.
Terminado cada salmo, el exorcista puede añadir una oración sálmica.
Los salmos pueden decirse de modo corrido o responsorial.
Terminado cada salmo, el exorcista puede añadir una oración sálmica.
24.
Luego se proclama el Evangelio, como signo de la
presencia de Cristo quien, por su propia Palabra en la
proclamación de la Iglesia cura las enfermedades de los hombres.
25.
A continuación el exorcista impone las manos sobre el
atormentado, con lo cual se invoca el poder del Espíritu Santo,
para que el diablo salga de aquel que por el bautismo fue
hecho templo de Dios.
Al mismo tiempo puede soplar sobre el rostro del atormentado.
Al mismo tiempo puede soplar sobre el rostro del atormentado.
26.
Se recita, entonces, el símbolo de la fe, o bien, se renueva
la promesa de fe bautismal con la abjuración previa a Satanás.
Sigue la oración dominical, con la cual se implora al Dios y Padre nuestro que nos libre de todo mal.
Sigue la oración dominical, con la cual se implora al Dios y Padre nuestro que nos libre de todo mal.
27.
Terminados los ritos precedentes, el exorcista muestra al
atormentado el crucifijo que es fuente de toda bendición y
gracia, y se hace la señal de la cruz sobre él señalando
así la potestad de Cristo sobre el diablo.
28.
Finalmente dice la fórmula deprecativa, con la cual se ruega
a Dios, así como la fórmula imperativa, con la que el
diablo, en nombre de Cristo, es conjurado directamente
para que salga del atormentado.
No debe utilizarse la fórmula imperativa si no precedió la fórmula deprecativa, en cambio ésta puede emplearse sin aquélla.
No debe utilizarse la fórmula imperativa si no precedió la fórmula deprecativa, en cambio ésta puede emplearse sin aquélla.
29.
Todos los pasos del rito indicados pueden repetirse cuantas
veces sean necesarias tanto en la misma celebración (atendiendo a lo
que se indica en el n. 34)
como en otro momento, hasta que el atormentado sea liberado
totalmente.
30.
El rito concluye con el canto de acción de gracias, con la
oración y la bendición.
PRENOTANDO
V
OBSERVACIONES
Y ADAPTACIONES
31.
Conviene recordar que la raza de los demonios no puede ser
expulsada sin ayuno y oración, por lo cual se recomienda,
siguiendo el ejemplo de los Santos Padres, emplear estos dos remedios
para pedir la ayuda divina, tanto por el mismo exorcista como
por otros en cuanto sea posible.
32.
Si fuera posible, el fiel atormentado debe rogar a Dios,
ejercitar la mortificación, renovar frecuentemente la fe
recibida en el bautismo, acudir al sacramento de la
Reconciliación frecuentemente y fortalecerse con la sagrada
Eucaristía, todo esto sobre todo, antes del exorcismo.
Del mismo modo pueden ayudar con la oración, los familiares, amigos, el confesor o director espiritual, sobre todo si al sujeto le facilita rezar con la ayuda y la presencia de otros fieles.
Del mismo modo pueden ayudar con la oración, los familiares, amigos, el confesor o director espiritual, sobre todo si al sujeto le facilita rezar con la ayuda y la presencia de otros fieles.
33.
Si es posible, realícese el exorcismo en un oratorio o
en otro lugar oportuno, apartado de la multitud, en donde esté
destacada la imagen del crucifijo.
También debe tenerse en el lugar una imagen de la Bienaventurada Virgen María.
También debe tenerse en el lugar una imagen de la Bienaventurada Virgen María.
34.
Teniendo en cuenta las características del atormentado, el
exorcista puede usar de las varias opciones que le ofrece el
rito, siempre siguiendo la estructura básica y optando por las
fórmulas y oraciones que mejor se acomoden a las condiciones de la
persona.
a. En primer lugar debe tenerse en cuenta el estado físico y psicofísico de la persona como también atender las variaciones posibles dentro del día y aun dentro de una misma hora.
b. Cuando no hay presencia ni siquiera de unos pocos fieles –que por prudencia y sabiduría podrían requerirse-, el exorcista debe recordar que la Iglesia está presente en él mismo y en el fiel atormentado y esto recuérdeselo a éste.
c. Procúrese siempre que el fiel atormentado, mientras es exorcizado, se concentre lo mejor posible y se convierta a Dios, reclamándole con profunda humildad y con fe firme la liberación.
Exhórteselo a tolerar con paciencia su situación sin desconfiar en el auxilio de Dios y en el ministerio de la Iglesia.
35.
Si para la celebración del exorcismo parece oportuno que deba
admitirse un grupo elegido de personas, debe indicarse a éstas que
rueguen con empeño por el hermano atormentado ya sea de manera
privada ya uniéndose en el rito, pero absteniéndose siempre de
emitir cualquier fórmula de exorcismo tanto deprecativas como
imperativas dado que éstas quedan reservadas al exorcista y
solamente él puede pronunciarlas.
36.
Es muy conveniente que el fiel librado del tormento exprese su
acción de gracias a Dios por la paz recibida, haciéndolo solo o
unido a sus familiares.
Además debe inducirse al fiel recuperado para que persevere en la oración, con ayuda de la Sagrada Escritura y que frecuente la celebración de la Reconciliación y la Eucaristía; invíteselo también a llevar una vida cristiana caracterizada por las obras de caridad y de amor fraterno hacia todos.
PRENOTANDO
V
ADAPTACIONES
QUE COMPETEN
A LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES
A LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES
37.
Pertenece a las Conferencias Episcopales:
a. Preparar las versiones de los textos, observando su integridad y cuidando su fidelidad.
b. Si se juzga oportuno, adaptar signos y gestos del mismo rito atendiendo a la cultura y al genio del pueblo, sometiendo las variaciones al consentimiento de la Santa Sede.
38.
Además de la versión propia de los Prenotandos, que debe ser
íntegra, si parece oportuno, las Conferencias Episcopales pueden
añadir un “Directorio pastoral para el uso del exorcismo
mayor”, con el cual los exorcistas puedan entender más
profundamente la doctrina de los prenotandos, comprendan más
plenamente la significación de los ritos y, con indicaciones de
autores probados, conozcan el mejor modo de obrar, de hablar, de
interrogar y de juzgar.
Estos directorios, que pueden componerse con la colaboración de sacerdotes versados en ciencia y madura experiencia por un largo ejercicio del ministerio del exorcismo, deben ser reconocidos por la Sede Apostólica, según la norma del derecho.
CAPÍTULO
I
RITO
DEL EXORCISMO MAYOR
Oración
preparatoria para el exorcista
[pro
opportunitate]:
39.
Antes de comenzar el rito del exorcismo, el ministro exorcista que ha de
ejercerlo debe disponerse
adecuadamente, según las circunstancias, diciendo la siguiente
oración en secreto:
•
Domine
Iesu Christe, Verbum Dei Patris
Señor
Jesucristo,
Verbo [Palabra] de Dios Padre,
Verbo [Palabra] de Dios Padre,
Dios
de toda criatura,
que
diste a tus Santos Apóstoles
la potestad de someter a los demonios en tu nombre
la potestad de someter a los demonios en tu nombre
y
de aplastar todo poder [fuerza] del enemigo.
Dios
santo,
que
al realizar tus milagros [obras admirables]
ordenaste:
“ahuyentad [expulsad] los demonios”.
Dios
fuerte,
por
cuyo poder,
expulsado Satanás,
derrotado,
cayó [Satanás]
del cielo como un rayo [relámpago]:
ruego
humildemente con temor y temblor
a
tu santo nombre
para
que fortalecido con [por] tu poder,
pueda
arremeter con seguridad contra el espíritu maligno
que
atormenta a esta criatura tuya.
Tú
que vendrás a juzgar al mundo
por el fuego purificador
por el fuego purificador
y
en él a los vivos y los muertos.
Amén.
Dómine Iesu Christe, Verbum Dei Patris,
Deus univérsae creatúrae,
qui sanctis Apóstolis tuis potestatem dedisti
daemonia subiciéndi in nómine tuo
et super omnem calcándi virtútem inimíci;
Deus sancte,
qui inter cétera mirabília tua
praecípere dignátus es: Dáemones effugate;
Deus fortis,
cuius virtúte Sátanas elísus
tamquam fulgur de caelo cécidit:
nomen sanctum tuum
cum timóre ac tremóre supplíciter déprecor,
ut tua poténtia munítus
spíritum malígnum,
qui hanc vexat creatúram tuam,
fiduciáliter aggrédiar.
Qui ventúrus es iudicáre vivos et mórtuos
et sáeculum per ignem.
Amen.
Otras oraciones pueden ser añadidas: Apéndices I y II
Dómine Iesu Christe, Verbum Dei Patris,
Deus univérsae creatúrae,
qui sanctis Apóstolis tuis potestatem dedisti
daemonia subiciéndi in nómine tuo
et super omnem calcándi virtútem inimíci;
Deus sancte,
qui inter cétera mirabília tua
praecípere dignátus es: Dáemones effugate;
Deus fortis,
cuius virtúte Sátanas elísus
tamquam fulgur de caelo cécidit:
nomen sanctum tuum
cum timóre ac tremóre supplíciter déprecor,
ut tua poténtia munítus
spíritum malígnum,
qui hanc vexat creatúram tuam,
fiduciáliter aggrédiar.
Qui ventúrus es iudicáre vivos et mórtuos
et sáeculum per ignem.
Amen.
Otras oraciones pueden ser añadidas: Apéndices I y II
El
exorcista puede
añadir también otras oraciones, como por ejemplo:
- “En
el nombre de Jesucristo…”: (Apéndice
I,
7),
- “Bajo
tu amparo”: (Apéndice
I, 11),
- “Príncipe gloriosísimo San
Miguel Arcángel”:
(Apéndice
I, 11, pro opportunitate),
-
“Arcángel San Miguel, defiéndenos…”:
(Apéndice
II, invocación VI).
Ritos
iniciales
40.
El sacerdote exorcista accede al lugar de la celebración, con los
ornamentos
adecuados que, según la costumbre será el alba, o el sobrepelliz
sobre la vestidura o traje talar, y la estola morada.
Hecha la debida reverencia al altar o, faltando éste, a la cruz, se encamina a la sede.
Hecha la debida reverencia al altar o, faltando éste, a la cruz, se encamina a la sede.
El
exorcista y los fieles, de pie, hacen la señal
de la cruz [santiguarse] de la manera
habitual, mientras el exorcista, dirigido hacia los presentes, dice:
“En
el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”
Todos
responden:
Amén.
Versículos y responsorios: Deus Pater omnipotens; Dominus vobiscum
Luego el
exorcista saluda a los fieles extendiendo las manos:
[Opción 1]
Dios,
Padre omnipotente [todopoderoso],
que
quiere que todos los hombres se salven,
esté
con todos vosotros [ustedes].
Todos
responden:
Y con tu espíritu.
[Opción 2]
El Señor esté con vosotros [ustedes].
Todos responden:
Y con tu espíritu.
Breves
palabras para disponer a los presentes para la celebración
[pro opportunitate]
Entonces,
el sacerdote puede dirigirse con delicada humanidad [cordialidad] al fiel atormentado [vejado] por el diablo y a todos los
demás presentes, y a través de
breves palabras los dispondrá para la celebración.///
Bendición
del agua [pro
opportunitate],
con las siguientes opciones:
•
Deus,
qui ad salutem humani generis (41)
•
Domine
Deus omnipotens (42)
•
Supplices
te rogamus (43)
41.
Si fuera oportuno, el exorcista bendice
el agua, diciendo con
las manos juntas una de las siguientes oraciones:
[Opción
1]:
Bendición del agua
•
Deus, qui ad salutem humani generis
Dios,
que
para la salvación del género humano,
hiciste
brotar de las aguas el sacramento de la nueva vida,
escucha,
con bondad, nuestra oración
e
infunde el poder de tu bendición X
sobre esta agua,
para
que sirviendo a tus misterios,
asuma
el efecto de la divina gracia
que
espante los demonios y expulse las dolencias
y
así, al ser rociados, tus fieles sean liberados de todo daño;
que
en el sitio que será aspergido con esta agua,
no
resida el espíritu del mal y se alejen todas las insidias del oculto
enemigo;
haz
que tus fieles,
manteniéndose
firmes por la invocación de tu santo nombre
sean
libres de todas las asechanzas.
Te
lo pedimos, por Cristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
42.
O bien:
[Opción 2]: Bendición del agua
•
Domine Deus omnipotens
Dios
todopoderoso,
fuente
y origen de la vida del alma y del cuerpo,
bendice
X
esta agua,
que
vamos a usar con fe para implorar el perdón de nuestros pecados
y
alcanzar la ayuda de tu gracia
contra
toda enfermedad y asechanza del enemigo.
Concédenos,
Señor, por tu misericordia,
que
las aguas vivas siempre broten salvadoras,
para
que podamos acercarnos a ti con el corazón limpio
y
evitemos todo peligro de alma y cuerpo.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
[Opción
3]:
Bendición del agua con la mezcla de la sal
•
Supplices te rogamus
43.
Si se hace la mezcla de la sal,
en la bendición del agua, el exorcista la bendice
diciendo:
Te
suplicamos, Dios todopoderoso,
que
bendigas X
en tu bondad esta sal creada por ti.
Tú
mandaste al profeta Eliseo
arrojarla
en el agua estéril para hacerla fecunda.
Concédenos,
Señor,
que
al recibir la aspersión
de
esta agua mezclada con sal
nos
veamos libres de los ataques del enemigo,
y
la presencia del Espíritu Santo nos proteja siempre.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
Luego
mezcla la sal con el agua, sin decir nada.
Aspersión
del agua.
Opciones:
•
Ecce aqua benedicta
•
Sit haec aqua suscepti Baptismatis
memoria
44.
Luego, el exorcista, asperge
con el agua bendita al fiel atormentado, a los presentes y al lugar,
diciendo:
[Opción
1]
•
Ecce aqua benedicta
Esta
es el agua que Dios ha bendecido.
Que
ella sea para nosotros fuente de salvación y de vida.
En
el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos
responden:
Amén.
O
bien:
[Opción
2]
•
Sit haec aqua suscepti Baptismatis
memoria
Que
esta agua nos recuerde que hemos sido bautizados
y
con ella, hagamos memoria de Jesucristo,
que
nos redimió con su muerte y resurrección.
Todos
responden:
Amén.
Súplica litánica
Oración
introductoria a la letanía: Omnipotentis Dei misericordiam
45.
Después el exorcista, con estas u
otras palabras semejantes, se dirige a los presentes y los invita a
la oración:
Queridos
hermanos,
supliquemos
intensamente la misericordia de Dios
para
que movido por la intercesión de todos los santos
atienda
bondadosamente la invocación de su Iglesia
a
favor de nuestro hermano (nuestra hermana) N.
que
sufre gravemente.
Letanía
46.
Enseguida el exorcista y los
fieles, en la medida de las posibilidades, se
arrodillan. Quien preside
la celebración u otra persona comienza las letanías.
Pueden agregarse, en el lugar correspondiente, algunos nombres de santos o santas (por ejemplo, del patrono del lugar, del fiel atormentado, etc.) y también alguna intención especialmente apta para la situación.
Quienes participan se unen en las respuestas comunes.
Señor,
ten piedad.
Señor,
ten piedad.
Cristo,
ten piedad.
Cristo,
ten piedad.
Señor,
ten piedad.
Señor,
ten piedad.
Santa
María, Madre de Dios, ruega por él (por ella).
San
Miguel, Gabriel y Rafael, rueguen por él (por ella).
Todos
los santos Ángeles de Dios, rueguen por él (por ella).
San
Elías, ruega por él (por ella).
San
Juan Bautista, ruega por él (por ella).
San
José, ruega por él (por ella).
Todos
los santos Patriarcas y Profetas, rueguen por él (por ella).
Santos
Pedro y Pablo, rueguen por él (por ella).
San
Andrés, ruega por él (por ella).
Santos
Juan y Santiago, rueguen por él (por ella).
Todos
los santos Apóstoles y Evangelistas, rueguen por él (por ella).
Santa
María Magdalena, ruega por él (por ella).
Todos
los santos Discípulos del Señor, rueguen por él (por ella).
San
Esteban, ruega por él (por ella).
San
Lorenzo, ruega por él (por ella).
Santas
Perpetua y Felicidad, rueguen por él (por ella).
Todos
los santos Mártires, rueguen por él (por ella).
San
Gregorio, ruega por él (por ella).
San
Ambrosio, ruega por él (por ella).
San
Jerónimo, ruega por él (por ella).
San
Agustín, ruega por él (por ella).
San
Martín, ruega por él (por ella).
San
Antonio, ruega por él (por ella).
San
Benito, ruega por él (por ella).
Santos
Francisco y Domingo, rueguen por él (por ella).
Santos
Ignacio (de Loyola) y Francisco (Javier), rueguen por él (por ella).
San
Juan María (Vianney), ruega por él (por ella).
Santa
Catalina (de Siena), ruega por él (por ella).
Santa
Teresa de Jesús, ruega por él (por ella).
Todos
los Santos y Santas de Dios, rueguen por él (por ella).
* * * * *
Muéstrate
propicio, líbranos (líbralo[a]), Señor.
De
todo mal, líbranos (líbralo[a]), Señor.
De
todo pecado, líbranos (líbralo[a]), Señor.
De
las insidias del diablo, líbranos (líbralo[a]), Señor.
De
la muerte eterna, líbranos (líbralo[a]), Señor.
Por
tu nacimiento, líbranos (líbralo[a]), Señor.
Por
tu santo ayuno, líbranos (líbralo[a]), Señor.
Por
tu cruz y tu pasión, líbranos (líbralo[a]), Señor.
Por
tu muerte y sepultura, líbranos (líbralo[a]), Señor.
Por
tu santa resurrección, líbranos (líbralo[a]), Señor.
Por
tu admirable ascensión, líbranos (líbralo[a]), Señor.
Por
la venida del Espíritu Santo, Paráclito, líbranos (líbralo[a]),
Señor.
* * * * *
Cristo,
Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
Tú
que por nosotros fuiste tentado por el diablo, ten piedad de
nosotros.
Tú
que libraste a los atormentados de los espíritus inmundos, ten
piedad de
nosotros.
Tú
que diste a tus discípulos el poder sobre los demonios, ten piedad
de
nosotros.
Tú
que sentado a la derecha del Padre intercedes por nosotros, ten
piedad de
nosotros.
Tú
que vendrás a juzgar a vivos y muertos, ten piedad de nosotros.
* * * * *
Nosotros,
que somos pecadores, te rogamos, óyenos.
Para
que nos perdones, te rogamos, óyenos.
Para
que nos indultes, te rogamos, óyenos.
Para
que nos confortes y conserves en tu santo servicio, te rogamos,
óyenos.
Para
que eleves nuestras mentes hacia deseos celestiales, te rogamos,
óyenos.
Para
que concedas a tu Iglesia servirte con plena libertad, te rogamos,
óyenos.
Para
que le concedas la paz y la verdadera concordia a todos los pueblos,
te
rogamos,
óyenos.
Para
que nos escuches, te rogamos, óyenos.
Cristo,
óyenos.
Cristo,
óyenos.
Cristo,
escúchanos,
Cristo,
escúchanos.
Oraciones
posteriores a la letanía.
Opciones:
•
Deus,
qui proprium est misereri
(47)
•
Deus,
qui nos conspicis
(48)
47.
Concluidas las letanías, el exorcista
dice, de pie, la siguiente oración:
[Opción
1]
•
Deus, qui proprium est
misereri
Señor
y Dios nuestro,
a
quien pertenece compadecerse siempre y perdonar,
escucha
nuestra súplica
para
que la compasión de tu misericordia
libere
a este servidor tuyo N.
(servidora tuya N.)
que
está sujeto(a) por las cadenas del dominio diabólico.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
Todos
se ponen de pie.
48.
O bien:
[Opción
2]
•
Deus, qui nos conspicis
Dios
y Padre nuestro,
que
nos ves quebrantados por nuestra fragilidad,
te
rogamos suplicantes
por
este hermano nuestra N. (hermana
nuestra N.),
para
que apartes de él (ella) el espíritu del mal
y
lo (la) restituyas a la plena libertad de tus hijos
para
que así, te alabe siempre
con
la multitud de tus santos.
Por
Cristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
Todos
se ponen de pie.
Oración
con salmos [pro opportunitate]:
Salmo
90 (Qui
habitat in protectione Altissimi)
está en el nº 50.
Otros
salmos que pueden ser añadidos están en los números 67-75
49.
Después el exorcista puede recitar, según las circunstancias, uno o
varios salmos,
o bien algunos versículos o estrofas escogidas.
Aquí se
propone un solo salmo pero pueden añadirse otros,
según los textos indicados en el capítulo II.
Los
salmos pueden ser introducidos con una sentencia neotestamentaria
y concluidos con una oración, tal como puede verse a
continuación.
Quienes
están presentes en la celebración pueden participar de los
modos acostumbrados en la Liturgia para la oración con salmos.
Oración sálmica o colectas de salmos
La tradición latina contribuyó a la comprensión de los salmos y a su adaptación para la oración cristiana, mediante los títulos, las antífonas y las oraciones sálmicas o colectas de salmos.
La expresión "colligere orationem", su palabra "colecta" procede del latín "collecta, colligere", que es "recogida, recoger", y se aplica a la reunión de la comunidad para la Eucaristía dominical, la misa de domingo o de precepto. También "colecta" es la recogida de dinero o de dones en ofertorio (1 Co 16, 1-2).
También se aplica a las oraciones sálmicas o colectas de salmos, "colligere orationem", frase propia de los primeros siglos de la salmodia comunitaria, significa "recoger en una oración las intenciones de los que habían rezado el salmo", las colectas sálmicas o de salmos.
También es la oración colecta al principio de la Misa, y el Misal de Pablo VI resume la dinámica de la colecta: el sacerdote infiva al pueblo a orar; y todos, a una con el sacerdote, permanecen un rato en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular interiormente sus súplicas. Entonces el sacerdote lee la oración que se suele denominar colecta, y el pueblo constes amén (IGMR 32). El la primera oración importante del oficiante, que de pie, con los brazos extendidos, en nombre de la comunidad, dirige su súplica a Dios.
Las oraciones colectas del Misal católico invocan a Dios, se añade una motivación o la alusión al tiempo litúrgico o a la fiesta celebrada, prosigue con una súplica y concluye apelando a las mediación de Cristo. El libro "Colectario" recogió durante siglos estqas oraciones de la Misa o del Oficio Divino, y luego fueron incorporadas
COLECTA DE SALMO. Desde el siglo IV se sabe que en diversas regiones de la Iglesia se generó esta costumbre: tras recitar el salmo, y después de un breve momento de silencio, se recitaba una oración sálmica o colecta de salmo. Con ello se daba a la salmodia una perspectiva de meditación, y ayudó a cristianizar a los salmos desde el catolicismo y las circunstancias de nuestra vida.
El nombre de colecta de salmos o colectas sálmicas procede de que quien las pronunciaba recogía la oración que en silencio había hecho cada miembro de la comunidad después del salmo.
La liturgia hipánica antigua tiene la más rica colección de oraciones o colectas sálmicas, compuestas por obispos como Leandro de Sevilla o Conancio de Palencia.
En la Liturgia de las Horas reformada por el Concilio Vaticano II, en su tomo V, se ofrecen oraciones para cada salmo, con el fin de que se usen de ayuda para una interpretación católica de los salmos, y puedan ser utilizadas con libertad según la norma de la antigua tradición: concluido el salmo y observado un momento de silencio, se concluye con una oración que sintetiza los sentimientos de los participantes.
(IGLH 112; Vocabulario básico de liturgia, José Aldazábal, "Oraciones sálmicas"; Notitiae 571-572, Congregationis de Cultu Divino et Disciplina Sacramentorum, http://paulorenaliturgia.com/wp-content/uploads/2019/02/571-572-DEF.pdf)
50.
Salmo
90
Bajo
la protección del Altísimo
[Sentencia
neotestamentaria introductoria]: Les he
dado poder de caminar sobre serpientes y para vencer todas las
fuerzas del enemigo. (Lc. 10,19)
[Salmo
90]
R.
Tú eres, Señor, mi refugio.
Tú
que vives al amparo del Altísimo
y
resides a la sombra del Todopoderoso,
di
al Señor:
«Mi
refugio y mi baluarte,
mi
Dios, en quien confío».
R.
Tú eres, Señor, mi refugio.
Él
te librará de la red del cazador
y
de la peste perniciosa;
te
cubrirá con sus plumas,
y
hallarás un refugio bajo sus alas.
R. Tú eres, Señor, mi refugio.
No
temerás los terrores de la noche,
ni
la flecha que vuela de día,
ni
la peste que acecha en las tinieblas,
ni
la plaga que devasta a pleno sol.
R.
Tú eres, Señor, mi refugio.
Aunque
caigan mil a tu izquierda
y
diez mil a tu derecha,
tú
no serás alcanzado:
su
brazo es escudo y coraza.
Con
sólo dirigir una mirada,
verás
el castigo de los malos,
porque
hiciste del Señor tu refugio
y
pusiste como defensa al Altísimo.
R.
Tú eres, Señor, mi refugio.
No
te alcanzará ningún mal,
ninguna
plaga se acercará a tu carpa,
porque
él te encomendó a sus ángeles
para
que te cuiden en todos tus caminos.
R.
Tú eres, Señor, mi refugio.
Ellos
te llevarán en sus manos
para
que no tropieces contra ninguna piedra;
caminarás
sobre leones y víboras,
pisotearás
cachorros de león y serpientes.
R.
Tú eres, Señor, mi refugio.
«Él
se entregó a mí,
por
eso, yo lo libraré;
lo
protegeré, porque conoce mi Nombre;
me
invocará, y yo le responderé.
Estaré
con él en el peligro,
lo
defenderé y lo glorificaré;
le
haré gozar de una larga vida
y
le haré ver mi salvación».
R.
Tú eres, Señor, mi refugio.
Gloria
al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
como
era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos.
Amén.
R.
Tú
eres, Señor, mi refugio.
Oración
conclusiva: Susceptor et refugium nostrum
Señor,
tú eres nuestra defensa y nuestro refugio;
te
pedimos que libres a tu hijo(a) N.
de
la trampa de los demonios
y
de la palabra cruel de los perseguidores.
Protégelo(a)
bajo la sombra de tus alas
rodéalo(a)
con el escudo de tu fortaleza
y
muéstrale la clemencia de tu salvación.
Por
Cristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
Otras
perícopas
pueden añadirse en
76-80
Evangelio
51.
A continuación el exorcista proclama
el
Evangelio;
siguiente (San Juan
1, 1-14, en el número 52);
todos lo escuchan de pie.
Puede tomarse también una perícopa de las propuestas en el capítulo II (nº 76 - 80).
52.
X
Lectura
del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, según San
Juan 1, 1-14
El
Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
Al
principio existía la Palabra,
y
la Palabra estaba junto a Dios,
y
la Palabra era Dios.
Al
principio estaba junto a Dios.
Todas
las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y
sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En
ella estaba la vida,
y
la vida era la luz de los hombres.
La
luz brilla en las tinieblas,
y
las tinieblas no la percibieron.
Apareció
un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino
como testigo, para dar testimonio de la luz,
para
que todos creyeran por medio de él.
Él
no era luz, sino el testigo de la luz.
La
Palabra era la luz verdadera
que,
al venir a este mundo,
ilumina
a todo hombre.
Ella
estaba en el mundo,
y
el mundo fue hecho por medio de ella,
y
el mundo no la conoció.
Vino
a los suyos,
y
los suyos no la recibieron.
Pero
a todos los que la recibieron,
a
los que creen en su Nombre,
les
dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos
no nacieron de la sangre,
ni
por obra de la carne,
ni
de la voluntad del hombre,
sino
que fueron engendrados por Dios.
Y
la Palabra se hizo carne
y
habitó entre nosotros.
Y
nosotros hemos visto su gloria,
la
gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno
de gracia y de verdad.
Imposición
de manos con versículos y responsorios:
Kyrie eleison, etc.
Kyrie eleison, etc.
53.
Luego, después de leído el
Evangelio, el exorcista impone
las manos sobre la cabeza
del fiel atormentado por el Maligno, mientras dice:
V.
Hágase
tu Voluntad, Señor, sobre nosotros
del modo como
todos esperan de ti.
Todos
dicen:
R.
Señor, ten
piedad.
V.
Envía
tu Espíritu y las cosas serán creadas,
y renovarás la
faz de la tierra.
Todos
dicen:
R.
Señor,
ten piedad.
V.
Salva
a tu siervo(a) que espera en ti, Dios mío.
Todos dicen:
R.
Señor,
ten piedad.
V.
Sé
para él (ella), Señor, una torre de
fortaleza frente al enemigo,
Todos
dicen:
R.
Señor,
ten piedad.
V.
Que
el enemigo no se aproveche de él (ella),
y que el hijo de
la impiedad no añada más dolor.
Todos
dicen:
R.
Señor,
ten piedad.
V.
Envíale,
Señor, tu auxilio y
cuídalo desde tu morada.
Todos
dicen:
R.
Señor,
ten piedad.
Profesión de Fe
o renovació de las promesas bautismales
- el Símbolo (primera forma)
- o la Renovación de las Promesas Bautismales (segunda forma).
Opción
I
, nº 55:
•
Haec est victoria
•
Credo
in Deum (Credo Apostólico)
Opción
II
, nº 55:
•
Haec est victoria
•
Credo
in unum Deum (Credo
Niceno-Constantinopolitano)
Opción
III,
nº 56:
•
Sancti Baptismatis promissiones
renovemus
•
Abrenuntiatis Satanae?
•
Abrenuntiatis peccato?
•
Promesas bautismales: Credistis?
55.
Primera forma: el SÍMBOLO
Si se
usa para ello el Símbolo, se invita a recitarlo con
las siguientes palabras:
[Opción
I]: Credo Apostólico
Haec
est victoria
V.
Profesemos
nuestra fe, que es la victoria que vence al mundo.
Todos
juntos recitan el Símbolo:
Credo
in Deum (Credo Apostólico)
Creo
en Dios, Padre todopoderoso,
Creador
del cielo y de la tierra.
Creo
en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
* * * *
*
(En
las palabras que siguen, hasta "María Virgen", todos se
inclinan.)
que
fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació
de Santa María Virgen,
*
* * * *
padeció
bajo el poder de Poncio Pilato,
fue
crucificado, muerto y sepultado,
descendió
a los infiernos,
al
tercer día resucitó de entre los muertos,
subió
a los cielos
y
está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde
allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo
en el Espíritu Santo,
la
santa Iglesia católica,
la
comunión de los santos,
el
perdón de los pecados,
la
resurrección de la carne
y
la vida eterna.
Amén.
[Opción
II]: Credo Niceno-Constantinopolitano
O
bien:
Haec
est victoria
V.
Profesemos
nuestra fe, que es la victoria que vence al mundo.
Credo
in unum Deum (CREDO NICENO-CONSTANTINOPOLITANO)
Creo
en un solo Dios,
Padre
todopoderoso,
Creador
del cielo y de la tierra,
de
todo lo visible y lo invisible.
Creo
en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo
único de Dios,
nacido
del Padre antes de todos los siglos:
Dios
de Dios,
Luz
de Luz,
Dios
verdadero de Dios verdadero,
engendrado,
no creado,
de
la misma naturaleza del Padre,
por
quien todo fue hecho;
que
por nosotros, los hombres,
y
por nuestra salvación
bajó
del cielo,
*
* *
(En
las palabras que siguen, hasta "se hizo hombre", todos se
inclinan.)
y
por obra del Espíritu Santo
se
encarnó de María, la Virgen,
y
se hizo hombre;
*
* *
y
por nuestra causa fue crucificado
en
tiempos de Poncio Pilato;
padeció
y fue sepultado,
y
resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y
subió al cielo,
y
está sentado a la derecha del Padre;
y
de nuevo vendrá con gloria
para
juzgar a vivos y muertos,
y
su reino no tendrá fin.
Creo
en el Espíritu Santo,
Señor
y dador de vida,
que
procede del Padre y del Hijo,
que
con el Padre y el Hijo
recibe
una misma adoración y gloria,
y
que habló por los profetas.
Creo
en la Iglesia,
que
es una, santa, católica y apostólica.
Confieso
que hay un solo bautismo
para
el perdón de los pecados.
Espero
la resurrección de los muertos
y
la vida del mundo futuro.
Amén.
56.
Segunda
forma: Renovación de las Promesas Bautismales
[Opción
III]: Renovación de las Promesas Bautismales
•
Sancti Baptismatis promissiones
renovemus
•
Abrenuntiatis Satanae?
•
Abrenuntiatis peccato?
•
Promesas bautismales: Credistis?
.........
•
Sancti Baptismatis promissiones
renovemus:
V.
Renovemos
ahora las promesas de nuestro bautismo, con las cuales, un día,
renunciamos a Satanás y a sus obras y prometimos servir a Dios en la
santa Iglesia católica.
•
Abrenuntiatis Satanae?:
Exorcista:
¿Renuncian
a Satanás?
Todos:
Sí,
renuncio.
Exorcista:
¿Renuncian
a todas sus obras?
Todos:
Sí,
renuncio.
Exorcista:
¿Renuncian
a todas sus vanidades?
Todos:
Sí,
renuncio.
•
Abrenuntiatis peccato?
Exorcista:
¿Renuncian
al pecado, para vivir en la libertad de los hijos de Dios?
Todos:
Sí,
renuncio.
Exorcista:
¿Renuncian
a las seducciones de la iniquidad, para que no los domine el pecado?
Todos:
Sí,
renuncio.
Exorcista:
¿Renuncian
a Satanás, que es el autor y el príncipe del pecado?
Todos:
Sí,
renuncio.
•
Promesas bautismales: Credistis?
Exorcista:
¿Creen
en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
Todos:
Sí,
creo.
Exorcista:
¿Creen
en Jesucristo,
su
único Hijo, nuestro Señor,
que
nació de la Virgen María,
padeció
y fue sepultado,
resucitó
de entre los muertos
y
está sentado a la derecha del Padre?
Todos:
Sí,
creo.
Exorcista:
¿Creen
en el Espíritu Santo,
la
santa Iglesia católica,
la
comunión de los santos,
el
perdón de los pecados,
la
resurrección de la carne
y
la Vida eterna?
Todos:
Sí,
creo.
Introducción
a la oración del Señor. Opciones:
•
Una simul cum fratre nostro
•
Quid oremus
•
Oración del Señor: Padrenuestro
Oración
del Señor
•
Una simul cum fratre nostro
•
Quid oremus
57.
Luego el exorcista introduce a la oración
del Señor diciendo con
las manos juntas
[Opción I]
•
Una simul cum fratre nostro
Unidos
como hermanos y junto a N.,
invoquemos
a Dios como Jesucristo nos enseñó
para
que Él nos libre de todo mal.
O
bien:
[Opción
II]
•
Quid oremus
No
sabemos orar como conviene,
pero
el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad
y
Él mismo interpela y ruega a Dios por nosotros.
Movidos
por el Espíritu digamos juntos:
[El
Padre Nuestro]
Padre
nuestro,
que
estás en el cielo,
santificado
sea tu Nombre,
venga
a nosotros tu Reino;
hágase
tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos
hoy nuestro pan de cada día.
Perdona
nuestras ofensas,
como
también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no
nos dejes caer en la tentación
y
líbranos el mal.
Junta
las manos y los presentes concluyen la oración aclamando:
Porque
tuyo es el Reino, tuyo el poder y la gloria,
por
siempre, Señor.
Señal
de la cruz
Mostrando
la Cruz. Opciones:
•
Ecce Crucem Domini: fugite, partes
adversae
•
Per signum Crucis de inimico
liberet te Deus noster
•
Crux sancta sit tibi lux et vita
58.
Luego el exorcista muestra la cruz
y, con ella, bendice al fiel atormentado mientras dice:
[Opción
1]
•
Ecce Crucem Domini: fugite, partes
adversae
Ante
la Cruz de nuestro Señor
aléjense
de aquí,
todas
las fuerzas enemigas.
O
bien:
[Opción
2]
•
Per signum Crucis de inimico
liberet te Deus noster
Por
medio del signo de la Cruz,
nuestro
Señor te libre del enemigo.
O
bien:
[Opción
3]
•
Crux sancta sit tibi lux et vita
La
santa Cruz sea, para ti, luz y vida.
Soplo
o insuflación
[si conveniens esse videatur]
59.
Si parece conveniente, el exorcista sopla
sobre el rostro del fiel atormentado, diciendo:
Con
el Espíritu de tu boca, Señor
expulsa
los espíritus malignos,
mándales
alejarse
porque
se aproxima tu Reino.
Oración del exorcismo
60.
Luego el exorcista pronuncia la
fórmula deprecativa
del exorcismo mayor (n.61).
Si
es oportuno también añade la fórmula imperativa.
Otras
fórmulas tanto
deprecativas como imperativas, se proponen en el capítulo II, núm.
81-84
•
Fórmula deprecativa [I]:
[obligatoria]
(61): Deus,
humani generis conditor
•
Fórmula deprecativa [II]:
[pro opportunitate] (81):
Deus caeli, Deus terrae
•
Fórmula deprecativa [III]:
[pro opportunitate] (83):
Sanctus es, Domine exercituum
•
Fórmula imperativa [I]:
[pro opportunitate] (62):
Adiuro te, Satan
•
Fórmula imperativa [II]:
[pro opportunitate] (82):
Exorcizo te, vetus hominis inimice
•
Fórmula imperativa [III]:
[pro opportunitate] (84):
Exorcizo te, per Deum vivum
61.
Fórmula
deprecativa [I]:
[obligatoria]
Deus,
humani generis conditor
Dios,
creador y defensor del género humano,
dirige
tu mirada sobre este siervo tuyo (sierva tuya) N.
a
quien formaste a tu imagen
y
llamas a ser partícipe de tu gloria.
El
antiguo adversario lo (la) atormenta cruelmente,
lo
(la) oprime con fuerte violencia
y
lo (la) inquieta con cruel terror.
Envía
sobre él (ella) tu Espíritu Santo
para
que lo (la) haga fuerte en la lucha
le
enseñe a rogar en la tribulación
y
lo (la) defienda con su poderosa protección.
Escucha,
Padre santo,
el
gemido de tu Iglesia suplicante;
no
permitas que tu hijo (hija)
sea
poseída por el padre de la mentira;
no
dejes que este servidor (servidora)
a
quien Cristo redimió con su Sangre
sea
retenido (retenida) por la cautividad del diablo;
impide
que el templo de tu Espíritu
sea
inhabitado por los espíritus inmundos.
Escucha,
Dios misericordioso,
la
oración de la bienaventurada Virgen María,
cuyo
Hijo, muriendo en la Cruz,
aplastó
la cabeza de la antigua serpiente
y
encomendó a la Madre todos los hombres como hijos.
Que
resplandezca en este siervo tuyo (sierva tuya) la luz de la verdad
entre
en él (ella) el gozo de la paz,
lo
(la) posea el Espíritu de la paz
y
llenando su corazón le dé la serenidad y la paz.
Escucha,
Señor. La oración de San Miguel Arcángel
y
de todos los ángeles que te sirven.
Dios
de todo bien, impide decididamente la acción diabólica;
que eres la fuente de la verdad y del perdón,
expulsa
las falaces insidias del diablo;
Señor
de la libertad y de la gracia,
desata
los lazos de la perversidad.
Tú
que amas y salvas al hombre
que
escuchas paternalmente la oración de los apóstoles Pedro y Pablo
y
de todos los santos que con tu gracia vencieron las asechanzas del
Maligno.
Libra
a este siervo tuyo (esta sierva tuya)
de
toda potestad ajena
y
custodia la firmeza que necesita.
para
que restituido (restituida) a la serenidad espiritual
te
ame de corazón y te sirva con sus obras,
te
glorifique con sus alabanzas y te celebre con su vida.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Y
todos responden:
Amén.
62. Fórmula
imperativa [I]
[pro
opportunitate]:
Adiuro
te, Satan
Te
declaro anatema, Satanás, enemigo de la salvación humana;
reconoce
la justicia y la bondad de Dios Padre,
que,
con justo juicio, condenó tu soberbia y tu envidia:
apártate
de este siervo (esta sierva) N.,
a
quien Dios hizo a su imagen,
colmó
con sus dones
y
adoptó como hijo (hija) de su misericordia.
Te
conjuro, Satanás, príncipe de este mundo:
reconoce
el poder y la fuerza de Jesucristo,
que
te venció en el desierto,
superó
tus insidias en el Huerto,
te
despojó en la Cruz,
y
resucitado del sepulcro
transfirió
tus trofeos al reino de la luz:
retírate
de esta criatura N.,
a
la cual Cristo al nacer hizo su hermano (hermana)
y
al morir lo (la) redimió con su Sangre.
Te
conjuro, Satanás, que engañas al género humano,
reconoce
al Espíritu de la verdad y de la gracia
que
repele tus insidias y confunde tus mentiras.
Sal
de N., criatura plasmada por Dios,
a
quien el mismo Espíritu marcó con su sello poderoso;
retírate
de este hombre (esta mujer),
a
quien Dios hizo templo sagrado
con
una unción espiritual.
Por
eso, retírate, Satanás,
en
el nombre del Padre X
, y del
Hijo X
, y del
Espíritu X
Santo;
retírate
por la fe y la oración de la Iglesia;
retírate
por la señal de la santa Cruz,
de
nuestro Señor Jesucristo,
que
vive y reina por los siglos de los siglos.
Todos
responden:
Amén.
Otras
fórmulas deprecativas e imperativas
que pueden añadirse o cambiarse con aquéllas que aquí se han
indicado, pueden verse en el capítulo II, núm. 81-83.
81.
Otra forma
deprecativa [II]
(cfr. nº 61)
Fórmula deprecativa [II]
[pro
opportunitate]: Deus
caeli, Deus terrae
Dios
del cielo, Dios de la tierra,
Dios
de los ángeles, Dios de los arcángeles,
Dios
de los patriarcas, Dios de los profetas,
Dios
de los apóstoles, Dios de los mártires,
Dios
de los sacerdotes, Dios de las vírgenes,
Dios
de todos los santos y santas,
Dios
que tienes poder
para
dar vida después de la muerte, el descanso después del trabajo,
no
hay otro Dios fuera de ti,
creador
de todo lo visible e invisible,
Dios,
que quieres que todos los hombres se salven
y
amaste al mundo de tal modo que enviaste a tu Hijo Unigénito
para
destruir las obras del diablo;
te
suplicamos, Señor. humildemente,
apelando
a la majestad de tu gloria,
que
libres a este servidor tuyo (servidora tuya)
de
todo poder de los espíritus infernales,
de
sus lazos, de sus engaños, de sus malicias,
y
que lo (la) custodies incólume.
Infunde,
el Espíritu de la verdad,
Aquél
que tu Hijo prometió a sus discípulos;
desde
el cielo expulsaste al diablo como un rayo,
envía
desde allí al Espíritu Paráclito,
para
que expulse lejos al delator y opresor de nuestra naturaleza
y
nos haga evitar todo daño.
Por
Cristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
82.
Otra fórmula
imperativa (cfr.
nº 62)
Fórmula imperativa [II]
[pro opportunitate]: Exorcizo te,
vetus hominis inimice
Te
exorcizo, antiguo enemigo del hombre:
sal
fuera de N. a quien Dios creó con amor.
Te
lo manda, nuestro Señor Jesucristo,
cuya
humildad venció tu soberbia
cuya
prodigalidad prevaleció sobre tu envidia,
cuya
mansedumbre aplastó tu crueldad.
Enmudece,
padre de la mentira,
y
no impidas que este siervo (esta sierva) de Dios
bendiga
y alabe a su Señor.
Eso
te ordena Jesucristo,
Sabiduría
del Padre y esplendor de la Verdad,
cuyas
palabras son espíritu y vida.
Sal
de él (ella), espíritu inmundo,
deja
el lugar al Espíritu Santo.
Eso
te manda Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre,
que
naciendo puro del Espíritu y de la Virgen
purificó
todas las cosas con su Sangre.
Por
eso, retrocede, Satanás,
vuélvete
atrás en el nombre de Jesucristo,
que
te expulsó fuertemente con el dedo de Dios y destruyó tu reino.
Retírate,
por la fe y la oración de la Iglesia,
huye
de aquí, por la fuerza de la Santa X
Cruz,
en
la cual, el dulce Cordero inmolado por nosotros,
nuestro
Señor Jesucristo,
nos
libró de tu cruel potestad.
Él
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Todos
responden:
Amén.
83.
Otra fórmula
deprecativa (cfr. nº
61)
Fórmula deprecativa [III]
[pro
opportunitate]: Sanctus
es, Domine exercituum
Tú
eres Santo, Señor de los ejércitos,
llenos
están los cielos y la tierra de tu gloria,
porque
creaste todas las cosas que existen en el universo.
Tú
que sentado sobre los querubines no sólo habitas en lo alto
sino
que miras con atención hacia el cielo y la tierra
y
observas también los abismos.
Abre
tus ojos, Señor,
y
contempla la aflicción de N., a quien creaste por amor;
por
él (ella) te rogamos suplicantes,
que
despiertes tu poder,
envíes
tu Espíritu Paráclito
para
que este siervo tuyo (sierva tuya) no sólo ordenado (ordenada) en su
corazón
sino
también sincero (sincera) en su mente
pueda
ofrecerte el debido servicio.
Dios,
creador y redentor del género humano,
que
desde el comienzo hiciste al hombre según tu imagen,
y
le encomendaste el cuidado del mundo entero,
para
que, sirviéndote a ti, su Creador,
dominara
todo lo creado;
te
pedimos que te apiades de la condición humana,
herida
por el pecado,
y
muestres tu bondad a este siervo tuyo (sierva tuya) N.
abatido
(abatida) por el engaño diabólico
para
que liberado (liberada) del enemigo,
te
reconozca ti, el único Dios y Señor.
Dios
de infinita misericordia,
que
para nuestra redención enviaste bondadosamente a tu Hijo Unigénito
a
fin de que todo el que crea en él no perezca
sino
que tenga vida eterna;
Tú
que levantaste en la Cruz a tu propio Hijo,
para
que borrado el decreto de muerte atrajese a sí todas las cosas,
te
pedimos que tengas compasión de tu Iglesia suplicante
y
escuches su oración a favor de tu atribulado (atribulada) N.
de
tal manera que, desaparecida toda adversidad,
tu
derecha proteja a quien, con su Sangre derramada en la Cruz
redimió
Jesucristo, tu Hijo y nuestro Señor
que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
por
los siglos de los siglos.
Todos
responden:
Amén.
84.
Otra fórmula
imperativa (cfr. nº
62)
Fórmula imperativa [III]
[pro
opportunitate]: Exorcizo
te, per Deum vivum
Por
el Dios vivo, por el Dios verdadero, por el Dios santo,
yo
te exorcizo, espíritu inmundo, enemigo de la fe,
enemigo
del género humano, conductor de la muerte,
padre
de la mentira, raíz de todos los males,
seductor
de los hombres, provocador de los dolores.
Te
adjuro, maldito dragón,
en
el nombre de nuestro Señor Jesucristo,
para
que abandones de raíz y que huyas
de
este ser plasmado por Dios.
El
mismo Jesucristo te lo ordena,
quien
te mandó sumergirte desde lo alto de los cielos
a
los lugares más bajos de la tierra.
El
mismo Cristo te lo ordena,
que
calmó al mar, a los vientos y a las tempestades .
El
mismo Cristo te lo ordena,
que
es la eterna Palabra de Dios hecha carne,
y
que se humilló a sí mismo
y
se hizo obediente hasta la muerte
por
la salvación del género humano perdido por tu envidia.
Témelo
a Él,
que
en Isaac fue inmolado,
en
José vendido,
en
el Cordero, muerto,
en
el hombre, crucificado,
y
en el infierno, triunfador.
Dale
lugar a Cristo,
en
quien ninguna de tus obras has podido encontrar.
Humíllate
bajo la potente mano de Dios;
tiembla
y huye,
pues
invocamos el santo nombre de Jesús,
ante
quien tiemblan los infierno,
a
quien están sujetas las Virtudes de los cielos,
las
Potestades, las Dominaciones,
y
a quien los Querubines y los Serafines
aclaman
con una sola voz diciendo:
Santo,
Santo, Santo, es el Señor, Dios de los ejércitos.
Retrocede
ya,
en
el nombre del Padre X
y del
Hijo X
y del Espíritu X
Santo.
Dale
el lugar al Espíritu Santo
por
este signo de la Santa X
Cruz
de
nuestro Señor Jesucristo
que
vive y reina por los siglos de los siglos.
Todos
responden:
Amén.
Acción
de gracias
Efectuada por el
exorcista y los presentes.
Opciones:
• Magnificat
•
Benedictus
63.
Después de la liberación
del fiel atormentado, el exorcista y los presentes entonan el
siguiente cántico:
[Opción
I]
Magníficat
«Mi
alma canta la grandeza del Señor,
y
mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador,
porque
el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque
el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su
misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos
que lo temen.
Desplegó
la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó
a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó
de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos
vacías.
Socorrió
a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,
como
lo había prometido a nuestros padres,
en
favor de Abraham y de su descendencia para siempre».
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como
era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos.
Amén.
O
bien:
[Opción
II]
Benedictus
«Bendito
sea el Señor, el Dios de Israel,
porque
ha visitado y redimido a su Pueblo,
y
nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor,
como
lo había anunciado mucho tiempo antes,
por
boca de sus santos profetas,
para
salvarnos de nuestros enemigos
y
de las manos de todos los que nos odian.
Así
tuvo misericordia de nuestros padres
y
se acordó de su santa Alianza,
del
juramento que hizo a nuestro padre Abraham
de
concedernos que, libres de temor, arrancados de las manos de nuestros
enemigos,
lo
sirvamos en santidad y justicia, bajo su mirada, durante toda nuestra
vida.
Y
tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo,
porque
irás delante del Señor preparando sus caminos,
para
hacer conocer a su Pueblo la salvación
mediante
el perdón de los pecados;
gracias
a la misericordiosa ternura de nuestro Dios,
que
nos traerá del cielo la visita del Sol naciente,
para
iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la
muerte,
y
guiar nuestros pasos por el camino de la paz».
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como
era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos.
Amén.
Oración:
Deus, universae carnis creator
64.
Luego el exorcista pronuncia la
siguiente oración:
Señor
y Dios, creador y salvador de todo hombre,
que
a este amado siervo tuyo (esta amada sierva tuya) N.
recibiste
con misericordia;
te
pedimos que lo (la) conserves con tu providencia
y
lo (la) custodies en la libertad que le concedió tu Hijo.
Garantiza,
Señor, que el espíritu de impiedad
no
tenga poder en adelante sobre él (ella);
ordena,
Señor, que lo (la) colmen
la
bondad y la paz del Espíritu Santo,
de
tal manera que nunca tema al Maligno,
porque
el Señor Jesucristo permanece entre nosotros,
Él
que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.
Todos
responden:
Amén.
Ritos
de conclusión
Bendiciones realizadas por el exorcista (65 - 66).
65. Si el exorcismo debe ser reiterado, el exorcista reserva la bendición indicada en el número 66 para el final.
Opciones:
Bendiciones realizadas por el exorcista (65 - 66).
Exorcismo reiterado
65. Si el exorcismo debe ser reiterado, el exorcista reserva la bendición indicada en el número 66 para el final.
Opciones:
•
Series de versículos y
responsorios: Dominus vobiscum
•
Pax Dei, quae exsuperat
66.
Luego se procede a la despedida.
El
exorcista, dirigiéndose a los presentes dice con las manos
extendidas:
[Opción
I]
Dominus
vobiscum
El
Señor esté con ustedes.
Todos
responden:
Y
con tu espíritu.
El
exorcista bendice a los presentes:
Que
el Señor los bendiga y los proteja.
[Todos
responden:]
R.
Amén.
[El
exorcista:]
Haga
brillar su rostro sobre ustedes y los bendiga.
[Todos
responden:]
R.
Amén.
[El
exorcista:]
Les
descubra su rostro y les conceda la paz.
R.
Amén.
Y
que la bendición de Dios todopoderoso,
del
Padre, del Hijo X
y del Espíritu Santo,
descienda
sobre ustedes.
Todos
responden:
Amén.
O bien:
[Opción
II]
Pax
Dei, quae exsuperat
El
exorcista:
La
paz de Dios,
que
supera todo lo que podemos pensar,
tome
bajo su cuidado los corazones y pensamientos de ustedes,
en
el conocimiento y el amor de Dios
y
de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
[Todos
responden:]
R. Amén.
[El
exorcista:]
Y
que la bendición de Dios todopoderoso,
del
Padre, del Hijo X
y
del Espíritu Santo,
descienda
sobre ustedes.
Todos
responden:
Amén.
CAPÍTULO
II
DIVERSOS
TEXTOS FACULTATIVOS
PARA AÑADIR EN EL RITO
PARA AÑADIR EN EL RITO
I
SALMOS
67.
Salmo 3
El Señor es mi escudo
No
ponemos nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios que
resucita a los
muertos
(2 Cor 1, 9).
R.
Tú, Señor, eres mi protector.
Señor,
¡qué numerosos son mis adversarios,
cuántos
los que se levantan contra mí!
¡Cuántos
son los que dicen de mí:
«Dios
ya no quiere salvarlo»!
R.
Tú, Señor, eres mi protector.
Pero
Tú eres mi escudo protector y mi gloria,
tú
mantienes erguida mi cabeza.
Invoco
al Señor en alta voz,
y
él me responde desde su santa Montaña.
R.
Tú, Señor, eres mi protector.
Yo
me acuesto y me duermo,
y
me despierto tranquilo
porque
el Señor me sostiene.
No
temo a la multitud innumerable,
apostada
contra mí por todas partes.
R.
Tú, Señor, eres mi protector.
¡Levántate,
Señor! ¡Sálvame, Dios mío!
Tú
golpeas en la mejilla a mis enemigos
y
rompes los dientes de los malvados.
¡En
ti, Señor, está la salvación,
y
tu bendición sobre tu pueblo!
R.
Tú, Señor, eres mi protector.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como
era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos.
Amén.
R.
Tú, Señor, eres mi protector.
Oración.
Señor
y protector nuestro,
atiende
nuestra aflicción,
porque
se han multiplicado quienes atormentan
a
tu servidor (tu servidora) N.;
tú que sostienes al que persevera,
derrama
tu bendición abundante sobre él (ella)
para
que conozca a tu Salvador, Jesucristo,
que
venció las insidias del diablo.
Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
68.
Salmo 10 (11)
El Señor, esperanza del justo
No
teman, porque valen más que muchos pájaros (Mt. 10, 31).
R.
Confío en el Señor.
Yo
tengo mi refugio en el Señor,
¿Cómo
pueden decirme entonces:
«Escapa
a la montaña como un pájaro?
R.
Confío en el Señor.
Porque
los malvados tienden su arco
y
ajustan sus flechas a la cuerda,
para
disparar desde la penumbra
contra
los rectos de corazón.
Cuando
ceden los cimientos,
¿qué
puede hacer el justo?»
R.
Confío en el Señor.
Pero
el Señor está en su santo Templo,
el
Señor tiene su trono en el cielo.
Sus
ojos observan el mundo,
sus
pupilas examinan a los hombres:
el
Señor examina al justo y al culpable,
y
odia al que ama la violencia.
Que
él haga llover brasas y azufre sobre los impíos,
y
les toque en suerte un viento abrasador.
R.
Confío en el Señor.
Porque
el Señor es justo y ama la justicia,
y
los son rectos verán su rostro.
R.
Confío en el Señor.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como
era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos.
Amén.
R.
Confío en el Señor.
Oración.
Dios,
que amas la justicia y miras atentamente al pobre;
libra
a tu servidor (tu servidora) N. de los lazos ocultos
y
defiéndelo (defiéndela) de los que se ven;
para
que siguiendo tras las cosas que te agradan,
merezca
ver tu rostro.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
69.
Salmo 12 (13)
Que el
Dios de la esperanza los llene de alegría y de paz en la fe, para
que la esperanza
sobreabunde
en ustedes por obra del Espíritu Santo (Rom. 15, 13).
R.
Mi corazón se alegrará en tu
salvación.
¿Hasta
cuándo me tendrás olvidado, Señor? ¿Eternamente?
¿Hasta
cuándo me ocultarás tu rostro?
¿Hasta
cuándo mi alma estará acongojada
y
habrá pesar en mi corazón, día tras día?
¿Hasta
cuándo mi enemigo prevalecerá sobre mí?
¡Mírame,
respóndeme, Señor, Dios mío!
Ilumina
mis ojos,
para
que no caiga en el sueño de la muerte,
para
que mi enemigo no pueda decir: «Lo he vencido»,
ni
mi adversario se alegre de mi fracaso.
R.
Mi corazón se alegrará en tu
salvación.
Yo
confío en tu misericordia:
que
mi corazón se alegre porque me salvaste.
¡Cantaré
al Señor porque me ha favorecido!
R.
Mi corazón se alegrará en tu salvación.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como
era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos.
Amén.
R.
Mi corazón se alegrará en tu salvación.
Oración
Dios
omnipotente,
no
apartes tu rostro de este servidor tuyo (esta servidora tuya) N.
para
que nuestro enemigo no se levante contra él (contra ella);
llena
de tal manera su corazón con el gozo de tu salvación
que
prevalezca sobre el mar de la muerte.
Por
Cristo nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
70.
Salmo 21 (22)
El
dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes
gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue
escuchado por su humilde sumisión. (Heb 5,7)
R.
Sálvame de la boca del león.
Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¿Por
qué estás lejos de mi clamor y mis gemidos?
Te
invoco de día, y no respondes,
de
noche, y no encuentro descanso;
R.
Sálvame de la boca del león.
Y
sin embargo, tú eres el Santo,
que
reinas entre las alabanzas de Israel.
En
ti confiaron nuestros padres:
confiaron,
y tú los libraste;
clamaron
a ti y fueron salvados,
confiaron
en ti y no quedaron defraudados.
R.
Sálvame de la boca del león.
Pero
yo soy un gusano, no un hombre;
la
gente me escarnece y el pueblo me desprecia;
los
que me ven, se burlan de mí,
hacen
una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió
en el Señor, que él lo libre;
que
lo salve, si lo quiere tanto».
R.
Sálvame de la boca del león.
Tú,
Señor, me sacaste del seno materno,
me
confiaste al regazo de mi madre;
a
ti fui entregado desde mi nacimiento,
desde
el seno de mi madre, tú eres mi Dios.
No
te quedes lejos, porque acecha el peligro
y
no hay nadie para socorrerme.
R.
Sálvame de la boca del león.
Me
rodea una manada de novillos,
me
acorralan toros de Basán;
abren
sus fauces contra mí
como
leones rapaces y rugientes.
Soy
como agua que se derrama
y
todos mis huesos están dislocados;
R.
Sálvame de la boca del león.
Mi
corazón se ha vuelto como cera
y
se derrite en mi interior;
mi
garganta está seca como una teja
y
la lengua se me pega al paladar.
R.
Sálvame de la boca del león.
Me
rodea una jauría de perros,
me
asalta una banda de malhechores;
taladran
mis manos y mis pies
y
me hunden en el polvo de la muerte.
Yo
puedo contar todos mis huesos;
ellos
me miran con aire de triunfo,
se
reparten entre sí mi ropa
y
sortean mi túnica.
R.
Sálvame de la boca del león.
Pero
tú, Señor, no te quedes lejos;
tú
que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme
Libra
mi cuello de la espada
y
mi vida de las garras del perro.
R.
Sálvame de la boca del león.
Sálvame
de la boca del león,
salva
a este pobre de los toros salvajes.
Yo
anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te
alabaré en medio de la asamblea:
R.
Sálvame de la boca del león.
«Alábenlo,
los que temen al Señor;
glorifíquenlo,
descendientes de Jacob;
témanlo,
descendientes de Israel.
Porque
él no ha mirado con desdén
ni
ha despreciado la miseria del pobre:
no
le ocultó su rostro
y
lo escuchó cuando pidió auxilio»
R.
Sálvame de la boca del león.
Por
eso te alabaré en la gran asamblea
y
cumpliré mis votos delante de los fieles:
los
pobres comerán hasta saciarse
y
los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que
sus corazones vivan para siempre!
R.
Sálvame de la boca del león.
Todos
los confines de la tierra
se
acordarán y volverán al Señor;
todas
las familias de los pueblos
se
postrarán en su presencia.
R.
Sálvame de la boca del león.
Porque
sólo el Señor es rey
y
él gobierna a las naciones.
Todos
los que duermen en el sepulcro
se
postrarán en su presencia;
todos
los que bajaron a la tierra
doblarán
la rodilla ante él,
y
los que no tienen vida
glorificarán
su poder.
R.
Sálvame de la boca del león.
Hablarán
del Señor a la generación futura,
anunciarán
su justicia a los que nacerán después,
porque
esta es la obra del Señor.
R.
Sálvame de la boca del león.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como
era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos.
Amén.
R.
Sálvame de la boca del león.
Oración
Dios,
que reconciliaste contigo al mundo por la pasión de tu Hijo,
te
suplicamos humildemente
que
no postergues el auxilio que necesita de ti, este hijo tuyo (hija
tuya) N.;
defiéndelo
(defiéndela) y líbralo (líbrala) de la boca del león
que
busca arrebatarlo (arrebatarla).
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
71.
Salmo 30 (31)
Jesús,
con un grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu». Y diciendo esto, expiró (Lc. 23, 46).
R.
Líbrame del poder de mis enemigos.
Yo
me refugio en ti, Señor,
¡que
nunca me vea defraudado!
Líbrame,
por tu justicia
inclina
tu oído hacia mí
y
ven pronto a socorrerme.
Sé
para mí una roca protectora,
un
baluarte donde me encuentre a salvo,
R.
Líbrame del poder de mis enemigos.
Porque
tú eres mi Roca y mi baluarte:
por
tu Nombre, guíame y condúceme.
Sácame
de la red que me han tendido,
porque
tú eres mi refugio.
R.
Líbrame del poder de mis enemigos.
Yo
pongo mi vida en tus manos:
tú
me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Yo
detesto a los que veneran ídolos vanos
y
confío en el Señor.
R.
Líbrame del poder de mis enemigos.
¡Tu
amor será mi gozo y mi alegría!
Cuando
tú viste mi aflicción
y
supiste que mi vida peligraba,
no
me entregaste al poder del enemigo,
me
pusiste en un lugar espacioso.
R.
Líbrame del poder de mis enemigos.
Ten
piedad de mí, Señor,
porque
estoy angustiado:
mis
ojos, mi garganta y mis entrañas
están
extenuados de dolor.
Mi
vida se consume de tristeza,
mis
años, entre gemidos;
mis
fuerzas decaen por la aflicción
y
muy huesos están extenuados.
R.
Líbrame del poder de mis enemigos.
Soy
la burla de todos mis enemigos
y
la irrisión de mis propios vecinos;
para
mis amigos soy motivo de espanto,
los
que me ven por la calle huyen de mí,
Como
un muerto, he caído en el olvido,
me
he convertido en una cosa inútil.
R.
Líbrame del poder de mis enemigos.
Oigo
los rumores de la gente
y
amenazas por todas partes,
mientras
se confabulan contra mí
y
traman quitarme la vida.
R.
Líbrame del poder de mis enemigos.
Pero
yo confío en ti, Señor,
y
te digo: «Tú eres mi Dios,
mi
destino está en tus manos».
Líbrame
del poder de mis enemigos
y
de aquellos que me persiguen.
Que
brille tu rostro sobre tu servidor,
sálvame
por tu misericordia;
R.
Líbrame del poder de mis enemigos.
Señor,
que no me avergüence
de
haberte invocado.
Que
se avergüencen los malvados
y
bajen mudos al Abismo;
que
enmudezcan los labios mentirosos,
los
que profieren insolencias contra el justo
con
soberbia y menosprecio.
R.
Líbrame del poder de mis enemigos.
¡Qué
grande es tu bondad, Señor!
Tú
la reservas para tus fieles;
y
la brindas a los que se refugian en ti,
en
la presencia de todos.
Tú
los ocultas al amparo de tu rostro
de
las intrigas de los hombres;
y
los escondes en tu Tienda de campaña,
lejos
de las lenguas pendencieras.
R.
Líbrame del poder de mis enemigos.
¡Bendito
sea el Señor!
El
me mostró las maravillas de su amor
en
el momento del peligro.
En
mi turbación llegué a decir:
«He
sido arrojado de tu presencia».
Pero
tú escuchaste la voz de mi súplica,
cuando
yo te invocaba.
R.
Líbrame del poder de mis enemigos.
Amen
al Señor, todos sus fieles,
porque
él protege a los que son leales
y
castiga con severidad a los soberbios.
Sean
fuertes y valerosos,
todos
los que esperan en el Señor.
R.
Líbrame del poder de mis enemigos.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como
era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos. Amén.
R.
Líbrame del poder de mis enemigos.
Oración
Señor,
sé una roca protectora para tu servidor (servidora) N.,
y
ya que lo (la) redimiste con la preciosa Sangre de tu Hijo,
líbralo
(líbrala) del lazo del enemigo que lo (la) persigue;
ilumina
tu rostro sobre él (ella) y sálvalo (sálavala) por tu
misericordia,
Tú
que conoces las ansiedades de su alma.
Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
72.
Salmo 34 (35)
Fortalézcanse
en el Señor con la fuerza de su poder. Revístanse con la armadura
de
Dios,
para que puedan resistir las insidias del demonio (Ef.
6, 10-11).
R.
Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.
Combate,
Señor, a los que me atacan,
pelea
contra los que me hacen la guerra.
Toma
el escudo y el broquel,
levántate
y ven en mi ayuda;
empuña
la lanza y la jabalina
para
enfrentar a mis perseguidores;
dime:
«Yo soy tu salvación».
R.
Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.
Que
sufran una derrota humillante
los
que intentan quitarme la vida;
que
vuelvan la espalda confundidos
los
que traman mi perdición.
R.
Despiértate, Señor, y ven en mi
ayuda.
Que
sean como la paja ante el viento,
mientras
el Ángel del Señor los arrastra;
que
su camino sea oscuro y resbaladizo,
mientras
el Ángel del Señor los persigue.
R.
Despiértate, Señor, y ven en mi
ayuda.
Porque
me tendieron sus redes sin motivo
y
me cavaron una fosa mortal:
¡que
los sorprenda un desastre imprevisto;
que
sean atrapados por sus propias redes,
y
caigan en la fosa que ellos mismos cavaron!
R.
Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.
Pero
yo me alegraré en el Señor,
me
regocijaré por su victoria;
todo
mi ser proclamará:
«Señor,
no hay nadie igual a ti;
tú
libras al débil de las manos del más fuerte,
y
al pobre, de aquel que lo despoja».
R.
Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.
Se
presentan contra mí testigos falsos;
me
piden cuenta de cosas que ignoro;
me
devuelven mal por bien,
dejando
mi alma desolada.
R.
Despiértate, Señor, y ven en mi
ayuda.
Yo,
en cambio, cuando ellos estaban enfermos,
me
cubría con ropas de penitente,
afligía
mi alma con ayunos
y
oraba con la cabeza inclinada.
Ellos
eran para mí como un amigo o un hermano,
y
yo andaba triste y abatido,
como
quien llora la muerte de su madre.
R.
Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.
Pero
cuando tropecé ellos se alegraron,
se
juntaron todos contra mí
y
me golpearon sorpresivamente;
me
desgarraban sin cesar,
se
burlaban de mí con crueldad
y
rechinaban contra mí sus dientes.
R.
Despiértate, Señor, y ven en mi
ayuda.
Señor,
¿cuánto tiempo vas a tolerarlo?
Líbrame
de los animales rugientes,
salva
mi vida de los leones;
y
te daré gracias en la gran asamblea,
te
alabaré en medio de una multitud.
R.
Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.
¡Que
no canten victoria mis enemigos traicioneros,
ni
se guiñen el ojo los que me odian sin motivo!
Ellos
no hablan de paz,
sino
que atacan a los oprimidos de la tierra;
traman
planes engañosos
y
se ríen de mí a carcajadas, diciendo:
«Lo
hemos visto con nuestros propios ojos».
R.
Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.
Tú
también lo has visto, Señor, no te calles;
no
te quedes lejos de mí, Señor;
¡despiértate,
levántate, Dios mío,
Señor
mío, defiende mi causa!
R.
Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.
Júzgame
según tu justicia, Señor;
Dios
mío, que no canten victoria sobre mí;
que
no piensen: «Se cumplió nuestro deseo»,
ni
digan: «Lo hemos devorado».
R.
Despiértate, Señor, y ven en mi
ayuda.
Que
sufran una derrota humillante
los
que se alegran de mi desgracia;
que
se cubran de confusión y de vergüenza
los
que se envalentonan contra mí.
Canten, en cambio, y alégrense,
los
que desean mi triunfo;
los
que desean mi felicidad,
repitan
siempre: «¡Qué grande es el Señor!».
Entonces
mi lengua pregonará tu justicia,
y
cada día proclamaré tu alabanza.
R.
Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como
era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos.
Amén.
R.
Despiértate,
Señor, y ven en mi ayuda.
Oración
Dios
y Señor nuestro, que proteges a los que esperan en ti;
con
tu auxilio y escudo levántate a favor de tu siervo (sierva) N.,
rescátalo
(rescátala) de las asechanzas del enemigo
y
combate con tu fuerza poderosa a quienes lo (la) atacan.
Por
Cristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
73.
Salmo 53 (54), 3-9
Confíen,
soy yo: no tengan miedo (Mc. 6, 50).
R.
El Señor sostiene mi alma.
Dios
mío, sálvame por tu Nombre,
defiéndeme
con tu poder,
Dios
mío, escucha mi súplica,
presta
atención a las palabras de mi boca.
Porque
gente soberbia se ha alzado contra mí,
hombres
violentos atentan contra mi vida,
sin
tener presente a Dios.
R.
El Señor sostiene mi alma.
Pero
Dios es mi ayuda,
el
Señor es mi verdadero sostén.
Que
el mal recaiga sobre mis adversarios,
¡destrúyelos,
Señor, por tu felicidad!
R.
El Señor sostiene mi alma.
Te
ofreceré un sacrificio voluntario,
daré
gracias a tu Nombre, porque es bueno,
porque
me has librado de todos mis adversarios
y
he visto la derrota de mis enemigos.
R.
El Señor sostiene mi alma.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como
era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos.
Amén.
R.
El Señor sostiene mi alma.
Oración
Señor,
salva a tu siervo (tu sierva) N.,
y
juzga con tu poder al enemigo que persigue su alma,
para
que despojado (despojada) de toda tribulación
engrandezca
tu santo nombre con el testimonio de su fe.
Por
Cristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
74.
Salmo 67 (68), 2-4. 29. 33-36
"Cuando
Cristo subió a lo alto, llevó consigo a los cautivos y repartió
dones a los
hombres"
(Ef. 4, 8).
R.
Se levanta el Señor y sus enemigos
se dispersan.
¡Se
levanta el Señor!
Sus
enemigos se dispersan
y
sus adversarios huyen delante de él.
Tú
los disipas como se disipa el humo;
como
se derrite la cera ante el fuego,
así
desaparecen los impíos delante del /Señor.
R.
Se levanta el Señor y sus enemigos se
dispersan.
Pero
los justos se regocijan,
gritan
de gozo delante del Señor
y
se llenan de alegría.
Tu
Dios ha desplegado tu poder:
¡sé
fuerte, Dios, tú que has actuado por nosotros!
R.
Se levanta el Señor y sus enemigos se
dispersan.
¡Canten
al Señor, reinos de la tierra,
entonen
un himno al Señor,
al
que cabalga por el cielo,
por
el cielo antiquísimo!
El
hace oír su voz poderosa.
R.
Se levanta el Señor y sus enemigos
se dispersan.
¡Reconozcan
el poder del Señor!
Su
majestad brilla sobre Israel
y
su poder, sobre las nubes.
Tú
eres temible, Señor, desde tus santuarios.
El
Dios de Israel concede a su pueblo
el
poder y la fuerza.
¡Bendito
sea Dios!
R.
Se levanta el Señor y sus enemigos se
dispersan.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como
era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos.
Amén.
R.
Se levanta el Señor y sus enemigos
se dispersan.
Oración
Mira,
Señor, la aflicción de tu servidor (servidora) N.,
y
levántate para auxiliarlo (auxiliarla);
para
que liberado (liberada) de la esclavitud del demonio
y
recuperada su paz y su piedad
reconozca
que Tú eres admirable.
Por
Cristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
75.
Salmo 69 (70)
Señor,
sálvanos que perecemos (Mt. 8, 25).
R.
Tú eres, Señor, mi ayuda y mi liberador.
¡Líbrame,
Dios mío!
¡Señor,
ven pronto a socorrerme!
R.
Tú eres, Señor, mi ayuda y mi
liberador.
Que
se avergüencen y sean humillados
los
que quieren acabar con mi vida.
Que
retrocedan confundidos
los
que desean mi ruina;
R.
Tú eres, Señor, mi ayuda y mi
liberador.
Que
vuelvan la espalda avergonzados los que se ríen de mí.
Que
se alegren y regocijen en ti
todos
los que te buscan;
y
digan siempre los que desean tu victoria:
«¡Qué
grande es nuestro Dios!».
R.
Tú eres, Señor, mi ayuda y mi
liberador.
Yo
soy pobre y miserable:
ven
pronto, Dios mío;
tú
eres mi ayuda y mi libertador,
¡no
tardes, Señor!
R.
Tú eres, Señor, mi ayuda y mi liberador.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como
era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos.
Amén.
R. Tú eres, Señor, mi ayuda y mi liberador.
Oración
Ven
a nuestra ayuda, Señor,
y
apresúrate a socorrer a este hijo tuyo (esta hija tuya) N.,
para
que, vencidas las insidias del diablo
permanezca
siempre protegido (protegida) con tu presencia.
Por
Cristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
II
EVANGELIOS
[OPCIÓN
I]
Retírate,
Satanás
76.
X
Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Mateo (4,
1-11)
Jesús
fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el
demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches,
sintió hambre.
Y
el tentador, acercándose, le dijo:
«Si
tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en
panes». Jesús le respondió: «Está escrito:
"El
hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la
boca de Dios"».
Luego
el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte
más alta del Templo, diciéndole:
«Si
tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Dios
dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para
que tu pie no tropiece con ninguna piedra"».
Jesús
le respondió:
«También
está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios"».
El
demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo
ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo:
«Te
daré todo esto, si te postras para adorarme».
Jesús
le respondió:
«Retírate,
Satanás, porque está escrito: "Adorarás al Señor, tu Dios, y
a él solo rendirás culto"».
Entonces
el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.
[OPCIÓN
II]
Arrojarán
a los demonios en mi Nombre
77.
X
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (16,
15-18)
Jesús
Resucitado se apareció a los Once y les dijo:
«Vayan
por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El
que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y
estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los
demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las
serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará
ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los
curarán».
[OPCIÓN
III]
Has
venido para acabar con nosotros
78.
X
Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Marcos (1,
21b-28)
En
la ciudad de Cafarnaúm, cuando llegó el sábado, Jesús fue a la
sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su
enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como
los escribas. Había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu
impuro, que comenzó a gritar;
«¿Qué
quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con
nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios».
Pero
Jesús lo increpó, diciendo:
«Cállate
y sal de este hombre».
El
espíritu impuro lo sacudió violentamente, y dando un alarido, salió
de ese hombre. Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a
otros:
«¿Qué
es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da
órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!».
Y
su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región
de Galilea.
[OPCIÓN
IV]
«Señor,
hasta los demonios se nos someten en tu Nombre»
79.
X
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (10,
17-20)
Los
setenta y dos discípulos volvieron y le dijeron llenos de gozo:
«Señor,
hasta los demonios se nos someten en tu Nombre».
Él
les dijo:
«Yo
veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder
de caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las
fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.
No
se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan;
alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo».
[OPCIÓN
V]
Yo
expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios
80.
X
Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Lucas (11,
14-23)
Jesús
estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el
demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada,
pero algunos de ellos decían:
«Este
expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los
demonios».
Otros,
para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del
cielo.
Jesús,
que conocía sus pensamientos, les dijo:
«Un
reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casa caen una
sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá
subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los
demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con
el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos
de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero
si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere
decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.
Cuando
un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus
posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y
lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes.
El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge
conmigo, desparrama."
III
FÓRMULAS
DEL EXORCISMO
81.
Otra forma deprecativa o
invocativa (cfr. nº
61)
Dios
del cielo, Dios de la tierra,
Dios
de los ángeles, Dios de los arcángeles,
Dios
de los patriarcas, Dios de los profetas,
Dios
de los apóstoles, Dios de los mártires,
Dios
de los sacerdotes, Dios de las vírgenes,
Dios
de todos los santos y santas,
Dios
que tienes poder
para
dar vida después de la muerte, el descanso después del trabajo,
no
hay otro Dios fuera de ti,
creador
de todo lo visible e invisible,
Dios,
que quieres que todos los hombres se salven
y
amaste al mundo de tal modo que enviaste a tu Hijo Unigénito
para
destruir las obras del diablo;
te
suplicamos, Señor. humildemente,
apelando
a la majestad de tu gloria,
que
libres a este servidor tuyo (servidora tuya)
de
todo poder de los espíritus infernales,
de
sus lazos, de sus engaños, de sus malicias,
y
que lo (la) custodies incólume.
Infunde,
el Espíritu de la verdad,
Aquél
que tu Hijo prometió a sus discípulos;
desde
el cielo expulsaste al diablo como un rayo,
envía
desde allí al Espíritu Paráclito,
para
que expulse lejos al delator y opresor de nuestra naturaleza
y
nos haga evitar todo daño.
Por
Cristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
82.
Otra fórmula
imperativa (cfr.
nº 62)
Te
exorcizo, antiguo enemigo del hombre:
sal
fuera de N. a quien Dios creó con amor.
Te
lo manda, nuestro Señor Jesucristo,
cuya
humildad venció tu soberbia
cuya
prodigalidad prevaleció sobre tu
envidia,
cuya
mansedumbre aplastó tu crueldad.
Enmudece,
padre de la mentira,
y
no impidas que este siervo (esta sierva) de Dios
bendiga
y alabe a su Señor.
Eso
te ordena Jesucristo,
Sabiduría
del Padre y esplendor de la Verdad,
cuyas
palabras son espíritu y vida.
Sal
de él (ella), espíritu inmundo,
deja
el lugar al Espíritu Santo.
Eso
te manda Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre,
que
naciendo puro del Espíritu y de la Virgen
purificó
todas las cosas con su Sangre.
Por
eso, retrocede, Satanás,
vuélvete
atrás en el nombre de Jesucristo,
que
te expulsó fuertemente con el dedo de Dios y destruyó tu reino.
Retírate,
por la fe y la oración de la Iglesia,
huye
de aquí, por la fuerza de la Santa X
Cruz,
en
la cual, el dulce Cordero inmolado por nosotros,
nuestro
Señor Jesucristo,
nos
libró de tu cruel potestad.
Él
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Todos
responden:
Amén.
83.
Otra fórmula
deprecativa o invocativa
(cfr. nº 61)
Tú
eres Santo, Señor de los ejércitos,
llenos
están los cielos y la tierra de tu gloria,
porque
creaste todas las cosas que existen en el universo.
Tú
que sentado sobre los querubines no sólo habitas en lo alto
sino
que miras con atención hacia el cielo y la tierra
y
observas también los abismos.
Abre
tus ojos, Señor,
y
contempla la aflicción de N., a quien creaste por amor;
por
él (ella) te rogamos suplicantes,
que
despiertes tu poder,
envíes
tu Espíritu Paráclito
para
que este siervo tuyo (sierva tuya) no sólo ordenado (ordenada) en su
corazón
sino
también sincero (sincera) en su mente
pueda
ofrecerte el debido servicio.
Dios,
creador y redentor del género humano,
que
desde el comienzo hiciste al hombre según tu imagen,
y
le encomendaste el cuidado del mundo entero,
para
que, sirviéndote a ti, su Creador,
dominara
todo lo creado;
te
pedimos que te apiades de la condición humana,
herida
por el pecado,
y
muestres tu bondad a este siervo tuyo (sierva tuya) N.
abatido
(abatida) por el engaño diabólico
para
que liberado (liberada) del enemigo,
te
reconozca ti, el único Dios y Señor.
Dios
de infinita misericordia,
que
para nuestra redención enviaste bondadosamente a tu Hijo Unigénito
a
fin de que todo el que crea en él no perezca
sino
que tenga vida eterna;
Tú
que levantaste en la Cruz a tu propio Hijo,
para
que borrado el decreto de muerte atrajese a sí todas las cosas,
te
pedimos que tengas compasión de tu Iglesia suplicante
y
escuches su oración a favor de tu atribulado (atribulada) N.
de
tal manera que, desaparecida toda adversidad,
tu
derecha proteja a quien, con su Sangre derramada en la Cruz
redimió
Jesucristo, tu Hijo y nuestro Señor
que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
por
los siglos de los siglos.
Todos
responden:
Amén.
84.
Otra fórmula
imperativa (cfr. nº
62)
Por
el Dios vivo, por el Dios verdadero, por el Dios santo,
yo
te exorcizo, espíritu inmundo, enemigo de la fe,
enemigo
del género humano, conductor de la muerte,
padre
de la mentira, raíz de todos los males,
seductor
de los hombres, provocador de los dolores.
Te
adjuro, maldito dragón,
en
el nombre de nuestro Señor Jesucristo,
para
que abandones de raíz y que huyas
de
este ser plasmado por Dios.
El
mismo Jesucristo te lo ordena,
quien
te mandó sumergirte desde lo alto de los cielos
a
los lugares más bajos de la tierra.
El
mismo Cristo te lo ordena,
que
calmó al mar, a los vientos y a las tempestades .
El
mismo Cristo te lo ordena,
que
es la eterna Palabra de Dios hecha carne,
y
que se humilló a sí mismo
y
se hizo obediente hasta la muerte
por
la salvación del género humano perdido por tu envidia.
Témelo
a Él,
que
en Isaac fue inmolado,
en
José vendido,
en
el Cordero, muerto,
en
el hombre, crucificado,
y
en el infierno, triunfador.
Dale
lugar a Cristo,
en
quien ninguna de tus obras has podido encontrar.
Humíllate
bajo la potente mano de Dios;
tiembla
y huye,
pues
invocamos el santo nombre de Jesús,
ante
quien tiemblan los infierno,
a
quien están sujetas las Virtudes de los cielos,
las
Potestades, las Dominaciones,
y
a quien los Querubines y los Serafines
aclaman
con una sola voz diciendo:
Santo,
Santo, Santo, es el Señor, Dios de los ejércitos.
Retrocede
ya,
en
el nombre del Padre X
y
del Hijo X
y
del Espíritu X
Santo.
Dale
el lugar al Espíritu Santo
por
este signo de la Santa X
Cruz
de
nuestro Señor Jesucristo
que
vive y reina por los siglos de los siglos.
Todos
responden:
Amén.
APÉNDICES
Appendix-apéndice I
SÚPLICAS Y EXORCISMOS QUE PUEDEN AGREGARSE
EN PECULIARES CIRCUNSTANCIAS
["Oración de súplica y exorcismo"]
Versión adaptada del Exorcismo de León XIII de 1890
Asamblea de fieles para orar
1.
La presencia del diablo y de otros
demonios aparece no solamente en personas tentadas o atormentadas,
sino también en las cosas
y en los lugares
que están en contacto, de algún modo, con ellas o su actividad [infestación].
Asimismo
pueden hacerse presente en las variadas formas de oposición
y persecución a la Iglesia.
De
acuerdo a los sucesos y las circunstancias, el Obispo diocesano puede
considerar oportuno congregar a los fieles para orar, presididos y
animados por un sacerdote, para lo cual se disponen los elementos
siguientes.
[NOTA: esta oración de súplica y exorcismo presidida por el obispo de Springfield, Illinois (Estados Unidos), Thomas Paprocki, la efectuó como acto de reparación por la aprobación del "matrimonio entre personas del mismo sexo"]
2.
Congregada la asamblea de los fieles,
el sacerdote dice [invocación a la Santísima Trinidad]:
En
el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Todos
se signan y dicen:
Amén.
3.
Luego el sacerdote, saluda a los
presentes con las manos extendidas:
[Opción
I]
Dios,
Padre omnipotente
que
quiere que todos los hombres se salven
esté
con todos ustedes.
Todos
responden:
Y
con tu espíritu.
O
bien:
[Opción
II]
El
Señor esté con ustedes.
[Todos
responden:]
Y
con tu espíritu.
O
bien:
[Opción
III]
Puede
usarse otro saludo tomado de los libros litúrgicos aprobados, como
por ejemplo:
El
Dios de la esperanza
que
nos llena de toda alegría
y
paz en la fe
por
la fuerza del Espíritu Santo,
sea
con todos vosotros
4.
Luego el
sacerdote habla [exhortación] brevemente
a los presentes, para disponer su atención a la celebración.
[pro opportunitate] A
continuación es conveniente dar lugar a una Liturgia de la
Palabra en la que se incluya una breve homilía del
sacerdote que preside; en ella, inspirado por los textos bíblicos
que se proclamen, el sacerdote invite a los fieles a la esperanza en
la victoria de Cristo y las disposiciones de Dios a favor de los
hombres, como las angélicas.
Los
textos bíblicos a proclamarse y los Salmos
Responsoriales correspondientes pueden elegirse de entre los
propuestos en los Leccionarios aprobados.
[Opción
I]
5.
[pro opportunitate] Pueden recitarse las Letanías
de los Santos [46], que el
sacerdote puede concluir
con la oración siguiente:
Espíritu
Santo Creador,
asiste
bondadosamente a la Iglesia Católica;
fortalécela
y confírmala con tu poder
contra
los embates de los enemigos,
y
renueva el espíritu de tus servidores fieles
a
quienes ungiste con tu caridad y tu gracia
para
que en ti glorifiquen al Padre
y
a su Hijo Unigénito, Jesucristo, nuestro Señor.
Todos
responden:
Amén.
[Opción
II]
6.
[pro opportunitate]
Puede también, en lugar de las letanías, rezarse la Oración Universal o Dominical con intenciones apropiadas.
Puede también, en lugar de las letanías, rezarse la Oración Universal o Dominical con intenciones apropiadas.
[Nota
personal: Se
llama Oración
Universal
porque se suplica por las necesidades de todos los hombres.
“En
la Oración Universal u Oración de los Fieles,
el pueblo, responde de alguna manera a la palabra de Dios acogida en
la fe y ejerciendo su sacerdocio bautismal, ofrece a Dios sus
peticiones por la salvación de todos.
Conviene
que esta oración se haga normalmente en las Misas a las que asiste
el pueblo, de modo que se eleven súplicas por la santa Iglesia, por
los gobernantes, por los que sufren alguna necesidad y por todos los
hombres y la salvación de todo el mundo” (OGMR 69).
Debe
poder ser asumida por todo el pueblo cristiano y al menos cuatro de
las peticiones deben ser:
* Por la Iglesia y sus necesidades
* Por los gobernantes
* Por los pobres y necesitados
* Por todos los presentes y la comunidad local
Este orden puede cambiarse en algunas celebraciones especiales.
Fuente:
la-liturgia.blogspot.com.es/2007/12/la-oracin-universal-o-de-los-fieles.html]
* * *
Al final
se dice el Padre nuestro.
[Padre
nuestro,
que
estás en el cielo,
santificado
sea tu Nombre,
venga
a nosotros tu Reino;
hágase
tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos
hoy nuestro pan de cada día.
Perdona
nuestras ofensas,
como
también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no
nos dejes caer en la tentación
y
líbranos el mal.]
7.
Después el sacerdote, con las manos
juntas, agrega [Pequeña oración exorcística]:
In nómine Iesu Christi Dei
En nombre de Jesucristo, Dios y Señor nuestro,
En nombre de Jesucristo, Dios y Señor nuestro,
y
con la intercesión de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios,
del
bienaventurado Miguel Arcángel,
de
los bienaventurados apóstoles, Pedro y Pablo, y de todos los santos,
y
confiando en la sagrada autoridad del ministerio recibido de la
Iglesia
me
encamino seguro a enfrentar las vejaciones
producidas
por el engaño diabólico que han de ser repelidas.
8.
Todos recitan a la vez
Salmo
67 (68), 2-3
Se
levanta Dios, y se dispersan sus enemigos
y
huyen de su rostro quienes lo enfrentan.
Tú
los disipas como se disipa el humo;
como
se derrite la cera ante el fuego,
así
desaparecen los pecadores delante del Señor.
V.
Huyan
de la Cruz de Cristo, enemigos del Señor.
R.
Ha vencido el
león de la tribu de Judá, la raíz de David.
V. Señor, que venga tu misericordia sobre nosotros.
R. Como lo esperamos de ti.
V.
Señor,
oye mi oración.
R.
Y llegue a ti mi clamor.
9. El sacerdote dice con las manos juntas [Oración sacerdotal]:
Oremos.
Y
todos oran en silencio.
[Oración]
Entonces
el sacerdote con las manos juntas dice la siguiente oración:
Dios
del cielo,
Dios
de la tierra,
Dios
de los ángeles,
Dios
de los arcángeles,
Dios
de los patriarcas,
Dios
de los profetas,
Dios
de los apóstoles,
Dios
de los mártires,
Dios
de los sacerdotes,
Dios
de las vírgenes,
Dios
de todos los santos y santas,
Dios
que tienes poder
para
dar vida después de la muerte,
el
descanso después del trabajo,
no
hay otro Dios fuera de ti,
creador
de todo lo visible e invisible, cuyo reino no tiene fin;
humildemente
suplicamos a la majestad de tu gloria,
para
que, con tu poder, libres a tus hijos
de
toda potestad, engaño y perversidad de los espíritus del
infierno
y
nos custodies incólumes.
Todos
responden:
Amén.
10. [pro opportunitate]
Luego, si parece
oportuno, el sacerdote
con las manos extendidas pronuncia la siguiente fórmula
imperativa ,
al modo de un exorcismo.
Te
exorcizo,
todo
espíritu inmundo,
todo poder de las tinieblas,
toda
incursión del adversario infernal,
toda
legión, grupo y secta diabólica,
en
el nombre y por el poder de Jesucristo Señor nuestro,
a que te desarraigues y huyas de la Iglesia de Dios,
de las almas creadas a imagen divina
y
redimidas por la preciosa sangre del Cordero.
No
te atrevas nunca más, serpiente astuta,
a engañar al género humano,
a perseguir
a la Iglesia de Dios,
a sacudir y cribar como al trigo a los elegidos de Dios.
Te
ordena el Dios altísimo,
que
quiere que todos los hombres se salven,
y que
lleguen al conocimiento de la verdad,
a ti que en tu gran soberbia
pretendes considerarte semejante a Él.
pretendes considerarte semejante a Él.
Te lo
ordena Dios Padre;
te lo
ordena Dios Hijo;
te lo
ordena Dios Espíritu Santo.
Te lo
ordena Cristo,
Palabra eterna de Dios hecha carne,
Palabra eterna de Dios hecha carne,
que
por la salvación del género humano,
arruinado por tu odio,
arruinado por tu odio,
se
humilló a sí mismo
haciéndose
obediente hasta la muerte;
que
edificó su Iglesia sobre roca firme
y
determinó que las puertas del infierno
nunca prevalecerían contra ella,
nunca prevalecerían contra ella,
y que él mismo permanecería con ellas todos los días
hasta el fin de los tiempos.
hasta el fin de los tiempos.
Te
lo ordena el signo
X
de la Cruz,
del poder de todos los Sacramentos de la fe cristiana.
Te lo ordena la excelsa Virgen María, Madre de Dios,
que aplastó en su humildad
desde el primer instante de su Concepción inmaculada
tu cabeza soberbia.
desde el primer instante de su Concepción inmaculada
tu cabeza soberbia.
Te lo
ordena la fe de los santos Apóstoles Pedro y Pablo
y
de los demás Apóstoles.
Te lo
ordena la sangre de los Mártires,
y
la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas.
Así pues, ejército diabólico,
te
conjuro por el Dios vivo,
por
el Dios verdadero,
por el Dios santo,
por el Dios santo,
por
el Dios que amó al mundo
que le entregó a su Hijo Unigénito,
que le entregó a su Hijo Unigénito,
para
que todo, el que cree en Él, no perezca,
sino
que tenga vida eterna:
desiste
de engañar a los seres humanos,
y de ofrecerles el veneno de la condenación eterna:
deja
de dañar a la Iglesia,
y de poner obstáculos a su libertad.
Vete,
Satanás,
padre de la mentira,
padre de la mentira,
enemigo
de la salvación humana.
Deja
el lugar a Cristo,
en
quien no encontraste ninguna de tus obras;
deja
el lugar a la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica,
a
la que el mismo Cristo adquirió con su sangre.
Humíllate
bajo la poderosa mano de Dios;
estremécete y huye,
por
el santo nombre de Jesús,
ante
quien tiemblan los infiernos,
al que están sometidos todos los ejércitos celestiales,
las Potestades y Dominaciones;
las Potestades y Dominaciones;
a
quien los Querubines y Serafines
alaban diciendo sin cesar:
alaban diciendo sin cesar:
Santo,
Santo, Santo, es el Señor,
Dios
del Universo.
11.
Después se recita o canta esta
antífona:
Sub tuum praesídium
Bajo tu amparo, nos refugiamos
santa
Madre de Dios,
no
desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades.
Antes
bien, líbranos de todos los males,
Virgen
gloriosa y bendita.
[pro opportunitate] :
También puede recitarse la siguiente súplica a san Miguel Arcángel u otra súplica más conocida por el pueblo:
También puede recitarse la siguiente súplica a san Miguel Arcángel u otra súplica más conocida por el pueblo:
Princeps gloriosíssime
Príncipe glorioso de la Celestial Milicia,
San
Miguel Arcángel,
defiéndenos
en la batalla contra los Principados y Potestades
contra
los conductores de las tinieblas del mundo,
contra
todo aquello que pervierta lo celestial.
Ven
en auxilio de los hombres a quien Dios hizo a su imagen y semejanza
y
rescató con alto precio de las tiranías del diablo.
A
ti te venera la Iglesia como custodio y patrono,
a
ti te entregó el Señor las almas de los redimidos
que
han de ser hospedadas en la suprema felicidad.
Ruégale
al Dios de la paz,
para
que quebrante a Satanás bajo nuestros pies
y
no pueda, en adelante, mantener cautivos a los hombres
y
dañar a la Iglesia.
Ofrece
nuestras plegarias en presencia del Altísimo
para
que alcancemos pronto las misericordias del Señor,
y
apreses al dragón, la antigua serpiente,
que
es el diablo y Satanás,
y
lo envíes al abismo
para
que deje de seducir a los pueblos.
Amén.
12.
El sacerdote rocía el lugar con agua
bendita.
Luego
bendice a los presentes y los despide,
como se acostumbra normalmente.
Appendix-apéndice II
SÚPLICAS
QUE PUEDEN SER
EMPLEADAS PRIVADAMENTE
EMPLEADAS PRIVADAMENTE
POR
LOS FIELES
EN LA LUCHA CONTRA LAS POTESTADES
DE LAS TINIEBLAS
EN LA LUCHA CONTRA LAS POTESTADES
DE LAS TINIEBLAS
I. Oraciones
[Oración
I]
1.
Señor
Dios, ten misericordia de mí, tu siervo,
que
por la multitud de las asechanzas
estoy
como un vaso resquebrajado;
líbrame
de la mano de mis enemigos,
asísteme
para que busque al que está perdido,
lo
pueda encontrar y restituirlo para ti,
lo
pueda restituir y entregártelo para que no lo abandones.
Concédeme
que te agrade en todo
ya
que he podido conocerte y saber que me has redimido.
Amén.
[Oración
II]
2.
Dios
omnipotente,
que
refugias a los desolados
y
confortas a los prisioneros,
mira
mi aflicción y manifiesta tu poder para auxiliarme;
vence
al detestable enemigo;
y
haz que, superada la presencia del adversario,
pueda
recuperar la paz y la libertad
y
así, sirviéndote con sincera piedad,
pueda
confesar que tú eres admirable
y
manifestar la grandeza de tus obras.
Por
Cristo, nuestro Señor.
Amén.
[Oración
III]
3.
Dios,
creador y defensor del género humano
tú
formaste al hombre a tu imagen
y
lo recreaste admirablemente con la gracia del Bautismo;
vuelve
tu mirada sobre este siervo tuyo,
y
escucha bondadosamente mis súplicas.
Te
pido que brote en mi corazón el esplendor de tu gloria
para
que, eliminado todo terror, miedo y temor,
sereno
en mente y alma
junto
a los hermanos en tu Iglesia
pueda
alabarte eternamente.
Amén.
[Oración
IV]
4.
Padre
Dios, autor de la misericordia y de todo amor,
que
quisiste que tu Hijo sufriera por nosotros el patíbulo de la Cruz
para
expulsar de nosotros el poder del enemigo,
mira
atentamente mi humillación y dolor,
y
mantente firme, te pido,
para
que a quien renovaste en la fuente del Bautismo
vencido
el combate del Maligno,
lo
llenes con la gracia de tu bendición.
Por
Cristo, nuestro Señor.
Amén.
[Oración
V]
5.
Señor
y Dios mío, que me adoptaste por la gracia
y
quisiste que fuera hijo de la luz,
concédeme,
te pido, que no sea envuelto por las tinieblas de los demonios
y
siempre pueda permanecer en el esplendor de la libertad recibida de
ti.
Por
Cristo, nuestro Señor.
Amén.
II. Invocaciones a la Santísima
Trinidad
--- Gloria
al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
--- Honor
y gloria al único Dios.
--- Bendigamos
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
alabémoslo
y exaltémoslo por los siglos.
--- Te
invocamos, te alabamos, te adoramos, oh bienaventurada Trinidad.
--- Esperanza
nuestra, salvación nuestra, honor nuestro, oh bienaventurada
Trinidad.
Líbrame,
sálvame, vivifícame, oh bienaventurada Trinidad.
--- Santo,
Santo, Santo, Señor Dios omnipotente
el
que es, el que era y el que vendrá.
--- A
ti la honra y el imperio, oh bienaventurada Trinidad.
--- A
ti la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
--- A
ti la alabanza, a ti la gloria, a ti la acción de gracias por los
siglos de los siglos, oh
bienaventurada
Trinidad.
--- Santo
Dios, Santo y fuerte, Santo e inmortal, ten compasión de mí.
III. Invocaciones
a nuestro Señor Jesucristo
A.
[Invocación
I]
Jesús,
Hijo del Dios vivo, ten compasión de mí.
Jesús,
imagen del Padre, ten compasión de mí.
Jesús,
sabiduría eterna, ten compasión de mí.
Jesús,
esplendor de la luz eterna, ten compasión de mí.
Jesús,
Palabra de vida, ten compasión de mí.
Jesús,
Hijo de la Virgen María, ten compasión de mí.
Jesús,
Dios y hombre, ten compasión de mí.
Jesús,
Sumo Sacerdote, ten compasión de mí.
Jesús,
pregonero del Reino de Dios, ten compasión de mí.
Jesús,
camino, verdad y vida, ten compasión de mí.
Jesús,
pan de Vida, ten compasión de mí.
Jesús,
Vida verdadera, ten compasión de mí.
Jesús,
hermano de los pobres, ten compasión de mí.
Jesús,
amigo de los pecadores, ten compasión de mí.
Jesús,
médico del alma y del cuerpo, ten compasión de mí.
Jesús,
salvación de los oprimidos, ten compasión de mí.
Jesús,
consuelo de los desamparados, ten compasión de mí.
*
* *
Tú,
que viniste a este mundo, ten compasión de mí.
Tú,
que libraste a los oprimidos por el diablo, ten compasión de mí.
Tú,
que estuviste colgado en la cruz, ten compasión de mí.
Tú,
que aceptaste la muerte por nosotros, ten compasión de mí.
Tú,
que yaciste en el sepulcro, ten compasión de mí.
Tú,
que descendiste a los infiernos, ten compasión de mí.
Tú,
que resucitaste de entre los muertos, ten compasión de mí.
Tú,
que subiste a los cielos, ten compasión de mí.
Tú,
que enviaste el Espíritu Santo a los apóstoles, ten compasión de
mí.
Tú,
que estás sentado a la derecha del Padre, ten compasión de mí.
Tú,
que vendrás a juzgar a los vivos y muertos, ten compasión de mí.
B.
[Invocación
II]
Por
tu encarnación, líbrame, Señor.
Por
tu nacimiento, líbrame, Señor.
Por
tu bautismo y ayuno santo, líbrame, Señor.
Por
tu cruz y tu pasión, líbrame, Señor.
Por
tu muerte y sepultura, líbrame, Señor.
Por
tu santa resurrección, líbrame, Señor.
Por
tu admirable ascensión, líbrame, Señor.
Por
la efusión del Espíritu Santo, líbrame, Señor.
Por
tu gloriosa venida, líbrame, Señor.
IV. Otras invocaciones al Señor
Cuando
nombra a la cruz, el fiel puede signarse.
--- Sálvame,
Cristo Salvador, por el poder de la Cruz
X
tú
que salvaste a Pedro en el mar, ten misericordia de mí.
--- Por
la señal de la Cruz
X
líbranos
de nuestros enemigos, Dios nuestro.
--- Por
tu Cruz
X
sálvanos,
Cristo redentor,
tú
que muriendo destruiste nuestra muerte
y
resucitando restableciste la vida.
--- Tu
Cruz
X
adoramos,
Señor,
tu
gloriosa Pasión recordamos,
ten
compasión, tú que padeciste por nosotros.
--- Te
adoramos, Cristo, y te bendecimos
porque
por tu Cruz
X
redimiste
al mundo.
V. Invocaciones a la
Virgen María
--- Bajo
tu amparo, nos refugiamos
santa
Madre de Dios,
no
desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades.
Antes
bien, líbranos de todos los males,
Virgen
gloriosa y bendita.
--- Consuelo
de los afligidos, ruega por nosotros.
Auxilio
de los cristianos, ruega por nosotros.
--- Hazme
digno de alabarte, Virgen santa;
dame
poder contra tus enemigos.
--- Madre
mía, confianza mía.
--- Virgen
Madre de Dios, María, ruega a Cristo por mí.
--- Dignísima
Reina del mundo,
siempre
Virgen María,
intercede
por nuestra paz y salvación
tú
que engendraste a Cristo Señor, Salvador de todos.
--- María,
Madre de gracia,
Madre
de misericordia,
protégenos
del enemigo
y
recíbenos en la hora de la muerte.
--- Socórreme,
piadosísima Virgen María,
en
todas mis tribulaciones,
angustias
y necesidades
y
alcánzame de tu amado Hijo
la
liberación de todos los males
y
de los peligros del alma y del cuerpo.
--- Recuerda, piadosa Virgen María,
que
no se ha oído en el mundo
que
alguien que ha recurrido a tu apoyo,
que
haya implorado tu auxilio,
que
haya pedido tu ayuda,
haya
sido abandonado.
Yo
animado por tal confianza
corro
hacia ti, Madre, Virgen de las vírgenes
y
como un pecador que llora sus culpas comparezco ante ti.
No
quieras desdeñar mis palabras, Madre de Dios,
sino
que óyelas bondadosamente y recíbelas.
VI. Invocación a san Miguel Arcángel
Sancte Michael Archángele
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla
sé
un refugio contra la malicia y las insidias del diablo.
Te
rogamos, suplicantes, que Dios lo domine
y
tú, que presides la milicia celestial,
arrojes
al infierno, con el divino poder,
a
Satanás y a los espíritus malignos
que
vagan por el mundo para la perdición de los hombres.
VII. Preces litánicas o Letanías
Señor,
ten piedad.
Cristo,
ten piedad.
Señor,
ten piedad.
Santa
María, Madre de Dios, ruega por nosotros (por mí).
San
Miguel, ruega por nosotros (por mí).
San
Gabriel, ruega por nosotros (por mí).
San
Rafael, ruega por nosotros (por mí).
Santos
Ángeles custodios, rueguen por nosotros (por mí).
San
Juan Bautista, ruega por nosotros (por mí).
San
José, ruega por nosotros (por mí).
San
Pedro, ruega por nosotros (por mí).
San
Pablo, ruega por nosotros (por mí).
San
Juan, ruega por nosotros (por mí).
Todos
los Apóstoles, rueguen por nosotros (por mí).
Santa
María Magdalena, ruega por nosotros (por mí).
Pueden
añadirse los nombres de otros santos o beatos
De todo mal, líbranos (líbrame), Señor.
De
todo pecado, líbranos (líbrame), Señor.
De
las insidias del diablo, líbranos (líbrame), Señor.
De
la muerte eterna, líbranos (líbrame), Señor.
Cristo, óyenos (óyeme).
Cristo,
escúchanos (escúchame).
*************************FINIS***************************
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